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Sueños de Papel

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intro-logo
Blurb

Los sueños se destrozan y las personas cambian, las palabras pesan más que los actos y el mundo se vuelve caótico.

Después de la partida de su antiguo amor, y de haber jurado que volvería a él en cuanto este regresara, los planes de Mérhida Baines Jhonson cambian cuando la carta que escribió para ese chico especial, cae en posesión de la persona equivocada.

Los chicos de una de las preparatorias más importantes a nivel mundial, continúan con su difícil vida de adolescente, tratando de enmendar sus errores y experimentando cosas nuevas.

Muchas cosas locas suceden mientras se es joven.

SEGUNDA ENTREGA DE 'PALABRAS AL AIRE'.

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Prólogo
El ruido resonó por todo el lugar, rompiendo con la calma que se había instalado, esperando por fin quedarse. Corrió lo más rápido que pudo, abriéndose paso entre la multitud que se movía desesperada, producto de la impresión de los acontecimientos ocurridos unos minutos antes. Sus ojos luchaban por seguir alertas, pero su cuerpo agitado y cansado no le daba respuesta. El sonido ensordecedor de tres balas, una tras de otra sin espacio para el descanso, irrumpió, dando lugar al caos y a la desesperación. De pronto, su visión comenzaba a sentirse borrosa, y su respiración se agitaba cada vez más, los mareos y el sudor tampoco ayudaban, y poco a poco, la luz de los faroles de la avenida central se vio apagada por una inmensa oscuridad. Poco a poco pudo volver a ser consiente de sí mismo, aunque con un poco de esfuerzo, sus ojos iban recuperando la visión; cuando por fin pudo ver con claridad, observó el panorama gris, una inmensa pared de concreto yacía ante él. Un callejón sin salida. —¿Quién eres? —Preguntó una voz masculina a la distancia. Aún no podía moverse, el dolor se había apoderado de su ser, una punzada casi insoportable que lo hacía estremecer en una de las extremidades de su débil cuerpo. Trataba de erguirse, pero era muy difícil. —Te preguntaré de nuevo, parece que no me has escuchado. —Se volvió a escuchar aquella voz, mientras escuchaba pasos que venían en su dirección. —¿Quién eres? Trató de recobrar la compostura, pues el miedo se volvió a apoderase de él. Estaba cansado y la pierna le dolía, era un malestar punzante que no parecía tener un fin. Trató de levantarse, posándose sobre sus brazos, los cuales temblaban tratando de mantenerse; tocó como pudo la herida, estaba mojada y al contacto ardía. ¿Era sangre? —¿Dónde estoy? —Consiguió hablar, aunque no era lo que esperaba decir. No recordaba nada. —Es curioso, yo creía que no hablabas. —Dijo la voz, quien ya estaba demasiado cerca como para verlo. Era un hombre de una apariencia hermosa, pulcro y con un porte divino. Traía puesta una gabardina de piel color café oscuro, -que por las sombras del callejón a oscuras no se podía notar muy bien el tono- con unos pantalones ajustados negros y una camisa blanca perfectamente limpia. Al verlo, se sintió indigno ante su presencia, viéndose a sí mismo en esas ropas sucias y gastadas. El hombre fornido se quedó esperando una respuesta, se encontraba de pie mirándolo con compasión. —Parece que no contestarás a mi pregunta. —Dijo con tal seguridad que lo hizo sentir extraño. —Ignoraré tal falta de respeto solo como muestra de mi bondad. —Dictaminó, mirándolo muy fijo. —¿Qué es este lugar? ¿Dónde estoy? —Volvió a preguntar aturdido y confundido, ignorando las palabras del corpulento hombre que lo miraba con atención. Aquel sonrió y resopló, acomodándose los lentes oscuros que tapaban su identidad, aunque se podía ver a la luz de la luna sus bien formadas facciones. Se puso en cuclillas y le respondió: —Chico... No lograrás nada con esa actitud tuya... Comprendo que no sepas bien que decir, pero en realidad, la pregunta está mal formulada. No es correcto preguntar dónde estás, si no que pasó antes para haber llegado hasta dónde estás. Ahora que lo decía, el hombre tenía razón, no recordaba nada, así que aunque supiera dónde estaba, no entendería porque había llegado hasta ahí. —Bien, veo que no tienes intenciones de intercambiar palabra alguna, así que asumiré que quieres escuchar la historia. —Le echó una ojeada al niñito que se encontraba tirado en el piso, con un aspecto desaliñado y una herida de bala en la pierna izquierda, la cual había formado un charco de sangre debajo. Al verlo sin disposición de moverse, continúo con su charla: —Has sido perseguido por unos policías, los cuales te tenían mucha maña, por qué ellos te causaron la herida en tu pierna. Caíste al suelo y desmayaste, y luego yo te traje hasta aquí. En resumen, te he salvado la vida. —Dijo encogiéndose de hombros, como si tal hazaña no hubiese sido tan impresionante. Al fin lo recordó, era verdad. Estaba huyendo de los oficiales que querían pegarle por robar el pan de una repostería cerca del orfanato, del cual había escapado tras verse acorralado por las malas personas que lo habían torturado. Era un sin hogar que trataba de sobrevivir en el mundo despiadado. No era la primera vez que robaba algo, había estado viviendo en las calles de Irlanda solo, sin dinero y deseando algún día poder volver a llamar a un lugar 'hogar'. —Volveré a preguntarte, mocoso. —Volvió a hablar la figura, quien se incorporó de nueva cuenta. —¿Quién eres? Ante la pregunta, trató de recordar cuál era su nombre, aquel por el que respondía y todos lo llamaban, pero no podía encontrar tal cosa, así que encogido de hombros soltó finalmente, con el esfuerzo que hablar le supuso tras sentirse tan débil por la herida: —No soy nadie... —Dijo con tal tristeza, que el hombre se compadeció de él. —Eres un sin hogar... Ya veo. —Soltó en un suspiro, tomando al chico para llevarlo sobre su espalda. —No tendrás que preocuparte por nada más. Desde ahora, formarás parte de nuestra familia. Ariel miró hacía la calle, volviendo a la realidad después de un buen tiempo. A la distancia, una muchacha vestida de n***o se acercaba temerosa hacía él, y cuando la vio de cerca, le habló: —Creí que no vendrías... —Yo también estoy sorprendida. —Respondió tras la capucha, una voz dulce que delataba tristeza y melancolía. —¿Aún no estás convencida? —Preguntó desanimado, en cierta forma se sentía culpable por lo que había pasado. Era su forma de redimirse finalmente. Mantenía el perfil bajo, con las manos dentro de las bolsas de su sudadera favorita, y recargado sobre el barandal n***o que cercaba el cementerio. La chica solo se limitó a suspirar, dejando que el viento que soplaba se llevara con él sus sentimientos, y luego añadió: —No hay de otra... ¿Cierto? Este es el precio a pagar. —Lo soltó con tal melancolía que hasta él sintió pena. —Aún puedes arrepentirte, ya te he ofrecido una alternativa... —No. —Interrumpió la joven. —Es mejor así, nadie sale herido de esta forma. —¿Estás decidida entonces? —Preguntó Ariel, tratando de mirar el rostro de la chica, quien miraba atenta a la lápida dónde se habían quedado de ver. —¿Qué hay dentro? —Preguntó la chica para calmar su curiosidad, ignorando por completo la pregunta que le había hecho antes. —Está vacía. Igual nadie sospechará... —Gracias por todo, Ariel. —Volvió a interrumpir al chico, quien miraba la lápida con un semblante muy serio. —Ya te lo he dicho antes... Es mi forma de redención. —Ariel se encogió de hombros, no había otra forma que se le ocurriese para corregir sus errores... Al final, solo quedaba avanzar. La chica se alejó hacía dónde habían acordado días antes, y luego siguió su dirección. Era verdad. Este era el precio que tenía que pagar. Así que mirando a la tumba vacía que tenía inscrito el nombre de la chica de n***o, se dirigió hacia su destino, apartando ideas absurdas de su mente y continuando con el plan. ¿Qué más quedaba?

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