Preparativos

4071 Words
¡Lobo! Gritó una voz dentro de su mente. ¡Lobo! ¡Lobo! ¡Ahí viene el lobo! Renace aquella historia infantil que escuchó tantas veces en sus años de niñerías. Un jovencito malicioso que le mentía al pueblo diciéndole que el lobo se acercaba. Finalmente, cuando el animal llegó, nadie le creyó y le pobre muchacho fue zampado por la bestia. La moraleja básica sobre las consecuencias de mentir se entiende fácilmente. No se le debe mentir a los demás. Y, sobre todo: no te debes mentir a ti mismo. Ryan sentía que llevaba días haciéndolo. Intercambiando el libreto entre el pueblo y el chico farsante. Muchas veces se advirtió a si mismo que el lobo llegaría, pero al ver que no sucedía, creyó que se mentía. Paranoias y falsedades nada más. Pero ahora la historia había cambiado y sobre la tierra se ven las huellas un animal grande y hambriento que se aproxima. Ahora alguien está gritando con más vehemencia: “¡Lobo! ¡Lobo!” pero ya es demasiado tarde. Ya no servirá de nada. Ya no es mentira. El lobo ha llegado.             Tenía que defenderse.             En sus años de escuela, una profesora tenía un dicho que siempre aplicaba al advertirles a los estudiantes sobre el cumplimiento de las tareas. Ella decía: “Guerra avisada no mata soldado, y si lo mata es por descuidado”. En palabras más simples: si ya sabes lo que viene, debes prepararte; si no lo haces, será exclusivamente tu culpa. Si se estaba convirtiendo en el soldado ante la guerra avisada, no quería ser quien muriera por descuidado.             Sus ínfulas de darse animo a si mismo subían y bajaban como un ritmo cardiaco. El plan A se había evaporado en una tarde, con una conversación, por una simple mujer. Del plan B nunca se habló, y ni decir del Plan C. No había más estratagemas que ese único sendero ahora tapado por un derrumbamiento del túnel.  Estaba desvariado en un plan sin letra.             Seguiría adelante, aunque se sintiera el siguiente protagonista de Crónicas de una muerte anunciada.             Ryan, apenas vio a Raquel Savelli marcharse, corrió a su automóvil. Entró como alma que lo lleva el diablo y quedó unos minutos sentado dentro. Sujetó con ambas manos el volante. Tenía las manos sudadas. El corazón acelerado le gritaba órdenes como general ante su pelotón; lamentablemente él estaba muy lejos de su corazón en ese momento y no lo pudo escuchar. En cambio, sí que oía claramente a la ira, a la impotencia. A ellos sí les prestaba atención. Le hablaban con toda claridad y fueron trepando por su piel hasta alojarse en sus hombros. Una pierna le temblaba por la impaciencia. Entre tantas emociones, reconocía que alguna debía de ser miedo, pero él no estaba muy seguro de cual y en que parte de la pirámide de sentimientos se posicionaba. Su orgullo yacía tirado en el suelo, muy por debajo del pavimento; golpeado y maltratado, como a un pañuelo mugriento. Había cambiado mucho y a la vez nada. No era que no se esperara que sucediera algo así, pero no es lo mismo esperar lo peor, a que suceda lo peor.             Se soltó del volante, accionó el motor, se puso en reversa, aceleró, salió del estacionamiento y se lanzó a la carretera.             Durante cinco segundos lo hizo sin destino, hasta que se le aclaró la mente en un relampagueo de cordura.             Se dijo que debía calmarse antes de llegar. Luego decidió mandarlo todo al diablo y mostrarse tal como estaba: iracundo y preocupado.             El viaje fue un parpadeo que más tarde no recordaría. Por ahora su mente estaba concentrada en la estación de policía a la que recién había llegado y en donde dejó el auto. Se apeó y con grandes zancadas atravesó sus puertas.             Esta vez no preguntó dirección, no miró a nadie, no le dijo nada a nadie. Probablemente se le notara un aire diferente porque nadie lo miró por más de dos segundos cuando entró. Es curioso que cuando entras a un sitio con deferencia, las miradas se detienen en ti con intención de juzgarte, pero cuando es el demonio quien se posa en tu semblante, todos prefieren ignorarte por temor a que les toque los cuernos.             Ryan cruzó el vestíbulo, pasó los escritorios y se acercó a la oficina de aquel fiscal. Mientras caminaba, su mirada se topó con la de Samuel. Estaba sentado en su puesto leyendo una revista hasta que lo vio sin disimular su sorpresa. Se puso de pie de un salto. Ryan le hizo señas con la mano para que lo siguiera.             Al llegar a la puerta de la oficina la tocó. La tocó dos veces. La iba a tocar una tercera cuando se hartó de esperar un buen trato de alguien más, por lo que tomó el pomo, la abrió y entró.             Richard Duque lo miró con la misma estupefacción que Samuel Mcfly, aunque con mucha más indignación.             Su oficina era más pequeña de lo que parecía por fuera. Oscura como el humor de su propietario. De las paredes colgaban diplomas, fotos familiares; la mayoría eran de Richard con una mujer octogenaria que lucía demacrada, con una sonrisa forzada ante la cámara. El abogado tampoco se veía feliz en las imágenes. El resto de las paredes estaban ocupadas con una biblioteca con muchos volúmenes de libros sobre derechos y un gran archivador a un lado del escritorio desde donde Richard lo observaba. Ante él, dos confortables sillas esperando invitados. Ryan las vio y decidió quedarse de pie. Llevaba demasiado tiempo sentado.             ⸻¿Qué haces tú aquí?             ⸻Espera a que estemos todos.             ⸻¿Qué?             Ryan se apartó de la puerta justo a tiempo para que entrara Mcfly con cara de perdido.             ⸻Cierra la puerta tras de ti.             ⸻¿Qué sucede, Ryan?             ⸻Ciérrala.             ⸻¿Qué quieren ustedes dos en mi oficina?             Con la puerta cerrada, algo en los pulmones de Ryan se disolvió. Una pesada roca que llevaba cargando desde el parque y que le venía cortando la respiración. Por primera vez en el día se sentía seguro, con cierta confidencialidad. Algo muy irónico tomando en cuenta el lugar donde se hallaba.             ⸻Estás pálido. ⸻como siempre, Mcfly lograba imprimirles a sus palabras un tono de burla; bastante apoyado por su sonrisa infantil.             Richard se puso de pie.             ⸻Tengo muchos presentimientos de no querer saber por qué están ustedes dos aquí.             ⸻Yo ni siquiera sé. Ryan entró, me vio, me hizo señas y se metió aquí. Caminó como si alguien le estuviese apretujando los testículos. Creo que hasta te llevaste a un par de personas por el medio.             ⸻No me importa lo que suceda. Lárguense de aquí.             ⸻¿Viste al fantasma de Hernán? A lo mejor el buen Mayz tuvo su primera experiencia s****l y aun no puede creerlo. ¿Por fin le diste utilidad al pirucho, campeón?             ‒Cállate, Mcfly.             Tal vez algo que le hizo a Ryan finalmente hablar, fue notar cierta preocupación hacia él en los gestos de Richard Duque. Después de tanta indiferencia, es posible que algo se escondiese tras ese hombre. Una especie de bondad menos preciosa por su ejecutor. En ese momento tomó conciencia de estar ante uno de los mejore amigos de Hernán, y si se había ganado tal título, sería por algo.             Con apenas aliento, susurró.             ⸻Acabo de vérmelas con Raquel Savelli.             Los tres guardaron silencio.             Algo en ese nombre impone y obliga a quien lo escucha a sobrecogerse. Es una connotación de todo lo que es capaz de hacer; de hasta donde se puede llegar. Una señal de peligro que se encuentra muy escondida y solo se ve lo suficiente para avisarte del barranco que se aproxima.             ⸻¿Qué sucedió? ¿Le dijiste algo? ⸻preguntó Samuel             ⸻No, no hacía falta.             ⸻¿Cómo qué no?             ⸻Ella ya lo sabía, ¿verdad? ⸻intervino el abogado. Se había cruzado de brazos y apretaba la mandíbula. Ryan asintió con la cabeza⸻. A un Savelli no se le escapa nada de lo que sucede en esta ciudad. Nada. Sea lo que sea que han estado haciendo ustedes dos, ella lo sabe.             ⸻Pero eso es imposible ⸻respondió el oficial.             ⸻Tal vez para ti, Mcfly, que de broma sabes dónde estás parado. Pero esa mujer es una antena recibiendo transmisiones constantemente.             ⸻No hemos hecho gran cosa. ⸻Ryan quería converse a sí mismo de ello⸻. Solo unas cuantas preguntas a los vecinos de Hernán.             Mejor era evitar hablar del allanamiento.             ⸻No importa si es mucho o si es poco, si ella entendió la intención, y no le agrada, intervendrá.             ⸻Pero no entiendo, ¿qué fue lo que te dijo, Ryan? ‒preguntó Mcfly.             ⸻Me amenazó.             Los tres guardaron silencio. Ryan les contó la conversación de principio a fin, incluyendo los sucesos ocurridos en el centro comercial. El extraño que estuvo hablando con Rick y la repentina cita que Raquel Savelli ordenó.  Al finalizar su relato, Richard lo observaba sentado, ensimismado por completo. Samuel, en cambio, caminaba en círculos por la habitación; soltaba palabrotas cada dos por tres y maldecía al apellido de aquella mujer.             Richard fue el primero en hablar.             ‒Les dije que se alejaran de ella.             ‒Lo sé.             ‒Y de toda su familia.             ‒ ¿Lo volverás a repetir?             ‒Te dije, Mayz, que inmiscuirte en los asuntos de esa familia es metete en la boca de un lobo que no teme morderte.             ⸻Tenía que hacerlo ⸻defendió Ryan.             ⸻No, no tenías, sólo te dio la gana. Solo quisiste hacerlo, sabrá Dios por qué.             ⸻Lo hice por Hernán             ⸻Hernán está muerto, ya nada se puede hacer por él.             ⸻¿Cómo puedes decirlo, así como así?             ⸻¡Es la verdad, Mayz!             ⸻La verdad es precisamente lo que creo que se nos escapa”.             ‒ ¡La verdad es que Hernán está muerto, que no volverá y que no podemos cambiar eso! La gente muere. Se marcha. Se les acaban los minutos de vida. La gente muere y no podemos hacer nada por remediarlo; solo se desvanecen de la existencia y quedamos nosotros con los recuerdos como si de pruebas de su paso por aquí se tratasen. Pero se van, y no importa lo que hagamos nosotros, porque no volverán. Nada de lo que podamos hacer les afecta. Ellos no volverán.             ⸻Richard, ¿por qué hablas en plural? Hablas de “ellos”.             ⸻¡CALLENSE!             Ryan y Richard se giraron sobresaltados.             Samuel estaba extasiado. Había acelerado sus pasos y juntaba los dedos, los separaba y los volvía a juntar con mucha velocidad. Sus ojos irradiaban locura. Ryan y Richard se le quedaron viendo. Samuel susurraba, daba gritos de niño y seguía caminando, imprimiendo en cada paso un pequeño salto como si estuviera jugando.             ⸻¿Es que no se dan cuenta? ¡Idiotas!             ⸻¿Darnos cuentas de qué?             ⸻¡Tenía razón! ¡Yo tenía razón! Esa familia oculta algo.             ⸻Tal vez solo estaba molesta por el espionaje             ⸻No, no, no, ocultan algo; si no, no se molestaría en amenazar de ese modo a Ryan. Cuando una hormiga pasa por debajo del zapato, ¿la pisas? No, sigues caminando. Pero si esa hormiga sube por tu pierna y se te mete en el culo, ya es hora de intervenir. Algo así estamos haciendo ⸻abrazó a Ryan con euforia. Este estaba convencido de que por fin se había vuelto loco⸻. Lo estamos logrando, ¿no lo ves? Estamos cerca del culo de esa mujer, cerca de entrar y por eso trata de expulsarnos con su gran pedorreta mediática.             ⸻¿Podrías dejar ya la metáfora? ⸻Richard se veía impaciente, incluso nervioso.             Ryan meditaba las palabras de Samuel. El bastardo tenía razón.             ⸻¡Olvida la metáfora! Al diablo la metáfora. Lo importantes es lo que significa esa amenaza. Imbéciles, ahora es cuando se debe atacar.             ⸻No estoy muy seguro de eso, Mcfly ⸻intervino el arquitecto, sin embargo sus palabras habían calado muy en su interior. Sabía desde el comienzo que jugar al detective le traería consecuencias, y ahora que estaban ante él, le nublaron el camino. Pero eso solo significa que estaba siguiendo el camino correcto. Alguna verdad sobre la muerte de Hernán se escondía tras la neblina.             ⸻Porque eres un cobarde. Yo, en cambio, lo veo muy claro. La asustamos, asustamos a la mandamás de los Savelli. Dios, qué hermoso. ¿Acaso no es precioso enfrentarse a alguien más grande? Es como cuando de adolescentes nos metíamos con la autoridad.             ⸻¡Eres un policía! ¡Eres la autoridad! ‒exclamó Richard.             Mcfly le respondió con un resoplido. Estaba que echaba chispas.             ⸻Estamos cerca, muy cerca             ⸻¿Cerca de qué?             ⸻¿Yo que sé? Pero de algo será. Ryan, tú me apoyas, lo sé.             ⸻Ryan no es tan imbécil para hacerlo.             El imbécil se les quedó viendo a ambos.             Ambos eran dos polos opuestos, el negativo y el positivo de la ecuación. La racionalidad y la locura encarnadas en distintos entes. Las energías de ambos chocaban entre sí como dos toros furiosos embistiéndose. Y en el centro estaba Ryan, preguntándose cual bando debía apoyar. Su lado cuerdo, acobardado, le hablaba de una odisea innecesaria que solo le traería infortunios; llevándole a la miseria que se le prometía. Su lado temerario le gritaba que corriera hacia el templo, hacia la cueva, donde se escondían los misterios que tanto quería resolver. En esta dicotomía podría morir cualquier hombre, pues equilibrar los dos aspectos de la luna interior del ser humano, es como tratar de doblar el cristal.             En las cavernas de su nostalgia emergió taciturno Hernán, sentado en un sofá con la sangre brotándole. Un Hernán que no volvería a respirar, un Hernán que no volvería a ver. Los muertos se marchan para no volver; absoluta verdad. Pero son los vivos quienes mantienen en pie su legado. Un s******o era una deshonra para aquel que fue su amigo. Se le conocería como el débil Hernán por las generaciones siguientes en un árbol genealógico que conlleva a la desgracia. Ryan recordó las fotos quemadas, recordó las palabras despectivas de Raquel y supo que él no tomaría una decisión. La tomaría su rabia.             ⸻Yo estoy con Samuel             ⸻No puede ser.             ⸻¡Tenemos un ganador!             ‒Márchense los dos ahora mismo. Lo que sea que hagan, es problema de ustedes. ⸻exclamó molesto Richard             ⸻¡Nos iremos con gusto, camarada! ⸻respondió Samuel.             ⸻No ‒dijo Ryan             ⸻¿No?             ⸻¿No?             ⸻No. Richard, necesitamos de ti.             ⸻Yo no pienso seguir sus estupideces.             ⸻Entonces no llegaremos a ningún lado ⸻Ryan lo tenía claro⸻. Sabemos que antes de morir, Hernán se estuvo reuniendo mucho contigo. Sabemos que estaban armando algo, pero no sabemos qué. Y es posible que eso fuera lo que provocó su muerte.             ⸻Solo nos reuníamos para hablar.             ⸻Hernán no era alguien de muchas palabras. Si querían decirse algo, estoy seguro que bastaría unos minutos. Pero aquí se estaba cociendo un detalle que se nos escapa y necesitamos que nos lo aclares, Richard. Necesitamos saber lo que sucedía.             ⸻No sucedía nada.             ⸻Richard, solo tienes que decirlo.             ⸻¿Crees que sucedía una conspiración o algo así?             ⸻No, creo que Hernán te pidió ayuda para algo.             ⸻Pues te equivocas.             Los dos antiguos mejores amigos de Hernán se miraron. Los dos antiguos mejores amigos de Hernán sabían que Richard mentía.             ⸻Yo sé que querías a Hernán, ¿verdad? ⸻Richard no respondió⸻.Y tienes razón, nada de lo que hagamos nos lo devolverá, pero, eres fiscal, eres un defensor de la ley. Las leyes fueron creadas para impartir justicia, así de simple. Para darnos una oportunidad o un castigo a todos. Si Hernán acudió a ti, es porque estaba buscando justicia para algo, o para alguien. Es porque necesitaba de un amigo. Es probable que eso haya provocado su asesinato. Está bien, puede que no, puede que me equivoque, pero si tengo razón, si existe la mínima posibilidad de que yo tenga razón; entonces quien sea que haya provocado esto, no ha recibido su castigo mientras nosotros perdimos a nuestro amigo.             ⸻No hice nada para ponerlo en peligro.             ⸻De eso estoy seguro, pero tal vez Hernán se puso en peligro por sí solo.             ⸻Ryan, entiende que él amaba a su familia. Vernos conspirando contra ella, sería lo peor que podría haberse encontrado.             ⸻Puede que se haya cansado de ellos ⸻intervino Samuel. Estaba de espaldas a la puerta, con aire relajado             ⸻Imposible ⸻sentenció Richard, apostado aún en su escritorio⸻. Los amaba a pesar de todo.             Ryan sabía que era cierto.             ⸻Tú sabes, Ryan, que por más problemas que tuviera Hernán, no me pediría ayuda ni a mí ni a nadie. Hernán no se creía merecedor de ayuda alguna.             Otra verdad. El chico que conocía se ahogaría en el mar solo por la timidez o el miedo de pedirle ayuda a un barco que estuviera pasando. Eso no encajaba. Pero Ryan ya estaba acostumbrado a que nada encajara. Hernán…Jamás creyó que sería alguien de muchos secretos.             ⸻Es verdad, él no pediría ayuda para sí… pero sí la pediría para alguien más.             Mcfly enarcó las cejas. Richard se echó hacia atrás en su escritorio.             ⸻Claro, eso posee sentido. Claro. Hernán no te pidió que lo ayudaras. Te pidió que ayudaras a alguien más. Que le ayudaras a ayudar a otra persona.             ⸻¿Qué? ⸻Samuel se rascaba la cabeza, atento.             ⸻Él quería que lo ayudaras a proteger a alguien, a salvar a alguien, a auxiliar a alguien. Una persona por la que estaba dispuesto a enfrentar a su familia. ¿Y por quién enfrentaría Hernán a su familia? Pues por otro Savelli. Obviamente no fueron Raquel ni Gabriel. Pudieron ser Javiera o Rick; pero Javiera también discutió contigo, ¿no es así, Richard? Ella y tú pelearon en esta oficina, así que no pudo ser ella. Solo queda Rick, su hermanito, el único por el que Hernán se arriesgaría tanto.             Richard lo miraba mudo, impasible. Samuel le sonreía burlón. Ryan se sentía inspirado; era el respiro de haber despejado parte de las tinieblas. No necesitaba que Richard lo confirmara, estaba seguro de que tenía la razón. Poco a poco le estaba hallando el sentido.             ⸻Richard, si no puedes ayudar a Hernán, al menos podrías ayudar al pequeño Rick, de lo que sea que lo estuviera protegiendo.             ⸻Lo protegía de sus padres.             Richard finalmente se había puesto de pie. Tenía los brazos cruzados detrás de la espalda y caminó hasta ponerse en el centro de la oficina. Intercambiaba la mirada entre Ryan y Samuel, tomándose su tiempo para hablar.             ⸻Lo que acabas de decir es verdad. Hernán quería alejar a su hermano de la familia. Planeaba enviarlo a un internado lejos. Creía que eso era lo mejor para él porque así lo alejaría de los abusos de sus padres. Ya ustedes vieron como es el niño; es muy parecido a lo que fue Hernán de pequeño: callado, distante; podría llegar a ser depresivo en un futuro. Eso era lo que temía, y decidió hacer algo al respecto. El problema es que no era tan fácil. Los padres tienen la custodia y sería difícil quitárselas. No importa a cuantas organizaciones de protección infantil fuera, los Savelli con sus garras podían detenerlo. Él solo era una mosca fastidiando para ellos. Al menos al comienzo.             ⸻¿A qué te refieres?             ⸻Hernán descubrió algo. No sé qué. Descubrió algo de los Savelli que le ayudaría a hacer que perderían la custodia de Rick.             ⸻¿Qué cosa?             ⸻No me lo dijo. Al principio quería que lo ayudara en todo. Yo me encargué de hablar con los entes de ayuda a los menores, de buscar los papeles. Ya saben, todo lo burocrático. Pero luego llegamos a la traba de necesitar algo que pudiera perjudicarles lo suficiente como para perder la protección. Estuvimos varias semanas bloqueados. Un día Hernán entro aquí; pálido y ojeroso. No quería hablar, apenas respiraba y no se mantenía en pie. Las manos le temblaban. Solo logró pronunciar “termina de preparar los papeles”. Le pregunté qué sucedía, pero no respondió. Le dije que seguíamos necesitando algo y me dijo que no me preocupara por ello. Después de eso se marchó. Los siguientes días estuvo casi desaparecido. No podía contactar con él o hablábamos muy poco y él siempre sonaba agitado. Estuvo así un tiempo. Luego murió.             Todos guardaron silencio.                  Algo de asco por aquel abogado nació en las entrañas de Ryan.             ⸻¿Supiste eso todo este tiempo y no lo dijiste?             Richard desvió la mirada.             Samuel juntó las palmas.                    ⸻De este modo queda más que obvio que fue asesinato.             ⸻No precisamente. Después de todo esto, pensé que lo que sea que había averiguado, lo perturbó tanto que le provocó el s******o. Yo sé que ustedes van detrás de un asesinato, pero no pueden negar que esa es una posibilidad.             Tic, tac, tic, tac. Los minutos parecían horas en el interior de la oficina. El ambiente, sumamente cargado, les pesaba a todos sobre sus hombros. Ryan quería irse, pero a la vez sentía por primera vez que estaba donde tenía que estar.             ⸻¿Ahora nos ayudarás? ⸻en ese momento, era la única pregunta que le importaba.             Richard le dirigió la mirada. Ryan vio unos penetrantes ojos café. Unas barreras escondiendo pensamientos. Algo detrás de aquellos cristales.             ⸻No puedes negar que hay algo sospechoso aquí, Richard.             El fiscal no dijo nada,             ⸻Y algo más…             Antes de continuar, Ryan intercambió un mirada con Samuel, quién había intuido lo que estaba por hacer.             Tras un suspiro de duda, le contó al fiscal de su allanamiento.             Esperaba que Richard se alterara, que diera muestras de indignación al menos, pero el fiscal escuchó todo con un semblante impasible frío, con aquellos ojos inexpresivos. Por momentos incluso parecía que no le estuviese prestando atención y se encontrará navegando entre sus pensamientos.             ⸻Lo que encontré en la casa, la actitud de los Savelli. Todo es extraño. No puedes negarlo. Debes decidirlo de una vez. ¿No ayudarás?             ⸻Solo tenemos algo claro: esa familia esconde algo y Hernán logró descubrirlo. Si hacemos lo mismo, podremos resolverlo.             ⸻O terminar como él ⸻susurró Samuel, aunque luego sonrió⸻. Lo primero que necesitamos son esos archivos que le estabas preparando. Me parece un buen punto de inicio. Si retomamos ahí donde él lo dejó, y seguimos sus pasos, llegaremos al mismo sitio. Y no, no me refiero al ataúd ⸻al decir esto soltó una carcajada.             ⸻Tardaré unos días en conseguirlos. Al parecer estaban guardados en el apartamento de Hernán y Raquel logró que se archivaran junto con los datos personales de la familia. Esos están muy resguardados, no será fácil acceder. Necesitaré de al menos tres días.             Samuel abrió la boca de golpe, a punto decir algo. Por alguna razón se detuvo, esbozó una sonrisa y comentó.             ⸻Bueno, por mí no hay apuro ⸻afirmó el policía con un bostezo. Richard se giró hacía él y por unos instantes, policía y fiscal intercambiaron miradas, el primero con una expresión burlona y el segundo con seriedad.                     Ryan tuvo la clara impresión de que se le escapaba un detalle.             ⸻¿Yo qué voy a hacer? ⸻preguntó Ryan.             ⸻Esperar ‒le respondió Richard             ⸻¿Esperar?             ⸻Sí, esperar.             ⸻Con Raquel Savelli tan cerca de ti, no es bueno que andes moviéndote mucho estos días. Tú quédate esperando, tranquilito, y Samuel y yo nos encargaremos de conseguir los papeles.             ⸻¿Yo?             ⸻Sí, necesitaré de influencia policial.             ⸻A la orden, mi capitán.             ⸻Debe haber algo que pueda hacer para ayudarlos ⸻preguntó Ryan.             ⸻Pues a mí no se me ocurre nada ⸻Samuel le despedía con la mano ⸻Será mejor que te vayas.             ⸻¿Adonde?             ⸻Pues al hotel. Quédate ahí. Da un par de vueltas. Consigue una mujer. No sé, Ryan, has algo mientras los adultos trabajamos.               ⸻De hecho no es buena idea que permanezcas aquí por mucho tiempo. Deberías marcharte.             Ryan no se esperaba una despedida tan abrupta. Ahora que por fin había logrado algo, lo dejaban por fuera como un niño que hubiese cumplido su tarea. Él era quien estaba amenazado, quien se estuvo arriesgando. Merecía ser parte de lo que sucedería a continuación. Sin embargo, un pensamiento infantil como ese lo pondría en peligro a él y a los demás, pues en honor a la verdad; no aportaría gran cosa. En lo que traían entre manos, estaban implicados un policía, un fiscal y un simple arquitecto. Era fácil ver quien sobraba. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD