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1901 Words
Cuando terminó de arreglarme, casi no me creo el reflejo que hay en el espejo, hace una hora me llamó Gretel diciéndome que Ariel despertó, así que me levanté deprisa y me cambié lo más rápido que pude, me veo una última vez y salgo por la puerta. Parezco un niño ansiosos por recibir su regalo, pero hoy voy muy contento porque Ariel estaba muy mal la semana pasada, y era preferible tenerla sedada y ahora parece que las plegarias de su madre, las de sus hermanos y las mías hicieron justicia por ella y la repusieron. Llego al hospital y bajo con el ramo de rosas en mis manos, subo las escaleras que debo para internarme en el hospital, parezco un hombre totalmente enamorado y pues... Temo que es verdad. Cuando llegó a la habitación de Ariel, la encuentro discutiendo con alguien, pero no es su familia, sino que es... —¿Qué haces aquí?—digo cuando abro la puerta. —¡Lárgate, Harry!—ni crea que me intimida. Le falta mucho para hacerlo. —El que se va es otro—no ocupo de nada para hacer que se largué—. Estás en el cuarto de mi novia y ahora prometida, así que te pido que te vayas. Ariel está sería en la cama, pero la curiosidad de ver qué traigo en la espalda puede más que su seriedad. —Te dije que sólo es una zorra—estoy aguantando mucho para no sacarlo como quiero—, ¿Ya te lo hizo oral?—lo voy a matar sino se calla. —Creo que ya es suficiente—me interno al cien por ciento en la habitación, camino sin prestarle atención a él, Ariel tuerce los labios, muestro las rosas que traje para ella y sonríe como una niña al verlas—. Gracias por estar en mi vida, mi amor—no le doy tiempo de contestar cuando mis labios tocan los suyos, un beso dulce es lo que recibe de mí—. Ahora deja que me deshaga de una plaga. Asiente de manera dulce. Me doy la vuelta y ya es hora de darle lo que quiere. —Como te interesa saber sí mi mujer y yo, ya hicimos el amor—Ariel toma mi mano con la suya—. La respuesta es que sí, pero eso es cosa que a ti no debe importarte... Porque no eres nada de ella, ni su amigo, ni su hermano, y mucho menos su pareja—lo veo apretar los puños a los costados. Me acerco a él soltando la mano de Ariel—, no voy a dejar que arruines esto; Ariel es mía, y no te quiero cerca de ella. Que te vaya bien. —Cuando entiendas que ella sólo sirve para quitar las ganas, no digas que no te lo dije. —En ese caso nunca me cansaré de ella—sus ojos muestra confusión y yo sonrió por lo que logré—, porque yo siempre tengo ganas. Esta por golpearme cuando hago ese movimiento que aprendí a la mala, y soy yo quien lo tira al suelo. —¿Quieres qué llamé a la enfermera? —Vete al diablo. —¿Le doy algún recado? Se levanta y se va. De mejores perros me he defendido. Me doy la vuelta y veo la sonrisa que hay en los labios de Ariel. —¿Qué?—me acerco a ella. Pone su mano en la mía para atraerme y besarme, se lo sigo, toca un lugar que me calienta. —No es mentira que siempre tengo ganas—sonríe contra mis labios y deja un beso en ellos. —Cuando me sienta mejor... —Te daré una luna de miel inolvidable—tiro levemente de su labio lo que la hace jadear. Sus latidos se aceleran y la máquina la delata, le doy un beso. Me siento en la cama y apunto las flores. —Son muy bonitas—dice después de que sus latidos se calmen—, gracias. —No me agradezcas... —¿Ya viste a Cameron?—asiento, sonríe-Perdón. —Lo bueno de esto es que no es mujer—sonríe de manera tierna lo que me hace robarle un beso. Esto se salió de mis manos. Me quedo con ella casi todo el día, hasta que la abuela la da de alta en la noche, su madre es la que se encarga de llevarse a Ariel para su casa, por mi parte me voy a dormir a mi hogar. Porque debo trabajar mañana. Me acuesto a dormir pensando en lo que mi vida se ha convertido, hace una semana creí que Ariel no sería indispensable para mí y ahora... Lo es. /// Me era cansado ir a trabajar y no verla en su escritorio, pero aunque no trabaja para mí, la nueva oficina que me asignaron tiene vista a su escritorio y no verla destrozaba. Pero ahora ya estará de vuelta. Después de tres días ya puedo pasar por Ariel para ir a trabajar, así que será el mejor día que he tenido en mucho tiempo, el ramo de rosas que compré ayer todavía tiene su gloria, así que vale más mi detalle. Toca la puerta de su puerta y espero. Gretel abre la puerta y niega con una sonrisa ya que puse primero el ramo y después cara de niño bueno, porque pensé que era Ariel. —Se está cambiando—asiento recobrando la postura. Me deja pasar y su madre manera amable me ofrece un poco de café, estoy por negar cuando Ariel aparece y ella dice que sí. —Dos de azúcar y tres de café—por ser mi secretaria y preparar mi café por tres años no me sorprende que sepa ese dato. Su madre nos da los termos que guardan el contenido caliente en forma líquida. Ariel se despide de su mamá y le muestra las pastillas que debe tomarse en unas horas. Después de una hora manejando llegamos al trabajo, Ariel sale con una sonrisa adornando sus bellos labios, la tomo de la cintura y dejó un beso en su mejilla. Entramos al edificio y reímos como dos niños al compartir un juego entre nosotros, presiono el botón que nos llevará al piso en el que trabajamos. Entramos a las puertas que nos dan el pase, cuando las puertas se cierran no duda en besarme y yo no en contestarle. Extrañaba besarla. Y que ella fuera la que me alborotara. Se separa y sonríe, me guiña un ojo antes de salir del ascensor, hija de perra. Camino detrás de ella y le doy un beso cuando la alcanzo que es en su escritorio. —Que tengas buen día, y te veo en la comida. —¿No comerás con Apolo?—mierda. Que se vaya al diablo. —No, hoy comeré contigo... Que tenemos que fijar fecha para la boda. Asiente, y luego deja un beso en mis labios. Me voy a mi oficina una vez la dejo a ella segura y trabajando. Que Alfred no crea que por no ser su jefe ella le aguantará sus caprichos, ya hablé con mi padre en caso de que Ariel se queje, ella regresara a ser mi secretaria y yo su jefe. Me siento en mi silla cuando Apolo entra con una sonrisa en los labios. —Se veían muy contentos para casarse a la fuerza—sí supiera que ya no es a la fuerza. —No creo que sea a la fuerza—se sienta en una de las sillas que tiene mi oficina y arquea una ceja. —¿En serio?—asiento sin expresión. —Y creo que sí tengo un hijo con ella... No será porque el abuelo lo haya pedido. Silva y ni él se la cree con eso. Pero es la verdad, Apolo sabe cuándo miento y cuando no. Así que es mejor portarme bien y decir la verdad. —Harry... —Seré papá por amor a la madre mi hijo. —¿Estás seguro de eso?—a tan lindo mi hermano. —Completamente. Ariel y yo fijaremos fecha para la boda el día de hoy—estoy contento—. Así que no iré a comer contigo el día de hoy. —Jamás espere verte enamorado de nuevo. Se levanta para encaminarse a la puerta. —¿Siempre fue ella? —Siempre lo fue. Sonríe y sale de la oficina. Siempre fue Ariel. Y siempre lo será. —En... No, mejor el treinta de este mes—niego por como lo dice. Estamos en mi oficina, hace una media hora que todos se fueron a comer y el lugar quedó para nosotros, pero ella está acostada con su cabeza en mis piernas mientras escogemos una fecha adecuada. —Cariño, el quince del próximo mes está bien. Tuerce los labios, robándome una sonrisa. Ve de nuevo las fechas en el calendario, sé que quiere seguir con el plan inicial de tres semanas, pero su salud está en juego así que no me arriesgaré demasiado con la boda. —Podemos el cinco del siguiente—Apolo entra con una bolsa en sus manos. Se queda quitó al ver qué estamos aquí. —Pense que se irían a comer. —Ya comimos—le dice Ariel mostrándole el paquete vacío donde estaba los rollos de camarón. Apolo pone la mesa la bolsa con lo que sea que haya traído, saca un plato con tapa de unisel y me da uno, al igual que a Ariel. —No me voy a comer tres pedazos de tarta yo sólo—abrimos el paquete. En efecto es tarta de moras con queso. —¡Que rico!—giro mi vista a Ariel que ya tiene un pedazo de pastel en la boca. Niego con una sonrisa, es como una niña a la que puedo besar, coger y dormir con ella sin que parezca p*******a. —Estaban eligiendo fecha—nos recuerda, pero la niña que se casará conmigo está muy concentrada en acabarse el trozo de pastel. —El quince de... —El cinco. Niego. —El quince, así tenemos tiempo para que te... —El cinco, el trato eran tres semanas... —¿Por qué no el diez?—veo a mi hermano que se encoje—está entre las dos fechas. No lo había pensado. —Cae en viernes—dice Ariel llamando mi atención. La veo con el teléfono en sus manos y la tarta en sus piernas. —Es buena fecha—digo partiendo un pedazo de mi tarta. La veo dudar. —Bueno, está bien, nos casamos en esa fecha. Diez de Agosto. Sonrió y le dejo un beso en la mejilla. —Ya me voy a trabajar que Alfred me junto mucho trabajo. Me da un beso en los labios y después sale de la oficina, no sin antes despedirse de Apolo. Mi hermano se queda un rato aquí mientras vemos en donde podría ser la boda, la casa de verano de la abuela puede ser un buen lugar, además de que es muy bonito y grande, pero no quiero una boda grande, algo sencillo estaría bien. Ya me escucho como mamá. Aunque bueno, mi boda será la union con la persona que quiero para compartir el resto de mi vida.
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