CAPÍTULO 14 CÓMPLICE.

1024 Words
—Dime por qué has vuelto— inquiere Sofía, bajando la voz, tanto que parece un susurro íntimo —dime la verdad, no la versión de venganza para mis padres— Julián suspira, y por un momento, la máscara se rompe, parece cansado, roto. —Si quiero hacer que los culpables de sus sufrimientos y muerte paguen. Yo aún no puedo sacar de mi mente la desesperación que tenía en la última llamada— los ojos del hombre se cristalizan, por primera vez, parece humano —pero también quiero el diario. Lucía me lo dijo, ella lo escribía todo. Su vida aquí, el abuso emocional de tu madre, la presión de tu padre para que dejara la universidad y nuestra relación. Ella lo guardaba como seguro de vida. —Y si lo encuentras, ¿qué harás?— cuestiona curiosa. —Lo haré público y demostraré que su suicidio no fue por una enfermedad mental, sino por la opresión sistemática de esta familia. Ellos tienen que pagar. —¿Y tú crees que ella estaba cuerda?— pregunta Sofía, quien siempre creyó la versión Dada por sus padres de que su hermana comenzó a desarrollar una paranoia, pero ahora, la duda es un veneno lento en su voz. Julián se tensa, el busca la verdad; no obstante, en estos momentos, su propia verdad es ciega. —Lucía tenía un espíritu fuerte, ella era una artista, un alma libre y esta casa la estranguló, la hizo sentir que el mundo estaba en su contra. ¿Estaba triste? Sí. ¿Estaba loca? No— responde convencido. —No la conocías del todo — refuta la chica, observando su reacción —Lucía y yo no éramos amigas, pero yo crecí con ella, había días en que no dormía, días en que rompía cosas y decía que la estaban siguiendo— Julián niega con la cabeza, firme. —Ella estaba paranoica por la vigilancia de tu padre— no era un delirio, era real, el la tenía vigilada desde que se enteró de lo nuestro. —¿Y las cicatrices?— cuestiona, sin ceder, ella sabe que esto es un punto a favor de sus argumentos —Lucía siempre tenía cortes, Julián, yo la vi salir del baño varias veces con sus brazos ensangrentados, antes de... antes de lo de la bañera— no se atreve usar la palabra suicidio —mi hermana decía que "las voces" la obligaban. Él se queda en silencio, la llama del candelabro parpadea en sus ojos, en este momento su mente se encuentra luchando contra esa imagen. La idea de que su amada estuviera realmente rota desestabiliza su perfecta historia de venganza. —Ella lo hacía para sentirse viva— responde, sin ninguna convicción. Es la justificación que él se ha dado a sí mismo durante estos trescientos sesenta y cinco (365) días —los cortes, eran un grito. Se levanta y da un paso hacia ella, la mano que sostiene el arma con silenciador ahora está fuera de la vista, detrás de él, pero el peligro continúa. —Deja de defenderlos, Sofía y ayúdame— pide finalmente — dime dónde es el único lugar de esta casa que tu madre no se atrevería a revisar, el único sitio que Lucía pensó que estaría a salvo. La joven siente su corazón latiendo con fuerza, ella podría gritar; incluso, intentar correr, pero la adrenalina la mantiene pegada al sofá y la mirada de Julián, con esa mezcla de dolor y deseo de justicia, la desarma. —Te mentí en el baño— confiesa en un susurro y él se detiene, ella puede notar como su respiración se acelera levemente. —¿Qué? —El día del funeral yo vi algo— responde. —¿Dónde?— cuestiona alterado. —En el cementerio— Julián se acerca, se arrodilla frente a ella. Ahora están a la altura de los ojos, el calor de la vela es intenso, y ella siente su aliento cálido cerca de su rostro. —¿Qué viste? —pregunta con voz es áspera, casi desesperada. —Vi a mi madre, ella estaba sosteniendo una bolsa— la revelación cae como una losa de hielo. —¿Dónde?, dime de una vez— a estas alturas de la confesión el pregunta alterado. —No la tiró, no la quemó, si no que la enterró en una maceta— él frunce el entrecejo —si, la puso en una estúpida maceta de cerámica junto a la tumba de mi hermana, supongo que era para que la policía no la encontrara, pero a la vez, para que Lucía no estuviera sola— Sofía lo mira directamente —no la enterró con el cuerpo, ella la puso en la tierra, en el cementerio. Julián se queda inmóvil, luego se levanta lentamente, mirando hacia la ventana, donde la nieve cae sin cesar. La venganza, que era tan simple como una ecuación, se ha complicado. La verdad no está en la casa, sino afuera. —Eleanor, es más inteligente de lo que pensaba— dice Julián, con un tono de admiración en su voz, se gira ya desesperación se ha ido y es reemplazada por una concentración brutal. —Debemos encontrarla para confirmar el crimen y tú vas a ayudarme a hacerle justicia a tu hermana— le dice extendiendo una mano hacia ella. —Vamos a buscar esa bolsa, Sofía, pero el cementerio está a kilómetros. Y la tormenta— detiene sus palabras —la tormenta no nos dejará salir de esta propiedad; así que, vamos a necesitar un plan. Y la ayuda de la única persona que tiene las llaves de todos los secretos de esta casa. Julián se inclina hacia ella, y esta vez, el movimiento es de pura seducción y su voz se hace más profunda. —Vas a ayudarme a convencer a tu madre de que nos diga exactamente dónde está. Sofía toma su mano, el tacto es cálido y peligroso. respira entrecortado por la intimidad de ese simple acto y luego asiente. Por primera vez en su vida, Sofía Vane se siente cómplice. —Dime qué tengo que hacer —susurra...
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