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El Mundo Oscuro

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Blurb

Los seres humanos, al ser simples mortales, ignoran por completo las cosas que no pueden entender, escudándose en que todas las formas de vida existentes deben tener una explicación científica, argumentos válidos o un sentido lógico para poder creer en su existencia. Sin embargo, su ignorancia y la idea necia de que son los seres superiores del mundo, no les permite observar más allá de la oscuridad que les rodea, y mucho menos todo lo que en ella habita.

El mundo oscuro guarda más secretos de los que cualquier ser humano podría procesar; duendes, brujas, magos, hadas, hienas, vampiros, lobos… son algunas de las criaturas que habitan en la oscuridad, siendo regidos por leyes y reglas que distan en gran medida de parecerse a las nuestras, pero que son de gran importancia en el mundo oscuro para mantener el equilibrio y la justicia entre especies.

¿Qué pasaría donde una de estas razas se cansará de los lideres que gobiernan el mundo oscuro y de las leyes impuestas por ellos? Seremos testigos de cómo ocurre una rebelión que amenaza con la extinción de todas y cada una de las especies, sintiendo en carne propia la tragedia y los sentimientos de los personajes a flor de piel. Observaremos en primera fila como se divide cada una de estas razas y cuales son sus diferentes reacciones ante los efectos de la luna llena.

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Introducción
La luna brillaba en lo alto del cielo, justo en medio del bosque, iluminando el camino por donde los guardianes solían desarrollar sus turnos diarios. Las últimas noches habían sido muy tranquilas, las estrellas parpadeando sin cesar, mientras se escuchaban los cantos particulares de las aves nocturnas y el viento mecía levemente las ramas de los árboles haciéndolas crujir dándole a los guardianes toda una melodía tranquilizante en medio de la espesa oscuridad. Pero esa noche no era como las demás, pues los guardianes que estaban de turno no habían realizado la respectiva entrega de su puesto, complicando el trabajo a aquellos que venían a reemplazarlos. No daban señal alguna de volver, por lo que se ejecuto el siguiente paso en el reglamento de los guardianes; desarrollar el plan de búsqueda. Estaba irritado, furioso en realidad. Si había algo que a Richard le molestara de gran manera era que sus compañeros de trabajo fueran incumplidos o, en este caso, que no entregaran sus turnos en el tiempo asignado. Al estar en uno de los rangos más altos de los guardianes era un hombre muy estricto en todos y cada uno de los aspectos que lo rodeaban, haciendo que los demás miembros de su manada lo miraran con odio, fastidio e incluso con temor. Todos menos María, su Luna, la luz de sus ojos. Ella era la excepción a todo en cuanto a su mal genio se refería. Su esposa siempre decía que debía ser más flexible y menos duro con los demás cuando se equivocaban y, aunque él nunca vio la necesidad de cambiarlo, por ella estaba dispuesto a todo. Empezó a trabajar en su mal genio con gran esfuerzo e incluso se podría decir que lo estaba logrando… hasta que su preciosa María fue asesinada. Ese día algo murió dentro de él, una parte de su alma y corazón se habrían marchado con ella, volviendo a ser uno de los guardianes menos amigables y pacientes de la manada, mucho peor de lo que estaba antes de conocer al amor de su vida. Parpadeo varias veces para que las lagrimas que amenazaban con salir de sus ojos no delataran la tristeza que aún lo embargaba, y que estaba seguro que lo acompañaría por el resto de su vida. Agradeció haber dado la orden al grupo de búsqueda que se separara, cubriendo el área del bosque de mejor manera, así no habría rincón alguno sin revisar. Era muy extraño que un guardián de Black Nigth no entregara su turno, pues los entrenamientos eran muy estrictos, al igual que los castigos, pero el olfato de Richard le indicaba que estaba cerca de los irresponsables que no habían cumplido con su deber y los cuales habían sido los causantes de que su turno hubiera sido un completo desastre. Empezó a trotar hacia el lugar de donde venia el olor de los guardianes que estaban buscando, sin embargo, había algo extraño… algo no estaba bien, pues el olor era muy tenue, casi inexistente. Si su instinto no le fallaba, los guardianes estaban completamente quietos en un solo lugar, como si estuvieran dormidos, como si estuvieran… negó con la cabeza, Richard ni siquiera quiso terminar esa frase en su mente, estaba muy cansado, debía ser por eso que su instinto estaba un poco atrofiado como para pensar en esa posibilidad. Llego a un claro que se encontraba en la parte noroeste del bosque, encontrándose lo que tanto temía: uno de los grandes ejemplares, completamente transformado, tirado en la mitad del claro. Se acerco rápidamente, con la esperanza aun viva en su interior puso sus dedos en el cuello del animal buscando alguna señal de vida, mientras observaba el pelaje marrón de su pecho atentamente. Nada. No respiraba, su corazón no latía y sus ojos, aunque completamente abiertos, no tenían brillo alguno. Richard suspiro fuertemente mientras cogía su cabeza con ambas manos, suprimiendo un grito desgarrador, ¿Cómo era esto posible? Levanto la cabeza en busca del otro guardián que, aunque lo sentía cerca, no logro verlo. ¿Estaría en el mismo estado? Tenía que averiguarlo. Cuando se disponía a colocarse de pie para buscar a su otro compañero se detuvo en seco, quedando completamente quieto. Un ruido que se genero en la maleza a su alrededor lo había puesto alerta. Richard no se había dado cuenta, pero en ese momento lo supo: lo habían estado siguiendo. Maldijo por lo bajo, era uno de los mejores lobos de la manada y aun así no noto dicha presencia, se castigaría a si mismo más adelante por semejante descuido. Sin embargo, su olfato no detectaba un olor diferente al de los guardianes, además de que su instinto le decía que, fuera lo que fuera, no tenía buenas intenciones. Otro crujido en las hojas secas, la criatura que se escondía en la oscuridad del bosque se acercaba. Sus ojos buscaron rápidamente el arma de plata escarlata que descansaba en su cinturón. Tenia una sola oportunidad, pues estaba seguro que el mínimo movimiento pondría alerta a la criatura y, podría apostar, que lo atacaría de manera instantánea. Estaba en desventaja, pues su posición no le permitía ver el panorama completo, había quedado con la rodilla izquierda flexionada, mientras que la otra estaba en contacto con el suelo y su cabeza completamente agachada, pudiendo observar solamente la maleza que estaba bajo su cuerpo; una posición muy poco favorable para una batalla. Empezó una cuenta regresiva en su mente: diez....nueve...ocho, su mente y su cuerpo comenzaron a fabricar un plan a gran velocidad, siete... seis...cinco, su mano hormigueaba ansiosa por alcanzar la lanza para enfrentar lo que fuera que lo estuviera cazando, cuatro...tres...dos...al llegar a uno su mano derecha se movió rápidamente hacia su arma, mientras levantaba su cabeza buscando a su contrincante. Aunque se movió lo más rápido que su entrenamiento le permitía, no fue suficiente, pues lo último que Richard pudo ver, incluso antes de desenfundar su arma, fueron las fauces de su enemigo obstruyendo completamente su visión.

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