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Mr. Hankman, estoy a su servicio

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Gabriela Evans y James Hankman, se conocen en una noche de pasión donde ambos solo quieren pasarla bien, sin saber que más adelante la vida los cruzaría de manera inesperada.

—Nadie puede enterarse de lo que ocurrió aquella noche, si alguien en esta casa se entera que usted y yo…

—No se preocupe, señor Hankman, haré de cuenta que eso no ocurrió. Ahora me retiro, si necesita algo me lo hace saber, estoy a su servicio.

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Capítulo 1: Vamos a la disco
Narra Gabriela Sonó el despertador y salté de la cama alterada, no creo que me acostumbre a ese terrible sonido que Alicia pone en su alarma. —¡Ay no! Otro día más ¿de verdad necesito trabajar? —pregunta ella aun debajo de sus cobijas—. ¿Esto es lo que quiero? Miré hacia un lado esperando a que ella misma se responda. —Sí, esa cirugía de aumento de pechos no se pagará sola. Alicia quita la cobija que cubre su rostro y me mira toda despeinada. —Buenos días, Gaby ¿Cómo te sientes? ¿descansaste? —Buenos días, Ali. Sí, descansé. Llevo dos días de haber llegado a Madrid, salí de la granja de mis abuelos en busca de oportunidades porque parece que haya donde estaba, era demasiado recóndito y las oportunidades no podían encontrarme. Las dos salimos de la habitación y mientras Alicia se preparaba para ir a su trabajo, yo me encargaba de hacer el desayuno, es lo menos que puedo hacer al permitirme quedar en su casa. —Gaby, ¿Qué bolsa es mejor? Ella extiende en sus manos dos carteras diferentes, una de color rojo y la otra de color marrón. —Esa es mejor, el rojo queda con tu atuendo. Alicia trabaja en una oficina de contadores, las dos tenemos la misma edad, veinticuatro años, pero nuestras vidas han sido muy diferentes. Nosotras nos conocimos en la escuela, terminamos la primaria juntas, desde entonces nos hicimos amigas, aunque ella luego se mudó aquí para estudiar y al terminar su carrera, encontró este trabajo que ha sido muy bueno para ella. —Hice los panqueques con la receta de mi abuela —dije sirviendo el plato de ella. —Oh, eso huele bien, ya tenía mucho que no usaba la estufa; cada que salgo o llego del trabajo, lo que menos quiero es cocinar. Ella es una mujer muy bonita, se ve elegante con sus faldas tipo oficina, su cabello arreglado y sus tacones de punta delgada. Desde que vive aquí en Madrid su estilo de vida es diferente, es mucho más refinada, claro que sin perder su bonita esencia. Mientras desayunamos, charlamos un poco, dos días no han sido suficientes como para actualizarnos. —Creo que seis meses no son nada, ya verás que esta vez que te postules, si te aceptarán en todas las universidades que quieres. —Sí, pero tengo que hacer algo en ese tiempo, por eso estoy aquí. Me he postulado en diferentes ocasiones para entrar a la universidad, pero no he sido aceptada en la escuela de medicina, lo que me ha llevado a cuestionarme en múltiples oportunidades si es lo que realmente debo estudiar. —No te preocupes, miraré que puedo hacer, en el trabajo tenemos como clientes a dueños de varios negocios, preguntaré si en alguno hay una vacante para ti. —Oh, eso te lo agradecería. —Mientras puedes sentirte cómoda, estás en tu casa. Si necesitas algo, me llamas ¿de acuerdo? Alicia sale de la casa y aprovecho para ayudarle con los quehaceres, no quiero ser una carga para ella, todo lo contrario. Mientras recorría cada rincón del lugar, me preguntaba muchas cosas, no he dejado de cuestionar mi vida desde que opté por salir de la granja de mis abuelos; es ese sinsabor de ¿estoy caminando por el camino correcto? ¿voy bien o mal? ¿esto era lo indicado? Es normal que lleguen todos estos cuestionamientos cada que queremos darle un cambio a nuestras vidas. Pero, hay una pregunta que nunca me he podido responder y es ¿por qué la vida es más sencilla para algunas personas? Creo que eso no lo entenderé nunca, pero igual, debo seguir en la lucha. Ya para esta altura de mi vida, estoy dispuesta a correr todos los riesgos posibles, ya el miedo a arriesgarme o fracasar, no existe para mí, no le temo a nada desde hace un tiempo. “Lo siento Gabriela, no pudimos hacer más por tu madre” Nunca pensé que esas palabras podrían influir en mí de la manera que lo hicieron, hay temores muy grandes y situaciones a las que tememos enfrentarnos; pero el día que pierdes al ser que más amas en el mundo, ya no existen los miedos, pues el temor más grande ya se ha cumplido. Desde que mi madre murió, muchas cosas en mi vida han cambiado, sobre todo mis proyectos. Mi madre enfermó de cáncer cuando yo tenía dieciocho años, recién terminaba mis estudios en preparatoria e iniciaba mi vida, pero le di pausa a todo porque debía cuidar de ella, las dos vivíamos solas en Barcelona y lo que pensamos que sería una situación momentánea o algo de lo que podríamos salir, fueron los cuatro años más duros de nuestras vidas, en ese tiempo vi a mi madre deteriorarse al punto de fallecer; situación por la cual me mudé a Andalucía con mis abuelos. Ellos fueron fundamentales para afrontar el duelo, por eso son tan importantes para mí. Luego de un tiempo, debía retomar mi vida, seguir adelante; por eso volví a buscar las convocatorias en la carrera que deseo estudiar. Pausé todo por seis años, pero no siento arrepentimiento por eso, pues tuve la fortuna de estar con mi madre en sus últimos años de vida, cada segundo lo aproveché a su lado. Luego de un par de horas de estar sola en casa de Alicia, me llega un mensaje de ella. —Hablé con todos mis clientes en la oficina de contabilidad y me dijeron que en este momento no necesitan a nadie, pero hablé con otro compañero y me dijo que, en una de las empresas en las que trabaja, hay vacantes, están solicitando a mujeres; cuando llegue a la casa, te explico bien. Eso me llenó de mucha emoción, era justo lo que quería leer; no me importa lo que tenga hacer, yo estoy preparada para el trabajo que sea. —¡Ya estoy en casa! —grita Alicia despojándose de sus tacones y de su bolsa—. Gabi ¿Dónde estás? —Estoy en la cocina, termino de preparar la cena, debes tener hambre. —Oh, huele a la casa de mi madre, Dios, creo que voy a llorar. Ella se acerca y mira a detalle todo lo que he preparado. —Necesito aprender a cocinar como tú lo haces, sino no encontraré un esposo. —Te enseñaré, no te preocupes. —Ya quiero un novio, me cansé de solo ir a trabajar y luego volver a la casa; necesito alguien que me saque de mi rutina, con quien compartir tiempo ¿me entiendes? Hasta alguien con quien discutir. —Llevas menos de un año soltera, no ha pasado tanto tiempo. —Llevo un año soltera, ¡un año! Para mí es demasiado. Tengo meses que no sé cómo se siente que alguien acaricie esta pálida piel. Alicia se sienta en uno de los bancos de la barra de la cocina, apoya sus codos en la superficie y entrelaza sus dedos. —¿Cómo has hecho todo este tiempo? Digo, desde que terminaste con Brandon. —Pues, no lo sé, quizás he tenido mi mente tan desubicada que no he pensado en eso. Quizás por lo difícil que fue mi relación con él, luego pasó lo de mi madre, después mudarme a la granja; no lo sé, fueron demasiadas cosas. —Quizás aquí puedas darle un giro a todo eso, me refiero a que quizás puedas conocer a alguien. —No lo creo, no es lo que quiero ahora. Prefiero gastarme mis energías en algo más importante que un hombre. —Vaya, me hace falta más eso, creo que necesito madurar o pasar por una ruptura que me resetee por completo la cabeza, porque yo sí quiero desgastarme en un macho fornido que me domine. Las dos nos reímos por su comentario, ya me hacía falta esto, de eso no tengo dudas. —Oh, Gaby, se me pasaba contarte lo del empleo; mi compañero me dio una breve información, pero no sé si eso sea lo que estás buscando o si es de tu agrado, podemos mirar otras opciones ¿de acuerdo? Asentí sosteniendo una cuchara de palo en mi mano. —Es una empresa de limpieza, contratan a mujeres entre los veintidós y veintiocho años, estas chicas son contratadas y luego internadas en casas donde realizan labores de limpieza o según la asignación que corresponda, no sé si sea lo que estás buscando. —Alicia, ahora mismo cualquier cosa me sirve, lo importante es ¿Cuánto pagan? —El sueldo es bueno, teniendo en cuenta que dentro del lugar al que te asignen tendrás todo lo que necesitas; elementos de aseo personal, uniformes, comida, etc. De ese modo, lo que te paguen queda libre de gastos. Pero, sabes que debes estar al servicio de otras personas y no sé si es lo que tú estás buscando o en lo que sepas desempeñarte. —Serán seis meses, prefiero eso antes de no hacer nada. —Bien, entonces le hablaré a mi compañero. Ella saca su móvil y se comunica con esta persona. Serví la mesa para las dos, el estofado de pollo y el puré de papas, quedó delicioso, eso más la ensalada verde que a ella le gusta, fueron lo que le dio el toque perfecto a nuestra cena. —Oye, Gaby, ¿Qué te parece si esta noche vamos a una disco? —pregunta ella con el muslo de pollo en su mano—. Resulta que hay un sujeto con el que hablo hace algunas semanas y me ha estado invitando a salir, se ve muy interesado, pero me he negado, pues no sé si me guste en persona, no sé si vaya a tener un mal rato con él, es que… ¿Cómo lo digo? ya me han pasado muchas cosas en estas citas y no quiero toparme con un loco más, ya he tenido suficiente. Pero… Tú estás aquí, así que le dije que iría, pero solo si voy contigo ¿Qué dices? —Alicia, no quiero hacer el mal tercio. —Gaby, es justo lo que quiero, que seamos un tercio, no quiero ir sola y sentirme comprometida a estar con él toda la noche; puede que no me guste o puede que sí, es que no lo he visto, no lo conozco en persona, no puedo ir sola; le he rechazado todas sus invitaciones por lo mismo, pero ya que tú estás aquí, puedes acompañarme. De paso disfrutas, nos vestimos bien sexys, con maquillaje y vestido bonito, tacones altos, la pasaremos bien. Dime ¿Cuándo fue la ultima vez que fuiste a una fiesta? Mereces una noche divertida para ti, anda, acompáñame. Me quedé en la parte de vestirnos sexys, maquillaje y vestido, no estaba segura de eso; pero en algo tiene razón y es que no salgo a divertirme hace mucho, creo que ya olvidé como lucen las discos por dentro. —Está bien, iré contigo.

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