CAPÍTULO CUATRO

2117 Words
ALICE   Cuando la alarma suena en la mañana, siento que no he dormido casi nada, la ansiedad no me dejó tener más de una hora seguida de sueño, y pasé un buen rato tratando de elegir la ropa adecuada para mi primer día de trabajo, por lo que al final decidí llevar una falda negra de tubo, que va hasta justo encima de mis rodillas, y una blusa blanca de manga larga, con escote en V, el cual no es muy profundo, pero deja ver algo de mis pechos, sin que sea vulgar.   Nunca me he considerado delgada, tengo los pechos un poco más grandes que la mayoría, y aunque mi cintura no es tan pequeña como pareciera, el hecho de tener caderas ligeramente anchas, hacen que mi cintura no se pierda por completo, y aunque nunca he sido muy buena para hacer deporte, trato de ir a pilates al menos dos veces por semana; por lo que no puedo ser considerada delgada, pero tampoco creo que tenga sobrepeso, lo cual me deja en un limbo extraño en el que las chicas delgadas me consideran gorda, y las chicas con sobrepeso me consideran delgada.   Y eso causa por supuesto, que ir de compras sea una tortura completa, pues no hay una sola prenda que no tenga que modificar en mi casa después, siempre hay algo que debo arreglar para que me queden bien, y nunca sé con seguridad qué talla soy, por lo que las pocas veces que he ido a una tienda de ropa que no sea de segunda mano, las vendedoras tienden a perder la paciencia conmigo, cuando me llevan varias tallas sin que ninguna me quede bien.   Me recojo el cabello en una moña alta para parecer más profesional, y me aplico maquillaje ligero, sólo un poco de delineador y máscara de pestañas en los ojos, corrector para cubrir las ojeras por la falta de sueño, rubor, porque mi piel es extremadamente pálida y no me puedo dar el lujo de tomar el sol, pues me quemo en vez de broncearme, y lápiz de labios de un tono rojo, pero lo difumino con mi dedo para que no se vea tan intenso.   Una vez estoy contenta con mi apariencia, me pongo los únicos zapatos negros de tacón que poseo, los cuales están ligeramente pelados en las puntas, y uno de ellos tiene el tacón un poco suelto, tomo el bolso n***o que sólo uso para ocasiones formales, y salgo de mi habitación para ir a la cocina en donde me encuentro con mi hermano, quien está desayunando huevos con tocino, así que me siento, me sirvo un poco de café en mi termo, y después corto una manzana en pedazos para ir comiendo por el camino.   George me da una mirada algo molesta antes de que nos subamos al auto y permanece callado por el camino, algo no muy usual en él, quien siempre parece tener la necesidad de darme instrucciones y sermonearme por todo; sin embargo, él parece sumido en sus propios pensamientos mientras yo me como la manzana, preguntándome por la actitud tan extraña de mi hermano.   Y cuando pensaba que no iba a decir ni una sola palabra en todo el camino, él empieza a hablar justo cuando estamos a un par de calles de la oficina:   “Recuerda todo lo que hemos discutido, y recuerda lo que nos enseñó papá,” él me dice en tono serio y yo siento la necesidad de rodar mis ojos hacia él, pero me contengo porque sé que no sería una buena idea hacerlo enfadar justo en este momento.   “Lo sé, no te preocupes, lo haré bien,” le respondo con el tono más dulce del que soy capaz.   “Bueno, eso espero,” él me responde antes de detenerse media calle antes de la entrada de la oficina, y yo frunzo el ceño, pero no le digo nada más que adiós, antes de bajarme del auto y empezar a caminar.   Tan pronto como entro a la oficina, cinco minutos antes de mi hora de entrada, me sorprendo de ver que mi jefe a partir de hoy aún no ha llegado, por lo que me recibe Kim, la recepcionista, y me da un tour rápido por la enorme oficina, la cual ocupa un piso completo del edificio, y luego ella empieza a explicarme que debido al constante cambio de asistentes, ella es quien se encarga de reemplazar esas labores mientras contratan a la siguiente persona, por lo que es ella quién me va a dar las instrucciones de mi puesto de trabajo.   “Okey, entonces lo primero que debes saber, es que aunque el señor Pemberton llegue tarde, como hoy, tú siempre, siempre, debes estar aquí a tiempo, pues una de las cosas que él más odia es la impuntualidad, él es inglés después de todo, usualmente él llega antes que todos, excepto cuando tiene algún compromiso programado, como hoy que debía ver a un cliente en prisión antes de venir a la oficina…” ella empieza a decirme y yo asiento mientras tomo notas en mi pequeño bloc de notas.   “Vas a tener que manejar su agenda y organizar todas sus citas, debes saber absolutamente todo y estar pendiente de en dónde él se encuentra a cada segundo del día, todos los días, pues es probable que debas localizarlo para alguna emergencia, habiendo dicho eso, espero que tengas pasaporte, y si no lo tienes, debes sacarlo inmediatamente, pues también es probable que lo tengas que acompañar a sus viajes, tanto dentro del país, como en sus viajes internacionales…” ella dice y yo no puedo evitar emocionarme un poco, pues nunca he salido del país, por lo que pongo en letras grandes en mis apuntes ‘SACAR PASAPORTE’.   “No le contestes si te hace un llamado de atención, no llegues tarde, no le hagas perder citas, no olvides darle todos los recados, no pierdas los expedientes que él te dé, no olvides recordarle sobre sus citas y reuniones con al menos dos horas de anticipación, si él se queda trabajando hasta tarde, deberás quedarte también, por supuesto que se te pagarán las horas extras, y por sobre todo: no lo arruines, o estarás afuera antes de que logres aprenderte el camino a tu escritorio,” ella termina de decirme y yo asiento mientras trato de tomar notas a toda prisa para no olvidarme de nada.   Cuando la miro, veo que ella me está observando con una sonrisa amable, y después me da un iPad, lo cual me hace fruncir el ceño.   “Estamos en el 2021, ¿qué esperabas, una agenda de cuero y un calendario?” ella me dice y yo me sonrojo con vergüenza, pues realmente sí esperaba todo ello.   “Aquí están todas las aplicaciones necesarias para hacer tu trabajo, las cuales también están en el computador de tu escritorio, la más importante, es, por supuesto, la agenda digital, en la cual podrás ver la información pormenorizada de todas las citas y compromisos que él tiene, semana por semana, esta debe estar actualizada todo el tiempo, y debes estar pendiente de incluir, eliminar o editar la información, conforme se van presentando situaciones, ¿entendido?” ella me pregunta.   “Si, señora,” le respondo inmediatamente y ella se ríe.   “Por favor llámame Kim, si me dices señora me siento vieja,” ella me dice con un tono divertido y yo le sonrío de vuelta.   “En un par de horas vendrá uno de los chicos de soporte técnico para enseñarte a usar el iPad y todos los demás aparatos electrónicos que vas a necesitar; por ahora, creo que deberías ir a comprar el café del señor Pemberton en la cafetería de la esquina,” ella me dice mientras me escribe en un papel la orden exacta y me da el dinero, el cual tomo junto con el papelito y salgo inmediatamente a comprar el café.   Una vez logro tener la orden completa, me dirijo de vuelta a la oficina y justo en la entrada me cruzo con el diablo en persona, quién me dirige una mirada severa, la cual arrastra de mis pies hasta mi cabeza, parando por un instante en mi escote, o eso me pareció, y después mira el café en mis manos, frunce el ceño y me dice en un tono frío:   “Veo que ya empezó sus labores, pero hoy no quiero café, ya desayuné, así que lo puede botar o tomárselo usted,” él me dice mientras camina hacia el ascensor y yo lo sigo casi corriendo, pues tengo que adaptar mis pequeños pasos a sus grandes zancadas.   “Oh, yo traje mi propio café, muchas gracias, señor Pemberton,” le respondo con una sonrisa y él enarca una ceja hacia mí.   “Le aseguro que esté café sabrá mucho mejor que lo que sea que usted haya traído, pero si no lo quiere, arrójelo a la basura, no me importa,” él me responde, y yo me sonrojo un poco, pues realmente el olor del café es tan delicioso que estaba pensando seriamente en comprar uno para mí, pero era demasiado costoso.   “Está bien, muchas gracias,” le respondo y él permanece en silencio.   Dios, ¿cuál es su problema?   “Espero que Kim ya le haya explicado todo lo referente a sus labores,” él me dice y yo asiento inmediatamente.   “Bien, pues en media hora tengo una reunión con un cliente, tan pronto como él llegue, lo anuncia y lo guía hacia mi oficina, una vez allí, le pregunta si quiere algo de beber, pregúntele a Kim qué opciones de bebida tenemos disponibles, y después de llevarle su bebida, no quiero que nos interrumpa hasta que se acabe la reunión, ¿quedó claro?” él me dice y yo asiento, pero él no parece feliz con mi respuesta, por lo que me levanta una ceja de nuevo.   “Si, señor, quedó claro,” me apresuro a responder y él asiente.   ----------------------------------------------------------   Cuarenta minutos después, una vez que míster arrogancia está en su reunión y ya le he llevado al cliente la bebida que pidió, ganándome una mirada lasciva de él, quién se quedó mirando mis pechos mucho más tiempo del normal, y por ende, ocasionó que mi querido jefe me frunciera el ceño, como si fuese mi culpa que él tenga clientes morbosos.   El chico de soporte técnico llega para enseñarme a manejar el computador, el iPad y el intercomunicador, quien pareciera joven, pero después de hablar con él brevemente, descubro que tiene mi edad, y es bastante amable y simpático, además de que es gracioso y me hace reír un par de veces con sus chistes, sin mencionar que es muy paciente mientras me da las instrucciones e incluso se ofrece a repetirme todo en caso de que no haya entendido bien.   “¿Te quedó claro esta función o prefieres que lo repita nuevamente?” él me pregunta con una sonrisa, pero antes de que le pueda responder, se escucha una voz bastante molesta justo a unos pasos de nosotros.   “Creo que con eso es suficiente,” dice el señor Pemberton con un tono severo.   “Si, por supuesto jefe, sólo quería asegurarme,” dice el chico, llamado Jonathan, con un poco de miedo y después de darme una última sonrisa tímida, se va casi corriendo.   “Veo que no lleva ni un día aquí y ya se las arregló para coquetear con mi cliente y los demás empleados,” él me dice con un tono frío y yo frunzo el ceño.   “No, claro que no, no he intentado coquetear con nadie,” yo le respondo inmediatamente.   “Si, bueno, esa ropa que tiene puesta no ayuda en nada,” él me dice y yo me sonrojo mientras miro hacia abajo y examino mi atuendo.   “Es lo único que tenía, pero tan pronto reciba mi primer pago me compraré algo más apropiado,” le respondo mirándome los dedos.   “Tonterías, tome su bolso y sígame,” él me dice.   “¿A dónde vamos?” le pregunto mientras básicamente corro detrás de él.   “A comprarle ropa apropiada para la oficina,” él dice cuando lo alcanzo en el ascensor, luego mira a mis zapatos y agrega: “y unos zapatos también, no quiero que se tuerza el tobillo en esas trampas mortales y luego me demande,”   “Nunca haría eso,” le respondo, pero él simplemente permanece en silencio, terminando así la conversación.   Oh, dios, esto es muy incómodo, nunca pensé que iría de compras con mi nuevo jefe en el primer día de trabajo.
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