INFORMACION IMPORTANTE A TENER EN CUENTA :
En esta historia se refleja la manipulación, la obsesión y ensañamiento, todas son acciones y sentimentos fuertes. Así que deben tener la mente abierta para poder analizar todos los hechos y aun que las mayorias de las novelas son ficción, muchas tienen ese toque de semejanza a la realidad.
¡La adolescencia! Adorada, esperada y tan anhelada adolescencia. Aunque la peor etapa de lo que llevamos de vida mis hermanos y yo. Dos años después del incidente del cumpleaños nuestro amado y anegado padre, nos dio una, según él, buenísima noticias.
Con el arduo trabajo de mi tío, primo, hermano de crianza de papá. Aún no lográbamos descifrar el vínculo de este señor que no llevaba nuestra sangre, pero era adorado como dios cada vez que visitaba nuestra casa, visitas que duraban algunas semanas, aburridas y odiadas semanas, teníamos que comportarnos mucho no debíamos salir de nuestra habitaciones, sobre todo Alejandra y yo, mamá nos ponía deberes al extremo que no podíamos movernos de nuestras habitaciones, solo a la hora de las comidas. En las noches desear buen descanso a los adultos y luego retirarnos a dormir, para el día siguiente hacer el mismo día rutinario de siempre.
La memoria es algo importante y he aquí mi aclaración al principio, recordar vívidamente un hecho bueno o malo, gracias a que quedan grabados en el cuerpo y en el corazón.
El hecho bueno de ese día papá se había asociado con tío Rodrigo en una nueva hacienda que se dedicaría al igual que “los tulipanes” a la Actividad Agrícola; solo que esta última seria a la parte animal, Porcina (Cerdo, Cochino, Lechón) y Bovina (Res, Vaca). Y lo mejor de todo según el “Tío Rodrigo” que se llamaría “Las Alejandra´s”, en honor a mi hermana y a mí. Si es que mi padre tenía algo con los nombre pues mi segundo nombre era Alejandra como el de mi hermana. Lo incomodo de la celebración las miradas de satisfacción del Tío. Cuando papá nos dijimos que la próxima semana fin de año escolar nos iríamos esos dos meses de vacaciones, a la hacienda para realizar la instalación de la oficinas y todo lo referente bla, bla, bla, mi madre que siempre sonreía y rara vez se le veía enojada; aun cuando se podría ver que tenía algo de carácter pues siempre nos hacía obedecer sin recurrir a mucho, se tensó y de la manera que siempre se acercaba a mi padre toda cariñosa, espléndida sonrisa, en tono melodioso comentó:
—Querido. Es necesario que vayamos tanto tiempo. Y si los niños se quedan en casa de su abuela Clarisa, tu madre estará encanta de tenerlos por lo menos unas semanas y así podríamos concentrarnos en lo importante.
Ella estaba cerca de él, que se encontraba sentado en el sillón principal de la sala mientras que el tío estaba en medio de Alejandra y yo.
Mi padre parecía meditar esas palabras. Nosotros meditábamos cada palabra y movimiento de mamá, sabía que mis hermanos no querían irse, yo tampoco, apenas estábamos comenzando de novios con unos chicos que casualidades también eran hermanos y aunque ellos eran cinco y nosotros tres, eran lo mejor que teníamos en nuestras vidas fuera de la cárcel que era nuestro hogar dulce hogar. Donde todo estaba meditado y coordinado, debía ser exacto, para ejemplo esta situación; no se nos dejaba opinar en nada y solo podíamos escuchar y responder cuando nos preguntaran, solo así.
Sospechando que mi padre aceptaría, el Tío, intervino lanzando por agua los planes de papel de mamá.
—No. Nada de eso, los chicos vienen. —anuncio con su odiosa voz autoritaria.
Mi madre volteó con los ojos abiertos y luego cambio la mirada a entre cerrar los ojos y el odio que vimos en ellos nos hizo estremecer.
—Ellos irán ―colocó sus manos, cada una sobre las piernas de mi hermana y la mía. Llevábamos Jean anchos, pues mamá desde que nos volvimos señoritas primero yo, luego mi hermana. Nos instruyó que cuando teníamos visitas debíamos vestir con ropa holgada y siempre pantalones. Aun así pude sentir sus manos calientes subir y bajar por mi pierna, nos dios dos palmadas a cada una y se levantó con paso firme y hasta atemorizante hacia mis padres.
―Está todo coordinado, la casa es grande y tenemos dos meses para que ellos y nosotros nos compenetremos como familia. Es de importancia como acordamos Alexander que llegada esta etapa profesional y familiar comenzáramos a unirnos.
Mi madre estaba tan estática que ni la respiración se le notaba. Mi hermana deslizo su mano por dentro de la mía y la apretó levemente para volver a su lugar y entendí perfectamente su señal, tenía miedo, y entonces volteé a ver a mi yo masculino, y sin decirnos nada solo asintió y cerró los ojos en el movimiento, confirmando que también poseía los mismos pesares.
―¡Está dicho! ―dijo mi padre mientras se levantaba, y colocaba su mano por encima de los hombros del Tío ―Nos iremos el domingo en la tarde, ahora vayamos a celebrar esta nueva etapa nos lo merecemos, el trabajo duro es recompensado. Mireya los chicos a dormir. Y luego ven con nosotros.
―Sí. En un momento. ―Mi madre camino hacia nosotros— niños despidan…
―¡Mujer! Deja de llamarlos niños, ya son unos adolescentes ―la interrumpió el Tío―Tienen que comenzar asumir sus responsabilidades, ellos pueden subir solos, ven con nosotros es la hora de los adultos.
Mi madre, tensó la mandíbula; nunca en las visitas anteriores la habíamos visto así.
—Bien —dijo entre dientes.
Después de las despedidas subimos, no dejando pasar, el abrazo de más que nos otorgara el Tío Rodrigo.
No era que no fuera un hombre agradable tenía la misma edad que papá treinta años, y siempre habían estado juntos en todo por lo poco que contaba papá, pero este año la visita había sido escalofriante, diferente, intrigante y hasta podríamos decir que obligada. Por las reacciones de mí amada madre.
En nuestra habitación Alejandra que tenía la suya propia estaba acostada en la cama de Daniel, él y yo dormíamos siempre en la misma habitación y cama, cosa de haber compartido el vientre materno, luego la cuna y demás áreas que encontrábamos, nos dimos cuenta de que no podíamos estar muy separados por obligación, ya que nos enfermábamos gravemente, no era que él no podía ir a visitar un fin de semana a la abuela claro que sí, y lo había hecho.
El problema estaba, en que igual a la vez que papá trató de hacernos dormir en habitaciones diferente, cuando era obligado, allí caía el problema, esa vez enfermamos mucho tuvimos dos días de fiebres altas y solo hasta que papá nos puso en la misma habitación la fiebre desapareció por completo, así que, por lógica nosotros compartíamos habitación y cama porque dormíamos en una sola aunque hubiera dos en la habitación, el estar nerviosos nos llevó a dormir a los tres juntos.
―¿Qué podemos hacer? Como siempre se hará lo que el omnipotente Alexander diga ―murmuró mi hermano detrás de mí. A pesar que su tono era bajo se podía sentir su rabia en este, esta vez he visto que llevaremos más carga que otras veces.
—No lo sé – susurre, no queríamos despertar a la niña. Así le decíamos en nuestras conversaciones privadas ―Tengo miedo, no sé por qué. Pero tengo miedo ―Él me abrazo más fuerte.
—Yo… Yo también. ―susurró, para luego decir: ―Pero estaremos juntos, tranquila. Mamá nunca ha dejado que nos pase nada malo, esta no será la excepción, ya viste que lo intentó. Ahora durmamos que ese par tendrá a mamá larga noche atendiéndolos y mañana estará agotada.
Luego de esta conversación nos quedamos dormidos.
Y aquí el recuerdo malo… un gemido nos despertó era como si alguien se golpeaba y estaba quejándose suavemente. Mi cuerpo soñoliento no permitía a mi mente definir el sonido. Mientras iba despertándome podía escuchar más agudo, el movimiento que rompía en el aire, el golpe y el quejido suave, pensé que se parecía en el momento que uno toma la cuchara y la mete en el tarro de helado llevándola a tu boca y hace ese sonido como un gemido de placer, de Mmm extendido, pues así mismo se escuchaba; pasaban pocos segundo el sonido se repetida.
El ruido cortando el aire, el golpe en algo y el quejido. Estando más despierta fui más consiente que a pesar de mi corta edad estaba identificando o asociando esos sonidos, así que, mi cuerpo tensó se colocó en alerta pude ver que la puerta de la habitación estaba a medio abrir y enseguida me volteé hacia donde la niña estaba dormida, y sentí un vacío en el estómago al no verla ― Mierda – murmuré entre mis dientes ― ¿A dónde fue?
Un desconcertado Dante, se levantaba al igual que yo de la cama.
―¿A dónde ha ido? ― me preguntó, negué con la cabeza.
―No lo sé― seguíamos hablando bajo.
Despertarnos y salir a media noche no estaba permitido si teníamos un mal sueño o algo debíamos tomar el teléfono y llamar a la habitación de mamá y ella enseguida venía con nosotros, no era que nuestros controladores padres nos dejaban a la deriva en nuestros sentimientos o requerimientos.
No. Solo que ellos decidían como debíamos asumir y pensar sobre ciertos temas.
— ¡Vamos! —Me dijo tomando mi mano ―Iremos a buscarla. Su tono decidido me hizo reaccionar.
—No debemos hacer ningún ruido, se molestarán y nos castigarán. Y estando el Tío, tú… tú sabes cómo son sus castigos. No quiero pasar un día en el sótano. No me gusta.
—Tranquila. No nos verán. Iremos cayados y rápido. Solo no te separes de mí. — Asentí con la cabeza ―tenía miedo, sí. Pero más me asustaba que mis pensamientos fueran reales y encontrar a mi hermana en una situación que no fuera digna de recordar.
Mientras caminábamos por el pasillo pegados a las paredes y cortinas escuchamos unos pasos por las escaleras al ver que no era Alejandra, nos ocultamos detrás de las pesadas cortinas de terciopelo vino tinto. Esperamos que los pasos se alejaran y seguimos detrás a lo lejos nos dimos cuenta que era el Tío Rodrigo, pero nos quedamos inmóviles cuando a no mucha distancia frente la puerta de la habitación de él, que estaba medio cerrada , estaba Alejandra una mano en sus boca y su delgado cuerpo temblaba. No se había dado cuenta de que tenía muy cerca el tío. Enseguida comenzamos a caminar más rápido.
Estábamos más cerca cuando vimos que el Tío. Se le acercaba calladamente por detrás. Apreté tan fuerte la mano de mi hermano que juro haber escuchado un quejido bajo de su boca. Nos acercamos más lentamente quedando detrás del tío, quien miro por encima de su hombro y sonrió de lado. Llevaba en una mano una botella de licor. Pero no prestamos atención a eso, sino a la visión que teníamos frente nosotros y a las palabras que nos dijo el Tío.
Movió su mano detrás y jalo mi brazo libre, fue un jalón fuerte y una mueca de dolor se apoderó de mi antebrazo. Soltó mi mano cuando me había colocado al lado de Alejandra y delante suyo. Entonces fue que tuvimos una visión más clara de lo que el ruido era.
Delante de nosotros, porque mi hermano aunque había quedado detrás podía ver también. Nuestra madre estaba completamente desnuda amarrada. Sobre su cabeza sus manos atadas con un tela de satén roja, sus tobillos atados con la misma tela de cada pata de la cama lo que hacía que sus piernas se abrieran. Mi mano viajo a mi boca rápidamente mientras mis ojos se llenaban de lágrimas, mi hermana ya tenía su rostro empapado.
Detrás de mi madre mi padre con solo su pantalón puesto, sostenía un pequeño látigo color marrón, y lo movía de adelante hacia atrás, una vez atrás lo elevaba y dirigía hacia delante ese moviendo era lo que cortaba el viento; luego se estrellaba en la enrojecida espalda de mamá, allí el golpe y mi madre soltaba un bajo quejido, ese era el sonido final que minutos antes nos había despertado, aun así el sonido era bajo pero al mirar hacia ella, me di cuenta que estaba amordaza y tapado los ojos.
Mi padre repitió el movimiento por las nalgas, las piernas, los brazos y hasta en la nuca de mamá. Y aquí las espantosas palabras de Rodrigo, porque desde esa noche yo más nunca pensé, o lo llame Tío cuando estábamos a solas.
— ¿Creen que ella está sufriendo? —Nos preguntó y nosotras asentimos con la cabeza ―Pues no. Eso se llama placer y ustedes señoritas ―su palabras se arrastraron en la última pronunciada ―lo aprenderán.
»Su cuerpo reacciona a cada movimiento que su padre realiza, la anticipación; cuando oye el látigo cortar en el aire, el dolor; cuando lo recibe en su piel le da placer y la excitación con el ardor, por ello su gemido. Queridas.
Se acercó más a nosotras, y colocando su cabeza en el medio de las nuestras nos susurró.
—Es placer. Su cuerpo se excita y pide más, quiere llegar al límite y explotar en la maravillosa sensación de sus orgasmos, no tendrá solo uno. Y ustedes lo verán. —Su tono cambio a orden y firme ― se quedarán aquí y hasta que yo no le haga una señal. No se retiraran y más le vale obedecer, sino su castigo no será solo un día en el oscuro sótano, me encargare de que su padre se entere de lo que han espiado y que el castigo esta vez sea realmente malo.
Se volteó y le dijo a mi hermano que se acercara, este lo hizo dudando.
»Tú también verás, así aprenderás como se debe complacer a una mujer.