Silas abrió los ojos cuando apenas clareaba el cielo. Dormía sobre la cama de Bernadette, su habitación fue un desastre inevitable, por lo que eligió dormir allí. Incluso le parecía extraño el lugar, no por los meses fuera, sino el hecho de que tenían habitaciones separadas. Decisión de él. La había alejado de su lado, pese a las grandiosas noches que Bernadette le ofreció y él disfrutó como quien toma algo inevitable e inolvidable. Había dormido profundamente, sin sueños ni sobresaltos, como si el llanto y la furia del día anterior se hubiesen llevado todo de él. Se incorporó con calma. La habitación de su esposa tenía un aire distinto, más liviano, más cuidado. Las cortinas estaban entreabiertas y dejaban entrar una luz suave, azulada. Se frotó el rostro, se alisó el cabello y camin

