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1253 Words
Día Libre La joven caminó cubierta con un chal vestida con un sencillo traje de plebeyo por la acera hacia la pensión Cluny Sorbonne en el distrito cinco de París donde burgueses podían quedarse pagando la semana. Luego pasaría por la rue du Faubourg Montmartre a comprar los chocolates que le gustaban a Zoe. Debía tener cuidado ya que esa zona estaba llena de burgueses y contra monárquicos. Además, al ser una tienda de moda, muchos aristócratas y sus sirvientes iban a disfrutar de sus chocolates. Se cubrió la cabeza con el chal para evitar la brisa mientras entraba a la pensión con rapidez. Avanzó a paso rápido hacia la recepción donde una mujer de regordetas mejillas la miraba con curiosidad. - Buenos días... - le dijo Amélie bajando el chal - ¿Hay una mensaje para Eilema? (anagrama de su nombre) - Vaya, niña... Si que eres puntual. Nunca fallas... - le dijo la mujer rebuscando tras el mostrador. - Mi esposo está peleando en Italia con Le Grande Armée. Sus cartas son lo que mantiene cuerda. - mintió. La mujer se enderezó y le entregó una carta sellada con el nombre. - Ha sido una guerra dura, pero tu hombre volverá. - le dijo al verla tan joven e inexperta. - Gracias, ciudadana... - le dijo saliendo del lugar ignorando las miradas de las personas sentadas en los sillones del vestíbulo. - Nos veremos, niña... - le dijo a lo lejos retomando sus tareas. La joven salió a la calle con rapidez. No tenía mucho tiempo para llegar a la chocolatería y regresar con Zoe. Aunque la niña se quedaba con su primo, el que Amélie saliera a la calle le producía mucha angustia. Una hora después, llegó a la chocolatería y entró para pedir 100 gramos de chocolate. Era mucho dinero para ella, pero su hermana lo valía. - Buenos días, - dijo a la dependienta. - quiero 100 gramos de chocolate, por favor. - ¿Día de pago, pettite? - le preguntó la dependiente recibiendo los assignant. - Si, es para mi familia. - le dijo con una sonrisa. Cuando Amélie esperaba el pedido, la campana de la puerta sonó y una risita estridente se escuchó. Al volverse, miró con sorpresa a la joven noble que entraba acompañada del príncipe inglés seguido por una doncella y el escolta del noble. Con un giro rápido se acomodó el chal para que no la vieran, aunque en el fondo sabía que no prestarían atención a una sirviente. - Oh, Señoría. - dijo la joven con voz chillona - Es muy agradable que haya aceptado mi invitación a tomar el té aquí. Es un lugar muy famoso en la capital. - No soy muy asiduo a los dulces, pero si a la dama le gusta era lo menos que podía hacer. - dijo galante Connor acompañando a la mujer y acomodando la silla para que se sentara para luego asiento en la silla frente a ella. Ethan y la doncella permanecieron de pie a unos pasos. Si retrocedía un poco más, el escolta chocaría con ella. - Monsieur... ¿Qué desea tomar? - dijo un asistente. - Un té n***o. - le dijo Connor - y la señorita... - Una infusión de camelia con leche y financiers. - dijo la joven con una risita. - De inmediato... Cuando el asistente se retiró, Amélie vio cómo la joven conversaba animadamente con el príncipe. Recordaba haberla visto en algún salón cuando acompañaba a su hermana, era hija del marqués de Baux. Frunció el ceño cuando pudo recordar su personalidad y, el verla ahora, se dio cuenta que todo lo que había pasado en Francia estos años, no la había tocado. De seguro su familia había escapado al inicio de la Revolución. "Cobardes", pensó al ser consciente de que ellos se habían quedado por sus padres, por Francia. La joven escuchó un movimiento brusco y se giró al ver que una copa con agua y miel había caído sobre la mesa manchando las manos y el pantalón del príncipe quien se había levantado por la sorpresa. - ¡Lo siento! Soy muy torpe. - exclamó la joven levantándose para ayudarlo alejándolo un par de pasos de la mesa en tanto Ethan trataba de ayudar también. Lo que el escolta no vio, fue que la doncella de la joven se acercaba al té n***o y echaba algo en el líquido para luego volver a su puesto. Amélie levantó una ceja sorprendida y todo su cuerpo se tensó. - Estoy bien, fue un accidente. - dijo Connor alejando las manos de la joven de su cuerpo. Se sentía incómodo. - Lo siento. - dijo la joven regresando a su asiento. - Terminemos con el té. - le dijo el joven acomodando una nueva servilleta en su regazo - Ya fue preparado. Me cambiaré más tarde. Estoy bien, Ethan... El escolta regresó a su puesto cerca de Amélie sin reconocerla y se mantuvo expectante. - Aquí tienes, Pettitte. - le dijo la mujer entregando una bolsa de papel a la joven. - Gracias. - dijo y se volvió para marcharse, pero algo en el rostro sonrojado del príncipe le dijo que algo estaba mal. "Maldición, lo sabía", pensó guardando los chocolates en una pequeña canasta. Por unos momentos dudó en involucrarse, pero ya había visto pasar esto en el palacio y no sería nada bueno. Con una gran respiración profunda dio algunos pasos hacia Ethan y le tomó la manga por lo que el joven se volvió sorprendido, pero al reconocerla se relajó. - ¿Señorita Amélie? - preguntó confundido al encontrarla en ese lugar. - Shhhh- le dijo bajando la cabeza - Tiene que sacar al príncipe de aquí, rápido... - ¿Disculpe? - Lo drogaron... Su té, despida a la noble en su carruaje. La sirvienta echó algo en el té. He visto esto antes... Tenemos que sacarlo de aquí. - ¿Cómo? No vi nada... - y luego se puso rígido - El agua... - Rápido.. .- pidió la joven - No podrá aguantar mucho más. - No puedo llegar y sacarlo… - comenzó a decir el escolta, pero la joven resopló antes de acercarse a la mesa. - Señoría, - le dijo al detenerse junto a él, quien la miró sorprendido. - ¿Tú? - le preguntó con su rostro rojo. Sudaba - Temo que debo interrumpirlo, milord. Lo necesitan en la embajada... Urgente. Tendrá que ir ahora... - ¡Estamos en una cita! - exclamó la joven molesta al ver a la sirvienta de pie. - Lo siento, señorita. - le dijo la joven bajando la cabeza e inclinándose - Fui enviada. Sólo cumplo órdenes de mi señor. - ¡¿Cómo te atreves?! - le dijo la joven levantándose para darle una fuerte bofetada lo que sorprendió a los presentes. Incrédulo, Connor se levantó y, aunque se tambaleó, inestable, le sujetó la mano a la joven quien gritó. - ¿Qué haces? - preguntó enojado - ¿Esa es la manera de tratar a los sirvientes? - se giró hacia su escolta quien se acercó a la joven noble - Llévala al carruaje. La reunión terminó. - ordenó con voz dura. - Pero, Señoría... yo... - balbuceó la joven al ser llevada al exterior por el escolta seguida de la doncella. - ¡Largo! - gritó Connor furioso. Estaba mareado y todo su cuerpo estaba caliente. Miró la taza y gimió - ¿Me drogaron? - preguntó a la mujer.
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