El sol apenas comenzaba a despuntar cuando Hana se despertó con una energía renovada. Tenía una idea en mente que la emocionaba: quería hacer un huerto en el jardín. Miró a su alrededor y vio a Bastian, aún dormido, con la expresión tranquila y serena. Sonrió y se levantó cuidadosamente para no despertarlo.
—¡Buenos días, Bastian! —dijo Hana en voz baja, mientras acariciaba suavemente su cabello—. Hoy tenemos mucho que hacer.
Bastian abrió los ojos lentamente y, al ver la sonrisa de Hana, se contagió de su entusiasmo.
—Buenos días, mamá. ¿Qué vamos a hacer hoy? —preguntó, estirándose y bostezando.
—Hoy vamos a empezar un huerto en el jardín. Pero primero, necesitamos ir al pueblo a vender leña y comprar algunas semillas —explicó Hana, mientras preparaba el desayuno.
Después de comer, se prepararon para su viaje al pueblo. Hana tomó su hacha y su saco, mientras Bastian llevaba su pequeña bolsa para recoger la leña más pequeña. Salieron de la casa y caminaron juntos hacia la montaña.
—¡Vamos, Bastian! Tenemos que recoger suficiente leña para vender —dijo Hana, con una sonrisa en los labios.
Mientras subían la montaña, jugaban a “El Desafío de la Leña”. Bastian se adelantaba corriendo y buscando las piezas más grandes, mientras Hana lo seguía de cerca.
—¡Mamá, mira esta pieza! —gritaba Bastian, sosteniendo una gran rama.
—¡Muy bien, Bastian! Eres un excelente recolector —respondía Hana, riendo.
Con sus sacos llenos de leña, se dirigieron al pueblo. Allí, los aldeanos les compraron la leña y les dieron algunas monedas. Hana y Bastian se dirigieron entonces a la tienda de semillas.
—¿Qué tipo de semillas quieres comprar, Bastian? —preguntó Hana, mientras miraban los diferentes paquetes en la tienda.
—Me gustaría plantar tomates y zanahorias. Y tal vez algunas flores también —respondió Bastian, con los ojos brillando de emoción.
Compraron las semillas y algunas herramientas para el jardín. Con sus nuevas adquisiciones, regresaron a casa y comenzaron a trabajar en el huerto.
—Primero, tenemos que preparar la tierra —explicó Hana, mientras cavaba con una pala—. Después, haremos surcos para las semillas.
Bastian seguía sus instrucciones con entusiasmo, cavando y plantando junto a ella. Se reían y bromeaban mientras trabajaban, disfrutando del tiempo juntos al aire libre.
—Mamá, ¿crees que crecerán rápido? —preguntó Bastian, plantando una semilla de tomate.
—Con un poco de cuidado y mucho amor, sí. Verás cómo en unas semanas comenzarán a brotar —respondió Hana, sonriendo.
Pasaron la tarde plantando y regando las semillas. El huerto comenzó a tomar forma, y ambos se sentían orgullosos de su trabajo. Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse, decidieron que era hora de descansar.
—Vamos a bañarnos, Bastian. Hoy ha sido un día largo —dijo Hana, mientras entraban en la casa.
—Sí, mamá. Estoy agotado —respondió Bastian, limpiándose las manos sucias.
Cuando llegaron al baño, Bastian sintió que era un buen momento para transformarse en su forma de lobo. Al hacerlo, sus músculos se relajaron y sintió un alivio en su cuerpo. Hana, acostumbrada ya a sus transformaciones, llenó la tina con agua caliente.
—Vamos, Bastian. Hora de un buen baño —dijo, mientras lo ayudaba a entrar en la tina.
El agua caliente era reconfortante después de un día de trabajo. Hana se unió a él en la tina, y ambos se sumergieron, dejando que el calor del agua calmara sus músculos cansados.
—Hoy fue un buen día, mamá —dijo Bastian, con los ojos cerrados.
—Sí, lo fue, Bastian. Trabajamos duro, pero también nos divertimos. Estoy orgullosa de nosotros —respondió Hana, acariciando suavemente su pelo mojado.
Después del baño, se secaron y se pusieron ropa limpia. Se sentaron junto a la chimenea, donde Hana preparó una sopa caliente para la cena. Mientras comían, hablaron sobre sus sueños para el huerto y cómo les gustaría ver crecer las plantas.
—Quiero ver muchas flores de colores, mamá. Y tomates grandes y jugosos —dijo Bastian, con una sonrisa.
—Y zanahorias dulces y crujientes. Nuestro huerto será hermoso, Bastian. Estoy segura de eso —respondió Hana, sonriendo.
Esa noche, mientras se acomodaban en la cama, Hana sintió una profunda gratitud por tener a Bastian en su vida. A pesar de los desafíos, cada día juntos era una bendición, y estaba decidida a cuidar de él y darle el amor y la seguridad que siempre había necesitado.
—Buenas noches, Bastian —dijo Hana, besándolo en la frente.
—Buenas noches, mamá. Te quiero —respondió Bastian, abrazándola.
Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de esperanza, se durmieron, soñando con el futuro y las maravillosas aventuras que les esperaban en su pequeño hogar en el bosque.