UNA BOMBA INESPERADA

1571 Words
❧ AILSA ☙ Lachlan vivía en el último piso. En un apartamento moderno, con grandes ventanales que dejaban ver la ciudad iluminada, como si se tratara de un mundo aparte, un mundo donde yo era la protagonista. Pero esta vez, no era solo una fantasía. Esta noche, él sería mío. Toqué el timbre, y la puerta se abrió al instante. Y ahí estaba él. Lachlan Stewart. Más imponente, más atractivo de lo que había imaginado. Su presencia me envolvió de inmediato. El hombre que había estado en mis pensamientos por años, el hombre que había sido una obsesión silenciosa, ahora estaba frente a mí, con esa mirada fría y evaluadora que siempre lo había caracterizado. —Ailsa, —dijo, su voz profunda y baja, una mezcla de sorpresa y cautela. Me quedé quieta por un momento, pero solo fue un instante. Luego, todo en mí se desbordó. Caminé hacia él con una seguridad que no sentía en mucho tiempo. Cada paso, cada movimiento de mi cuerpo estaba diseñado para encenderlo, para hacerlo perder el control. Y cuando llegué lo suficientemente cerca, vi cómo su mirada se deslizaba por mi cuerpo, como si intentara comprender lo que estaba viendo. Y ahí supe que lo tenía. —¿Te sorprende verme? —le pregunté, mi voz suave, cargada de desafío. Él no respondió de inmediato, solo me observó en silencio, sus ojos oscilando entre el deseo y la duda. Pero esa duda fue la chispa que necesitaba. —Te ves hermosa, Ailsa —respondió finalmente, su voz— un susurro que apenas rompía el silencio. Sonreí, sintiendo una oleada de confianza. Sabía que esta era mi oportunidad, mi momento para demostrarle que no era la misma chica que había conocido en la universidad. Me acerqué un poco más, sintiendo la tensión en el aire. —Bueno, aquí estoy. ¿No vas a invitarme a pasar? —dije, levantando una ceja con un toque de desafío. Lachlan se apartó de la puerta, permitiéndome entrar. El sitio estaba impecable, reflejando su personalidad meticulosa y controlada. Me sentí un poco fuera de lugar, pero no dejé que eso me detuviera. Me giré para mirarlo, notando cómo sus ojos seguían cada uno de mis movimientos. Podía descifrarlo como lujuria. —Me dejas sin palabras, Ailsa —preguntó, su voz más firme ahora, pero con una nota de curiosidad. —¡En serio! —respondí, mi voz llena de sensualidad. Lachlan suspiró, pasando una mano por su cabello. Parecía estar luchando con sus propios pensamientos, pero finalmente asintió. —Yo… —no es momento de hablar, es momento de tomar el control. Sin darme tiempo para nada más, me acerqué y lo besé. Fue un beso feroz, un beso que desbordó todo lo que había estado guardado. Mis labios se aplastaron contra los suyos con una urgencia salvaje, y mis manos lo buscaron, lo tocaron, sintiendo la firmeza de su torso bajo la camisa. ¡Finalmente! Mi cuerpo ardía de deseo, y podía sentir cómo el suyo respondía, cómo su respiración se aceleraba mientras mis manos recorrían su cuello, su mandíbula. Todo lo que había guardado para mí misma, todo lo que había anhelado, se desbordó en ese beso. —Ailsa, espera, ¿qué estás haciendo? —susurró, pero su voz no sonaba segura, ya no había esa frialdad que solía tener. Lo empujé suavemente contra la pared, sin soltarlo. Mis labios bajaron a su cuello, y mi cuerpo entero se acercó más al suyo. La electricidad entre nosotros era palpable, la tensión s****l que había crecido por años ahora estallaba en este momento. —Lo que quiero, Lachlan, lo que he querido siempre… eres tú —susurré contra su piel, y sus manos comenzaron a moverse con una urgencia que me hizo sonreír. Recientemente, lo tenía para mí. Finalmente, iba a ser suya. Sin dejar que la distancia entre nosotros aumentara, le quité la chaqueta, dejándola caer al suelo, y mis manos buscaron su camisa, torpemente desabrochaba cada botón. Quería sentir su piel, su calor, su fuerza. Él me deseaba. Eso lo podía sentir en la forma en que me apretaba contra su cuerpo, en la forma en que sus manos recorrían mis curvas con ansias. —Ailsa… —dijo, con una mezcla de desesperación y deseo en su voz. Pero no me detuve. Estaba demasiado cerca, demasiado involucrada en lo que estaba sucediendo para retroceder. Mi cuerpo se calentaba y mi humedad crecía. —Cállate… —murmuré entre besos, haciendo que se detuviera. Mis dedos empezaron a desabrochar el pantalón, y todo parecía volverse una neblina. El deseo era lo único que existía entre nosotros. Él no se detuvo. Me devolvió un beso ardiente, incluso más feroz que el mío, mientras nuestras manos recorrían nuestros cuerpos con avidez. En ese momento, el tiempo se detuvo. La ciudad afuera desapareció. Todo lo que quedaba era él, yo, y lo que finalmente se estaba desatando entre nosotros. Esta noche no había vuelta atrás. La batalla de voluntades había terminado. Y yo gané. Quería gritar de alegría, lo que soñé por noches interminables, ahora era una realidad. Lo tenía en mis brazos, sintiendo sus besos. Sus manos quemaban mi cuerpo donde tocaban; era electricidad pura lo que mi cuerpo estaba recibiendo en este momento. El beso fue eléctrico, como una descarga que recorrió todo mi cuerpo. No había suavidad en él, solo pasión cruda, un deseo contenido durante demasiado tiempo. Sus manos se deslizaron por mi espalda, mientras las mías se aferraban a su cuello, atrayéndolo aún más cerca. El mundo desapareció en ese momento; no había nada más que nosotros dos, el calor de su cuerpo contra el mío y la intensidad del beso que parecía no tener fin. Mis piernas flaquearon ligeramente, pero él me sostuvo, como si supiera que podía derrumbarme bajo el peso de lo que estaba sintiendo. Cuando finalmente se apartó, ambos estábamos respirando con dificultad. Su frente descansó contra la mía, y sus ojos grises me miraron con una intensidad que me dejó sin aliento. —Cásate conmigo, Ailsa. —su voz era baja, pero cada palabra resonó en mi mente como una explosión. Lo aparté bruscamente, tropezando ligeramente con mis propios tacones. Mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que podría desmayarme en cualquier momento. Lo miré, intentando procesar lo que acababa de decir. —Espera —mi voz salió más aguda de lo que pretendía, y levanté una mano como si eso pudiera detener el caos en mi mente, dudé de lo que había escuchado—. ¿Esto no es un sueño?, ¿verdad? Por favor, dime que es un sueño —me reí nerviosamente, aunque sabía que no era un sueño—. Dime que te estás burlando de mí, que esto es una broma elaborada, que hay cámaras escondidas en algún lugar. ¡No puede ser cierto! Lachlan dio un paso hacia mí, su expresión seria, pero no enojada. Había algo en sus ojos, una especie de calma que me ponía aún más nerviosa. —No hay cámaras, Ailsa. No es un sueño, toca y convéncete —su voz era tranquila, pero había un leve rastro de diversión en ella, como si disfrutara, viéndome tan desconcertada, agarró mi mano y la llevó a su mejilla—. Pero… —suspiró, llevándose una mano al cabello—. Tal vez estoy yendo demasiado lejos. —¿Demasiado lejos? —repetí, mi voz subiendo una octava. Estaba tan desconcertada que apenas podía pensar con claridad. Él asintió lentamente, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. Su postura relajada contrastaba completamente con el huracán que estaba arrasando dentro de mí. Mi mente no coordinaba con mi lengua, quería decirle que sí, que me estoy volviendo loca por él. —Tal vez deberíamos empezar siendo novios primero, ¿no crees? —dijo, su tono más ligero esta vez, como si intentara calmarme. Lo miré, parpadeando varias veces mientras intentaba procesar lo que acababa de decir. ¿Novios? ¿Lachlan Stewart estaba sugiriendo que fuéramos novios? Esto tenía que ser una especie de broma. —¿Estás hablando en serio? —pregunté, cruzando los brazos sobre mi pecho, tratando de recuperar algo de compostura. Venía sin ilusiones a nada, imaginándome el peor de los escenarios, pero aquí estoy con una propuesta inalcanzable. —Completamente —su sonrisa arrogante volvió, y el brillo en sus ojos me dijo que estaba disfrutando demasiado de mi reacción. —¡Esto es ridículo! —exclamé, comenzando a caminar de un lado a otro, con mis tacones resonando contra el piso de la terraza. Mis pensamientos iban a mil por hora, y cada vez que intentaba enfocarme, su propuesta volvía a ocupar todo el espacio en mi mente—. Primero me invitas y, luego, me pides que me case contigo, y ahora… ¿Ahora dices que deberíamos ser novios? ¿En qué diablos estabas pensando, Lachlan? Él sonrió suavemente, y esa risa solo logró enfurecerme más. Me detuve frente a él, mirándolo con los ojos entrecerrados. —¿Te parece divertido? —espeté, mi voz llena de indignación. —Un poco, sí —levantó las manos en señal de rendición cuando vio la mirada de muerte que le lancé—. Pero hablo en serio, Ailsa. Creo que deberíamos intentarlo. Tú y yo, ¿ya no estás enamorada de mí? En ese momento una pequeña imagen de Alasdair se me vino a la mente.
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