Tal y como Nero lo predijo, luego de un año Myla quedó embarazada nuevamente pero esta vez un varón, el cual nombraron Atlas. Ambos embarazos fueron llevados con tranquilidad, estos le sentaron muy bien a Myla, se veía más radiante de lo normal. Su relación con Nero cada vez se veía más fortalecida, como padres sorpresivamente fueron más increíbles de lo que esperaban.
Haru y Atlas crecieron en el Santuario junto con sus padres y los demás seres celestiales que allí habitaban, a medida de su crecimiento fueron enseñándoles cosas necesarias para llegar a gobernar los dos más grandes continentes del planeta Eros, al mismo tiempo que se les enseñó como defenderse, los hermanos hijos de Dioses tenían una gran habilidad e inteligencia a la hora de combatir cuerpo a cuerpo, aunque era de esperarse gracias a la sangre celestial que corría por sus venas.
Durante una sesión de entrenamiento entre Atlas y Nero, el pequeño se intrigó acerca de su futuro así que no dudó en preguntarle a su padre acerca de este.
- Padre, ¿es cierto que estoy destinado a gobernar el reino de Inférnum? — preguntó el pequeño de doce años mientras repetía movimientos con su espada de madera
- Así es Atlas, eres el heredero al trono de tu madre Myla
- ¿Es muy difícil ser rey?
- Un poco, es por eso que cuando llegue la hora de marcharte de nuestro lado ya estarás entrenado lo suficiente para afrontar la responsabilidades que conlleva ser rey
- Me asusta un poco eso padre, no quiero dejarlos — dijo soltando la espada de madera y corriendo hasta su padre, rodeándole los brazos por la cintura y abrazandolo con fuerza
Nero le acarició el cabello a su hijo y se agachó para estar a su altura.
- Querido Atlas, tienes el corazón de tu madre pero la fuerza de tu padre, sé que serás el mejor rey que Inférnum haya visto — comentó acariciándole las mejillas al pequeño Atlas
- Pero padre… no quiero alejarme de ustedes, tengo mucho miedo de hacerlo — respondió sollozando y volviendo a abrazar a su padre
- A medida que crezcas perderás ese miedo — dijo abrazandolo de vuelta y acariciándole la espalda — por ahora estás bajo nuestro cuidado, así que no hay de que preocuparse — terminó de decir mientras separaba a Atlas de él tomándolo por los hombros
El pequeño Atlas estaba cabizbajo, se sentía triste de tener que pensar que en algún momento debería abandonar a su familia para tomar el trono en Inférnum, las lágrimas escurrían por sus tersas mejillas.
- No llores hermanito — susurró Haru que se le acercó por detrás dandole un abrazo muy fuerte — ¿Quieres ir a jugar en la casa del árbol? — preguntó luego de soltarlo
- ¡Sí! ¡Vamos! ¡Vamos! — exclamó Atlas animandose nuevamente y corriendo en dirección al gran árbol que se encontraba cerca de las puertas del santuario
Myla se acercaba lentamente con las armas de madera de Haru, Nero recogió las de Atlas y caminó en dirección a la Diosa.
- Está agobiado de nuevo, ¿cierto? — preguntó acomodando las armas de Haru en su brazo
- Sí, tiene mucho miedo de dejarnos — respondió Nero ante la pregunta de su esposa
- Lo sé, pude sentirlo
- ¿Crees que sea así siempre?
- No lo creo, los niños crecen para convertirse en adolescentes y finalmente adultos, todos enfrentamos ese proceso — comentó Myla con una voz suave y comprensiva — Por ahora disfrutemos que estamos los cuatro aún juntos — dijo mientras tomaba la mano de Nero y la conducía hasta el Santuario
- Te amo, ¿sabías? — dijo Nero mientras miraba a Myla con admiración
- Desde el primer momento en que te vi supe que me amabas, ¿quién no amaría a una chica como yo? — replicó agitando la cabeza haciendo que su cabello se moviera de lado a lado
- Eres la primera Diosa egocéntrica que he conocido
- ¿Conociste muchas? — se detuvo para consultarle a Nero clavándole una mirada intensa
- No, solo digo…
- Veo que me tienes miedo
- Los Dioses no sentimos miedo, querida Myla
- Pude sentir como tu corazón se aceleró y tu cuerpo se tensó completamente
- ¿Puedes dejar de usar tus poderes para dejarme mal? — manifestó Nero algo indignado mientras seguía caminando
Myla soltó una carcajada y siguió caminando delante de Nero.
- Te amo Nero, me encanta ponerte nervioso, no importa cuántos años pasen siempre logro intimidarte
Nero la miró con desdén, poniendo sus ojos en blanco y haciendo muecas mientras le seguía el paso a su esposa hasta la entrada de su hogar.
Al entrar a su casa, la mesa estaba servida, los seres celestiales habían organizado un festín en celebración del cumpleaños de Haru y Atlas, ambos cumplían el mismo día sólo que Haru era la mayor por un año, esto se les celebraba cada última luna llena del año.
- Vamos chicos es hora de ir a comer, además — hizo una breve pausa — les tenemos una sorpresa — susurró cubriéndose la boca con su mano
- ¡En un momento bajamos tía Astraea! — exclamaron ambos desde lo alto del árbol
Allí se encontraban Haru y Atlas jugando con unos pequeños juguetes que Astraea les había hecho como regalo de cumpleaños el año anterior. La pareja de hermanos siempre fue unida desde el inicio, mostrando preocupación el uno por el otro al igual que se protegían de cualquier cosa, complices de travesuras a sus padres, rivales en el entrenamiento, su relación era muy fuerte.
Al culminar de jugar, bajaron por la cuerda que se extendía desde el suelo hasta lo más alto del árbol, donde se encontraba la pequeña casita construida por sus padres. Al descender, Atlas bajó rápido como pudo y chocó la palma de Astraea, Haru también bajó rápido pero apretó mucho la cuerda quemándose la palma de la mano al bajar. Cuando sus pies tocaron la tierra arqueó su cuerpo y con su mano libre apretó la muñeca de la mano herida, Astraea al ver que la pequeña estaba lastimada se acercó corriendo hasta ella.
- ¿Estás bien Haru? ¿Qué te pasó? — preguntó preocupada mientras le ponía la mano en la espalda a la niña
- Auch, me duele mucho tía Astraea — dijo agitando su mano
- Déjame ver — tomando la mano de la niña entre las suyas pudo notar la quemadura que la cuerda le causó en el momento
- Me arde tía, me arde mucho, agh — siguió quejándose de la quemadura cerrando sus ojos aguantando el dolor
- Tranquila querida Haru, ven conmigo — dijo en voz baja intentando calmar a la pequeña Haru caminando junto a ella hasta uno de los estanques repletos de peces que se encontraba fuera del Santuario
Una vez allí, Astraea se acercó hasta el estanque fijándose en el agua, estaba limpia y dentro de ella habían muchos peces, de todas las especies, invitó a Haru que metiese su mano en el agua para relajar un poco la quemadura para luego curarla con más tranquilidad. Haru introdujo su mano en el agua y todos los peces comenzaron a moverse desenfrenadamente, como si algo los estuviese perturbando pero la verdad era que se estaban comunicando entre ellos, la pequeña niña se asustó un poco pero Astraea le mantuvo la mano dentro del agua, intrigada por la actitud de los peces. Pasados unos segundos todos los peces nadaron hasta la mano de la niña y comenzaron a rodearla.
- ¿Por qué están tan agitados tía Astraea?
- Están contentos pequeña Haru
- ¿Contentos?
- Sí, están contentos de que los visites, hace mucho tiempo no lo hacías
- Olvidé por completo que cuando hicimos el estanque yo traje los pecesitos desde el océano
- Así es, de hecho si deseas sacar tu mano puedes hacerlo
Haru hizo lo que su tía le pidió y sacó la mano lentamente, girándola para mirarse la quemadura que por arte de magia había desaparecido.
- La quemadura se fue tía Astraea, ¿qué sucedió?
- Los peces te curaron Haru
- ¿Cómo es eso posible?
- Desde pequeña tuviste una afinidad con el agua, al igual que todos los seres marinos tienen una unión contigo que va más allá de lo normal
- ¡Wow! ¡Eso es increíble tía Astraea!
- Lo es, es hora de decirle a tus padres que estás lista para comenzar tu entrenamiento celestial
- ¡Gracias! — se agachó para volver a meter la mano en el estanque — ¡Gracias pecesitos!
Haru sacó la mano nuevamente y se acarició la cara con el agua restante. Su mano estaba totalmente curada, como si nada hubiese sucedido, animada corrió hasta el interior del santuario para contárselo a sus padres.
Durante la cena mantuvieron una charla común y corriente, planificando los entrenamientos de los pequeños Atlas y Haru, Astraea y los demás seres se encontraban sentados en la misma mesa que la familia de Myla y Nero, luego de tantos años juntos ahora mismo todos se consideraban familia.
Un par de años más pasaron, Atlas creció para convertirse un espadachín infalible gracias a su padre Nero, constantemente entrenaron día y noche sin parar hasta que el pequeño Atlas manejara sus habilidades de la mejor manera. A pesar de ya no ser tan pequeño seguía siendo tratado con cariño por sus padres y los demás, Atlas era un niño tímido y dulce pero de temer, su carácter era muy fuerte y si algo no le parecía correcto sería el primero en plantear su disgusto. A causa de ser el heredero a la corona de Inférnum, por naturaleza desarrolló la habilidad del fuego oscuro que poseía su madre pero aún estaba muy joven para controlar sus poderes como su madre, no obstante, esta lo entrenó tanto como pudo enseñándole las bases de las técnicas del fuego oscuro.
Haru se convirtió en una guerrera agil, rápida, añadiéndole a su destreza con la espada su habilidad de controlar el agua, también se entrenó con el arco usando las flechas encantadas de Astraea quien era conocida por ser la mejor arquera en la faz del planeta Eros, aprendió las artes de la hechicería gracias a su madre y a raíz de que esta fue a enseñar a su hermano Atlas para que este controlara de una mejor manera su técnica del fuego oscuro, su padre Nero la terminó de pulir como espadachín y enseñándole todo acerca de Caelus.
Al caer la noche, Myla y Nero que estaban caminando por los alrededores de la isla miraron al cielo y se dieron cuenta que nuevamente era plenilunio, se miraron entre sí y comenzaron a sacar cuentas en sus cabezas llegando a la conclusión que era la última luna llena del año, siendo así el cumpleaños número dieciocho de Haru y el diecisiete de Atlas.
- No pensé que este día llegaría tan rápido — dijo Myla caminando por la arena de la costa de Syna
- Ni yo, nuestros pequeños ya no son tan pequeños — respondió Nero siguiéndole el paso a su esposa
- ¿Qué sucederá ahora que Haru cumplió su mayoría de edad?
- Según los acuerdos ya debería marcharse a Caelus a prepararse para recibir la corona cuando el gobernante vigente la ceda
- Al menos Atlas se quedará con nosotros un año más, aún falta por enseñarle cosas acerca de Inférnum — comentó la anteriormente reina de este lugar
- Cuando amanezca hablaremos con ellos, por ahora disfrutemos de este paseo — respondió Nero tomándola de la mano y continuando su caminata
La mañana siguiente al levantarse, Atlas se encontraba con Haru en las afueras del Santuario entrenando un combate mano a mano con las espadas de madera. Nero camino con sigilo para ver a sus dos hijos batallar.
Ambos tenían una habilidad increíble con las espadas, atacaban, defendían, pero ninguno daba su brazo a torcer. El combate fue reñido de inicio a fin, pero Haru llevaba una ventaja cerca desenlace, Atlas se mantenía defendiendo todos los ataques de su hermana hasta alcanzar un punto donde no podía contenerla más, así que cuando estaba por salir derrotado usó su habilidad de fuego oscuro encendiendo su espada de entrenamiento y lanzándola hacia adelante intentando darle una estocada a Haru, pero esta en una acción agil evadió el ataque y lo golpeó con el mango de su arma en la nuca logrando derribarlo.
- Tenemos prohibido usar esas técnicas en contra nuestra, ¿acaso tía Astraea no te lo dijo? — le reclamó Haru algo enojada con su hermano pequeño
- No quería perder, tenía que ganarte de alguna forma — respondió Atlas desde el suelo y boca abajo
- Yo también he perdido en combates contra ti, no está mal aprender a perder querido Atlas
- Cállate ya, sonsa — replicó con enojo Atlas
Haru miró a su tía Astraea la cual esbozó una sonrisa dándole aprobación para lo que la chica estaba pensando. Así que esta alzó su mano y en su palma se formó una enorme esfera de agua que luego dejó caer sobre Atlas dejándolo totalmente empapado.
- ¡Haru! — exclamó Atlas levantándose exaltado y comenzando a perseguir a Haru
- ¡Estamos igualados Atlas, déjame! — gritó la chica mientras escapaba de Atlas corriendo por todo el jardín del santuario
Nero bajó las escaleras y se puso al lado de Astraea observando la escena de sus hijos corriendo alrededor del amplio jardín.
- Hoy es su cumpleaños — comentó Nero en voz baja cruzándose de brazos y con la mirada fija en sus hijos
- ¿Tan rápido? No puedo creerlo — respondió Astraea cubriéndose la boca del asombro
- Sí… no sé que sucederá ahora, ya Haru alcanzó la mayoría de edad así que entiendo que ya debe ir a cumplir sus labores como reina
- Según lo acordado con el todopoderoso sí, pero por ahora celebremos su cumpleaños como siempre — dijo Astraea tocándole el hombro firmemente a Nero y caminando hacia el interior del Santuario
Los dos hermanos seguían corriendo alrededor del jardín, Atlas intentaba alcanzar a Haru para mojarla dandole un abrazo, durante todo esos minutos ambos reían y bromeaban. De la nada se detuvieron debido a que un destello de luz apareció enfrente de Haru, deteniendo también a Atlas que se puso a su lado. Tal como aquella vez con Myla y Nero, el todopoderoso se hizo presente al salir por este resplandor que usaba como portal.
- Veo que han crecido, hijos de Dioses y protectores del planeta Eros — dijo el anciano con una voz grave — ¿Dónde están sus padres? Deseo hablar con ellos.