29- Cena con los McComark.

2051 Words
LIA Después de pasar una noche tan transcendental en los brazos de Nero, parece imposible que me despierte en exactamente en el mismo mundo a la mañana siguiente, pero eso es exactamente lo que sucede. Él va a trabajar, yo me ducho y paso el día trabajando en mi cuadro, contando las horas hasta que pueda tenerlo a solas de nuevo. Entonces Nero llama con noticias. —Nos invitaron a cenar con McComark y su esposa esta noche— dice. —¿Qué? — parpadeo. —Es increíble, ¿Cómo sucedió esto? — —Supongo que nos llevamos bien, después de todo— responde. —Eso, o está listo para pedirme una donación para la campaña— —El momento no podría ser mejor— digo, pero Nero solo gruñe. —Si, ya veremos. Te recogeré a las seis, cenaremos en su casa en Syosset— dice, nombrando un pueblo rico a las afueras de la ciudad. —¿Y solo seremos nosotros cuatro? — —Si. Muy acogedor— responde Nero. Cuelgo y me voy a elegir nuestra ropa para la noche. Aunque me alivia que el plan de Nero para acercarse a McComark esté dando sus frutos, también odio el recordatorio del trato que pende sobre mi cabeza. Si Nero consigue que McComark se rinda y apruebe el acuerdo de desarrollo, entonces habré cumplido mi parte del trato. Seré libre. ¿Pero que pasará con Nero y conmigo? Dejo la pregunta a un lado, mientas Nero me recoge, y nos dirigimos a casa de los McComark esta noche. Nero parece estar aún más tenso de lo habitual, su rodilla se balancea detrás del volante durante el viaje. Probablemente sabe que esta puede ser nuestra última oportunidad para lograrlo antes de la votación. Mi última oportunidad de ganar la seguridad de mi hermano. Trago saliva y dirijo mi atención a los alrededores mientras entramos en el camino de entrada, silbo. —Vaya, ¿Qué pasó con la historia de McComark de ser solo un tipo humilde que logró la victoria? — La casa es majestuosa como el infierno, con tres pisos, ventanas cuadradas y columnas redondas que sostienen el techo del porche. El color blanco sobresale de todo el verde que la rodea; arbustos perfectamente cuidados, césped ondulado y árboles en la parte trasera de la propiedad. —Esto no es humilde en lo absoluto— —Bien—responde Nero, saliendo del coche. Se ajusta la chaqueta y lo asimila todo. —Después de todo, los tipos con gusto por las cosas buenas necesitan su forma de pagarlo— Trato de ignorar el hecho de que estoy aquí, ayudando con algo que es definitivamente inmoral, por no hablar de ilegal. Nos estamos acercando a las escaleras de la entrada, cuando mi teléfono vibra en mi bolso. Lo saco para silenciarlo, cuando me doy cuenta de que no es el correcto. Tomo mi teléfono desechable al salir por la puerta, no el que me dió Nero. Jack está llamando. Y tengo una docena de llamadas perdidas y mensajes de texto suyos en los últimos diez minutos. Diablos. Nero aún no se ha dado cuenta, así que lo inclino en mi mano. —Es Ariza— miento, —Déjame hablar con ella un segundo. Podría tener información útil sobre los McComark— añado. Nero asiente. —Claro— Me doy la vuelta y bajo la voz al responder, con el corazón acelerado. —¿Hola? — —Hola— dice Jack. —¿Qué pasa? — pregunto, mientras Nero revisa su propio dispositivo. —Bueno…no te asustes— empieza Jack y yo lo hago inmediatamente. —Oh, Dios, ¿Qué pasa? — pregunto. —¿Estás bien? — —Estoy bien. Lo prometo— Jack maldice. —Es solo que…me asaltaron— —¿Qué? — Nero levanta la vista ante mi exclamación. Me trago el pánico. —No es para tanto— continúa Jack. —Solo unos malandros locales que me atacaron de camino a casa anoche— —¿Por qué no me llamaste pronto…? — —No hay nada que pudieras hacer. Como dije, solo fueron unos idiotas locales. Ni siquiera se llevaron toda la billetera, solo se embolsaron mi dinero y se fueron— —¿Te lastimaste? — susurro, bajando aún más la voz. —Solo recibi un puñetazo en el estómago cuando intenté negarme a entregar el dinero, pero estaré bien. escucha, tengo que irme, pero sabía que querrías saber que pasó. No te preocupes por mí, ¿de acuerdo? — Cuelga y trato de recomponerme. ¿Asaltado? La idea de que Jack corra algún peligro me hace sentir mal. —¿Todo bien? — Nero se une a mí. Esbozo una sonrisa. —¡Si! Ariza es genial— —¿Y Jack? — pregunta, mirándome. —¿Cómo está? — Pillada. —Bastante conmocionado, a decir verdad— mantengo la cabeza en alto, incluso si estoy enloqueciendo por dentro. —Lo asaltaron anoche. Lo maltrató un grupo de tipos. Tú no sabrás nada de eso, ¿verdad? — Nero aprieta la mandíbula. —Ni siquiera sé dónde está Jack— señala con voz fría. —Pero incluso si lo supiera, témenos un trato. Esta bajo mi protección, siempre y cuando cumplas con tu parte. ¿Estás diciendo que no soy un hombre de palabra? — Exhalo. —No. Lo siento, solo… Me asusté al oír que estaba herido— Nero asiente con la cabeza, intentando dejarlo todo de lado, al menos durante las próximas horas. —Entremos— señalo con la cabeza hacia la puerta principal. —Probablemente se estén preguntando por que tardamos tanto— Nero asiente brevemente y lo sigo hasta la puerta. Llama a la puerta y, un momento después, Fiorella la abre con una amplia sonrisa. —¡Bienvenida! Me alegro mucho de que hayas podido venir, a última hora como esta— —Por supuesto— la saluda Nero con un beso en la mejilla. —No nos lo perderíamos por nada del mundo— Estoy impresionada. No hay ni rastro del chico gruñón y resentido que llevé a esa primera gala. Nero ha despertado su encanto en un instante y está halagando la decoración de Fiorella mientras nos muestra una lujosa sala. —Los niños están en una pijamada e Ian debería bajar enseguida de una llamada. —¡Ah, aquí esta! — Ian entra en la habitación, relajado y guapo con una camisa abotonada y pantalones chinos. —Nero— dice, saludándolo con una palmada en la espalda. —¿Es tu Aston Martin ese que está afuera? Ese sí que es un buen coche— —Oh, no lo hagas hablar de coches— interrumpe Fiorella. —Estará hablando de ellos toda la noche— —Después de cenar— dice Ian con un guiño. —Te mostraré mi garaje. Tengo una colección— —Trato hecho— responde Nero. Mis nervios se calman un poco. Todo va muy bien hasta ahora: Relajado y amigable. —¿Puedo ofrecerles un coctel? — pregunta Fiorella. —Fifi prepara un whisky sour excelente— añade Ian. —Eso suena maravilloso— digo. Me tomo un momento para mirar a mi alrededor mientras todos tomamos asiento en los sofás. El interior de la casa es cálido y acogedor. Las molduras de madera natural y los colores neutros de las paredes hacen que el lugar se sienta cómodo, pero hay cosas que te recuerdan que este es un lugar que pertenece a los ricos. La alfombra bajo nuestros pies es persa con un patrón ornamentado hecho de hilo dorado. Probablemente costo más que mi último coche. Hay una pintura original de Marie Faulkner en la pared junto a la chimenea de piedra de río, y el candelabro sobre nosotros es una verdadera obra de arte. Todas estas pequeñas cosas pintan un buen panorama. La conversación es ligera, y me encuentro admirando de nuevo lo lejos que Nero ha llegado en las últimas semanas, charlando con Ian sobre deportes y algo de historia local de la ciudad. Estoy orgullosa de él, pero también me gusta saber que no es realmente una persona de la alta sociedad. Cuando era adolescente, esa fue la razón por la que me sentí atraída por el en primer lugar. Todos los chicos con los que pasé el tiempo eran mocosos ricos de internados. Nacer con una cuchara de plata en la boca puede traer una sensación de derecho que es poco atractiva, como mínimo. Demonios, yo también era así, pero Nero me trajo a la Tierra. Me mostró que había más de la vida que ropa elegante y almuerzos con las chicas. Él era real. Todavía lo es. Bajo este desbordante encanto, sigue siendo el mismo chico, por eso no puedo alejarme. —Me encantan tus pendientes— le digo a Fiorella. Tiene un grupo de diamantes que rodea un gran rubí en cada lóbulo. Complementan perfectamente su vestido rojo. Tengo que admitir que me gusta su estilo. —¿Son Cartier? — Fiorella sonríe, llevándose los dedos a la oreja. —Rosberg Cross, en realidad. Ian me los regaló en nuestro décimo aniversario de bodas— Ella sonríe a su esposo y puedo ver el amor brillando en sus ojos. Esta es la primera vez que interactúo con la pareja en privado de esta manera y puedo ver cuanto lo ama. Pienso en mis sospechas sobre Bianca e Ian y trato de no hacer una mueca. Betty entra para anunciar que la cena esta lista y todos nos movemos al comedor. Nero retira mi silla, justo cuando McComark hace lo mismo con su esposa. Hay ensaladas en la mesa frente a nosotros y Betty se acerca con una botella de vino increíblemente caro para servir en nuestras copas. Tomo un sorbo, preparada para complementarlo también, pero Nero habla primero. —Entonces, Ian, sé que la junta de zonificación se reunirá en unos días para tomar una decisión sobre mi propiedad. ¿Puedo contar con tu voto? — Su petición es tan abrupta que casi me ahogo con el vino. Le lanzo una mirada silenciosa. ¿A qué demonios está jugando? Pensé que entendía que no puede ser tan directo con este hombre. La atmosfera en el comedor cambia en un instante, volviéndose densa de tensión. Los ojos de Fiorella van y vienen entre los dos hombres, mientras que McComark parece casi ofendido. —Bueno…en serio…— balbucea. —Ciertamente no me esperaba esto. Es bastante inapropiado— Nero se encoge de hombros. —Estoy harto de andar con rodeos. Pienso, dejémonos de tonterías, hablemos claro y luego disfrutemos de una buena comida— Se reclina en su asiento, con aspecto sumamente confiado. Como si esta fuera su casa. Como si McComark ya estuviera en su bolsillo. Pero el político tiene otras ideas. —Si tienes que forzar el asunto, entonces…No. No te apoyaré con mi voto. Nada personal contra ti— añade, —Pero necesito pensar en las apariencias. Sería un suicidio político dejar constancia de tu apoyo. Demonios, me crucificarían por el resto de mi carrera política. Digamos que estuve en la cama con un Morelli— Su voz destila desdén, y me estremezco, esperando que Nero pierda su paciencia. Pero Nero simplemente se encoge de hombros relajado. —Las apariencias, ¿eh? — dice, metiendo la mano en el bolsillo interior de su traje. —Es curioso que estés tan preocupado por relacionarse conmigo. Cuando son tus otras asociaciones las que podrían perjudicar más tus ambiciones políticas— Nero saca un fajo de fotografías y las arroja una por una sobre la pulida mesa del comedor para que todos las veamos. Jadeo. Son fotos de vigilancia que muestran a Ian y a Bianca. En un hotel de lujo, juntos. tomadas a través de una tira abierta entre las cortinas, en medio de la pasión. Desnudos en la cama, Bianca montándolo, sus pechos desnudos rebotando, Ian cogiéndola por detrás sobre la cama. De rodillas, comiéndosela. Fiorella hace un ruido de angustia, tapándose la boca con una mano. Puedo ver su corazón rompiéndose, y quiero decirle a Nero que no lo haga, pero mi voz se queda atrapada en mi garganta. Es como ver un accidente de tren. Y no puedo apartar la mirada.
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