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2000 Words
La Embajada El carruaje cruzó las rejas de la embajada y un hombre, que supuso era el embajador Lumley, los esperaba. Connor y Ethan bajaron y el hombre los saludó con formalidad. - Bienvenidos, alteza. - le dijo. - Gracias por recibirnos, Excelencia. - dijo el príncipe. - Entremos... - les dijo indicando a la entrada de la mansión. El embajador los condujo hacia el comedor y se sentó con ellos antes de hacer una seña para que los sirvientes se retiraran permaneciendo sólo el secretario que los había ido a buscar al puerto. - Es sopa y comida ligera. - les indicó los platos servidos - Para recomponer el viaje en barco. - Gracias, Excelencia...- dijo Ethan aliviado al ver la comida. - He pedido a los sirvientes que nos dejen para ponernos de acuerdo en algunas materias, alteza. - Aprecio eso, Excelencia. - dijo Connor tomando una copa de vino - Creo que primero aclaremos el trato hacia mi en la embajada y en público. Usaré mi título de Duque por lo que no deben llamarme alteza, solo señoría o milord. Estoy consciente de la situación país y no necesito causar disturbios por bocas imprudentes. Ambos hombres se movieron inquietos en sus asientos. Ambos habían tratado al príncipe con honoríficos como si estuvieran en Inglaterra. - Tomo nota, Señoría. - le dijo el embajador - Me disculpo. - El motivo de mi visita es conocer a mujeres casaderas en Francia y Europa que cumplan los criterios para ser princesas reales. - continuó Connor. - Muchas familias nobles han regresado después de la Revolución. - dijo Lumley - Muchas han acogido a jóvenes y niños que quedaron huérfanos después de los juicios y los ayudan a recuperar los títulos de sucesión, aunque ahora no tengan valor. He preparado una lista, puedo citar a las doncellas para ser entrevistadas y... - No. - se apresuró Connor - Eso sería mal visto. Sé que hay espectáculos en el teatro y reuniones a las que el embajador es invitado... Lo acompañaré. - La socialité francesa es diferente a la nuestra, señoría... Si no tiene problema... - Supongo que son de mi estilo. - dijo burlón al comprender la implicación - Conoces mi reputación por lo que necesito que me ayudes con los padres. - La carta de su majestad... - comenzó a decir el hombre, nervioso. - Mi padre quiere que consiga una esposa, eso no significa que no puedo divertirme en el proceso. Ethan miró a su amigo con atención. Esa actitud era justo lo contrario que el rey quería ¿En que estaba pensando Connor? - Alteza. - dijo el embajador - Eso sería arriesgado. Algunos padres están casando a sus hijas con nobles extranjeros para no perder su estatus de aristócratas. Usted sería un buen premio... - Señoría... - recalcó el príncipe de nuevo - Sólo asegúrate de indicarme cuales apoyan al Directorio y cuáles a la monarquía. - le dijo - Yo me ocuparé del resto. - Entiendo... - le dijo levantándose de la mesa e inclinándose frente a él. - Le enviaré copia de mi agenda con las actividades sociales de esta semana. Mi secretario los acompañará a sus habitaciones. Descansen. Las acciones del embajador dejaron claro que la conversación había terminado y había quedado en una posición incómoda. Connor se levantó seguido de Ethan para luego seguir al secretario al cuarto piso hasta el ala oeste donde un ayuda de cámara esperaba de pie junto a una puerta. - Sus habitaciones. La del duque y la de al lado es para su escolta ¿Necesita ayuda de cámara, señoría? - preguntó el secretario indicando al sirviente. - No, gracias, secretario. Puedo atenderme solo. Sólo les encargo preparar el baño y los alimentos. Alguien que esté atento a si quiero algo. - El baño está listo en sus habitaciones, Milord. - le dijo el sirviente con educación - Yo los atenderé, soy Noel. - ¿Eres francés? - preguntó, sorprendido al escuchar su acento pensando en los espías de uno y otro lado. - Soy inglés, mi madre es cocinera en la embajada, nací en Francia. Supongo que el acento se pega. - Ya veo... - dijo el príncipe abriendo la puerta de la habitación - Me iré a dormir. - Señoría, puedo hablar con usted un momento... - interrumpió Ethan - Para hacer las coordinaciones de mañana... - Pasa... Ustedes pueden retirarse... - dijo entrando a la habitación seguido del escolta quien cerró la puerta tras él. Connor caminó hasta un sillón cerca de la chimenea encendida y suspiró apoyando la cabeza en el respaldo. - Habla... Si sigues así explotará la vena de tu frente... - murmuró cerrando los ojos. - ¡¿En que diablos estabas pensando?! - dijo frenético cuidando el volumen para no ser escuchado - ¿Por qué le dijiste eso al embajador? Se supone que no ibas a meterte en problemas para desafiar la expectativa de tu padre y de George. - No he cambiado de idea... - dijo Connor mirándolo caminar de un lado a otro frente a él - Mi padre ha informado el motivo falso de la visita al embajador, pero no le demostraré que vengo con la cola entre las patas. El embajador, de seguro, le informará a mi hermano todos mis movimientos. - ¿Entonces qué piensas hacer? - preguntó su amigo confundido. - Cumplir con lo que padre pidió, observar la situación política y entre tanto fingir que busco esposa. No quiero casarme, no me interesa y no lo necesito, George es el príncipe heredero, es su responsabilidad tener un sucesor. Iré a algunas fiestas, tomaré buen vino y me iré de Francia en cinco semanas. Ya lo tengo planeado. - ¿No te acostarás con mujeres esas semanas? - preguntó el escolta sorprendido. - No. - dijo decidido - Es lo que se espera, pero no bajaré la guardia por el momento, no después de Mary ¿No dices que mi polla es muy valiosa? Ethan lo miró descolocado. - ¿Amabas a Mary? - preguntó, incrédulo. - No, era una buena amante, pero nada más. - dijo con seguridad - Lo que no perdonaré es que trató de pasarse de lista y yo bajé la guardia. No volveré a confiar en una mujer con bonitos senos. - Pffft - se rio su amigo - Por un momento pensé en que te habías enamorado de ella. - ¿Enamorado? - dijo alzando una ceja - ¡¿Estás loco?! Eso llamado amor no existe, sólo es una interacción física para aliviar mi tensión y pasar un buen rato. - El rey amaba a tu madre... - le recordó Ethan. - Eso es una excepción... No lo he visto con mis propios ojos y tampoco puedo asegurar que mi padre realmente amó a mi madre. - ¿Cómo puedes decir eso? Después de que murió, no ha tenido amantes y sólo se dedicó a trabajar y a criarlos. - Si te refieres a criarnos con el tenernos rodeados de niñeras y comodidades, vale, nos crió, pero nunca estuvo como padre presente. - Connor... - le dijo su amigo - Tu propio padre te enseñó a montar, a vestirte, caligrafía e historia. Pasaba horas contigo en su estudio. Siempre dejó tiempo para ustedes y es el rey de Inglaterra. El príncipe frunció el ceño, no tenía contra argumentos para eso. - Padre es padre y yo soy yo. - argumentó con rapidez para escapar de la conversación - No confío en las mujeres, en sus tretas y engaños. Ya no y tampoco creo en esos sentimientos románticos de los que hablas, son patrañas. - Bien, bien, bien... - dijo Ethan levantando las manos en señal de rendición caminando hacia la puerta - No discutiré eso porque no cambiarás de opinión. Sólo espero estar ahí para ver cuando te comas tus palabras. - Largo de aquí. - le dijo al escucharle reír cuando salía de la habitación. Connor se masajeó las sienes antes de desnudarse para tomar un baño y dormir. No dejaría que su padre ganara esta partida. La Servidumbre Noel, el sirviente que había hablado con el príncipe bajó por las escaleras de servicio hasta la cocina de la embajada donde una mujer de unos treinta años trabajaba el mesón preparando unas verduras para el desayuno de la mañana. La cofia no lograba sujetar algunos mechones rebeldes de su cabello tomado en un moño en la nuca. - Bajaste antes... - le dijo la mujer. - Dejé listo el baño para las visitas y el príncipe no quiso que lo ayudara a prepararse para dormir, madre. La mujer alzó la mirada de lo que estaba haciendo para observarlo. Su hijo de dieciséis años le sonrió. Sus ojos astutos y mirada alerta le gustaban a su madre ya que le recordaban a su hermano. El hombre era un ujier de cámara del Palacio de Versalles cercano al rey y que había muerto junto a su esposa en 1790 dejando a sus tres hijas huérfanas. Jean, por su parte, se había casado con un sirviente de la embajada inglesa hacía quince años por lo que no había tenido contacto con su familia de origen de manera permanente. De vez en cuando, recibía una carta de su hermano y, después de su muerte ya no supo de sus sobrinas, hasta un año atrás cuando Amélie le escribió pidiendo ayuda para trabajar en la embajada. Ella y su hijo se mantuvieron en la embajada a la muerte de su padre debido a que tenía nacionalidad inglesa al igual que su hijo, quien nació en terrenos de la embajada y, por ende, en territorio inglés. La solicitud de la joven la sorprendió y más aún, cuando llegó acompañada de su hermana menor Jeanne Louise Victorie, apodada "Zoe". Allí, Jean se enteró que su otra sobrina estaba en un convento desde 1791 y se había convertido en monja de claustro. La joven le contó que había dejado el convento con Zoe debido a que se había convertido en mayor de edad y se había negado a tomar los votos. Debido a eso, se marchó con la menor de las hermanas para encontrar su propio camino. Tenía dieciséis años cuando llegó a su puerta. El embajador escuchó su situación y las acogió de buen corazón permitiéndoles trabajar como sirvientes. Incluso Zoe realizaba tareas domésticas en la cocina o en las habitaciones cambiando las velas o las sábanas siempre cerca de su hermana como una pequeña sombra. La pequeña era muy tímida y no hablaba frente a extraños, su cabello rubio oscuro rizado con ojos azules la hacían ver muy hermosa junto a su hermana de cabellos castaños y mismos ojos claros, pero no tan marcados, mezclados con vetas verdes. - Lleva esta comida a tus primas, Noel. - le dijo mostrando una vianda preparada cerca de ella - Con la llegada del príncipe no pudieron comer apropiadamente preparando las habitaciones. Tienen que levantarse en un par de horas, prefiero que adelanten el desayuno para que me ayuden en la cocina. - Se los llevo y te vendremos ayudar, madre. - Se los encargo, los demás están ayudando a Tuper con los caballos y los carruajes. Con el miedo a nuevos disturbios, casi todos los sirvientes fueron enviados a Inglaterra. El embarazo de Edith está muy avanzado y no quiero que el bebé nazca mientras están las visitas. Tendremos que funcionar nosotros cuatro dentro de la mansión para atender a los invitados. Hablaré con el secretario para cerrar las habitaciones que no se están ocupando. - No te preocupes, los tres te ayudaremos... - dijo confiado tomando la vianda. - Gracias... - le dijo con una sonrisa antes de ver a su hijo bajar por una estrecha escalera a las habitaciones de los sirvientes las que estaban en el sótano de la residencia. De verdad eran buenos niños, pensó la mujer con una sonrisa en los labios mientras continuaba con su trabajo.
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