Zeus salva a su amo.

1483 Words

—Bueno, Tiziano —dijo Ginebra mientras miraba el reloj—. Ya es hora de que me vaya a casa. Él no respondió. Solo la miró desde la cama, con los ojos entornados por el cansancio. Había estado más callado que de costumbre las últimas dos horas. Ginebra se acercó con la caja del medicamento en la mano. La agitó suavemente frente a él. —Es hora de tomar la medicina —dijo con voz tranquila. Tiziano ladeó el rostro y negó con la cabeza. —No quiero. No me duele nada. —No te duele ahora. Pero dentro de poco se hará intolerable el dolor. No es bueno que te castigues así —le dijo sin perder la dulzura. —No me conoces —murmuró él—. Puedo aguantar lo inimaginable. Ella suspiró, no en señal de molestia, sino de paciencia. Caminó hasta la mesita de noche y dejó el blíster con la pastilla jun

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