8- Sentimientos que me van a destruir.

1487 Words
LIA Tan pronto como salgo, corro, incluso con tacones, puedo moverme a paso rápido durante tres manzanas antes de que me duelan los pies y sienta una punzada en el costado. Esto es lo que me pasa por faltar al gimnasio. No sé qué hacer ahora, no lo pensé bien. No tengo dinero, ni donde quedarme, y llevo un vestido de coctel muy elegante y tacones. Ni siquiera tengo un teléfono celular. Pero me he comprometido a huir ahora, así que me mantengo en las sombras lo mejor que puedo, tratando de no llamar demasiado la atención. Pronto, las calles se desdibujan y pierdo la noción del vecindario. Los edificios se vuelven industriales cuanto más me alejo de la elegante direccion de la fiesta, y hay menos gente en las calles. ¿Qué he hecho? Con cada cuadra que recorro, mi pánico crece. Nero definitivamente va a venir por mí, y se pondrá furioso si me encuentra. Todo lo que puedo hacer es esperar ir un paso adelante. Tengo una ventaja, después de todo, tal vez cinco minutos antes de que se dé cuenta de me he ido, más si esa rubia con la que estaba coqueteando lo mantiene ocupado. Además, ¿Cómo me encontrará? Es una ciudad grande, y ni siquiera yo sé a dónde me dirijo, así que no veo como podría rastrearme. Aún así, mi miedo juega en mi contra. Mis pasos son lentos, tropezando con mis talones, y me encuentro estremeciéndome ante cada coche y sombra que pasa. No puedo evitar la certeza de que mi decisión impulsiva de huir va a hacer que me maten. ¿A dónde voy desde aquí? —Bueno, bueno, bueno… ¿Qué tenemos aquí? — La voz parece salir de la nada y me detengo en mi pista. Otro movimiento estupido. Estoy junto a un callejón coscurro, y al mirar a mi alrededor, dos hombres emergen de las sombras. Ahora sé que debería haber corrido tan pronto como oí a alguien hablar, pero es demasiado tarde. Se acercan bloqueándome el paso por ambos lados. —¿Te has perdido, cariño? — pregunta uno, mirándome de arriba abajo. —Claro que se ha perdido— responde el otro, antes de que pueda decir nada. —Una dama elegante como esta, sola. ¿A dónde vas? Te guiaremos en la direccion correcta— Trago saliva con fuerza, dolorosamente consciente de que mi vestido escotado y de los diamantes en mi garganta. ¿Por qué no cogí un abrigo al salir? Prácticamente estoy gritando “Blanco fácil” —Gracias, pero estoy bien— miento, retrocediendo un poco. —Voy a encontrarme con unos amigas— —¿Ah, ¿sí? — pregunta uno de los chicos. —¿Son tan guapas como tú? — Mi pulso se acelera de miedo. —Debería irme— intento sonar firme. —Buenas noches— Intento pasar junto a ellos, pero se mueven para bloquearme el paso. —Ay, ¿Por qué tanta prisa? — uno de ellos extiende la mano y toca los diamantes de mi cuello. Retrocedo al sentir sus dedos en mi cuello y su sonrisa desaparece. —Demasiado bueno para que te vean con nosotros, ¿no es así? — —N…no…— Mi corazón late fuerte contra mi caja torácica mientras retrocedo hasta que choco con una pared de ladrillos. La tenue iluminación blanca que proviene de una farola al final del callejón es suficiente para dejarme ver la malvada intención en sus rostros. Pienso rápido. —Puedes quedarte con el collar— digo de golpe, buscando torpemente el cierre. —Por favor, solo necesito irme— Intercambian una risita. —Eso es muy generoso, cariño. Pero creo que tienes otras cosas que vale la pena probar— Me alcanza de nuevo, pero de repente, todos estamos bañados por una luz brillante. Giro la cabeza para ver la limusina detenerse, con sus faros brillando sobre nosotros, cegándome. Nero sale. Exhalo con un silbido, el alivio me invade. Porque ante la posibilidad de elegir entre el diablo que conozco y el que n o, prefiero al diablo con un esmoquin formal cualquier día. Incluso si camina hacia nosotros con la mirada asesina en los ojos. Nero se detiene a veinte pasos de distancia y se mete las manos en el bolsillo con indiferencia mientras los mira a ambos fijamente. —Tienen sus manos en mi propiedad— Uno de los hombres resopla. —¿Y qué? — Nero da otro paso, para que el hombre pueda ver su rostro. y sea cual sea la emoción escrita allí, es suficiente para hacer que incluso estos dos imbéciles lo reconsideren. —A la mierda— murmura uno. —No vale la pena Se alejan de mí, pero Nero detiene al tipo que me estaba agarrando. —Dije que tocaste lo que no te pertenece— Traga salvia. —Lo siento, hombre— —Estoy seguro de que lo harás— Se mueve tan rápido que nadie lo ve venir. Con un giro rápido y un chasquido de su brazo, el tipo está en el suelo, gritando de dolor. Nero levanta un pie y lo golpea con tanta fuerza en la mano del tipo que oigo como se rompen los huesos. ¿Qué demonios? Me quedo boquiabierta ante la repentina y despiadada violencia, pero Nero parece completamente indiferente. —Ahora, vete a la mierda— le gruñe al tipo, que se está curando la mano destrozada. Sigue sollozando cuando su amigo lo arrastra hacia arriba y lo aleja, fuera de la vista a la vuelta de la esquina. Tengo que admitir que una parte de mi se siente aliviada de verlos irse. Entonces Nero dirige su atención hacia mí. La mirada fría en sus ojos me hace estremecer, y sé que no estoy más segura por su llegada. Fuera de la sartén… y al pozo ardiente del infierno. Intento recomponerme. —¿Cómo me encontraste? — pregunto, enderezándome. Tengo que saberlo, parece imposible que haya llegado a esta escena por casualidad, —¿Crees que sé que no hay riesgo de fuga? — pregunta Nero. —¿Me culpas? — respondo, con la ira aumentando en mi rostro por su desdén. —No me has dado precisamente la bienvenida más cálida— —Así que obviamente, intentas que te maten. O algo peor— hace ceñas, con aspecto impaciente. Niego con la cabeza obstinadamente. Entrecierra los ojos mientras me agarra del brazo y me tira hacia la limusina. —Deberías estar agradeciéndome, princesa. Tienes suerte que te haya puesto ese dispositivo de rastreo en el collar. Porque si no hubiera llegado cuando lo hice…— Tiene razón, pero sus palabras aun me queman. —¿Suerte? — repito, alzando la voz por la emoción. —Suerte es lo único que tengo. Has destruido mi vida, Nero Morelli. ¡Ojalá y nunca te hubiera conocido! — Mi voz resuena en la noche oscura. Abre la boca para responder, pero no espero a que responda. Le clavo un dedo en la cara, con la furia ardiendo en mis venas. —Nunca te perdonare esto. Por arrastrarme de vuelta a la ciudad. por tomarme como rehén. Por amenazar a Jack. ¡Eres un monstruo y te odio! ¡Te odio! — En un instante, Nero me empuja contra el coche, su rostro a solo centímetros del mio. Su cuerpo caliente y duro, presionando contra mí. jadeo, repentinamente abrumada por su presencia, sus músculos tensos aplastándome contra el duro metal. —¿Me odias, princesa? — pregunta en voz baja y peligrosa. Asiento, sin confiar en mí misma para hablar. No con su olor deslizándose por mi sistema. No con el deseo pulsando con fuerza entre mis muslos. Pero Nero puede ver a través de mí. Siempre lo había hecho. Sus labios se curvan en una sonrisa burlona. —Yo no lo siento así— Y así, me está besando antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, su boca golpeando con fuerza contra la mía mientras agarra mi mandíbula con fuerza entres sus manos. Es un beso cruel y dominante, casi como un castigo, pero incluso mientras mi mente da vueltas, mi cuerpo sabe exactamente qué hacer. Rendirse… Moldeo mis labios a los suyos, gimiendo mientras su lengua se hunde dentro, reclamando mi boca. El calor crepita a través de mí, fuego en mis venas mientras mi cuerpo grita a la vida bajo su tacto cruel y exigente. Dios, es tan caliente como lo recuerdo, y me inunda sentimientos que deberían haber muerto hace mucho tiempo. Sentimientos que me van a destruir. Todavía estoy perdida en el infierno ardiente del beso cuando Nero se aparta. Me siento avergonzada al ver la falta de emoción en sus ojos. —Que esto te sirva de lección— dice con gravedad, soltándome. —La próxima vez que huyas, no vivirás para ver el amanecer—
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