Capítulo treinta y tres: El defecto y el deseo

2009 Words

El aire olía a cera derretida y a la tensión que aún flotaba tras la cena desastrosa de esa noche. Bernadette estaba de pie en el centro de la habitación. Sus hombros estaban rígidos, y su respiración, aunque silenciosa, era rápida, como la de un pájaro atrapado. No podía hablar, pero sus ojos, grandes y verdes, gritaban lo que su voz no podía: miedo, vergüenza, arrepentimiento. Silas, su esposo, estaba frente a ella, con la mandíbula apretada y los puños cerrados a los costados. Su rostro, normalmente apuesto y sereno, estaba desfigurado por una furia que parecía hervir bajo su piel. La cena con los amigos había sido un desastre. —Las notas… Ni siquiera me dijiste de ellas y de pronto sacaste una y se la diste a Lucien. ¿No se te ocurrió decirme al menos lo que pretendías? ¿Crees que p

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