❧ AILSA ☙
Es curioso cómo las horas pueden arrastrarse con una pesadez insoportable cuando estás esperando algo que te quema por dentro, algo que te llama y te promete lo que más deseas. Pero también es cierto que, cuando por fin llega, te encuentras atrapada en un torbellino de emociones tan intensas que no sabes si gritar o reír, o si simplemente dejar que el mundo se detenga para no perder ni un solo segundo de este momento. Y aquí estoy, en el umbral de todo eso, mi corazón latiendo con fuerza, mi mente hecha un caos, mi cuerpo recorriendo todos los pasos que la locura me dicta.
Hoy, Lachlan Stewart me ha invitado a salir, y aunque en mi cabeza todo parece girar alrededor de esa oferta, lo que realmente me consume es la idea de poder acercarme a él, de poder derribar las murallas que siempre ha mantenido tan firmemente levantadas entre nosotros. ¿Qué diablos estoy haciendo?
Salí de la empresa con una rapidez inusitada, ignorando las miradas curiosas de los empleados que se cruzaban conmigo. Tenía la cabeza llena de pensamientos disparatados, mi corazón acelerado y mi cuerpo necesitando que el día avanzara tan rápido como pudiera. Mientras caminaba hacia mi coche, la ansiedad me recorría, pero una extraña emoción también me envolvía. Algo peligroso, algo que no podía evitar. Y lo peor es que no quería evitarlo.
La verdad es que me encanta ser la niña consentida de papá. Me gusta tenerlo todo: la ropa de diseñador, las joyas, el maquillaje que siempre es perfecto. Y mientras me subía al coche y sentía el motor rugir bajo mis pies, me di cuenta de algo: lo que me sobra es dinero, pero lo único que no puedo comprar es el amor de Lachlan.
Es la verdad más aterradora que he enfrentado en mucho tiempo. Yo, siendo la esposa de él, mi nombre, sonaría: Ailsa Fraser Stewart, ¡qué bonito se escucha! Increíble siendo la mujer que siempre ha tenido todo lo que quiere, no puedo conseguir lo único que realmente deseo. Y eso, de alguna manera, me hace sentir… vulnerable.
Al llegar a casa, no pude evitar la sensación de que toda mi vida, de alguna forma, se reduce a esto: ser la niña de papi, la consentida que no puede encontrar una forma de ser amada, sin depender de la riqueza o las apariencias de mi padre. Mi mundo ha sido construido sobre una base de lujo y poder, pero no es suficiente. Yo necesito a Lachlan, necesito sentirlo cerca, ser parte de su vida de alguna manera, y lo que más deseo es que ese deseo sea correspondido.
Cuando entré en mi habitación, me encontré con la comodidad que siempre me había rodeado, el olor a lujo que impregnaba cada rincón. Mi cuarto era mi santuario, mi espacio personal. Aquí no tenía que demostrar nada. Y aunque el dinero no compraba el amor, sí podía darme el vestido perfecto para el momento perfecto.
Corrí a la ducha como si el tiempo fuera mi enemigo. El agua caliente me envolvió mientras cantaba de manera ridícula, mi voz vibrando con la excitación. Me sentía viva, como nunca antes. Como si todo lo que había pasado hasta ahora fuera solo un preludio para este encuentro.
Una vez fuera de la ducha, me miré al espejo y vi a una Ailsa diferente. Mi sonrisa no podía ser más amplia. No podía creerlo. Mi piel aún estaba húmeda, pero ya me sentía increíble. Mi mente voló nuevamente hacia Lachlan, imaginando cómo se quedaría sin aliento al verme. ¿Y si al fin me veía de la manera que yo lo veía a él? ¿Qué haría él? ¿Qué haría yo?
Me dirigí al armario, donde colgaban filas de vestidos de diseñador, cada uno más impresionante que el anterior. Mis dedos recorrieron las telas suaves y elegantes, buscando el atuendo que reflejara exactamente cómo me sentía: ansiosa, emocionada, vulnerable. Finalmente, encontré el vestido ideal: un elegante vestido rojo que abrazaba mis curvas de manera perfecta, con un escote sutil y una caída que rozaba el suelo con gracia.
Era el vestido de mis sueños. El escote era tan atrevido, tan llamativo, que podía imaginar la mirada de Lachlan, fija en mí, incapaz de apartar los ojos. Casi podía ver su rostro, esa mirada fría, esa intensidad que siempre lo rodeaba. Pero esta vez… sería diferente. Esta vez, ese vestido me haría irresistible.
Mientras me lo ponía, no pude evitar mirarme en el espejo y preguntarme si Lachlan vería más allá de la apariencia, si podría ver la verdadera Ailsa, la que anhelaba ser amada por quien era, no por lo que tenía. Me maquillé con cuidado, resaltando mis ojos y labios, queriendo estar perfecta para él, pero también para mí misma. Quería sentirme segura, poderosa, aunque por dentro me sintiera como un torbellino de emociones.
No pude evitar sonreír como una niña traviesa. ¿Qué estoy haciendo? Grité de emoción mientras saltaba alrededor de mi cuarto, olvidando por completo todo lo que alguna vez me había detenido. Este era el momento, el momento, y lo iba a aprovechar. Mi mente comenzó a fantasear con lo que podría suceder. ¿Y si Lachlan finalmente caía rendido ante mí? ¿Y si esta noche todo cambiaba? ¿Si lo que nunca pensé que sería mío finalmente lo era?
Me dirigí de nuevo al closet, como si todo en mi vida dependiera de esa decisión. Mis manos temblaban mientras sacaba unas diminutas bragas de perlas, de un color rojo ardiente, para hacer juego con el vestido. Me sentía poderosa. Sexy. Irresistible.
Me puse el vestido sin sostén, dejando que mi cuerpo se ajustara a la tela de seda como si fuera la segunda piel que nunca había tenido. Mi corazón latía más rápido mientras me miraba al espejo. Los tacones de punta fina, oscuros como la noche, completaron el estilo. Me veía… inolvidable e irresistible.
Me senté frente al espejo para maquillarme. Tenía que asegurarme de que todo estuviera perfecto. De que no se me escapara ni el más mínimo detalle. Los ojos ahumados, los labios rojos. Mi cabello perfectamente peinado, aunque sabía que nada podría ocultar lo que había dentro de mí.
Al final, después de media hora, me miré nuevamente en el espejo. Mi reflejo me sonreía, y yo sonreía de vuelta. Esto era real. Este sueño, esta fantasía, estaba por volverse realidad.
Cuando finalmente salí de mi habitación, la casa parecía vacía, como si todo el mundo se hubiera esfumado para dejarme en esta burbuja de emoción. Caminé hacia la puerta con la determinación de quién va al combate, de quién va a ganar una guerra que ha estado peleando en su mente por tanto tiempo.
Una guerra en la que Lachlan Stewart sería la recompensa.
Y esta vez… no iba a dejarlo escapar.
El silencio de la casa amplificaba cada uno de mis pasos, resonando como un eco de mi propia determinación. Cada paso que daba hacia la puerta era un paso más cerca de enfrentar mis miedos, de desafiar las barreras que Lachlan había erigido entre nosotros. Sentía una mezcla de nerviosismo y emoción, una adrenalina que me impulsaba a seguir adelante.
Al abrir la puerta, el aire fresco de la noche me envolvió, como un recordatorio de que estaba a punto de embarcarme en algo significativo. Me detuve un momento, respirando profundamente, dejando que la brisa calmara mis nervios. Sabía que esta noche podría cambiarlo todo, y estaba lista para enfrentar lo que viniera.
Cuando salí por la puerta principal, lo miré. Alasdair. Mis ojos se abrieron de sorpresa.
Estaba apoyado contra su coche, los brazos cruzados sobre el pecho, con su rostro serio y su postura relajada, pero conocía esa expresión. Estaba esperando algo, algo que probablemente no le gustaría. Su mirada me atrapó de inmediato, esa mezcla de ternura y dureza que siempre había tenido. Era como si pudiera leerme por completo. Y esta noche, lo odiaba por eso.
—¿Dónde crees que vas vestida así? —dijo, su voz grave, rompiendo el silencio.