Todo iba bien en el nuevo hogar de ambas, aunque Flor sabe que eso es solo una fachada, pero mientras ella viva no va a permitir que le hagan algo malo a su hija, verla feliz es su deseo. Esas semanas en ese apartamento la han hecho mejorar, Pedro le compro los medicamentos que el médico le receto.
—Hija, descansa por favor.
—Tengo que encontrar un trabajo, no puedo confiarme, sabes que ellos no son confiables, no quiero que de la nada nos echen de aquí.
—Te vas a enfermar, mañana iré a buscar empleo también.
—No, eso no lo permitiré, tú descansa lo más que puedas, tienes que recuperarte.
—Hija tú no tienes edad para trabajar, nadie te contratará.
—Alguien lo hará mami, no pierdo las esperanzas.
Rosalinda no quiere que su madre se preocupe, pero ya no sabe dónde ir a buscar la empleo, todas las puertas se le han cerrado, aunque ha mejorado su apariencia gracias a que donde están ella no hace trabajos pesados como los hacía antes.
Ellas están platicando de cosas triviales, tomando café, ella se alegra de ver a su madre contenta, más recuperada, esperando que la enfermedad vaya cediendo. Cuando unos toques en la puerta las hace verse sorprendidas, Rosalinda se levanta para ir a ver de quien se trata, ella ya se imagina de quien se trata.
—Por fin abres la puerta. —Ana entra como si el sito fuera de ella.
—¿Qué desea?
—Que niña tan mal educada la que tienes, pero igual eso a mí no me importa. Vengo porque tenemos que hablar.
—No creo que tengamos nada de que hablar.
—Tan impertinente, no sé que vio Pedro en ti, pero igual, no vine por eso.
—Diga lo que tenga que decir y se marcha, mi madre tiene que descansar.
—Vengo a decirte que le tengo un gran pretendiente a tu hija, que las sacara de la pobreza.
—¿Quieres vender a mi hija un viejo degenerado?
—Lo de viejo no lo negaré, pero degenerado no lo considero, porque quiere casarse con tu hija.
—¿Cómo él conoce a mi hija?
—No lo sé, de seguro sabe que es hija de Pedro.
—Mi hija no está a la venta.
—Sigue de orgullosa, y quedarán ambas en la calle, no supongan que todo esto es gratis, o por el buen corazón de Pedro, además estoy dándole la oportunidad de que su hija tenga un buen futuro.
—No voy a aceptar prefiero comer lodo de ver a mi hija con alguien que ella no ame.
—Bueno, que lastima, era la oportunidad que ustedes deseaban para salir de la desgracia, espero te mejores y tu chiquilla sé más inteligente que tu madre, por lo menos ese viejo se va a casar contigo, no como tu madre que se metió con uno ya casado.
—No ofenda a mi madre, no solo ella fue la culpable, sino del hombre que tengo como padre, que no fue decente en decir que tenía familia.
—Como sea, tu madre es una puta barata.
—Lárguese, usted no la va a ofender.
—Piénsalo bien, o siempre estarás bajo mi yugo, porque te juro que si siguen viviendo de mi marido les haré la vida un infierno.
Ana se sintió tan bien diciéndoles todas esas cosas hirientes, se fue con una enorme sonrisa triunfante, ya dejo la semilla de la desesperación sembrada era únicamente cuestión de tiempo para que eso se llevara a cabo.
—Madre recuéstate.
—Hija, esa mujer es malvada.
—Lo sé madre, lo sé.
—Nunca aceptes nada que venga de ella, no quiero que te haga ningún daño.
—No te preocupes, veré la manera de ganar dinero.
—Hija déjame trabajar, ya me siento bien.
—No, si recaes no me lo perdonaré.
Rosalinda sabe que solo es cuestión de tiempo para que esa mujer las vaya a correr de ese sitio, no tienen ni dinero ni a donde ir y sin que le den trabajo, aunque ya solo faltan días para alcanzar la mayoría de edad. Que cumpleaños el que pasara ella, aunque no es diferente a los otros anteriores.
Los días pasan sin avanzar en nada, se sienten estancadas ambas, llego el cumpleaños de ella, Flor se levantó temprano para hornearle un pastel a su hija, aprovechando que tienen todos los ingredientes. Rosalinda está despierta, sin embargo, no desea levantarse, ha meditado tanto eso del matrimonio con un viejo rico, que por más que le dé vuelta al asunto, puede ser una salida, es capaz de todo con tal de no depender de su padre y su mujer. Aunque exista la oportunidad que la compre exclusivamente para prostituirla, o peor aún venderle sus órganos, cuando lo piensa bien no es tan buena idea.
—¿Qué debo hacer?
Ni siquiera recuerda que es su cumpleaños, se levanta y se baña, se pone un vestido que no está tan maltratado como los demás. Escucha ruido en la cocina, apresura en llegar y se queda con la boca abierta al ver un pequeño pastel hecho por su madre.
—Feliz cumpleaños mi amor.
—Mamá, no debiste.
—Te lo mereces, hoy cumples la mayoría de edad.
—Por fin madre los cumplí, —Rodea la mesa y la abraza con todas sus fuerzas, sin ella su vida no tendría sentido.
Las dos mujeres rieron y disfrutaron el pastel, Flor se cansa con facilidad, sus fuerzas no son las mismas por causa de la enfermedad, los medicamentos no son tan efectivos al parecer. Rosalinda la lleva a acostarse, para que tome un pequeño descanso, ella sale del dormitorio cuando la deja dormida, es tan difícil su situación, que decide volver a ir a tocar puertas para trabajar.
Después de que probar suerte toda la tarde regreso derrotada, ahora la excusa era que no poseía experiencia y no tenía un grado mayor de estudio. Quería mandarlos al diablo a todos por no ver su necesidad de trabajar.
—Estoy en una mala racha, si no es una cosa es otra, como puede salir uno adelante si las oportunidades no llegan, necesito dinero para que mi madre sea hospitalizada, no se nada mejor con ese medicamento, no voy a permitir que mi madre se me muera. Solamente tengo una opción vender mi alma. Es lo único valioso que tengo.
Ella averigua donde es que vive su padre, al llegar a la mansión sus ojos se le cristalizaron, él con tanto dinero y no puede hospitalizar a su madre, ellos viviendo a lo grande mientras que su madre muriéndose por falta de dinero. Se limpió las lágrimas, no volverá a llorar, hará lo que tenga que hacer para que cambie su destino, no va a permitir que ellos la destruyan a ella y su madre.
Toca el timbre del portón, un empleado sale para ver que desea, desde que la ve asimila que ella está ahí para pedir limosna. Le dice que no tienen dinero para limosneros, ella sonríe al ver que aquel hombre sin preguntarle a qué viene.
—Disculpe, anuncie a Rosalinda la hija de Pedro.
—Usted esta loca, la hija del señor es la señorita Beatriz, una joven de clase y hermosa, nada que ver a usted.
—Usted anúncieme. —Lo que le toca soportar por la vida tan difícil que le ha tocado vivir, en eso ve un auto de lujo aparcase cerca de ella.
—¿Qué quieres en mi casa?
—Vine a ver a la señora, Ana.
—¿Quién eres tú?
—Mi nombre es Rosalinda, la hija de Pedro.
—¡Maldita sea! Eres la bastarda de mi padre.
—Usted es mi germana.
—Ja, ilusa, tú y yo no somos nada, tú eres un error de mi padre, ¿Qué quieres?
En eso salió el empleado abrirle el portón a la señorita de la casa, y le dijo a Rosalinda que pasara, que la señora la estaba esperando. Sabe que una vez entre ahí saldrá sin alma, aunque su madre se oponga es la única salida que encuentra casándose con ese anciano pervertido. O un peor un traficante de órganos o un dueño de prostíbulos, quiere correr lejos de esa casa. Pero sabe que su madre no durara mucho tiempo, todo corre en contra de ella.