BLAKE ASHFORD
Me desperté con el cuerpo encendido, rígido, como si la sangre hubiera estado hirviendo toda la madrugada. Abrí los ojos y lo primero que me vino a la mente no fue un caso, ni una audiencia, ni siquiera el nombre de un cliente. Fue ella. Gigi. Su voz aún rondaba en mis oídos como un veneno dulce: hazlo, BlackAsh. La simple idea de lo que ocurriría esta noche —ella dándome órdenes, creyendo que tenía el control, y yo dejándola caer de cabeza en la trampa— me tenía excitado.
Me levanté antes de que amaneciera del todo. El penthouse estaba en silencio, perfecto, como me gusta. Agua helada. Gimnasio privado. Series cortas, intensas, el sudor bajando por mi espalda como si fuera otra forma de exorcismo. No necesitaba más que 40 minutos de disciplina para que el cuerpo recordara
