Como no me encontraba de humor, tomé rápidamente el whisky que el joven de la barra ha servido, no me importó ser descortés con quien llegó a la misma vez que yo exigiendo un whisky.
- ¡Qué mujer tan mal educada! — Escuché murmurar.
- ¡Uno más! — Llevé el vaso de regreso a la barra, haciendo un enorme ruido, casi rompiendolo en pedazos.
Y así bebí desesperadamente cinco whiskys, necesitaba estar bajo algún efecto para aminorar el dolor que en mi albergaba.
- ¿Puedes detenerte? A ese paso terminarás con una congestión alcohólica en algún hospital. — Escuché las palabras de aquel extraño.
- Ocúpate por ti y dejame a mi, no molestes. — Respondí sin ni siquiera girar para ver su rostro, no me interesaba saber quien es el extraño que intentaba controlarme.
- ¡Mujeres! — Suspiró resignado.
~ ALESSANDRO ~
Los pendientes en la oficina tenían ocupado mi escritorio, era tanto trabajo que podía pasar el resto de mi vida metido en ella. Y para aumentar mi enojo estoy obligado por mi padre a asistir a la boda del nefasto creído de Matew Carter.
Su empresa es el nuevo capricho de mi padre, quiere adquirirla a como de lugar y ahí es donde entro yo, me toca hacer el trabajo sucio.
Odio todo tipo de reuniones donde normalmente solo hay gente extraña, preocupada en competir por el mejor atuendo ¡Joder! tengo que obedecer las órdenes de mi padre, al menos eso ayudará a quitarle esa idea de querer comprometerme con todas las mujeres que cruzan por su camino.
Con mi ánimo nefasto esperaba que los futuros novios salieran, quería que lo mas pronto posible terminara todo. Las miradas de los curiosos estaban sobre mi, no es tan común que yo me encuentre en eventos de este tipo.
¡Qué falta de educación y pésimo gusto! la dichosa novia salió hecha un lío. Parece que algo grave ocurrió y se canceló la boda.
Es mejor marcharme, subí al auto, mi chófer y escolta ya estaban listos como de costumbre, es mejor huir antes de que los pesados de la industria comiencen a querer ser mis amigos para cerrar negocios.
Pedi a Max me llevara al mismo bar de siempre, necesitaba un trago para bajar mi estrés, mi chófer conoce perfectamente ese lugar.
Siempre que mi cabeza está por explotar recurro a este lugar, es bastante discreto y nadie aquí se acerca a mi a pesar de saber quien soy.
Nunca imaginé que lo que pensaba sería una tarde de fiesta, terminaría al lado de una desconocida, ebria y sin modales.
Intentaba recordar dónde la había la visto antes, pero mi memoria en éstos momentos no estaba de mi lado.
- ¿Puedes dejar de mirarme como bicho raro? — Sus palabras son graciosas, es tan joven y bastante sexy.
- ¿Acaso hay alguna cláusula donde diga donde si y donde no mirar en este lugar? — Respondí sin girar aún hacia ella.
- ¡Qué odioso! — Suspiró y estiro su mano para que sirvieran mas whisky.
- ¿Qué te hicieron para querer morir ahogada en alcohol? — Giré hacia ella.
- No es de tu interés, además aqui llegué sola y no tengo porque charlar con un desconocido. — Seguía bebiendo.
- ¿Ah no? De hecho ya lo estás haciendo. — Ligeramente reí.
- ¿Tú que haces aquí? el señor odioso con tanto dinero ¿No tiene con quien charlar? podrías pagar para que cualquier humano escuche tus penas. — Ahora ella giró hacia mi.
¡Increíble! ¡Realmente es bella! Sus ojos azules profundos y cristalinos de tanto derramar lágrimas si que son bellos ¿Por qué una mujer tan hermosa está sola aquí en un lugar como este?
No podia apartar mi mirada de toda ella, sus labios carnosos me invitaban a besarla cada vez que mordía su labio, es sexy, hermosa, arrogante, enojona, pero a la vez graciosa ¡Perfecta!
Seguía presionando a mi memoria para recordar en que lugar es que he visto a esta bella dama.
- ¿Odioso? ¿Por qué juzgarme sin conocerme? — Pedi rellenaran mi vaso.
- ¡Si odioso! imagino eres uno de esos tipos que se creen perfectos, millonarios a los que todos tenemos que rendirnos para que pasen, agachando la cabeza ante su paso. — Me volvia loco como mordía sus apetecibles labios.
- Entonces yo puedo decir que tú eres una niña de papi y mami, de esas mujeres que les gusta despilfarrar su dinero en rumba. — Su ceja se levantó, era señal de su molestia, solo respondí por lo que ahora refleja, la juzgo así como ella lo ha hecho conmigo.
- ¡Jamas bebo! ¡Cómo te atreves a pensar así de mi! — Reí... es tan gracioso ver sus pucheros.
- Sólo te analicé por lo que miro ahora, de la misma manera en que tu me has dicho odioso, millonario y no se cuantas cosas que seguramente estás imaginando. — Mis ojos no miraban a ningún otro lugar que no fuese su bello rostro.
- Tengo pruebas de lo que estoy diciendo... Para empezar ese reloj es muy valioso, ninguna de las personas en este bar se atrevería a traer consigo algo como eso, a menos de que lo acompañasen dos enormes escoltas como los tuyos que están allá, justo en la esquina de la entrada principal, eso quiere decir que eres alguien importante, después... sé que eres odioso porque ese peinado no tiene ni un sólo error, la camisa lisa y el traje impecable me dicen que eres perfeccionista. — Retiró lo que cubría la parte superior de su cuerpo.
¡Y he quedado perplejo! Su figura es de una diosa, ese vestido blanco con encaje y transparencias le va fenomenal.
En verdad que es una mujer misteriosa, inteligente, ni siquiera sé en que momento analizó tantas cosas de mi.
- Para estar ebria eres bastante observadora. — Reí.
- Digamos que estoy feliz, muy feliz y justo ese es mi propósito. — Movia su cuerpo al ritmo de la música que ambientaba el lugar.
- Es mala idea querer ahogar las penas en alcohol, mañana resultará peor de lo que es ahora. — Ahora yo pedí sirvieran más whisky.
- Puede ser, ahora no me interesa ¿señor odioso usted baila? — Qué preguntas tan raras.
- ¡Por supuesto que no! Mi traje podría arrugarse o peor aún, estropearse. — Mis gestos fueron de horror.
- ¡Ahi está! ¡Si eres odioso! — Comenzó a reir de mi a carcajadas.
Sujeto mi mano, me llevó unos cuantos pasos lejos de nuestros lugares y comenzó a moverse bastante sexy. Sus manos pasaban por todo mi pecho...
- ¿Señor todo está bien? — Mis guardaespaldas llegaron inmediatamente cuanto se percataron que una chica extraña me había tocado y llevado a otro lugar.
- ¡Tranquilos grandulones! No le haré nada a su jefe, solo estamos disfrutando la noche. — Con señas les dije que todo estaba bien, mas que bien ¡genial!
No recuerdo cuando ha sido la última vez que me divertí tanto, logré bailar a pesar de mis dos pies izquierdos, reí hasta que el abdomen dolía, inclusive permití que mi cabello se desordenara un poco ¡Qué coños!
- Seee... se... señor odioso, fijese que así se ve mas atractivo, deeee... desordenado, joven y como si naaa... nada le preocupara. — Le costaba trabajo formular las palabras, es tan expontanea y graciosa.
- ¿Aaaaasi? ¿Te parezco atractivo? — coqueteaba con ella.
- Si, y tu sabes que eres bastante guapo, las miradas de las damas no se han apartado de ti desde que llegaste a este lugar. — No cabe duda es bastante observadora.
La sujete de la mano y la lleve de regreso a nuestros lugares, habia sido suficiente por hoy.
La ayude a llegar hasta su asiento, justo cuando estaba por quedar cómoda, alguien pasó apresuradamente y de un golpe la lanzó a mis brazos, nuestros rostros quedaron tan cercanos qué podía sentir su respiración.
- ¿Estás bien? por cierto ¿Cómo te llamas? — Llevo gran parte de la noche y ni siquiera sé quien es la bella mujer.
- Si estoy bien y que no te interese quien soy, eso no es importante, normalmente las personas cuando se conocen se dejan llevar por el estatus y por todas esas cosas, tú has sido un buen acompañante esta noche y no me agradaría saber nada de ti y tampoco tu sabrás de mi, como dos extraños estamos genial, además jamás te volveré a ver. — Esa mirada azul es hipnotizante.
- Entonces bella extraña ven aquí... — Tomé su rostro y delicadamente la llevé hacia mi.
La besé... ha sido un beso lleno de ternura que poco a poco fue incrementando, me gustaba bastante y me causaba mucho placer, mas que cualquier otra de las mujeres con las que solía estar, tanto que estaba dispuesto a llevarla conmigo a mi departamento, quitarle ese vestido blanco y hacerla mia, completamente mía...