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Reconocer Es El Primer Paso Connor miró la botella de brandy sobre la mesa frente a él que un sirviente le había traído y frunció el ceño. Llevaba varias horas con emociones incómodas y desagradables derivadas de su conducta previa. El ver a George asumiendo un rol que le pertenecía le produjo malestar y celos. En ese momento parecía que todo calzaba en el lugar menos él. Un atento esposo que cuidaba a su pequeña cuñada, un hombre que protegía a su mujer de un imbécil que la había hecho llorar, hasta su niñera cobijando a la mujer apoyando las órdenes del esposo. De verdad se había descolocado al punto de salir para no gritar y arrebatarle a la familia que era suya. ¿Pero realmente lo era? Lo mencionaba como una arenga de batalla frente a su padre y hermano, pero en el fondo sabía que no se había ganado ese lugar. Ambos habían entrelazado sus vidas ese día en la chocolatería y Connor sólo la quería cerca por el bebé en su vientre, por el ego lastimado al ver que sus destrezas como amante de las que se jactaba no habían tenido ningún efecto en la mujer y, finalmente, el trato que Amélie le había propuesto sobre cambiar su reputación frente a su familia y la corte si las sacaba de Francia. La joven estaba convencida de que no estaba embarazada por lo que Connor estaba seguro de que esperaría su sangrado y, en cuanto se confirmara que no llevaba a su hijo, desaparecía de su vida y no volvería a verla. Sabía que su palabra era importante para ella por lo que no se marcharía hasta cumplir el trato, pero ahora, al ver de nuevo esa expresión supo que se había equivocado. Cuando salió de la habitación a despejarse porque se había sentido abrumado como si todas las paredes de movieran hacia él, decidió respirar afuera para volver a enfocarse. El peso de la responsabilidad de lo que era tener una familia lo sobrecogió. Independiente de que tuviera sirvientes que las atendieran y que podía comprarle vestidos y darle lujos; en la intimidad era una mujer y una niña que dependían de sus decisiones y acciones. Aunque Amélie fuese muy independiente y fuerte, aún estaban en una corte machista donde las mujeres tenían poco o nada que decir frente al varón. Eran educadas y criadas para ser elegantes y educadas, verse bellas en los bailes y fiestas de té, mostrar modales y conducta impecable que enorgullecieran su casa para luego entrar en el mercado matrimonial como ganado donde los lazos entre familias y las alianzas eran más valiosas que el mismo amor entre la pareja más aún cuando se esperaba que tuviera un heredero que siguiera agregando valor a la familia y a los lazos entre linajes. Hacía poco más de un mes que estaba en fiestas y entre las piernas de Mary y ahora tenía una esposa, un bebé en camino y una cuñada de doce años. Todo su mundo se había vuelto de cabeza y lo que lo desconcertaba más era que no le molestaba tanto como esperaba. Disfrutaba de su compañía y conversaciones, Zoe era divertida y curiosa, le gustaba abrazar a su esposa por la noche y sentir su cuerpo junto al suyo, su mente astuta y decidida con múltiples conocimientos, su risa, la que no había escuchado desde que partieron de Francia. Por último, el que no pareciera depender de él, el que no lo necesitara... No lo buscaba como las otras mujeres que se colgaban a su polla como si fuese la solución a todos sus problemas y preocupaciones. Amélie estaba tan acostumbrada a sobrevivir por su cuenta y, considerando que no parecía importarle su posición como príncipe, todo era extraño para él. Más aún que su "eso" no era del agrado de su esposa. Si, su esposa. Al término de todos sus desvaríos solo quedaba la única realidad y verdad entre ambos y que era que esa mujer era su esposa legal y eso implicaba derechos y obligaciones. Una de ellas era cuidar de ella y brindarle seguridad. Podía ser un imbécil en muchas cosas, pero no quería fallarle en lo único que le pidió. Protegerlas. Y para lograrlo, debía estar a su lado para que nadie pudiese hacerle daño o a Zoe. Quería ganarse su respeto y esa mirada con orgullo por sus logros como cuando elogiaba a Zoe. Zoe... Cuando vio su rostro aterrado al ver los guardias en la puerta esperando por Amélie, no pudo ni siquiera imaginar por lo que había pasado durante el arresto de su familia siendo una niña de cinco años. El trato era protegerla y no lo había hecho. Debía disculparse. Con paso decidido salió de la habitación para dirigirse al lugar donde las mujeres estaban y un guardia que custodiaba la puerta lo saludó antes de que entrara. La habitación estaba parcialmente en penumbra. No vio a Martha o a la doncella, pero si vio a George dormido en una silla junto a la cama, a Ethan durmiendo en un sofá cercano a la chimenea y a Amélie cruzada acostada a los pies de la cama. Debe haber estado muy agotada después de llorar y por la preocupación. Connor caminó con cuidado hacia la cama y se sentó junto a Zoe apoyando la espalda en el respaldo lo que despertó a la niña. - ¿Alteza? - preguntó, adormilada. - Shhhh... Todo está bien. Vine a ver como estabas... - le dijo poniendo la mano en su frente - Parece que la fiebre ya bajó. - Lo siento... No debería haberme enfermado, solo causé molestias... - ¡Hey! - le dijo con rapidez - No hiciste nada malo. Es normal tener miedo si no sabes lo que va a pasar. - Pero usted se molestó... yo... - su voz se apagó. - No me enojé contigo o con Mel... Me enojé conmigo por no estar presente cuando tuviste una dificultad. Estaba asustado... - ¿Asustado? - repitió la niña con ojos bien abiertos. - Los adultos también se asustan... Nunca había tenido a alguien a mi cargo, siempre me cuidó mi hermano mayor o la niñera como Mel te cuida a ti. Ellos me protegían y me ayudaban cuando estaba en problemas. Ahora, que las tengo a ustedes y al bebé, no sé qué hacer o cómo ayudar y eso me asustó. Es una gran responsabilidad y no quiero que Mel se desilusione de mi, ni tú tampoco. Por eso quiero disculparme. - ¿Puedo ayudar? - ¿Qué se te ocurre? - Conozco a Mel más tiempo que usted y el bebé será mi sobrino. Ayudaré a cuidarlos. - Soy yo quien debe cuidarlas, incluida tú. Eres mi pequeña cuñada, pero gracias por el ofrecimiento. Aceptaré cualquier consejo. - Alteza, sé que tiene curiosidad por quienes somos ¿Podría darme algo más de tiempo para hablar con usted? - Si, Mel también lo mencionó. Esperaré hasta que estés lista. - ¿Aunque sea algo que hará que tal vez no le agrade? - ¿Te sale una cola de gato? o ¿Eres una sirena? Tendremos que preguntarle a George si vio tu cola aparecer en la tina. - le dijo fingiendo sorpresa haciendo que la niña soltara una risita - Sea lo que sea, entenderé que fue necesario porque estaban en peligro. Seguirás siendo la hermana de Mel, mi cuñada y la tía del bebé. - la tranquilizó. - ¿Puede prometerlo? - le preguntó. - Si eso te da calma, por supuesto... - se puso la mano en el corazón antes de seguir hablando - Yo, Connor Astley prometo seguir apreciando y cuidando a la joven frente a mi, como parte de mi familia. - Gracias... - le dijo la niña abrazándolo. - Trata de dormir un poco... Tu hermana está agotada. Me quedaré aquí. - ¿No te irás? - No. Zoe sonrió y se acostó junto a Connor apoyando la cabeza en su regazo para luego cerrar los ojos. Poco a poco su respiración se fue lentificando hasta que se durmió. El joven apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos para descansar un poco. Lo que no vio fue la sonrisa en los labios de su hermano quien había escuchado la conversación.
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