Acto 5

1748 Words
Papá estaba en casa, mi madre en la cocina, Tío Rodrigo en el mesón de desayuno tomando un trago, de frente a él había una botella de tequila, un platico con limones cortados a la mitad y sal en otro. Ya estábamos arreglados, bajamos justo en el momento que mamá nos llamó a comer. Nuestro padre camino hacia ella. Le beso la cabeza y en frente el refrigerador tomó una cerveza negra. Caminamos todos con algún bol que contenían lo que había preparado para la cena.  Cada se dirigió a su puesto de costumbre. Mi papá se sentaba en la cabecera a su mano derecha mi madre y a su izquierda Daniel, al lado de este yo y del lado de mi madre Alejandra y el “Tío” en la cabecera contraria a la de papá. Pero los planes de Rodrigo eran otros, se adelantó unos pasos y quitándole el bol a Daniel de sus manos le dirigió hacia el lado de Alejandra y se sentó del lado izquierdo de mi padre y a mi derecha. Pero Daniel no obedeció, sentándose a mi izquierda.  —Demos gracias – intervino Dan antes de que pudiera decir algo Rodrigo por su obvia desobediencia — ¡Gracias señor, por los alimentos que hoy tomaremos y provee así a todo aquel que no posee! Amén. —Amén. – respondimos todos los restantes en la mesa. La cena comenzó normal, pasamos unos a otros para tomar de lo preparado. Un rico pollo horneado en presa, puré de papas, plátanos dulce y ensalada cesar la preferida de todos en casa.  Papá, mamá y Rodrigo comentaban los horarios del viaje. Nosotros comíamos en silencio esperando que la cena culminara para que mamá nos llevara al liceo y pasar gran parte de la noche bailando. También despedirnos de nuestros amores. —Daniela. Por favor, alcánzame la ensalada.  Su tono de voz tan normal y amable me hacía estremecer de coraje, pero al final sabía que sentía miedo, por tenerlo cerca por lo que  nos hizo ver, lo que me dijo en mi habitación.  Controlando el temblor de mis manos tome el cuenco con la ensalada y se lo acerque. Mis intenciones de no tocarlo se fueron al piso cuando tomando con su mano derecha el bol me sostuvo la mía con su izquierda, sus manos calientes y suaves, me daban ganas de gritar. Pude sentir como un frio recorría desde mi nuca a los pies, dejando el inevitable vacío en mi estómago sentí que devolvería la cena, si no me soltaba pronto. Mi dulce hermano me toco por la pierna para darme seguridad. Estoy aquí. Me decía con ese gesto y yo se lo agradecía. — ¡Bueno Chicos! ¿Están emocionados por el viaje? Tendremos unas grandes vacaciones. – dijo Papá muy emocionado. —Sí. –contestaron mis hermanos yo estaba tan detenida por el agarre de Rodrigo, que no podía ni respirar creo que ni siquiera lo estaba haciendo. —La pasaremos muy bien. Disfrutaremos todos y estaremos juntos. – agregó Rodrigo. Mientras sobaba mi mano entre la suya y su pulgar viajaba de arriba abajo sobre mi muñeca. Levanté un poco la vista hacía donde mi madre estaba sentada y vi que miraba fijamente a al Tío. Su cara estaba algo roja y en el momento menos esperados, sin siquiera terminar la cena; se levantó de su silla arrastrándola hacia atrás.  Era ese momento en el que tu sabias que no debías jugar con ella, creo que ni papá la hubiese contradicho y su tono de voz firme, donde se dejaba muy claro la imponencia que estaba muy claro confirmando a cualquiera de los presentes que no había nada que refutar a su declaración, luego de haberse levantado tan imprevistamente. —¡Chicos! Es hora de irnos. Así que tomen sus platos déjenlos en la cocina y caminen a fuera. – no despego en ningún momento la vista de Rodrigo, aun así cuando este quiso intervenir, mi madre no dejó más que en claro su punto anterior y su repuesta fue una gran bofetada verbal dirigida a él. —Espera. ¿Cómo que irse? ¿A dónde? Tenemos un viaje que culminar de organizar, además a esta hora, son casi las ocho y media de la noche. – su mano me sujeto fuerte y no me dejo marchar solo estaba allí parada con mi silla corrida y mi plato en la mesa esperando para alejarme lo antes posible de allí, sobre todo de él. —Alejandra, Daniel y Daniela. Espérenme afuera ¡Ahora! – Esa última palabra sabíamos que no eran para nosotros, aun así mamá sí que era firme en su carácter cuando no estaba tomando rehenes. Jalé mi mano, y caminamos rápidamente hacia la salida. Pudimos escuchar otra silla arrastrarse y luego unas cuantas palabras de mamá, que seguro eran dirigidas a él Tío. —No te atrevas, no lo hagas. Son mis hijos yo decido. Irán a la fiesta y no hay discusión. —Déjalo estar Rodrigo. Es solo una fiesta. —Y quien los cuidará. Y que si se juntan con unos tipejos… ¿Que si andan con chicos? No lo has pensado. Sabes los que le puede pasar en esas fiestas. —Han trabajado duro en sus notas. Es su fiesta de despedida. No voy a cambiar mi autorización porque tú no quieras. No hay discusión en esto. No hay nada que ver.  —Entonces. Los llevare y veré que tanto van hacer y con quienes estarán. —Nada de eso. Retrocede, no te estoy dando opciones. Esta terminado el tema. Vuelvo en un rato. Escuchamos los pasos de mamá y corrimos fuera a la entrada, saliendo como un huracán se acercó a nosotros. —¡Suban amores! Vamos para que se diviertan y celebren esas estupendas notas de este año. Nos besó a cada uno en la cabeza y caminamos hacía la camioneta de papá. Antes de llegar a subirme sentí que me detenían por el hombro. Sabía que era él. Volteé a ver que quería ahora, estaba mamá dentro de la camioneta, Alejandra ya había subido y Daniel estaba con la puerta abierta a medio subir del lado del copiloto. —Esperen. Chicos pórtense bien. No tomen nada que le den otros. Vigilen sus tragos y no se queden solos con ninguna persona. Menos ustedes Alejandras. Cualquiera que hubiese escuchado su comentario, pensaría que era un adulto preocupado por sus hijos, en este caso “sobrinos”, pero no era así mientras hizo su advertencia su mano apretó mi hombro un poco más fuerte.  Se acercó lo suficiente para que solo yo escuchara murmurarme. «Nada de chicos, Dani, te estaré vigilando» —Cuídalas Daniel, eres el hombre a cargo — diciendo esto último soltó mi hombro, subí rápidamente a la camioneta y él cerró la puerta. Mamá resoplo fuerte y cambiando su gesto a una sonrisa, miró a mi hermano y le dijo. —A ver. Podemos poner música y animarnos un poco, parece que fuéramos a una funeraria, vamos a una fiesta. Quiero que la pasen bien. ¿Entendido? —Sí. ―dijimos los tres y esbozamos una sonrisa que fue creciendo conforme nos alejábamos de la casa y nos acercábamos a nuestros Braxton. Llegamos entre cantos y comentarios de mamá, sobre no haber tenido ninguna de fiesta de graduación como la de ahora en su momento de graduarse y muchas más. Estacionó junto a la entrada, bajándose con nosotros. —Bien chicos. Sean unos adolescentes normales. Y le tengo una ¡buena noticia! La mirábamos sonrientes, esa era mamá siempre alegrándonos el día. —Yo sé, que son jóvenes y seguro tienen sus amistades, y más con estos chicos los hermanos Braxton. No me molesta, es lo cierto. Así que no les voy hacer de Ada Madrina como en el cuento, no les diré que a media noche deben volver a casa. Tienen toda la noche de hoy, deben volver a la hora “del Té” ya que abra una comida con varios accionistas, y su presencia es importante. Deben estar a las tres en la casa. Si podemos hacer este trato y me juran que estarán juntos hasta volver a la casa. Sólo deben escribirme un mensaje cada hora para saber que están bien y en dónde, siendo así pueden irse. Nos acercamos y la abrazamos. ―De acuerdo. ―dijo Dan,  ― yo las cuidaré mamá,  y a las tres en punto estaremos en la casa, cada hora tendrás un mensaje. ―Bienm entonces vayan,  no desperdicien sus minutos. ―Nos dijo riendo. —Te quiero. —Comentó Alejandra. —Te adoro. – le dije. —Te amamos – culminó Daniel. Observamos cómo se alejaba. Nos volteamos y en la entrada del gimnasio estaban los hermanos Braxton. Mi corazón palpito rápidamente. Sentía mi mejillas calentarse mucho y de repente una sensación de vacío abrazó mi corazón por lo que una necesidad de correr a los brazos de Tayler se apoderó haciéndose urgente en mi cuerpo. Y como si la mente y los recuerdos pudieran decidir por sí mismos, llegaron haciéndome sentir un pedazo de algo en el mundo, los recuerdos a corto plazo apestaban, ya que esos eran mucho más rápido que lo de largo plazo, no ameritaban mucho esfuerzo para recordarlos, no importaban si eran buenos o malos como en mi caso en ese instante, era el tiempo lo que los definía. Mientras la razón de mi vida, se acercaba lentamente mi mente me jugaba un mal rato y decidía hacerme merecedora de sus recuerdos. Así de esa forma escuchaba su odiosa voz.  En  mi cuarto, mientras me amenazaba. «Tú. Eres y serás mía. Para lo que yo quiera y nadie en este mundo lo va evitar, ni siquiera tus padres.» Antes de subir a la camioneta «Nada de chicos, Dani, te estaré vigilando». Un escalofrío recorrió mi cuerpo, llenando mis ojos de lágrimas y apretando mi garganta. Unos pasos delante de mí, Alejandra jadeó y corrió para acercase más rápido a Jaylor; quien sorprendió apuró su paso y la abrazó en el justo tiempo mientras sus piernas cedían. Una horrorizada Hismary se detuvo borrando su sonrisa para fruncir su ceño, mientras una gran confusión entraba en su mente.  A lo lejos escuche una maldición de Daniel quien corrió hacia la Niña. Dejándome allí inmovilizada recordando malos momentos pidiendo a gritos con todo mi ser el ¡CORTEN! Pensando, suplicando que  fuera mucho mejor la ¡SIGUENTE TOMA!
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