BLAKE ASHFORD Desperté antes del amanecer, con el cuerpo listo y la mente encendida como si en la noche no hubiera dormido, sólo cambiado de escenario. La ciudad todavía estaba en sombras, un bloque gris recortado por algunos puntos de luz. Abrí los ojos con esa precisión que le exijo a todo: sin sobresaltos, sin duda. El día no me iba a preguntar si estaba listo; me iba a medir. Me levanté sin consultar la hora. Agua fría. El golpe en la nuca me devolvió al estado exacto que necesito: alerta, respiración baja, latido controlado. Frente al espejo hice el inventario de rigores: ojeras tenues, mandíbula dura, mirada clara. Nada de excesos, nada de hinchazones: al tribunal se llega como a un quirófano. Ajusté el corte del cabello con dos pasadas del peine. Ordené la toalla como se ordena un

