LIA
Ni siquiera se adónde voy al salir de la cabaña. De vuelta al albergue principal, supongo. Cualquier cosa para retrasar la inevitable confrontación con Nero. Cualquier lugar para tomarme para respirar.
Sigo mi camino por el sendero oscuro. Hay linternas iluminando el camino, pero con el bosque ahora oscuro a mi alrededor, siento brisa en mis hombros desnudos y tiemblo.
La situación con Nero está a punto de estallar. Y peor aún, una parte de mi lo desea.
Encuentro la cabaña principal iluminada. No hay mucha gente alrededor, pero noto que la zona del bar está abierta y un par de chicos estan bebiendo y conversando en voz baja en un rincón. Algún trato secreto, estoy segura, pero ese el objetivo de todo el fin de semana, ¿no?
Me sirvo un trago de whisky y me siento en un taburete del bar. El alcohol quema al bajar, pero no alivia el dolor opresivo en mi pecho. O entre mis muslos. Estoy tan enojada conmigo misma y no sé cómo manejarlo. ¿Cómo puedo seguir deseándolo así sabiendo que es realmente un monstruo? Anhelo que sus manos recorran mi cuerpo, pero vi esas mismas manos golpeando a un hombre hasta casi matarlo. ¿Se habría detenido si yo no hubiera aparecido? ¿Cuánta sangre tiene Nero ya en sus manos?
No quiero pensar en ello. Y no me gusta sentir que no tengo control sobre mi propio cuerpo. No escucha razones, por mucho que mi cerebro sepa que debo mantenerme alejada.
Me sirvo otro trago y me quedo en la barra, temiendo volver a la cabaña. No porque no pueda soportar estar cerca de Nero. Sino por lo que temo hacer cuando lo vuelva a ver. Alguien se une a mí en la barra.
—¿Single Malt? Tienes la idea correcta—
Levanto la vista. Es uno de los maridos de la cena: un hombre con cabello rubio oscuro y un hoyuelo en la mejilla. Es apuesto y con un look juvenil, y recuerdo que está aquí con una esposa de aspecto mayor, alguien rebosante de joyas.
—¿Te importa si…? — pregunta, señalando la botella con la cabeza.
—Adelante— respondo cortésmente, se sirve una buena medida y luego me rellena el vaso. —Por los excelentes camareros de Stonybook— dice con un brillo en los ojos. —Eres Lia, ¿verdad? —
—Así eso— digo, sorprendida.
—Daniel— capta mi mirada. —Es una habilidad mía— confiesa. —Siempre puedo recordar una cara bonita—
Niego con la cabeza, sonriendo a mi pesar. —Tus cumplidos necesitan mejorar— le digo, —¿Tu esposa no Viena? ¿Tomar algo contigo? — añado con ironía. Pero el solo sonríe.
—Esta dormida por Valium— dice alegremente. —Además, los dos estamos aquí por razones muy diferentes—
—¿De verdad? —
—Ella está aquí para chismear con todas sus amigas y que la mimen con el spa, y yo estoy aquí para hablar de negocios. Tengo una empresa de análisis de r************* muy exitosa— añade.
—Y tu también eres muy modesto— respondo con ligereza. —Es una mujer afortunada—
Se ríe y me relajo, capaz de imaginar por un momento que solo estoy pasando el rato en un bar normal, defendiéndome del coqueteo afable de algún desconocido.
Entonces un brazo me rodea los hombros. —Ahí estas, princesa— La voz de Nero llega, gélida como el infierno. —Me preocupaba que te hubieras alejado y te hubieras perdido—
Mierda.
Mira a Daniel con clara hostilidad. —Veo que has conocido a mi prometida— dice, irguiéndose en toda su estatura. No podría haber dejado más claro que soy de su propiedad si hubiera orinado en circulo a mi alrededor.
—Claro que si— responde Daniel. —Y qué compañía tan encantadora es—
El agarre de Nero se aprieta sobre mi hombro. —Esa es mi Lia— dice, mirando fijamente a Daniel. El otro hombre baja la cabeza, como si reconociera el dominio de Nero.
—Que tengas una buena noche— murmura y se retira.
Nero me tira hacia la puerta. —Hora de dormir, cariño— dice, lo suficientemente alto para que todos lo oigan. No tengo más remedio que seguirlo de vuelta a la cabaña. Pero en cuanto estamos solos, me aparto.
—¿Qué demonios fue eso? — espeto. —Se supone que deberías estar haciendo amigos, no teniendo un concurso de meadas con cada hombre que me mira. No soy de tu propiedad— añado, furiosa.
—Si lo eres— gruñe Nero. —¡Mientras estes bajo mi protección, jugando a ser mi prometida, me perteneces! —
Me quedo boquiabierta ante la cruda posesión en su voz.
Furioso, se arranca la camisa y comienza a desvestirse, revelando los duros planos musculares de su pecho.
Me estremezco al verlo. —¿Puedes no hacer eso delante de mí? — protesto, con la voz aguda.
El simplemente curva su labio en una sonrisa cruel. —¿Cuál es el problema, princesa? Pensé que te gustaba mirar—
Oh, Dios. El recuerdo de él masturbándose en la ducha me golpea en una oleada de calor y deseo. Pero preferirá morir antes de dejarle saber cuánto me excito, así que levanto la barbilla y hago una mueca de desprecio.
—Puedes guardarte el espectáculo para ti. El preestreno no me abrió precisamente el apetito, si sabes a que me refiero. Además, tú mismo lo dijiste, ambos hemos pasado por eso. Aunque todo, es un poco confuso, cuando lo pienso— no puedo evitar añadir. —Supongo que no fue tan memorable para mi—
En el momento en que las palabras salen de mi boca, sé que lo he presionado demasiado. Toda diversión desaparece de los rasgos de Nero y es reemplazada por algo oscuro, casi depredador.
—Mentira—
El da un paso adelante. Yo doy un paso atrás. Tengo la boca seca y el corazón me late fuerte, pero, aun así, me obligo encogerme de hombros con indiferencia.
—No fue nada. Éramos niños. Estoy segura de que hiciste lo que mejor pudiste en ese momento—
Nero suelta una risa aguda. —¿Eso es lo que te has estado diciendo a ti misma, princesa? Cuando estabas acostada en la cama por la noche, frotando ese dulce clítoris tuyo, ambos sabemos que soy el único en quién piensas—
El calor me recorre en espiral. Calor y vergüenza. ¿Cómo lo sabe?
La sonrisa de Nero se agranda, acercándose. —Si, eso pensaba. Cuando esos dedos se mueven más rápido y gimes por más, soy yo a quién quieres, ¿no, princesa? Son mi manos las que quieres, sujetándote al colchón. Mi polla lo que necesitas, llenando ese coño apretado hasta el maldito limite. Porque lo sabes muy bien, nunca lo has tenido tan bien—
Oh, Dios mío.
—Pero por muy buenos que sean esos recuerdos, estás olvidando una cosa, princesa — gruñe, dando un paso más cerca. —Ya no soy un maldito niño. Soy todo un hombre—
Hay silencio por un momento, nuestras miradas se encuentran. El aire esta cargado de sexo. Entonces se abalanza sobre mí, y nuestras bocas se unen en un beso ardiente e infernal.
Mierda.
Se ha estado construyendo entre nosotros durante tanto tiempo que no podría haberlo detenido ni, aunque lo hubiera intentado. Sus labios son duros sobre los míos, castigadores y voraces mientras me golpea contra la pared. Me derrito en él, devolviéndole el beso, pero el inmediatamente toma el control. lamiendo su camino hacia mi boca, recorre con sus manos todo mi cuerpo, encendiendo un fuego en mi sangre.
Dios, todavía sabe todo lo que me gusta mientras me agarra de la nuca, con los dedos enredados en mi cabello. Gimo en su boca, retorciéndome desesperadamente más cerca mientras su mano libre encuentra mi pecho, su pulgar recorre el c*****o endurecido de mi pezón a través de mi fino vestido. Nuestras lenguas se enredan mientras el me inmoviliza contra la pared, atrapada allí y, oh tan dispuesta.
Mis palmas aterrizan en su pecho, sintiendo el musculo duro y subiendo hasta que mis brazos rodean su cuello. Apenas puedo recuperar el aliento mientras deja besos dolorosos en mis labios, apretando su duro cuerpo contra mí, dejándome húmeda y gimiendo, arqueándome por más.
—Así es— gruñe, mordisqueando mi cuello, empujando su gruesa longitud entre mis muslos. —Ruega por ello, nena. Ambos sabemos que lo quieres—
Pero me muerdo el labio, la última parte de mi cerebro se niega a darle lo que quiere. Nero deja escapar una risita áspera, apretando mi pezón de nuevo. —¿Todavía no estás ahí? No te preocupes. ¿Lo estarás? —
Su mano se mueve hacia abajo, rozando mi caja torácica mientras la otra agarra mi cabeza, inmovilizándome. Me sube el vestido y presiona sus dedos entre mis muslos contra mis bragas, justo sobre mi clítoris.
Gimo, mis piernas tiemblan. —Lo recuerdo— Nero gruñe. —Recuerdo como te gusta. Justo aquí, nena. Así—
Me frota a través de la seda, agonizantemente lento. Me retuerzo, tratando de presionar contra su toque, pero me mantiene inmovilizada, su lengua recorriendo mi sensible cuello mientras lentamente rodea mi clítoris a través de la tela húmeda.
—Mierda— gime contra mi piel. —Tan jodidamente mojada. Apuesto a que has estado goteando desde la cena. Si, lo vi escrito en toda tu cara, la forma en que te retorcías en tu asiento—
—Tu también estabas duro— jadeo, echando la cabeza hacia atrás de placer. —No creas que no me di cuenta—
Nero gruñe enojado, apartando mis bragas y hundiendo dos dedos dentro de mí, tan rápido que grito ante la espesa y dulce intrusión.
¡Oh, Dios mío!
Me penetra, embistiendo profundamente, y lloro de nuevo, mi voz resonando en la habitación oscura. Mierda, se siente tan bien. No puedo pensar, no puedo respirar, todo lo que importa es lo que me está haciendo ahora mismo.
—¿Te gusta eso, princesa? — pregunta, con su voz ronca en mi oído. Gimoteo, apretando sus dedos, frotándome contra su palma.
—Ya me lo imaginaba. Nero bombea más rápido. —Mírate, tomando mis dedos como una chica codiciosa. No eres demasiado buena para mí ahora, ¿verdad? Debe matarte saber que un hombre como yo puede hacerte sentir tan jodidamente bien—
Tiene razón, y eso solo hace que esto sea más caliente: la vergüenza, la lujuria y el odio aumentan en mi cuerpo, llevándome al límite. El inclina sus dedos, deteniéndose para frotar mis paredes internas, buscando, buscando…
—¡Nero! — grito, el placer me atraviesa.
—¡Mierda! ¡Justo ahí! — Me levanto de puntillas, persiguiendo la ráfaga. Pero sus dedos se quedan quietos.
—Ruega por ello—
Mis ojos se abren de golpe. Nero me está mirando con la mandíbula tensa.
—Yo…—
—Ruega por ello, princesa— Sus ojos son oscuros, fijos en los míos. —Te lo daré, nena. Sabes que te llevare hasta el final. Pero si quieres correrte, necesito oír esa bonita boca tuya suplicar por lo que necesitas—
Me acaricia de nuevo, solo una vez, y gimo. Tan cerca de la liberación. Tan condenadamente cerca… Mierda. Estoy tan demasiado ida para parar ahora.
—¡Por favor! — gimo odiándome a mí misma y emocionándome en la rendición, todo al mismo tiempo. —¡Por favor, Nero! ¡Te necesito! —
Sus ojos brillan con victoria, y entonces sus dedos vuelven a hacer su magia: frotando profunda y rápidamente dentro de mi mientras su palma aprieta mi clítoris y me hace ver estrellas.
Mi orgasmo me recorre y me deshago en un grito, mis dedos clavándose en sus hombros mientras disfruto del orgasmo más épico que puedo recordar.
Mierda.
Me hundo contra la pared, tambaleándome. Estoy aturdida, jadeando cuando me doy cuenta de que Nero se ha separado de mí. vislumbro un atisbo de puro odio en su rostro mientras se gira y se dirige a la puerta. Entonces esta se cierra de golpe tras él, y me quedo sola.
Mis piernas ceden y me desplomo en el suelo, mi cuerpo aun vibrando de placer. ¿Pero mi mente? Ya está llena de dudas. Está claro que Nero lamenta todo lo que acaba de pasar. Que todavía me odia. La peor parte es que, incluso sabiendo eso, incluso conociéndolo, quiero más.