El salón de reuniones de la sede del partido estaba ya lleno cuando Rafael llegó, con paso firme… y de la mano de Esmeralda. Los asesores levantaron la vista al verlos entrar juntos. Algunos con sorpresa, otros con incomodidad apenas disimulada. Vicente Altamirano estaba sentado en la cabecera, rodeado de sus hombres de confianza. Casimiro, más apartado, los observó con expresión neutral. —Buenos días —dijo Rafael con voz clara, mientras tomaba su lugar. Esmeralda se sentó a su lado, sin soltarle la mano hasta el último segundo. Uno de los asesores se adelantó. —Tenemos varios puntos por discutir, pero antes… queríamos hablar del evento en la universidad central. Creemos que sería prudente retomar el enfoque con medios más tradicionales, y quizá reducir las salidas no programadas. —

