Manos a la obra

2529 Words
Un susurro le escocía los oídos con una determinación insufrible. Un ruido ajeno a las ondas sonoras, pero a la vez tan real como el oxígeno.             Era el sillón.             El asiento lo llamaba, le suplicaba que se acomodase; que se postrase como en años anteriores había hecho quien fue su mejor amigo. El lugar donde su vida terminó en un revoltijo de sangre y sesos derramados. ¿Por qué? ¿De que serviría? Realmente de nada, y, sin embargo, del mismo modo en el que se accede al sexo sin protección, sus sentidos eran atraídos por una lógica ilógica. Un sinsentido menester.              Ryan accedió.             Con lentitud se fue sentando; poco a poco. Un escalofrió le recorrió al notar que el respaldar también estaba bañado de sangre. Se acomodó en el centro, sintiéndose asqueado e hipnotizado al mismo tiempo. Ahí había estado él, ahí lo había hecho. El sillón era cómodo, más confortable de lo que parecía a simple vista; se ajustaba a su espalda y le equilibraba el peso. ¿Cómo lo hizo Hernán? ¿Qué fue lo que pensó? Lo qué sintió. Fue acostando la cabeza lentamente hacia atrás recordándose que debía respirar. Cerró los ojos y se imaginó ahí en una noche oscura con una pistola en la mano.             Una droga recorriéndole las venas y armonizándole los sentidos al ritmo de un reloj desaforado, acelerando y desacelerando el pulso en voluntad divina del narcótico. Su mente se aleja, se pierde, la inopia lo besa, pero no por completo, no con pasión, sino con el sabor de la resignación. En su mano está el peso de la pistola, inclemente y presente, anunciante de lo que está por hacer; verdugo de acero.             Piensa, piensa en muchas cosas y a la vez en nada. Piensa en todo lo que ha sido, en lo que es y lo que pudo ser su vida. Piensa en todo lo que puede mientras les huye a sus pensamientos en el silencio de la oscuridad. No solo las esquinas son poseídas por las sombras, toda la habitación lo está, y lo seguiría estando, aunque alguien encendiera las luces; la penumbra ya no es un estado tridimensional sino psicológico, ya no es el resultado de la ausencia de luz solar, sino la ausencia de felicidad en su ser. La ausencia de motivos para esclarecer aquello que es su penosa existencia; la malevolencia de su existir inocuo.             Para eso está la pistola ahí, entre sus dedos; su tacto frio le aconseja terminar con todo rápido y le recuerda que con un disparo bastaría. La vida y la muerte se convierten en un simple movimiento del dedo, una detonación que quizá no escucharía y el adiós benevolente que le esperaba.             El asiento es cómodo, pero las agujas de los recuerdos están clavadas en su piel y por más que el cuero le acaricie, no son bálsamo suficiente. Nada lo es. Solo la pistola. La pistola en sus manos. La pistola que terminará el ahora. En cada segundo parece más pesada, o tal vez los latidos de su corazón que empiezan a acelerarse le están restando fuerzas. Tal vez la sangre que le bombea la cabeza y le está dando migraña son la oposición del cuerpo a su decisión; el último intento desesperado de un c*****r por sobrevivir. Pero no es suficiente, y más les vale a sus músculos que lo entiendan. No es suficiente, pues, aunque los pulmones sigan respirando, en la mente siguen llegando las dentelladas de bestias en forma de recuerdos que, mordisco a mordisco, le han arrebatado la vitalidad. No hay bienestar que pueda dársele a esas heridas sin cicatrices. Pero está pensándolo demasiado y entre más lo piensa más duda, aunque la determinación sigue presente.             Que poético sería terminar una vida de cobardías con un acto de valentía. Sí, Dios, que poético, que irónico, que hermoso. El final perfecto para un hombre imperfecto. Casi ni lo merece. Morir con los pantalones abajo, sentado en el excusado, sería más digno de él. Debería pararse usando solo los calzones, sentarse en el retrete, y volarse la cabeza ahí. Pero por favor, que no lo hiciera; que le otorgaran al menos un momento de dignidad antes de pasar al más allá. Un solo segundo de auto respeto, el único en toda su vida, era lo que pedía. Y lo obtendría, júrenlo por Dios que lo obtendría.             Así que, decidido a no auto flagelarse por última vez, sino a concederse su ansiado deseo, levanta la mano cansada con el arma cargada, se apunta a la cabeza, cierra los ojos mientras el gatillo en su dedo le da casi tanto miedo como el acero que siente a su lado. Solo un acto de valentía.             O tal vez…             Tal vez no estaba solo en esa habitación aquella noche, ni la oscuridad era tan ominosa. Tal vez estuvo sentado temblando de miedo llorando a moco suelto mientras los hipidos del terror le impedían comunicarse debidamente. Con manos temblorosas se aferraba al sofá y con su lengua anudada suplicaba piedad para una segunda persona ante él. No tenía la pistola en la mano, pero la otra persona sí. Y le apuntaba. Le apuntaba en la cabeza mientras él pedía una y otra vez que no lo matara. Se abrazaba a la vida a pesar de haberla despreciado, porque por más odio que le tengamos, al final la añoramos cuando se nos acerca la muerte.             Siente que su tiempo no ha terminado aún, que todavía puede hacer más, que debe remediarse. Le teme a la muerte, le teme al abismo que le presagia y todo lo que pueda significar. El pecado del incesto lo condena a uno de los círculos descrito por Dante y, aunque no recuerda a cuál exactamente, sabe que el dolor y el tormento serán insoportables. Tiene miedo, mucho miedo.             Suplica, llora, ruega, pero esa persona sigue ahí apuntándole y en cualquier segundo un fogonazo podría ser lo último que viera. No se daría cuenta de que está muerto cuando ya lo estuviera. Piensa en su hermanita que tanto ama, esa que siempre le sonrió desde niños. Piensa en su hermanito Rick, quiere verlo crecer, ayudarlo; evitar que se convirtiera en alguien como él; es un niño pequeño y muy callado, pero de una grandeza interior que se perdería si no lo guiaban. Piensa en su madre que siempre lo despreció, en su padre que nunca lo defendió, ¿lloraría alguno de los dos su muerte? No quería averiguarlo. Quería vivir para verlos de nuevo, abrazarlos, decirle que los ama e intentar enorgullecerlos; creer en el poder del cambio. Pero su destino no depende de él, sino de un tercero. Un tercero amenazante, un espectro de la parca.             Por favor, no; por favor, no. Le ofrece dinero, le ofrece ayuda y todo lo que quiera. Está dispuesto a humillarse, ha sido humillado toda su vida y no le importaría serlo de nuevo si eso lo salvaba. Tan solo quería una oportunidad. El espectro le ordena voltear la cabeza. Él llora. El espectro grita, le obliga a obedecer; en eso se define lo que siempre ha hecho: obedecer. Gira la cabeza a la izquierda, ya no puede verlo, pero sabe que está ahí con el arma levantada. Gimotea y solloza; no está seguro de sí debería rezar, pero lo hace. Cierra los ojos envueltos en el pánico, el terror. Su corazón le golpea fuertemente el pecho, todos sus sentidos están alerta y tiembla espantosamente. Y está rezando. Rezando una y otra vez en un patético lamento. Reza para que esa persona se vaya, para que le perdone la vida, para poder ver salir el sol al día siguiente. Y en ese instante escucha el disparo.             Y así, de alguna de las dos formas, termina la historia de Hernán Savelli. s******o o asesinato. Víctima o verdugo. El resultado no cambia, solo el procedimiento.             Muerto.             Ryan sudaba y sin darse cuenta había soltado algunas lágrimas mientras su imaginación lo llevaba a las dos posibles conclusiones en la vida de su mejor amigo. Las dos posibles respuestas a esa pregunta interminable. ¿Opción A u opción B? ¿s******o o asesinato? Morir pidiendo ayuda o morir pidiendo paz son dos finales muy distintos para una misma historia. Muchas veces el trasfondo lo es todo, como si realmente la acción principal no fuera más que el medio. El cuerpo humano recibe los golpes como si fuera un muñeco, en realidad lo que causa dolor son los nervios que advierten la diferencia; ese es el trasfondo en la biología natural. El detrás de cámaras. Los bloopers del mundo real. Damas y caballeros, ¿Cómo prefieren morir, suplicándose a sí mismos o a otro? Podría no importar, pero importa. Importa mucho. j***r, importa demasiado. Si fue un s******o, el peso de la culpa se repartiría a partes iguales entre muchos individuos, siendo él uno de ellos. Si fue un asesinato… Bueno, las cosas cambiaban. La injusticia le quitaba el puesto a la culpa, aunque no por eso embellecía el escenario, pues el culpable seguiría allá fuera, respirando, comiendo, bebiendo, mientras Hernán se descomponía en un ataúd. El culpable, el asesino, volvería a reír, a gritar, a follar, mientras su mejor amigo se divertía con los gusanos.               Si había un culpable, era menester encontrarlo.             Lo iba a encontrar, aunque solo fuera para preguntarle: ¿Por qué?             Ryan se puso de pie con mucha más rapidez que como se sentó. Estaba rígido, pero más decidido, más fuerte. Lo encontraría.             Samuel regresó cargando un escritorio que colocó entre ambos. El escritorio, por encima, en toda la orilla, estaba rodeado por una cinta policial, de esas que se usan para demarcar la escena de un crimen.             ⸻¿Y eso qué? Espero que no me digas que también mataron a Bob Esponja sobre un escritorio.             ⸻Ojalá, nunca me gustó ese mariconson amarillo. Pero no. Dejé esté escritorio atrás porque estoy seguro de que aquí antes había algo.             ⸻¿Algo?             ⸻Sí. Cuando llegamos a la escena del crimen, el escritorio estaba a un lado de la entrada, desnivelado. Fíjate en una de las patas             Ryan se agachó para obsérvalas; en una de las patas traseras estaba pegado un trozo de madera para solventar la ligera torcedura que tenía, probablemente producto de algún golpe o accidente.             ⸻Este escritorio va en su cuarto, lo sé; ahí es donde estaba ese trocito de madera que usaba para acomodarlo. Pero lo encontramos aquí, afuera, a un lado de la entrada. Y no solo eso, gran parte de él estaba lleno de polvo. Hernán no había hecho venir a la señora de limpieza en días y no lo hacia él mismo, así que la suciedad empezaba a acumularse. En este escritorio también, menos de este lado, en la izquierda; casi un cuadrado perfecto carente de suciedad. Ahí tenía que haber algo pequeño. Un libro, una carpeta, una pequeña cajita. Lo que sea, pero había algo. Algo que estaba cuando Hernán vivía y desapareció cuando murió.             Ryan se puso de pie y vio muy seriamente a Samuel.             ⸻Por esto quise que vinieras, ¿aún crees que estoy imaginando cosas? ⸻Dijo Samuel sonriendo             ⸻No. ⸻Yo soy el que está imaginando cosas.             ⸻Bien, entonces vámonos. No es bueno que nos quedemos aquí mucho rato. Se supone que no puedo seguir investigando.             Dejaron el escritorio y salieron el apartamento. Los vallenatos habían cambiado por la canción de Rock: I Stand  Alone.   Now i've told you this once before you can't control me if you try to take me down you're gonna break now i feel your every nothing that you're doing for me i'm picking you out of me you run away               ⸻Al menos no se puede negar que son multiculturales ⸻bromeó Samuel.             Mientras Mcfly cerraba la puerta, Ryan hizo una lista mental: Primero: Hernán muestra conflictos con su familia, discute con ellos más de lo normal. Segundo: reuniones excesivas con Richard, su amigo fiscal, además de varias visitas extrañas como si estuviera recolectando información legal sobre algo. Tercero: Savellis caminando detrás de los pasos de Hernán; Javiera discutiendo con Richard. Cuarto: s******o inesperado de Hernán en circunstancias extrañas; muchas pistas apuntan a un escenario diferente al que se descubrió; hay sangre donde no debería, un cristal que está entero cuando tendría que estar roto, y un objeto desaparecido de un escritorio. Quinto: entierro apresurado, pasado por debajo de la mesa, sin permitir intervención oficial ni una autopsia decente, a pesar de una increíble supuesta muestra de droga en los organismos. Sexto: un departamento de policía que se niega a hablar del tema.             Sí, tal vez Samuel no esté imaginando cosas.                           Todos y cada uno de estos hechos tenían una explicación, todos podrían estar nada vinculados con el s******o de Hernán; jamás se puede negar del poder de la casualidad. Pero también podrían ser los responsables de todo. Así inicia el juego. Saber o no saber. Descubrir que es importante y que no.             Asesinato o s******o.             ⸻¿Qué es lo que sigue? ⸻preguntó Ryan a Samuel cuando hubo terminado.             ⸻La investigación, campeón. Ahora es cuando comienzas a jugar a los detectives.             ⸻Jamás he jugado a eso.             ⸻Pues ponte a ver películas y todo para que aprendas algo. Así aprendí yo.             ⸻No lo dudo. ⸻asesinato o suicido, Ryan⸻ ¿Los vecinos fueron interrogados?             ⸻Sí, aunque no con mucho detalle. Ese no sería un mal punto para comenzar. Tampoco hay donde buscar, Hernán solo tenía dos vecinos. El apartamento de al lado, donde escuchamos la música, y el de abajo, donde creo que vive una chica.             ⸻Tú tienes entrenamiento, interrógalos.             ⸻No, no, no, mi querido Sherlock. Este caso ya está cerrado y si saben que estoy investigándolo me echaran de patitas en la calle y seguramente seré el siguiente en suicidarme ⸻Mcfly soltó una carcajada disfrutando de su chiste⸻. Tendrás que ser tú.             ⸻¿Por qué será que no me sorprende?             ⸻Está será la aventura de tu vida, hermano; y probablemente lo más difícil que has hecho en tu asquerosa existencia.             ⸻Parece un misterio sencillo.             ⸻Ese es precisamente el problema. Cuanto más complicado es un caso, más posible es de resolverlo, porque su complejidad aumenta el factor de riesgo y es más probable que se hayan dejado cabos sueltos o pistas abandonadas por error. En cambio, cuando un caso es extremadamente sencillo, no hay mucho donde buscar; no hay pruebas que se puedan encontrar. Si alguien entró, disparó y salió sin decir nada y sin ser visto por nadie, estamos jodidos. Necesitamos encontrar algo de donde sostenernos o todo esto se derrumbará.             ⸻Ya sabemos que lo mataron.             ⸻Lo más fácil de un asesinato es saber cómo se cometió. Lo malditamente difícil es saber quién y por qué.             ⸻Y en realidad ni siquiera podemos estar seguros de que hubo asesinato.             Samuel lo rodeó por el hombro con un brazo, riéndose, y ambos caminaron hacia el ascensor.             ⸻¿Listo para un reto? ⸻esperaron el ascensor⸻. El verdadero problema son los Savelli, encontrar algo de ellos en el sistema será difícil. Necesitamos verlos de cerca, investigarlos en sus narices. Esa casa debe contener muchos secretos, que te lo digo yo. Siempre están ahí metidos haciendo quien sabe qué.             ⸻De hecho…
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