Los flashes de las cámaras se disparaban con frenesí en cuanto la camioneta blindada se detuvo frente a la entrada de urgencias del hospital central. —¡Ahí está! ¡La esposa del candidato! —gritó uno de los reporteros, empujando su micrófono hacia el vidrio polarizado. —¡Esmeralda, unas palabras! ¡Confírmenos si el joven Landeros sigue con vida! Los escoltas no perdieron tiempo. Uno se bajó primero, revisando el entorno, y luego abrió la puerta trasera. —Sigan mi paso —indicó con firmeza. Rafael descendió primero, con el rostro serio, decidido. Esmeralda bajó tras él… con las piernas temblorosas. El frío del aire nocturno le caló la piel. Pero no fue solo el clima. Era la mezcla entre el miedo, el dolor… y ese malestar en el estómago que no la dejaba desde algunos días pero que no le

