Luego de un día gratificante de trabajo y de sacar de quicio al tonto de mi exnovio, llego a mi departamento de soltera, donde hago todo lo que se me da la gana, como andar desnuda. Aquí solo viene mi esclavo de turno, nadie más tiene permitido subir.
Me voy al vestidor, dejo toda mi ropa doblada y salgo a recostarme en el sofá que da al enorme ventanal, las luces de Nueva York me encantan, no se apagan hasta el amanecer, mientras yo vivo mil placeres aquí, otros viven los suyos allá.
Escucho unos pasos que se dirigen al vestidor, minutos después aparece James completamente desnudo, con su amigo despierto y listo para la acción.
-Te demoraste un poco, pero eso sirvió para que me diera placer – me levanto y lo llevo a la cama -.
Se deja caer y comienza a moverse de tal manera que queda sentado, mientras yo gateo hasta él, miro su mi3mbro y me saboreo, sus ojos están oscuros por el deseo, lo tomo con ambas manos y comienzo a chupar como si fuera un rico helado en verano.
-Oohh… - gime él, sin apartar la mirada de la mía, porque sabe que me gusta ver a mis hombres a la cara -.
Dejo una mano subiendo y bajando su m*****o, mientras la otra la llevo a mi intimidad, para darme placer. Cuando está lo suficientemente duro, termino de llegar a él y lo monto de una vez, dejando escapar unos gritos de placer de ambos. Me muevo como me gusta, sin piedad, mientras él se dedica a jugar con mis senos como se le da la gana.
Me corro en un orgasmo delicioso, me salgo de él y me pongo en cuatro, dejando expuesto mi trasero.
-Tu recompensa.
Me da un par de nalgadas, que me hacen gemir de satisfacción, se entierra en mí de una sola vez y comienza a moverse sin piedad, enterrando sus dedos como garras en mis caderas. Nuestros cuerpos chocando, uno contra el otro, nos lleva a un nivel de excitación conocido. De mi boca no dejan de salir gemidos y lamentos de placer, mientras que él no deja de jadear, parecemos un par de animales en celo, lo que me excita aún más.
-James…
Me da un par de nalgadas más, lo que me hace terminar y desplomar mi pecho en la cama, mientras él sigue embistiendo, hasta que se corre fuera de mí, dejándome bañada con su semilla.
-Eres un sucio – le digo volteándome y dándole una cachetada, él solo sonríe y me mira con deseo -. Lo hiciste apropósito, para bañarme y volver a f0llarme.
-He aprendido de la mejor, mi ama.
-Vamos.
Salimos de la cama y nos vamos a la ducha, comienzo a lavarme para quitarme su rastro, pero me voltea y me arrincona en la esquina.
-No quiero, James… - le digo con negación fingida -.
Nuestra relación en este lugar se trata todo de fingir roles, soy su ama, le he enseñado los límites que puede traspasar y en qué momento, pero en cuanto mi palabra es “no” a secas, sabe que debe parar.
Me abre las piernas, levanta una para apoyarla en su hombro y se pierde en mi intimidad…
Me saca dos orgasmos más en la ducha, me vuelve a ensuciar y luego se encarga de limpiarme, con dedicación.
-James, ¿sabes que esto se puede terminar? – se lo pregunto cada semana, solo para recordarle que yo solo disfruto de los cuerpos de los hombres, no entrego nada de mí -.
-Prefiero no pensar en eso, mi ama – me dice aclarando la espuma de mi cabeza -.
-No debes olvidarlo. Hasta ahora eres quien más ha durado en este papel, porque además eres mi asistente y lo haces bien.
-Lo sé, pero no pierdo la esperanza – me volteo y lo miro a la cara -.
-No las tengas. Conmigo nadie tiene esperanzas. Yo no tengo corazón, soy la maldita p3rra que querían que fuera y eso me satisface, porque tengo lo que quiero, cuando quiero y de quien sea. Tú no eres la excepción.
-Bueno, al menos me usa de una manera bastante conveniente para los dos – se encoge de hombros y cierra la llave -. Creo que debería llevarla a la habitación, para secarle el cabello.
-Puedo caminar sola, todavía no ha nacido el hombre que me lleve en brazos y viva para contarlo.
Salimos del baño y nos vamos a la habitación, donde James se dedica a mi cabello, ambos completamente desnudos. Luego de eso nos vestimos y cada uno toma rumbo a sus respectivos hogares.
…
Llego a la casa que comparto con mi hermana, ella aparece feliz de la vida y me abraza, es la única persona a la que le permito hacer eso.
-Beth… te esperaba para cenar – sus ojos muestran lo más puro de este mundo -.
-Vamos a comer, entonces – le digo sonriendo y caminando junto a ella -.
Mi hermana y yo quedamos huérfanas cuando yo tenía veinte años y ella doce. Me la quitaron y la llevaron a un orfanato, mientras yo me quedaba con la casa y las deudas de mis padres, me tocó dejar la universidad para asumir la presidencia que mi padre dejó en la empresa.
Era un desastre.
Me tocó aceptar accionistas, porque necesitaba capital para iniciar todo el proceso de invertir y para parar órdenes de embargo. Tres años después, había conseguido mantener a flote la empresa, pero mi vida personal estaba completamente destruida. Aun así, me levantaba cada día y me esforzaba por sacar a flote lo único que podía devolverme lo más importante que me quedaba: mi hermana.
Cuatro años después de que nos separaran, logré traerla conmigo de regreso, no fue sencillo, pero lo hice. Le di una buena educación y la oportunidad de elegir la carrera que quisiera, se quedó con el diseño tecnológico y la electrónica, es mi orgullo e intocable.
La mantengo vigilada las veinticuatro horas, porque cualquiera que quiera hacerme daño puede hacerlo a través de la empresa, pero eso está cubierto por mí, y también a través de ella.
He sobrevivido a toda clase de dolores y pérdidas, pero solo por ella me he repuesto. Si la pierdo, no me queda nada. Aunque sé que un día encontrará un hombre que la ame y la haga feliz, porque el hecho de que yo no confíe en los hombres, no quiere decir que ella no tenga una oportunidad.
Formará su familia, tendrá hijos que correrán por aquí y me llamarán tía, pero lo más importante es que serán los futuros dueños de la empresa que mi padre dejó casi en la quiebra para nosotras y que yo volví a levantar.
-Así que Dalia… no vuelvas a hacerlo. Eres mi hermana, si quieres un puesto en la empresa, puedo sacar al tonto de Fudge de la presidencia.
-¡Estás loca! Si manejar una empresa fuera lo mío, habría estudiado algo relacionado.
-Entonces puedo sacar al idiota del jefe de diseño – le digo muy tranquila -.
-¡No puedes! Deja que termine mi pasantía y defina si quiero ser parte de tu empresa…
-Nuestra empresa – dejo los cubiertos y le tomo las manos -. Entiende que eres la única persona que puede debatir conmigo y llevarme la contra en todo, pero tengo un límite, Angelina.
-Mira, eso lo tengo claro, pero entiende esto: me eligieron por mis capacidades, no por ser una de las dueñas. Quiero que ordenes que me traten como una pasante más, quiero aprender de verdad y si me tratan de manera especial, eso no será posible.
-No quiero.
-Entonces rechazo la oferta de trabajo – se encoge de hombros y sigue comiendo -.
-Me estás poniendo a prueba la paciencia – le digo en tono de advertencia -.
-Será que somos hermanas. Lo tomas o lo dejas.
-Eres una negociadora excelente.
-Aprendí de la mejor – me sonríe y eso me calma un poco -.
-Quédate solo con lo bueno, porque si aprendes lo malo que hay en mí, nadie te amará… y tú mereces ser amada, ¿entendido?
-¿Por qué siempre tus consejos me suenan más a una orden que a consejo?
Me encojo de hombros y no le respondo. La verdad es que en la medida que pueda manejar su vida, ella será feliz y nadie la lastimará como lo hicieron conmigo. Terminamos de comer y hablamos un poco más de cómo será su paso por la empresa, hasta que la veo bostezar. La mando a dormir, ella pone los ojos en blanco, pero me obedece.
Yo me voy a mi habitación, me cambio el vestido por ropa deportiva y me voy al gimnasio que tenemos en casa. Para el estilo de vida que llevo, debo mantenerme en forma. Así que cada día, mi rutina es de correr, pesas y mi amado saco de box.
Pero, particularmente, necesito quitarme las ganas de matar, así que me voy directo al saco. Me coloco los guantes y comienzo a darle fuerte, por todos lados, imaginando que ese infeliz.
-Nunca más… nunca más un hombre volverá a hacerme lo que tú, maldito.
Se me viene a la mente el recuerdo de Portman con su cara de decepción y luego de odio, la cara de satisfacción de Jacob cuando…
-¡Te juro que me las vas a pagar, maldito!
Le doy golpes certeros al saco y termino de tirarlo al suelo. Cae roto, desparramando su contenido, apoyo mis manos en mis rodillas, trato de recuperar el aliento porque he cometido el error de contener la respiración mientras asesinaba otro saco.
Decido irme a la ducha, para quitarme el sudor, pensando que esta vez podré dormir sin que los fantasmas del pasado lleguen a mí.
Pero otra vez no es suficiente pisotear al mundo, golpear un saco, f0llarme a mi asistente como se me dé la gana… hasta que no lo vea hundido, no podré dormir, porque cuando el sueño viene llegando, él llega también y los gritos inundan mi habitación.
Cerca de las cinco de la mañana decido que es mejor que me levante, para iniciar mi día lo antes posible. Me visto con un mono sin mangas ajustado a mi cuerpo de color blanco, maquillo mis ojos en tonos oscuros, para que resalte el color, me pongo unos tacones de trece centímetros color rojo y busco una chaqueta del mismo color. Me hago una coleta alta y bajo a desayunar.
-Señorita, buenos días – me dice Sandy, la ama de llaves de toda la vida -. Su desayuno ya está listo, ¿lo comerá aquí o en el comedor?
-Aquí, necesito salir temprano a la oficina – marco el teléfono de James, me responde al segundo tono -. En una hora estaré en la oficina.
-Ya voy saliendo de casa.
Le corto, porque no necesito más detalles. Estará allá para cuando yo llegue y eso lo que me importa. Me como todo lo que Sandy me sirve y me pongo de pie, indicándole que Angelina debe estar lista en una hora para que el chofer la lleve a la empresa.
Me lavo los dientes y salgo de la casa, con las mismas ganas de aplastar al mundo con mis tacones. Mi chofer me abre la puerta, entro colocándome las gafas de sol, con la certeza de que hoy volverá a ser un excelente día.
Sin saber que el diario que dejaban en la puerta de mi empresa ese día, me diría todo lo contrario y que lo de la televisión no sería más alentador.