Capítulo 1-2

1974 Words
Y así continué, acercándome más y más. Su piel era cálida y suave, caliente contra el frío roce de mis labios. Levanté mi cabeza y me cerní directamente sobre su ancho glande. No tenía idea de que pudiera sobresalir erguido de su cuerpo, como si apuntara directo hacia mí y pareciera saber exactamente dónde quería estar: en mi boca. Con una sonrisa traviesa, abrí los labios y lo chupé, luego me tragué su inmenso m*****o hasta que golpeó la parte de atrás de mi garganta. Mis ojos se abrieron ampliamente y gemí ante lo enorme que era y lo mucho que faltaba por entrar en mi boca. Ahora estaba despierto y la tensión de sus piernas las hacía sentir como dos vigas de acero bajo mis manos. Su agarre en mi cabello se intensificó mientras protestaba, pero chupé con más fuerza y pellizqué su pene entre mis dientes a modo de advertencia. Era mío y no iba a renunciar a él. —¿Katie? —gruñó—. ¿Qué demonios estás…? Rasguñé ligeramente sus muslos con mis uñas mientras bajaba hasta sus bolas. Los rodé entre mis dedos mientras seguía lamiéndolo con mi lengua. Esperaba que su pregunta se debiese a la sorpresa de descubrir que chupaba su pene y no porque no lo estaba complaciendo. Mis mejillas se ahuecaron mientras succionaba y deslizaba mi lengua sobre su vena pulsante. Entonces, dejó de protestar y usó su agarre en mi cabello para subir y bajar mi cabeza. Estaba follándose mi boca. Me estaba usando para darse placer y por primera vez, me sentí poderosa. —Demonios —murmuró entre dientes. «¡Dios! ¡Sí!» Estaba perdiendo el control, temblando debajo de mí. Exactamente como lo quería y lo había imaginado. Estaba cansada de esperar a que resolviera cualquiera que fueran los problemas que tenía. Era mío y ya era hora de que lo aceptara, maldición. Lo chupé con ganas y sentí como se hinchaba en mi boca antes de que sus músculos se tensaran aún más. Entonces, llegó al orgasmo con un gruñido, eyaculando con vehemencia, y cuando su semen llegó a la parte de atrás de mi garganta, me tragué con avidez cada gota de él. Antes de que acabara, me apartó de él y me volteó sobre mi espalda. Di un grito ahogado por la facilidad con la que me movió y después volvió a subir con sus grandes manos por mis piernas para abrirlas de par en par. Luego, acomodó sus caderas entre las mías con otro gruñido. —No debiste hacer eso. Me miró, sus ojos oscuros se encontraron con los míos y sabía que no podría lamentarlo. ¿Sentía culpa? No, ni un poco. Tenía su sabor ácido en mi lengua. —¿Qué? ¿Meter tu pene en mi boca? —Me relamí los labios y él observó ese pequeño movimiento—. ¿Me quitaste mi primera virginidad? Gruñó y sus ojos recorrieron mi cuerpo. Había hablado con rudeza, pero ya no pensaba echarme para atrás. —Eres mío, Bryn —dije. Tenía un suave colchón a mis espaldas y un cazador musculoso sobre mí, él no era el único que podía ser posesivo. —Demonios, estás desnuda. —Cerró los ojos y recostó su cabeza de mi estómago como si sintiera dolor, en vez de acercarse a mí. —No lo entiendes, Katie. —Besó mi piel una y otra vez, lo que me excitó desmesuradamente e hizo que me retorciera debajo de él a pesar de que me tenía inmovilizada… y no se estaba moviendo. —¿Piensas que no te deseo? —Suspiró profundamente, con su cálido aliento abanicando mi piel—. No lo entiendes, estoy tratando de salvarte. ¿Salvarme de qué? ¿De tener orgasmos? Lamí mis labios de nuevo y frunció el ceño ante mi movimiento. Aún podía saborearlo y mi necesidad de sentirlo, urgente a este punto, me volvía más atrevida. Él había tenido un orgasmo, pero yo aún no. Abrí más mis piernas, esperando que pudiera oler la húmeda invitación de mi sexo. Sabía que estaba mojada, podía sentirlo en mis muslos. Mi v****a palpitante lo deseaba. Sin duda era virgen, nunca me habían follado; pero quería sentirlo ahí, en lo profundo de mi interior, ensanchándome y llenándome por primera vez. Quería sentir sus dedos, su boca y su enorme pene, que no estaba segura de cómo iba a caber. —Por favor, Bryn. —Nunca había rogado en mi vida, ni había permitido que alguien tuviera tanto control sobre mis emociones. Hasta que conocí a Bryn. Con otro gruñido, descendió por mi cuerpo hasta que su boca se cernió sobre mi clítoris. Entonces se detuvo y me miró, con su rostro claramente visible a la luz de la luna. La visión de él entre mis piernas abiertas era tan jodidamente ardiente, así como su aliento abanicando mi piel deseosa. —Oh, te complaceré. Pero, ¿estás segura? No puedo reclamarte, Katie. Todavía no. Esto es todo lo que puedo darte. —¿Por qué? —Sentí que la pregunta casi rompía mi corazón, pero necesitaba comprender. Sus labios eran suaves y rozaban la piel sensible de mis caderas. Sus manos recorrían mis costados, trazando mis curvas como si fuese una diosa, como si cada curvatura lo hipnotizara. —No puedo quedarme aquí contigo, tengo una última misión. No soy libre para reclamarte. Traté de comprender sus palabras. ¿Una misión? ¿Tenía que irse? ¿Adónde? Formulé aquellas preguntas en voz alta. —Soy un cazador y los Siete me asignaron una caza antes de que llegara a la Piedra Angular. Antes de que tú llegaras. No puedo negarme, Katie. Tengo que ir. ¿Los Siete? Desde mi traslado, había leído un poco sobre este planeta y me había sentado por horas a hablar sobre la política, la cultura y la historia everiana con otras personas aquí, en la Piedra Angular. Los Siete era el término colectivo del gobierno, los líderes de este planeta. Había setenta y siete senadores y sesenta y siete jueces que hacían las leyes, los cuales eran dirigidos por un consejo de siete, conformado por los miembros más poderosos de cada consejo. El líder cambiaba cada año, luego de ser elegido como el Prime por los consejos, un término que los líderes de la Coalición Interestelar comprendían y respetaban. El consejo de los Siete estaba conformado por las personas más poderosas de Everis, eran como dioses en este planeta. Incluso más poderosos de lo que cualquier presidente o rey en la Tierra podría soñar, ya que Everis gobernaba numerosos sistemas estelares. Sus cazadores eran los sicarios más respetados y temidos de toda la Coalición Interestelar, la cual estaba conformada por más de doscientos planetas. Los enviaban a las misiones más peligrosas: exploración, rescate de rehenes y rastreo de delincuentes fugitivos. Eran como los agentes secretos polivalentes del espacio, que supuestamente tenían la habilidad innata de hallar a sus presas. Los silenciosos y letales agentes de la flota de la Coalición Interestelar. Y mi compañero, mi Bryn, el perfecto alien que me miraba de entre mis piernas abiertas, ¿había sido seleccionado por los Siete entre todos los cazadores del planeta?, ¿qué tan peligroso era él? Sabía que era rápido, fuerte y temerario. Caminaba como un hombre que sabía cómo cuidarse las espaldas, alguien que nadie se atrevería a amenazar. Reconocía la apariencia y el poder, lo había visto antes en la tierra, en las calles marginadas y los callejones. Si era honesta, hacía que mi sexo se apretara de excitación. Él era peligroso, pero yo también. Y sus sombras solo me hacían desearlo más. Sin embargo, este no era mi vecindario en Cleveland, sino el espacio exterior. ¿Y esta estúpida misión era lo que lo estaba frenando? ¿Qué clase de hombre se negaba a follarse a una mujer deseosa y mojada? La respuesta era sencilla. Bryn y solo él. Para ser peligroso y despiadado, era demasiado honrado, maldición —¿Adónde vas a ir? Noté como apretaba la mandíbula y prácticamente rompía los dientes. —Hyperion. No es parte de la Coalición. Su población es poco civilizada, salvaje y criminal. Su luna exterior, Rogue 5, es incluso peor. —¿Y ahí es adonde tienes que ir? —Sí. Lo pensé y, de acuerdo, podía ir a una misión, pero no había razón por la que no pudiera regresar a casa con su compañera. —¿Por cuánto tiempo vas a estar lejos? —No lo sé —Besó la parte interna de mi muslo y yo me agité; mi respiración era profunda y temblorosa —¿Por qué tienes que ir? —Me pregunté qué tanto podría contarme. ¿Acaso Everis tenía información clasificada y toda esa mierda como en la Tierra? ¿Era Bryn alguna clase de agente alienígena de la CIA que tenía que despedirse y subirse en un avión con destino a Asia mientras su esposa pensaba que iba a una reunión de negocios en Tulsa? ¿Iba a mentirme? Se sentía extraño conversar con él entre mis piernas abiertas y desnudas, pero tenía que saber. Cuando su nariz acarició mi clítoris, con su lengua asomándose para darle una rápida probada a mi cálida humedad, mis uñas se clavaron en sus hombros. —Bryn —dije a modo de súplica. Él debió entenderme, porque agachó su cabeza de nuevo y comenzó a lamer y chupar mi sensible botoncillo hasta que mi espalda se arqueó y se elevó de la cama. Dios, más; necesitaba más, necesitaba que me llenara, estaba tan vacía. —¿Alguna vez te habían hecho esto? —preguntó entre lametones. —No —jadeé. No podía rendirme, todavía no. Él me decía la verdad, pero obviamente estaba tratando de distraerme al hacerme un oral. Quería que lo hiciera, pero necesitaba respuestas, tanto como necesitaba sentir su boca sobre mí. —¿Qué tiene de malo Rogue 5? Bryn rodó ligeramente sobre su costado y se recostó de una pierna. Entonces, empujó mi otra pierna para abrirme más, lo que me expuso completamente, y luego abrió los labios de mi sexo. El aire era frío en comparación con el calor de su mirada. Su mano se deslizó lentamente hacia mi v****a expuesta. Ya no sostenía mi pierna, pero no me moví. Quería que llegara a su destino, quería que me tocara. Sus dedos jugaron con los labios de mi sexo, recorriendo de arriba a abajo mis húmedos pliegues y explorando mi cuerpo como si estuviera creando un mapa. Su dedo medio se movió sobre mi clítoris y lo masajeó lentamente antes de alejarse para provocarme. Luego, retomó su trabajo, cubierto por mi humedad. Una y otra vez, provocándome. Sin llegar a follarme con sus dedos… o su lengua. —¡Bryn! —Hace aproximadamente unos cuatrocientos años atrás, una nave de la Coalición se estrelló en Hyperion. El planeta está ubicado dentro de un cinturón de asteroides y hay un cuásar al borde de su sistema estelar, el cual interfiere con la comunicación, así que nadie sabía dónde estaban. Incluso el Enjambre, que los había atacado, asumió que habían sucumbido y no siguieron. —¿Pero sobrevivieron? Guerra y aterrizajes forzosos. Obviamente esos aliens habían sobrevivido. Pero yo no lo iba a hacer, no si no dejaba de provocarme. Incliné mis caderas en una evidente invitación, pero él solo me sonrió. Mirándome fijamente a los ojos, lamió mis jugos por todo mi clítoris, y lo frotó fuerte y luego suave, rápido y luego lento, lo que provocó mis jadeos. Intenté moverme de nuevo, pero su peso sobre mi cadera me inmovilizaba contra la cama. No podía moverme lo suficiente como para lograr que sus dedos se hundieran en mí. Demonios. Sin embargo, su sonrisa valía el sufrimiento. Nunca antes había visto esa expresión en su rostro y me congelé debajo de él cuando respondió mi pregunta. —Sí. Había más de cien sobrevivientes aproximadamente, pero la nave estaba demasiado averiada para regresar al espacio. Así que se quedaron en el planeta y buscaron compañeras en la población local. Con el tiempo, evolucionaron y usaron el conocimiento de sus ancestros para construir nuevas naves. Los descendientes regresaron al espacio y construyeron una estación espacial en su luna, Rogue 5. La llamaron así en nombre de los cinco oficiales que sobrevivieron al accidente. Son legendarios en Hyperion; lograron mantener a todos unidos, aseguraron su supervivencia y las cinco legiones gobernantes aún existen.
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