Una traicion inocente. 1

3980 Words
La música proveniente de los parlantes llenaba todo el pequeño espacio donde viajaba, hace seis meses atrás había cambiado su Lamborghini por un Toyota de cuatro puertas en color rojo y todo porque tenía el espacio necesario para acomodar el asiento para su bebé de forma correcta, sus manos golpearon el volante mientras iba tarareando la canción que se reproducía en los parlantes, Atenas era amante de rock pesado, aunque en su lista había canciones de todos los géneros imaginables. Se detuvo cuando el semáforo cambió a rojo y se quedó observando cómo la gente cruzaba por el paso de cebra frente a ella, amigas riéndose de sus chistes, familias con niños emocionados por la idea de ir a la playa, parejas jóvenes tomadas de la mano y parejas viejas con sus bastones conversando entre ellos al pasar, posiblemente recordando sus años mozos donde ellos también eran tan melosos. Atenas acomodo los lentes oscuros que protegían sus ojos del sol brillante de media mañana y volteo a ver hacia su lado izquierdo, un par de adolescentes no dejaban de verla y mover los brazos para llamar su atención, el deportivo morado en que viajaban no le causó más que risa y volvió su vista al frente poniendo en marcha el auto después de que el semáforo cambiara a verde, sus ojos se desviaron por un segundo de la carretera viendo el delicado collar que colgaba del espejo retrovisor y de nuevo se le volvió a hacer un nudo en la garganta porque había sido algo que su madre Ivana colgó ahí desde el primer día en que ella compró el auto, una semana antes de correr al hospital con dolores de parto y a pesar de ser madre soltera vio a Ivana con una sonrisa muy orgullosa en sus labios las horas después de haber dado a luz a un pedacito de persona que pesó cuatro kilos y midió cuarenta y cinco centímetros, casi deja un pulmón en la sala de parto, pero valió la pena porque se enamoró del bebé apenas lo tuvo en brazos y en honor a su padre decidió llamarlo Antoni. Le hubiese gustado que Ivana compartiera con su nieto por lo menos un año, pero solo pudo estar con Antoni cinco mesecitos de su nueva vida y fue entonces cuando su tiempo en la tierra finalizó, Ivana se quedó dormida mientras arrullaba a Antoni y Atenas lavaba los platos después de la cena, cuando los fue a ver vio que su madre no respiraba, estaba muy segura de que se fue en paz y que disfruto cada día en compañía de su nieto. Estaciono el auto frente al enorme edificio de acero y cristal que tenía dos apellidos juntos, una firma de abogados muy reconocida en Miami, pero no bajo de inmediato, apoyó el codo en la ventanilla y llevó su dedo índice a la boca para morderlo suavemente mientras pensaba en qué demonios estaba haciendo ahí, no debería estar arreglando trámites pendientes, debería estar en casa disfrutando de su madre y de su bebé, pero ella había partido y desde entonces Atenas había comenzado a sentirse incapaz, insuficiente e incluso como estorbo para el buen desarrollo de Antoni. Los doctores dijeron que era depresión postparto y qué pasaría pronto si se mantenía tomando los medicamentos recetados, eso fue hace un mes atrás cuando todavía estaba disfrutando de su madre y este mes acababan de subirle la dosis mientras hacía todos los preparativos para que su madre fuese cremada, hace una semana que no veía a Antoni porque se sentía incompetente para desempeñar sus funciones y cualquiera que supiera su situación la tildaría de ser una madre terrible, pero ella solo estaba pensando en que Antoni estaría mejor sin ella transmitiéndole todo lo malo que sentía, el bebé no merecía a una madre incompetente. Se recompuso lo mejor que pudo antes de bajar del auto llevando consigo todo lo necesario, no había querido saber nada de ningún testamento, pero los abogados la estaban presionando demasiado y ya la tenían harta, así que ese día terminaría con todo sin importarle que ese mismo día a las siete su vuelo aterrizó en Miami, tenía cita con su psicólogo y los medicamentos se mantenían e incluso el doctor le ofreció internamiento psiquiátrico, Atenas estaba mal y lo sabía, pero no creía que fuera para tanto porque no era como si estuviera pensando en hacerle daño a su bebito ni a ella, solo era el sentimiento de soledad extrema e incompetencia maternal. — ¿Disculpe? — una jovencita la llamó — Se le ha caído este pañuelo. — lo extendió hacia Atenas. — Muchas gracias... — lo tomo al tiempo que veía al bebé que cargaba — Esta muy lindo ¿Cuánto tiene? — pregunto solo por curiosidad. — Muchas gracias, tiene dos meses y hoy vengo oficialmente a entregarlo a las personas que serán sus padres. — respondió con una sonrisa de alivio. — Vaya, que bueno que le has encontrado a padres amorosos. — Atenas sabía que esas oficinas tenían un área especial para ese tipo de cosas. — Si, la agencia de adopción me ayudó mucho a entender las cosas y a no sentirme como una basura por querer darle una vida mejor. — la chica lo meció suavemente pues el bebé estaba dormido. — ¿Tienes alguna tarjeta de ese lugar? — Atenas ni siquiera pensó bien en porque hizo aquella pregunta. — No, pero puedo conseguirle una. — la chica la vio fijamente con algo de sorpresa. — ¡Atenas! — un hombre las interrumpió — ¡Gracias a Dios que llegas, pensé que volverías a dejarme plantado como las otras veces! — se acercó a ella y estrecharon manos. — Acabo de volver de Sicilia, no ha sido fácil el último mes y tú me has estado presionando demasiado... — vio a la chica y sonrió antes de caminar — Estaba a punto de mandarte al diablo y bloquear tu número, no ha sido fácil tener que andar saltando de ciudad en ciudad entregando los sobres que mis padres querían que les diera a mis hermanos. — arreglo el pañuelo que se había caído del asa de su cartera. — Todo hubiese sido mejor si hubieras venido apenas te llame. — el abogado abrió la puerta para dejarla entrar a su oficina. — En lo último que estaba pensando después de ver a mi madre morir era en su testamento y en venir a firmarlo. — se quitó los lentes oscuros antes de tomar asiento. — Era algo tan importante como su cremación y llevarla a su espacio privado en el cementerio. — se sentó frente a ella. — Para mí era más importante ir a dejar sus cenizas al lado de sus dos amores eternos antes de venir a verte la cara. — Atenas se terminó enojando. — Créeme que este será el último día que me veas porque después de que recibas tu herencia ya no tendrás alianza con esta firma a no ser que seas tu quien quiera aliarte. — sonrió mientras sacaba todos los documentos que ella debía firmar. — Ya he firmado con la agencia Ángel y Leal... — era la competencia de la firma donde estaba y al abogado se le borró la sonrisa burlona — Terminemos rápido con esto y dígame que tengo que firmar. — sacó su propia pluma. — Bueno, una de las voluntades de tu padre Antoni era que todas sus propiedades fueran puestas a la venta, así como los restaurantes y que todo el dinero se te fuera entregado en tres cuentas bancarias diferentes... — le señalo donde tenía que firmar primero — La suma de todo te da para que ni tú ni tu hijo trabajen por toda su vida. — intentó bromear con ella, pero Atenas ni siquiera sonrió. — ¿Que paso con la casa principal donde vivía con mi madre? — preguntó mientras terminaba de firmar. — Es la única propiedad que te han dejado, la casa familiar ahora pasa a estar a tu nombre... — le mostró los otros documentos — También pasa a ser tuya una casa en Palermo. — específico. — La mansión de la colina, era una casa que papá Jace nunca quiso vender. — sonrió con añoranza recordando al hombre y el tiempo que pasaron en ese lugar. — Tu madre también te hereda todas las joyas que ella utilizó en vida, no deja nada para tus hermanas de esas joyas y las cosas de tus padres también te son heredadas a ti, nada para tu hermano. — aquellas palabras no la sorprendieron mucho porque era algo que ya sabía. — Bien ¿Qué más hay que firmar? — termino de firmar los otros papeles. — Las cuentas bancarias de Jace Giuseppe, Antoni Giuseppe e Ivana Alenkova ahora pasan a tus manos, casi medio billón de dólares en conjunto de esas cuentas, si se suma a las otras tres va a poder mantener hasta a sus bisnietos. — el abogado se estaba arrepintiendo de no tenerla asociada a ella. — ¿No hay nada más? — si sumaba su cuenta bancaria a la de sus padres fácilmente podría declararse como la billonaria más joven de Estados Unidos, pero aquel dinero no se había obtenido de forma legal. — Eso sería todo, acaba de recibir oficialmente la herencia de tus padres. — los documentos oficiales le quedarían a Atenas. — Gracias por su ayuda y es la última vez que nos vemos. — guardo todo en su cartera ansiosa por irse. — Tu madre dejo este sobre también, esto ya es lo último. — comento entregando el sobre amarillo con un sello de cera con el símbolo de su familia. — Gracias. — lo tomo sin inmutarse. — Si quiere mantener una firma con nosotros tiene mi número de contacto para avisarme, será bienvenida en esta firma de confianza para su familia. — dijo el hombre mientras se arreglaba la corbata. Atenas lo vio fijamente por unos segundos antes de darse la vuelta y salir de la oficina habiendo terminado con todos los procesos legales finalmente, ya no iba a volver a poner un pie en esas oficinas y solo le quedaba volver a casa donde la estaban esperando Mads y Ariana, dos grandes amigos de sus padres y eran sus padrinos de armas, fueron ellos quienes la entrenaron desde que era una niña y quienes la fueron guiando en el arte de ser un camaleón adaptable a cualquier ambiente, fueron ellos quienes se quedaron cuidando de Antoni mientras ella se ocupaba del duelo y todos los temas que la muerte de Ivana dejó en el aire. — ¡Señora! — la misma chica de antes la llamo — Lo siento, pero le conseguí una tarjeta de la agencia de adopción. — se la entregó. — Muchas gracias. — Atenas la tomo sintiendo un vacío en el estómago. — Hola, Mirna Ortiz, una de las agentes de la organización Adoptando Felicidad. — extendió la mano saludando a Atenas. — Hola, gracias por la tarjeta. — les dedico una sonrisa apretando los labios. — Nuestra organización brinda asistencia psicológica a las madres primerizas y les ayuda a comprender que las decisiones que tomen no son malas, también damos asesoramiento para quienes deseen abortar y para aquellas madres con inseguridades después del parto. — la mujer se tomó el tiempo para explicarle. — Le contaré a mi amiga, debo irme porque voy tarde. — se dio la vuelta y fue hacia su auto. Puso en marcha su auto y salió de aquel estacionamiento sintiendo que iba a ahogarse en su propia tapita con agua, bajo la ventanilla del auto y dejo que el aire entrara a todo el espacio que de nuevo volvía a estar inundado con la canción que se quedó a medias, tuvo que estacionarse en el primer lugar que encontró porque necesitaba calmarse y es que no estaba en condiciones de continuar manejando, no estaba muy clara en lo que acababa de pasar, necesitaba unos segundos para pensar con claridad de que si realmente estaba pensando en dar a su bebé en adopción, si estaba realmente considerando entregar a su ancla solo porque se sentía insuficiente, levanto la cabeza de entre sus manos al escuchar su celular sonar con un tono de llamada muy específico y es que con su mejor amiga habían escogido la misma canción para saber que una llamaba a la otra así que aquella llamada debía ser respondida sí o sí. — Hola, ricitos de chocolate. — respondió Atenas dejando el celular en altavoz y subió la ventanilla del auto. — Hola, corazón de melón ¿Como estas? — la voz risueña de Victoria era algo que extrañaba, fue una pena que no estuviera en Sicilia el tiempo que ella estuvo en la ciudad. — Dentro de lo que cabe estoy bien. — bajó la cabeza, Victoria no vivía en Miami desde hace tres años y no pudo estar presente cuando Ivana falleció. — Lo siento muchísimo, de verdad que quería estar contigo, pero sabes que Dante ha estado teniendo conflictos y nuestras dos semanas en Moscú se alargarán a un mes, quizás hasta un tiempo más porque las cosas están peludas. — Victoria se sentía muy culpable por eso. — No te preocupes, ya se han finalizado todos los temas legales y he cumplido con la última voluntad de mis padres. — Atenas no le contó que viajó a Moscú ni que se fue del país la misma noche en que ella y su esposo aterrizaron en la ciudad, tampoco sabía de su hijo, fueron cosas que Atenas mantuvo en completo secreto. — Atenas... — muy rara vez la llamaba por su nombre — Quiero verte, ayer regrese a la ciudad y Mads me dijo que no estabas cerca ¿Podemos vernos? — aquella pregunta le provocó un escalofrío. — He regresado hoy de un viaje, nos vemos en una media hora en nuestro restaurante de crepas favorito ¿Te parece? — vio el reloj en su muñeca, su bebé estaba llorando y eso la puso mucho más inquieta. — Me parece perfecto, tengo muchas cosas que contarte y espero que no me vayas a matar. — se rio tras decir aquello. — Loca, nos vemos en media hora. — por suerte Victoria ya sabía de su pasado y sus actividades ilegales. — Te quiero mucho, no olvides eso. — tras eso colgó la llamada. Atenas supo que algo estaba pasando con Victoria, no solía ser tan nerviosa ni su voz temblaba tanto, estaba casada con el diablo siciliano, el mafioso más grande de Italia hasta ese momento y al que sus padres le cedieron el territorio antes de mudarse a Miami, Dante Valentino era un hombre mayor que tenía un carácter odioso, pero por su amistad con Victoria ambos lograron entablar una amistad ligera y podían mantener una conversación bastante decente. Mando un mensaje a Mads avisando que llegaría más tarde de lo que había dicho y pregunto si había algún problema con Antoni, resultó que solo tenía cólicos que Ariana logró calmar ayudándolo a sacar los gases, estaba ansiosa por verlo y amamantarlo, sus pechos dolían mucho cuando no sacaba la leche y le molestaba tener que desperdiciarla al estar tan lejos de su bebé. Se encaminó hacia la cafetería donde vendían las mejores crepas con crema de avellana en toda la ciudad, era el mismo lugar donde llevaban yendo cada vez que necesitaban hablar, pero a Atenas le dio un poco de desconfianza, era muy intuitiva y siempre se escuchaba a sí misma pues siempre tenía razón, dejó su auto estacionado un poco lejos de la cafetería y espero a que Victoria llegará acompañada de su propio convoy de seguridad porque Dante era un hombre muy desconfiado de todo lo que rodeaba a su esposa, llevaban dos años de casados y todavía no tenían hijos, eso era algo que causaba intriga en Atenas porque siempre pensó que se habían casado porque ella estaba embarazada, pero resultó que no. Recibió el mensaje de que ya había llegado a la cafetería y Atenas respondió que llevaba retraso por tráfico, fue entonces cuando vio a un hombre sentado en una mesa de al lado hablarle a Victoria con mucha familiaridad, era un viejo bien conservado, con la posición que tenía no alcanzo a ver su rostro con claridad y otra era que tenía muy mala vista, pero por las expresiones de Victoria supo que estaban juntos a pesar de haber llegado en tiempos diferentes, aquello le olió a complot en su contra. Puso en marcha su auto y se acercó a la cafetería, muy casualmente bajo del auto y se retiró la chaqueta dejando al descubierto su blusa con escotes vertiginosos en el pecho tanto como en la espalda, tomó su cartera y cerró la puerta del auto con seguro para encaminarse hacia su mejor amiga que la estaba esperando con una gran sonrisa en los labios, se puso en pie extendiendo los brazos para ser rodeada por su mejor amiga quien la levantó del piso con mucha facilidad y aunque intento ver al hombre al lado, no lo consiguió pues se había puesto un sombrero y usaba lentes oscuros. — Te ves muy mona con esas trenzas. — las agarro suavemente. — Gracias, tú te vez muy sexi con esa blusa y no recordaba que tuvieras los melones tan grandes. — le tocó el pecho sin mucha indiscreción. — No sé de qué hablar, mi cuerpo sigue estando igual. — Atenas se rio y se sentó, se olvidó que sus pechos maternales se veían enormes y con la blusa eran notorios el triple. — No, tus melones están más grandes ¿Te hiciste cirugía? — la vio fijamente muy confundida. — Creo que es por el estilo de la blusa, pero no hemos venido a hablar de mis melones, cuéntame cómo ha estado tu vida de casada. — necesitaba cambiar el tema porque no iba a contarle de Antoni. — Bueno, mi vida de casada va mejor de lo que pensaba que sería estando con un hombre como Dante, incluso hemos dejado de cuidarnos porque estamos pensando en tener bebitos. — Victoria sonrió con mucha emoción. — Esa es una noticia fabulosa, ya era hora de que decidieran tener bebés, se te estaba yendo el tren. — Atenas bromeo con ella. — ¿Tu para cuándo? También se te está yendo el tren, dicen que los veinte es la mejor edad para ser madre. — ladeo la cabeza mientras la observaba fijamente sin quitar su sonrisa. — Todavía me quedan tres años antes de cumplir los treinta, puedo estar tranquila. — vio a la mesera llegar, Victoria pidió por las dos pues ya sabía que cosas le gustaban a Atenas. — Espero que cuando resulte aceptes ser la madrina y sería bueno que fueras a Italia a tomarte unas vacaciones. — le dio un sorbo a su té. — Sería un honor, aunque la última vez que estuve en Italia fue un desastre... — Atenas no dejaba de ver al hombre — ¿Has ido a ver a tu madre? — vio al otro tipo sentado en frente, ambos conversaban de sus propias cosas más ella no alcanzaba a escuchar. — Todavía no, mamá no está en casa y no quería llegar para estar sola... — vio a los guardaespaldas — Aunque desde que estoy casada eso de estar sola no ya no es una opción. — tomó los cubiertos para comenzar a comer. — Eso en parte es bueno, si Dante no fuese tan paranoico muy posiblemente no estaríamos hablando, comiendo crepas y tu traicionando a tu mejor amiga trayéndola a una trampa. — Atenas alcanzó a reconocer una voz por detrás de ella. — ¿Que? — Victoria levantó la cabeza para verla con sorpresa — Yo no... — dudó en mentir — Yo no te estoy traicionando. — susurro de forma muy insegura. — No sabes mentir. — corto unos pedazos de crepa y las llevó a su boca. — ¡Lo siento mucho! — la voz se le quebró ligeramente mientras los ojos se le llenaban de lágrimas — No lo hice con intenciones de que te hicieran daño ni es una traición, lo hice porque te necesitan. — comenzó a temblar. — La hemos obligado para que nos trajera contigo, somos personas muy persuasivas y amenazantes. — dijo la voz conocida que estaba detrás de ella. — No la culpo a ella, no está acostumbrada a lidiar con víboras como tú, pero quien sí tiene culpa y quien me las va a pagar va a ser Dante por dejar que amedrentaran a su esposa. — volteo a ver hacia un lado y noto a otros guardaespaldas que parecían más turistas. — ¿Vas a lastimar a Dante? — Victoria se preocupó mucho pues con Atenas no iba a poder intervenir ni actuar. — No físicamente, pero me voy a desquitar esta traición. — continuó comiendo esperando pacientemente el siguiente movimiento. — Si quieres desquitarte con alguien sería bueno que me consideres como el único contra quien arremeter. — el hombre de enfrente de Atenas se dio la vuelta. — Jonathan Alenkov, el ganador al premio del peor hijo del mundo. — dijo Atenas al verlo quitarse los lentes oscuros. — Presione a Victoria para que me trajera frente a ti, necesito que hablemos. — vio por detrás de su hermana. — Si quieres hablar conmigo saca al chacal y al resto que los acompañan de este lugar, mientras no lo hagas terminare mi desayuno y mi conversación será exclusiva con Victoria. — la vio al borde de las lágrimas. — Lo siento mucho. — Victoria volvió a susurrar. — No tienes muchas opciones ni opinión sobre lo que hay que hacer, somos más y las órdenes no las das tú. — dijo la mujer detrás de ella. — Odette, no te conviene intentar intimidarme... — se recostó sobre la silla — Esto no es Moscú, comienza con M, pero aquí es Miami y no tienes voz ni voto, además si las mafias estadounidenses se enteran de que rusos han venido a atacar a una figura reconocida y respetada para ellos, se van a enojar mucho, los van a sacar y no de forma muy amable. — sabía que había tensión entre esos dos continentes. — Atenas, no vinimos a pelear. — Jonathan intervino. — Largo o no hay conversación con usted, señor Alenkov. — entrecerró los ojos y lo vio sacudirse discretamente. — Por lo menos deja que Victoria se termine su crepa. — Odette no quería dejar solo a Jonathan porque Atenas no era una mujer que fuera a quedarse tranquila. — ¡Es a ti a quien te estoy corriendo, no a ella! — habló con firmeza — ¡Lárgate de este local y llévate a tus choleros ahora mismo o vas a colmar mi paciencia! — vio su reloj de muñeca pensando en desfalcar una de las cuentas de Odette aprovechando que la tenía cerca. — Nos vamos. — Odette terminó doblegándose a las peticiones de Atenas porque no estaba en su territorio. Fue curioso ver la cantidad de personas que acompañaban a aquellos dos, incluso de adentro de la cafetería vio a su sobrino Mikail salir que muy seguramente iba cuidando a su padre y de mala gana tenía que retirarse, Atenas trató de mantenerse tranquila mientras esperaba que todo se desolara y sus ojos cayeron sobre Victoria que en silencio estaba luchando por contener las lágrimas mientras se mantenía con la cabeza baja, muy posiblemente lamentando haber accedido a llevar a Jonathan con ella, cuales fueran los motivos ya no importaban, tenía a su hermano de frente e iban a tener que hablar aunque ella no quisiera.
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