Capítulo 19

1813 Words
—La verdad esto no se ve nada bien, Alfredo esta totalmente calmado pero Fernando es todo lo opuesto, esta muy alterado y yo no quiero ningún tipo de escándalos, no por mí si no por mamá, le da un infarto si se entera que estuve involucrada en un escándalo en la calle, Alfredo se acerca a mi y Fernando no para de mirarlo. —Pero que hermosos se ven —dice con sarcasmo— no se como no me di cuenta de esto antes, que estúpido soy. —Fernando por favor... —Guarda silencio Catalina, quiero que hable tu amiguito —dice haciendo comillas con ambas manos— a ver, ¿Desde cuándo me están viendo la cara de estúpido? —¿Quieres saber la verdad idiota? —pregunta Alfredo y se nota que esta enojado, calmado pero enojado—. —Al menos creo que lo merezco. —No mereces nada, y menos después de lo que acaba de pasar. —¿Qué paso? —Nada, mejor llevame a casa. —¿Qué paso Catalina? —Él quería hacer el amor conmigo y como no quise pues me revelo que esta saliendo con otra mujer que es más decidida que yo —digo esto y bajo la cabeza—. —Que eso no te haga sentir menos —dice tomandome por la barbilla y alzando mi cara— eres perfecta como eres. —Que lindo —dice Fernando nuevamente con sarcasmo— pero si, al menos con Andrea puedo ser yo naturalmente y me da lo que le pido. —¿Entonces qué rayos haces con Catalina si estas con otra mujer que te da lo que le pides? —Quiero su inocencia, nada más me importa de ella —me hace sentir peor, yo sintiéndome mal por lo que le estoy haciendo y resulta que él solo ha estado jugando conmigo—. —Eres un imbécil —dice Alfredo y no se en que momento llega donde esta Fernando y le suelta un golpe en el rostro que lo deja totalmente en el piso, este se limpia y empieza a reírse— ¿Ahora qué te parece gracioso? —Como defiendes a alguien que solo te utiliza, eso es lo gracioso. —No estés tan seguro de eso imbécil, la defiendo así como defendería a cualquier persona de patanes como tú que no valen la pena, eres un asco de persona. —Puedes decirme todo lo que quieras, eso no me afecta ni un poco, ahora —dice volteando a mirarme— ya sabes lo que quiero de ti Catalina, eso y nada más, lamento si estas enamorada de mí pero de tí solo me importa tener un buen sexo y nada más. —Es algo que nunca tendrás, como me arrepiento de haber pasado tanto tiempo a tu lado, y si, tienes razón, utilizo a Alfredo y en muchas ocasiones pero él es consciente de eso ¿Y sabes algo? Mi inocencia nunca la tendrás porque ya se la entregue a él y agradezco que fue así porque él sí es un hombre de verdad, no como tú. —¿Qué dijiste Catalina? —Lo que escuchaste, me acosté con Alfredo y lo haría mil veces más. —Eres una zorra —me dice esto y me da una cachetada tan fuerte que caigo al piso—. —Nunca más en tu vida vuelvas a tocarla —dice Alfredo golpeándolo nuevamente pero esta vez no solo es en el rostro si no en todos lados, empiezan a golpearse uno al otro sin parar, mis gritos parecen ser muy bajos ya que ningunos de los dos detiene los golpes, en ese momento se acercan varias personas, una de ellas llama a la policía estos llegan de inmediato y logran separarlo, les piden a las personas que se retiren, a mi me piden que regrese a casa y se llevan a Fernando y a Alfredo detenidos, no quiero imaginar lo que va a pasar—. —Señorita por favor, regrese a casa. —No, yo voy a donde lo lleven a él —señalo a Alfredo—. —Como quiera —dice esto y los montan en un vehículo, yo rápidamente subo al coche de Alfredo llamó a Fede y le cuento muy rápido lo que acaba de pasar este me pide que le avise a donde lo llevaran y que él estará allí de inmediato, le doy el nombre del uniforme que carga uno de los oficiales y me dice que ya va a salir para la estación de policía, espero que esto no pase a mayores pero es un escandalo en la vía pública y trae consecuencias—. —Los sigo mientras conducen y no paro de pensar, esto se salio de control, jamas pensé que esto podría pasar, lágrimas caen por mis mejillas, me miro al espejo y noto que tengo la mejilla muy roja por el golpe que me dio Fernando, idiota, mil veces idiota, debí escuchar a todos. Veinte minutos mas tarde llegamos a la estación de policías y ya Fede esta allí, bajo del coche y corro a sus brazos. —¿Estas bien? —niego— shsss, todo va a estar bien —me consuela mi hermano y yo solo puedo es llorar—. —Todo es mi culpa Fede, debí escucharlos a todos, no debí pensar en mi pero mi estúpido orgullo es mas fuerte que yo. —Ya Cata, todo va a estar bien, tranquilizate y vamos a ver que nos dicen de Alfredo ¿Vale? —asiento— ¿Sabes que esto puede llegar a oídos de mamá verdad? —Lo sé y no me importa, ahora solo me importa Alfredo. —Perfecto Cata, entremos. —Entramos a la estación pedimos información y nos piden que aguardemos un instante, pasan unos minutos que parecen eternos y vemos llegar al padre de Alfredo. —Catalina, Federico —nos saluda—. —Señor Petit, lo lamento tanto, todo es mi culpa... —Catalina hija, tranquila —me abraza y rompo en llanto— Alfredo me hablo al móvil y ya me lo explicó todo, ahora lo que importa es que firme unos documentos para que pueda salir ileso de todo esto, recuerda que esta muy cerca de graduarse como abogado y este tipo de situaciones no le dan una muy buena imagen a su carrera profesional. —Lo sé y lo siento tanto. —Bueno, también sabemos que por ti él haría esto una y mil veces más —sonríe— ahora esperen aquí, ya vuelvo con mi hijo. —Gracias señor Petit. —Ven Cata, necesitas tranquilizarte, ten —me da un vaso con agua— todo estará bien, y a partir de ahora espero que tomes buenas decisiones. —Si, así lo haré Fede. —Pasa un rato que lo veo como una eternidad y aparece el señor Petit con Alfredo, me levanto de la silla muy rápido y corro hacía él, lo abrazo y él se queja del dolor pero se que Fernando esta peor por tantos golpes, lloro y no se el motivo pero justo ahora me doy cuenta que quiero estar es con él y no separarme nunca más. —Calma nena, todo estará bien —me acaricia el cabello— espero que ese imbécil no se acerque más a ti ¿Vamos a mi casa? —asiento—. —Vaya hermano, espero que Fernando este peor que tú. —Lo esta Fede de eso puedes estar seguro, ese golpe que le dio a Catalina le saldrá caro. —¿Cómo qué te golpeó Catalina? Eso no me lo habías dicho —se enfurece Fede—. —No creí que fuera necesario. —Todo es necesario Catalina, esperó no conseguirmelo en algún momento porque creeme que vas a tener que venir por mí a la estación de policías también. —Ya déjalo así Fede, ya tiene su merecido —le dice Alfredo—. —¿Estas bien Cata? —pregunta revisandome el golpe— ese imbécil debe pagar por esto, ningún hombre tiene derecho a tocarte de esa manera —noto irá en su voz—. —Si Fede, ahora lo estoy, puedes estar tranquilo, no volverá a tocarme ¿vamos? —asiente— conduce tú el coche de Alfredo. —Vale vamos —sigue con el ceño fruncido—. —Caminamos hasta el coche, Fede toma el asiento del chofer como le dije y yo me subo con Alfredo en la parte de atrás, no quiero soltarlo ni un instante, un rato después llegamos a casa de Alfredo donde su madre preocupada espera por él, bajamos del coche y ella no pregunta nada, imagino que ya ha de estar al tanto de todo, lo peor es que me mira como siempre, con mucho cariño como si yo no fuese la culpable de esto y eso me hace sentir muy mal, no merezco tanto cariño de parte de ellos. —¿Tienes mucho dolor? —pregunto una vez estamos en su habitación—. —No. —Hijo, me tenias preocupada. —Estoy bien madre. —Iré por unos calmantes para el dolor. —Por favor —con la ayuda de Fede lo ponemos en la cama ya que hace gestos de dolor—. —¿Fede? —Uhmm. —¿Puedes hablarle a la tía Madeleine y contarle lo ocurrido? —Claro, ya vuelvo. —Dile también que necesito que hablemos, más tarde iré a su casa. —Vale. —Dile que venga ella a mi casa —le dice Alfredo—. —Esta bien —responde Fede— se que tan pronto le diga lo que paso estará aquí —dice esto y sale de la habitación, llega su madre y le da los calmantes—. —Estaré abajo por si quiere algo más, Catalina por favor no lo dejes solo. —Esta bien señora Petit —asiente y sale de la habitación— ¿Puedo volverte a abrazar? —le digo una vez estamos solos—. —Puedes si —lo hago— con cariño Catalina, me duelen las costillas. —Lo siento, lo siento. —Ya, ven —me abraza, y me da un tierno beso en los labios— ese imbécil nunca más te pondrá un dedo encima. —Gracias, jamás pensé que se atrevería a tanto. —Heriste su orgullo si, pero eso no le da derecho a golpearte. —Lo estoy odiando. —Y yo más ¿Que le dirás a tu madre? —La verdad. —Tomate tu tiempo, no le digas lo nuestro aún. —¿Seguro? —Habla con Madeleine antes. —Esta bien, ahora descansa. —¿No te irás? —No iré a ningún lado, no sin tí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD