Día 15 después de la subasta – Campo de entrenamiento privado, Cordillera de Hielo Eterno (norte de Lirion)
El aire era tan frío que cada respiración salía como nube blanca y dolía en los pulmones.
Alejandro estaba desnudo de cintura para arriba, solo pantalones negros de cuero de wyrm, pies descalzos sobre la nieve que crujía bajo su peso.
Frente a él, Lyria Frostblade en plena forma de batalla: armadura completa de escamas polares, lanza de hielo eterno de cuatro metros, aura nivel 9 desplegada al máximo.
Cien copias perfectas de Lyria aparecieron en círculo, todas reales, todas letales.
«¡Otra vez!», gritó la princesa, voz que resonó como trueno en la montaña.
Alejandro sonrió, el meridiano al 31% ardiendo como un sol verde dentro de su pecho.
«Como desees, esposa.»
Y cargó.
El entrenamiento duró seis horas seguidas sin un solo segundo de descanso.
Puños contra lanzas.
Hielo eterno contra jade vivo.
Sangre salpicando la nieve blanca, congelándose al instante en cristales rojos.
Lyria no se contenía.
Cada golpe era para matar.
Cada estocada buscaba el corazón.
Alejandro esquivaba, bloqueaba, contraatacaba con puños que rompían el hielo y hacían retroceder a las copias.
Cuando una copia lo atravesaba con la lanza, la herida se cerraba en segundos.
Cuando él conectaba un golpe, la copia se hacía añicos.
Al final de la sexta hora, solo quedaba la Lyria real.
Alejandro estaba de rodillas en la nieve, jadeando, cubierto de heridas profundas que se cerraban lentamente, sangre verde esmeralda goteando de su boca.
Lyria también sangraba por la comisura de los labios, armadura rota en varios puntos, pero con una sonrisa salvaje, casi enamorada.
«31%… y ya me obligas a usar el 87% de mi poder real.
En tres meses serás imparable, Alejandro.»
Él levantó la vista, ojos brillando como jade líquido.
«En tres meses Vorath vendrá con un millón de soldados y cien mil bestias de éter n***o.
Necesito ser más que imparable.
Necesito ser un dios…
o no quedará nadie a quien salvar.»
Lyria se arrodilló frente a él en la nieve, sin importarle la sangre ni el frío.
Tomó su rostro con ambas manos y lo besó con sangre en los labios, con hambre, con amor y con violencia.
«Entonces te haré un dios…
aunque tenga que romperte mil veces al día
y volver a curarte con mis propias manos.»
June observaba desde el borde del campo, envuelta en pieles de lobo blanco, los ojos llenos de orgullo…
y un poco de celos que ya no podía disimular.
18:00 – La cena de las tres reinas (escena completa extendida)
Comedor privado en la fortaleza de entrenamiento, chimenea rugiente de diez metros, cabezas de bestias colgadas en las paredes.
Mesa larga de madera de dragón n***o.
Carne de wyrm asada, vino caliente con especias del norte, pan de hielo que no se derretía.
Lyria habló con la boca llena, sin modales imperiales:
«Mañana empezamos fase dos:
Respiración de Hielo Eterno combinada con tu Respiración del Vacío.
Si logras fusionarlas, llegarás al 50% en un mes.
Si fallas… tu corazón se congelará y morirás en segundos.»
June dejó el cuchillo con fuerza sobre la mesa.
«¿Y si no sobrevive a tu “fase dos”?»
Lyria se encogió de hombros como si hablara del tiempo.
«Entonces lo curo yo con mi sangre imperial…
y volvemos a empezar hasta que lo consiga o se rompa del todo.»
Alejandro rio, limpiándose la sangre de la comisura de la boca.
June no rio.
Esa noche, por primera vez, June y Lyria discutieron de verdad.
Empezó con palabras.
«¡Lo estás matando, Lyria!»
«¡Lo estoy haciendo más fuerte, June! ¡Tú lo quieres vivo, yo lo quiero invencible!»
«¡No si lo rompes antes de la guerra!»
«¡Prefiero romperlo mil veces y tener un dios a mi lado que un cadáver bonito!»
Las voces subieron.
Éter verde y azul chocando en el aire.
Alejandro intentó mediar… y terminó empujado contra la pared por las dos.
Y la discusión terminó como siempre terminaban últimamente:
en la cama.
Celos convertidos en pasión.
Gritos convertidos en gemidos.
Ropa arrancada con violencia y amor.
Seis horas después, al amanecer, Alejandro despertó con el meridiano al 38%
y un mensaje nuevo grabado a fuego en su mente:
«Advertencia del núcleo del Dragón de Jade:
energía yin-yang desequilibrada detectada.
Tres esposas generan exceso de yin puro.
Recomendación inmediata: cuarta esposa con linaje opuesto (demoníaco o celestial puro) requerida para estabilizar meridiano y desbloquear fases superiores.»
Alejandro se quedó mirando el techo de madera negra.
«Maldita sea mi vida…»
Día 16 – 12:00 – El cielo se rompe
Estaban en el centro del campo de entrenamiento, Lyria explicando la fusión de respiraciones, cuando pasó.
El cielo se volvió n***o de repente, como si alguien hubiera apagado el sol.
Una grieta gigantesca, de kilómetros de largo, se abrió sobre todo Lirion.
El aire se llenó de éter n***o puro que hacía gritar a los animales y llorar a los niños en ciudades a cientos de kilómetros.
De la grieta salió una voz que hizo temblar hasta las montañas mismas:
«Alejandro del Dragón de Jade…
heredero ilegítimo, cachorro débil, ladrón de mi futuro…
tienes exactamente tres meses.
Tres meses para llegar al 100% del meridiano.
Si no lo consigues…
vendré yo mismo a arrancarte el corazón todavía latiendo
y se lo daré de comida a mis perros de guerra.»
La voz de Vorath.
El rey demonio en persona.
Lyria palideció por primera vez en toda su vida.
Su lanza cayó al suelo con un sonido metálico.
June se agarró al brazo de Alejandro como si fuera a desmayarse.
Y en la grieta apareció una proyección gigantesca:
un hombre de tres metros y medio, armadura negra hecha de huesos de dragones antiguos, cuernos curvados, ojos rojos como sangre hirviendo, sentado en un trono flotante hecho completamente de cráneos de dragones celestiales.
«Disfruta de tus mujeres, cachorro.
Porque cuando llegue…
las tendré yo primero.
Una por una.
Delante de ti.
Hasta que supliques que te mate.»
La imagen se acercó a June y Lyria, lamiéndose los labios con una lengua bífida.
June vomitó en la nieve.
Lyria recuperó la lanza, temblando de rabia.
La grieta se cerró con un trueno que rompió cristales en toda Lirion.
Silencio sepulcral.
Lyria fue la primera en hablar, voz temblorosa pero decidida:
«Necesitamos la cuarta esposa.
Ya.
Hoy mismo.»
June, sorprendentemente, asintió sin dudar.
«¿Quién?»
Día 16 – 20:00 – La llegada que nadie esperaba
Portal de teletransporte principal del palacio, activado con runas imperiales y demoníacas a la vez.
Una sola figura salió del portal.
Cabello rojo fuego hasta la cintura, moviéndose como llamas vivas.
Ojos violetas que brillaban con éter demoníaco contenido, pero puro.
Vestido n***o con grietas rojas que parecían lava fluyendo.
Aura nivel 10 completo, tan densa que distorsionaba el aire.
Veinticuatro años.
Hija bastarda reconocida de Vorath.
Antigua prometida de Alejandro antes de que el mundo los separara hace quince años.
Selene Vorath.
La princesa demonio.
La única persona viva que conocía a Alejandro desde que eran niños.
Se paró frente a Alejandro, June y Lyria.
Y sonrió con tristeza, deseo y una furia contenida que hacía temblar el suelo.
«Hola, mi amor…
hace quince años me prometiste que volverías por mí.
Me han mandado a matarte.
Pero prefiero casarme contigo…
y traicionar al rey demonio que me crió.»
Alejandro sintió que el mundo se detenía.
June y Lyria se miraron, sorprendidas, pero sin hostilidad.
Selene continuó, voz rota:
«Cuando eras niño, antes de que te borraran de la historia,
tú y yo jugábamos en los jardines del Séptimo Santuario.
Me diste tu primer beso detrás del árbol de jade.
Me prometiste que cuando fuéramos mayores nos casaríamos.
Luego Vorath mató a tu familia…
y a mí me llevó como trofeo.
He esperado quince años, Alejandro.
Quince años para esto.»
Una lágrima roja, sangre pura, rodó por su mejilla.
June fue la primera en hablar:
«Bienvenida, cuarta esposa.»
Lyria asintió, sonriendo con respeto.
«Bienvenida, hermana.»
Selene parpadeó, incrédula.
Alejandro dio un paso al frente y la abrazó con fuerza.
Ella rompió a llorar contra su pecho.
«Nunca dejé de amarte…
ni un solo día.»
Y en ese abrazo, el meridiano saltó al 45% de golpe.
El mensaje resonó en su mente:
«Cuarta esposa aceptada.
Energía yin-yang estabilizada.
Fase 4 del Dragón de Jade desbloqueada.»
La noche terminó con los cuatro en la cama más grande que jamás se había construido.
Fuego, hielo, plata y jade.
Cuatro cuerpos.
Cuatro almas.
Un solo destino.
Y cuando amaneció el día 17…
Alejandro despertó con el meridiano al 62%.
Y una nueva marca en su pecho:
cuatro runas entrelazadas.
Una verde.
Una azul.
Una plateada.
Una roja.
El Dragón de Jade ya tenía sus cuatro reinas.
Y el mundo tembló.