Las ramas secas chocaban y contrastaban con el cielo grisáceo. Un olor soberbio a muerte reinaba en el lugar. La tierra era cenicienta y yerta. En el fondo se vislumbraba la torre de un castillo. La banderas blancas y gastadas tremolaban en las astas de la muralla derruida. Parecía que una guerra hubiera tenido lugar o, tal vez, un incendio. Quizá fuera lo segundo, porque los árboles eran negros y deshidratados. Lo cierto es que todo parecía estar en blanco y n***o, como si no existiera el color. Aunque las franjas de la embarcación, donde descansaba Juliet, eran de un rojo tenue. El graznido de un cuervo alteró los sentidos de Juliet. Extendió los párpados y miró al cielo. El sol no lastimaba la vista, era como una bombilla fúnebre detrás de una capa transparente La embarcación a

