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La Vibora de la Mafia

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intro-logo
Blurb

Los dioses de la mafia; se dicen que son la divina personificación del engaño, el dolor y el fraude. ¡Sh! Nadie sabe de ellos, todo es una historia misteriosa de la nueva red de mafiosos llamados, “La víbora”. Hay información de ellos diciendo que son dueños de dos vidas completamente diferentes; de día pueden ser ciudadanos ejemplares y de noche son un nido de víboras.

¡Sh…! Se dice que Lewi Klein es un extrovertido galán, un empedernido apostador del peligro y desafiante a los retos. Un hombre misterioso acompañada de una aberrante capacidad de tener a cualquiera en las palmas de sus manos, con una sonrisa muy atractiva, pero un tanto envolvente y fría.

Se rumorea de que las noches atraerán de lo más profundo; jugadores atroces y apostadores desalmados, que el hambre y deseo avaricioso los carcomerán siendo el culpable de opacar el brillo de la noche y que el resultado sea el mismo sin importar que apuestan, que ganan o que pierden.

En toda la cadena de mafioso hay una reina inundada de poder, brindando placer a quien ella quiera, ya que la oscuridad y el momento son testigos del derroche de caricias, gemidos, donde se apuestan más que deseos, “todo no es lo que se dice”, según unos la describen como la mujer más atroz que puede existir, dado que su belleza impecable provoca que cualquier criatura humana caiga sin pensarlo y esperarlo, puesto que automáticamente son embestidos por la hipnosis de su brillo. Lamentablemente, detrás de esa perfección hay una enorme nube negra que la abraza y esa podría ser tu perdición.

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Capítulo 1
Lewi. Iniciando el fin de semana del inicio a un año nuevo de nuevas cosas; propuestas, poder y ser transparente, dejando en claro quién es el pilar del clan de “La víbora de la mafia”. Entrando por la puerta trasera del restaurante “Los reyes del sazón”. Todo esto es una fachada, ya que el restaurante fue diseñado exactamente para cubrir lo que pocos pueden ver. La magia está en lo oculto del mejor restaurante de la ciudad de Canadá, (Ottawa) Se ha construido en el subterráneo del restaurante "Los reyes de sazón", transformándolo en lo más oscuro, el club nocturno; apuestas, placeres, tratos y lo mejor de los juegos de casino que se puede ver, desear y querer. Para muchos soy el sin rostro y para otros soy el diablo que reina entre las tinieblas. A paso rápido entro al área de cocina, no hay nadie por ahora, dado que uno de mis sombras se ha encargado de dar la señal, y el otro cuida mis pasos. Además, no hay nadie después de las once de la noche. Mis dos hombres de confianza los nombro por sombras, pero cada uno tiene su marca; uno es el pájaro y el otro es el hierro. La puerta de la enorme cámara frigorífica (cuarto, frío), dejando la mejor calidad de carne, todo esto es un despiste para cualquiera que quiera buscar algo que no se le ha perdido. Antes de llegar al tope del cuarto, frío, uno desliza un enorme cerdo que está enganchado en un gancho de carne y el otro quita un par de cajas, ya que detrás de estas cajas esta nuestro acceso para entrar al club de víboras. Al abrirse la puerta no dejo pasar el tiempo y me adentro. Estando dentro, la puerta se cierra quedando un hombre siempre vigilando. A un par de metros hay dos puertas, es solo un espejismo, ya que hemos creado un mito entre los invitados que visitan el club. (Puerta negra y roja) Ambas puertas nos llevan al mismo lugar, solo que la roja te lleva directo hacia la barra, mientras que la negra es la puerta de entrada al club nocturno. Uno de ellos abre la puerta roja, cuando iba a entrar me detengo al escuchar el radio del hombre que se queda cuidando esta área diciendo que necesita ayuda por uno de los clientes se ha salido de control. ¿Por qué ayuda? Con un chasquido le ordeno a uno de mis hombres que abra la puerta principal del club. Uno de ellos dudó, pero rápidamente cambio al ver mi rostro. Las puertas abren y la música sale como una ola de viento queriendo ser libre. Mi sombra hace la entrada y el otro se mantiene cubriéndome la espalda. Doy un paso al frente y con la iluminación de la entrada al infierno me deleito al ver un pequeño ratón queriendo jugar en casa ajena. No, no, no… Está equivocado el pobre si piensa que me intimidará con esa mirada devoradora. No deja de ver cada movimiento que hago con la mirada, sus ojos inyectados de sangre están clavados en mí. Él viene hacia mí, lanzando uno que otro manotazo apuño cerrado cerca de mi rostro. No lo logró porque lo esquive. Él sigue dándole una oportunidad de que me toque. Lanzó tres puñetazos; uno pasó por arriba, otro quedó unos milímetros a la derecha de mi oreja y el tercero lo bloqueé con el codo. Se hizo daño en la mano con el bloqueo. Tímidos aplausos acogieron mi movimiento de defensa. Cuando lucho no pienso, me dejo llevar, actúo, fluyo como la corriente de un río claro. Reacciono y me muevo sin pensar. De repente, con la palma de la mano abierta y los dedos muy pegados entre sí y hacia fuera, no hacia abajo ni hacia arriba, mis dedos índice y corazón entraron veloces cuál relámpago en uno de los ojos del maldito. La velocidad de mi golpe, unido al hecho de que el infeliz había arrancado para embestirme, hicieron que lo dejara mal de un ojo. A los pocos segundos el maldito olía a sangre y quería más. El infeliz se retiró hacia atrás y, bastante asustado, se jugó el todo por el todo teniendo presente que está en una casa de víboras que no le corresponde mandar. Un rápido golpe de revés con la mano abierta llego a su pecho, echándolo hacia atrás. La fuerza de era descomunal. Lo dejé por unos segundos sin aire en los pulmones. Él intentaba agarrarse, pero el dolor del ojo destrozado lo tenía loco y no se movía bien. Al parecer no se ha dado cuenta de que soy un luchador callejero, un maldito perro que no le gusta soltar a su presa hasta asegurarse que ha entrado directamente al otro mundo. —¡Aplausos! Sí, es que ahora el señor Lewi Klein ha decidido ensuciarse las manos con tan pocas cosas y sin olvidar el detalle principal, ¿por qué dañas tu traje fino? —me recompongo alisando mi traje al escuchar a la dama oscura—. Buenas noches, si me permite puedo terminar lo que empezó, pero con algo especial, no sería nada sin que le demos un poco de sazón—en su rostro puedo apreciar el brillo que emana y esa malicia de niña traviesa. A mis treinta y cinco años no había ningún maldito ser humano que podría doblegarme, pero esta mujer es como el tesoro maldito; deseoso, pero peligroso. —Entonces puede encargarse que la próxima vez no haya ningún inconveniente como lo hubo hace unos minutos —le mando una mirada desafiante e intimidante, aunque tengo presente que eso no le causa más que una sonrisa—, sino es mucha molestia quiero que esa mierda sea comida de ratas. Jamás le mostraría a ella lo importante que puede ser en mi vida, pero… En este negocio existen las reglas y una de ellas es alejarse del vicio y del veneno que ella produce. Mis pensamientos me traicionan, pero mi fría expresión se mantiene firme, creando un escudo especialmente para que ella no crea que algún día puede tener poder sobre mí. La dama oscura es una de las víboras más venenosas que pueden existir; misterio, ese cuerpo sexi destruye en par de segundos a cualquier par de ojos que quieran intentar admirar su hermosa y perfecta silueta. A veces disimulo no haber visto el tatuaje de la víbora que tiene en la mera colita, sí, tengo demasiada curiosidad cuál es el inicio de ese tatuaje. Todos los del clan tenemos tatuado a la víbora mamba negra en diferentes partes de nuestro cuerpo. —Nooo, no pueden hacerme esto, ¡soy uno de ustedes! ¡Entiendan que soy uno de ustedes! El maldito perro interrumpe mis humildes pensamientos respecto a la gran mujer que tengo frente a mis ojos. —Señor Klein, puede acompañarme, deje este espectáculo para los demás, nosotros tenemos cosas más importantes que ver a esta rata de alcantarilla —por unos segundos la voz de la bella dama se suaviza, pero al penetrar la mirada en el hombre su voz se transforma fría y su mirada oscura.

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