A pesar de lo que hubiese querido, no pude dormir mucho durante la noche. Opté por ponerme audífonos y poner música a todo volumen, mientras miraba el techo y me sentía enojada. En algún punto, el cansancio pudo conmigo y me quedé dormida, cuando desperté de nuevo, el sol ya había salido y la música seguía sonando fuerte, mis orejas dolían. Apagué el teléfono y me los quité, haciendo una mueca porque mis tímpanos pitaban.
No escuché nada afuera, así que hice mi nueva rutina, fui directamente al baño y me di una ducha de agua caliente para comenzar el día. Al salir, me vestí con una falda de cuero negra que se ajustaba hasta mis mulos, demasiado corta, pero por algún motivo, quería sentirme bonita y sexy hoy. Botas largas hasta las rodillas color café que se ajustaban a mis piernas y un suéter n***o mangas largas que me cubría hasta el cuello. Hacía frio afuera, estábamos por comenzar el invierno, así que procuré abrigarme bien.
Alisé mi cabello hasta dejarlo lacio sobre mi espalda y apliqué un poco de maquillaje, solo para que no se notara que ni siquiera había dormido bien.
Satisfecha con el resultado, me dije mentalmente que no podía dejar que Jasper me afectara, en cambio, debía encontrar una forma de entretenme ahora que estaba aquí, tal vez un trabajo, debía encontrar uno lo suficientemente bueno, que me hiciera trabajar muchas horas para no tener que ver a mi verdugo en casa.
La señora Fischman estaba limpiando la cocina cuando entré. Me fijé en la misma botella que Jasper tenia, estaba casi vacía en la papelera abierta, donde estaba echando restos de basura. Aparté la mirada y le di una sonrisa amable, no quería que ella se diera cuenta de lo que estaba pasando. Aunque, siendo la ama de llaves de Jasper, debía conocer sus intimidades a la perfección.
—Buenos días, señorita —saludé, sonriéndome. — ¿Desea desayunar?
—Sería genial, pero algo ligero, tengo un almuerzo temprano —respondí, quedándome de pie mientras ella me servía un poco de frutas y wafles. — ¿Jasper está dormido aun?
Ella negó con la cabeza.
—Salió muy temprano esta mañana, debe estar trabajando —respondió.
Decidí tontamente sentarme en el comedor de cuatro puestos dispuesto al final de la cocina, que prácticamente nunca había usado. Sin embargo, cada vez que veía la encimera, no podía dejar de pensar en Jasper y aquella mujer, sentada allí, ebria y feliz porque iba a follar con el hombre más sexy que probablemente nunca había visto en su vida.
Después de comer, le agradecí a la señora Fischman y fui directo hacia el intercomunicador del pent-house. Estaba dispuesto cerca del ascensor, sabía que era para comunicarme con el conserje, así que marqué y esperé a que me respondiera. Cuando lo hizo, solo dos segundos después, pedí amablemente que uno de los hombres en la entrada viniera un segundo.
Me quedé en la sala de estar a esperarlo, mientras jugueteaba con mi teléfono celular. Apenas eran las once, pero estaba desesperada por salir, así que no me importaba esperar a Carrie, solo quería salir y disfrutar del día.
—¿Si, señorita? —saludó el hombre número dos, el moreno alto que se había interpuesto cuando golpee al otro hombre en las pelotas ayer.
—Hola —saludé, mucho más calmada que ayer. — Solo necesito comunicarme con Jasper, yo… ah... no me sé su número de teléfono.
Me arrepentí de soltar esas palabras justo después de que las dije, porque terminé sonando como una idiota. ¿Cómo era posible que viviera con él y ni siquiera tuviera su número de teléfono? Sin embargo, el hombre ni siquiera hizo alguna mueca, simplemente sacó su teléfono del bolsillo y presionó un botón. Esperé unos segundos, en silencio, un tanto nerviosa.
—Disculpe señor, pero la señorita Moore desea hablar con usted —anunció el hombre. Asintió, y entonces, me extendió el teléfono celular, así sin más.
Lo tomé, y me di la vuelta, mirando la vista de la ciudad frente a mí.
—Hola —murmuré, casi tímidamente.
—Micaela —fue su saludo, estoico y varonil. — ¿Qué necesitas?
—Salir, iré almorzar con Carrie y también a comprar algunas cosas, ¿puede alguno de tus chicos acompañarme? —pregunté, sintiéndome como si fuera papá y tuviera que pedirle permiso. Pero sabía que no iba a dejarme salir sin su autorización, anoche me había dado cuenta de eso, no quería tener otra lucha que no ganaría.
—Pásame de nuevo a Luck, él te acompañará hoy —accedió, casi demasiado fácil. — Solo no hagas tonterías.
—Gracias —murmuré, antes de colgar.
Diez minutos después, me encontraba sentada en la parte trasera de una camioneta negra, siendo llevada hacia mi restaurante favorito. En el camino, casi cuando estábamos llegando, recibí un mensaje de un numero desconocido, cuando lo abrí, me di cuenta de inmediato de quien era.
Desconocido: Mi número.
No decía nada más, así que lo agendé como “el idiota más grande del mundo” y guardé de nuevo el teléfono. Nuestro restaurante favorito era italiano, estaba ubicado en el centro de la ciudad, una calle histórica con vendedores ambulantes y cantantes callejeros. Luck se tomó en serio su trabajo, me abrió la puerta y me dejé en el lugar, pero tomó asiento unas mesas más allá, dándome mi espacio, pero siendo sigiloso.
Pedí una coca cola mientras esperaba a Carrie, sin embargo, solo el haber salido del pent-house para venir a un lugar familiar me hizo sentir mejor. Revisé mis r************* , le envié un mensaje a mamá asegurándole que estaba bien y pregúntale cómo iba el asunto, aun sin respuesta. La hora pasó rápidamente y para las doce, vi a mi mejor amiga entrando como toda una diva.
Lucía un vestido azul rey ajustado al cuerpo, de mangas largas y unos tacones de quince centímetros, al menos esta vez se había puesto medias. Su cabello corto y liso estaba adornado con algunas perlas y me sonreía como si tuviera al mundo comiendo de su mano. Carrie tenía una gran personalidad, no me sorprendía que terminara dejando a los chicos, ninguno era lo suficientemente bueno para ella.
—¡Estoy tan feliz de verte! —exclamó, cuando llegó a mí. Me levanté y le di un abrazo, más fuerte de lo que hubiese querido, pero lo necesitaba y Carrie siempre había estado allí para mí. — Oh, cariño, ¿ha pasado algo malo?
Presioné mis labios y parpadeé las lágrimas cuando me separé de ella, se dio cuenta de que algo me pasaba, así que ambas nos sentamos.
—Papá se dio cuenta de lo que pasó con Jasper y me echó de casa —mentí, evadiendo su mirada. Era mejor a decirle la verdad y terminar exponiéndola a la ira de Jasper. — Así que tuve que irme a casa de Jasper mientras mamá lo calma.
Ella abrió la boca, incrédula.
—¿Cómo pudo enterarse? —preguntó, asombrada. — Además, ¡no estamos en el siglo pasado! Tienes veinticuatro años, acabas de graduarte de la universidad y has sido más que una hija perfecta, ¿qué tiene que la pases bien con algún chico?
—Sabes que papá quiere mantener mi virginidad intacta para poder ofrecerme a un hombre lo suficientemente rico e importante —respondí, sonaba horrible, pero es lo que era.
—Diablos, no sé cómo has podido soportar aquello, ¡es más fácil mandarlo a la mierda! —murmuró, negando con irritación. Ella no podía entender que había sido criada así, desde pequeña, papá se encargó de manejar mi vida a su antojo. — ¿Entonces tú y Jasper tienen algo?
Me encogí de hombros, no sabía qué responder. No había nada, pero si le decía aquello, entonces la historia no sonaría creíble. ¿Qué hombre me recibiría en su casa si no es porque me estaba follando?
—Es complicado, solo estamos saliendo —murmuré, mintiendo tan vagamente como podía. No quería dar más detalles, ya me sentía miserable por tener que mentirle a mi mejor amiga. — No hemos follado, si es a lo que te refieres, pero han pasado cosas.
Ella alzó las cejas, una sonrisa coqueta iluminando sus ojos.
—¿Qué cosas? No me sirve un buen chisme si no hay detalles —regañó, golpeando mi mano cariñosamente. Me reí, a través de las lágrimas que quería derramar. — Sé que te gusta mucho, si no, no te habrías ido con él. No cuando tienes a una mejor amiga que puede recibirte en casa cuando quieras, puedes aprovechar esto y obtener tu libertad, mudarte sola, ser simplemente tú y no tener que depender de nadie.
Asentí, porque ella tenía razón. El problema era que papá me había soltado simplemente para lanzarme a los brazos de otro hombre, uno que ni siquiera me quería. Solo estaba a la espera de que mi padre pudiera pagar lo que debía, si no, mi futuro era incierto. Después de eso, probablemente me iría por mi cuenta, no podía seguir siendo el peón de un hombre que fue capaz de estafar a su mejor amigo, de hacer tanto daño.
Cambié el tema rápidamente, solo porque no quería ahondar en eso. Luego, la conversación pasó a ella y a Blake, a lo mucho que le gustaba y a todo lo que habían hecho sexualmente. Decía que era el hombre en la cama con el que había estado y que no podía dejar de pensar en él. Me sentí bien por ella, estaba disfrutando su vida, no tenía que rendirle cuentas a nadie y envidié aquello, poder ser simplemente libre.
Para cuando terminamos de comer, después de pedir nuestros platos y comerlos con gusto, su padre la llamó para que volviera de inmediato al trabajo, había una crisis. Así que pagó la cuenta, invitándome por tener que dejarme tirada y luego se fue, lanzándome besos desde la distancia. De nuevo sola, mi sonrisa se evaporó porque me sentí desolada de nuevo.
Luck se acercó a mí, le pedí que me llevara al centro comercial y sin palabras, asintió. No sabía si era así de serio con todo el mundo o aun no me había perdóname mi pequeña escena de ayer en la mañana. Sea lo que sea, llegamos al centro comercial poco después, se bajó conmigo y me siguió, de nuevo, a una distancia prudencia. Si no fuera por el traje n***o y la pinta de mafioso, podría haber pasado desapercibido.
Me detuve en una tienda de música, buscando algún piano electrónico. No era para nada a un piano de verdad, pero era lo que más se le parecía y en estos momentos, no podía darme el lujo de comprar uno de verdad. La dependienta me entregó uno muy bonito, no tan pequeño como para parecer de juguete, pero tampoco tan grande para que no pudiera llevarlo por mí misma. Era el mejor que tenían, y sabía que no iba a encontrar nada mejor, al menos no la ciudad.
—Me lo llevo —acepté, mientras sacaba mi tarjeta de crédito de mi bolso. Cuando se la entregué a la mujer, ella sonrió.
—La tarjeta no pasó —murmuró, segundos después. Mi sonrisa se borró, esa era una tarjeta de crédito que tenía hacía muchos años. — ¿No tiene otra?
—¿Puede volver a intentarlo? —pregunté, sin embargo, rebusqué hasta que encontré otra. Esta era de papá, la había sacado para mí hacía poco, así que debía tener dinero.
—Por supuesto —murmuró la mujer, pasando de nuevo la tarjeta sobre la pequeña máquina.
Hizo otra mueca y negó. — No pasa dulzura, creo que deberías intentarlo con otra.
Asentí, entregándole la otra tarjeta. Esta vez, ambas nos quedamos en silencio, esperando la respuesta después de pasarla. Fue rechazada de nuevo. Dos tarjetas de crédito, hasta hace unos pocos días las había utilizado, ¿y ahora no servían? Ambas eran de bancos diferentes, así que no se trataba de un simple error. Mis mejillas estaban ardiendo, no tenía suficiente efectivo y tampoco alguna tarjeta de crédito con suficiente dinero.
Sentí a alguien detrás de mí, era Luck.
—¿Hay algún problema? —preguntó, dándose cuenta de lo que pasaba. Negué, pero volvió hablar. — El señor Black puede pagar por usted si lo desea.
Ni soñando.
Miré a la dependienta, con muchísima vergüenza, pero sabía que no podía pagarlo, no sin las tarjetas de crédito.
—Lo siento, cuando lo resuelva volveré —aseguré y ella asintió, casi se podía ver la pena en sus ojos.
Salí de la tienda, con Luck siguiéndome los pasos mientras llamaba a mi madre. Sonaba apagado, lo que hizo que maldijera. ¡No podía estar haciéndome esto! Era suficiente con que me hubiese entregado a Jasper, ¿también me dejaba sin dinero? ¿qué si tenía una emergencia? Ellos sabían que no estaba trabajando, apenas y me había graduado de la universidad, ni siquiera encontraba empleo todavía, papá nunca quiso que trabajara para sus empresas, seguramente para que no me diera cuenta del desastre que estaba haciendo y las estafas a los demás.
Volví a llamar, al menos unas diez veces más, pero estaba apagado. También llamé a mi padre, y de nuevo, estaba apagado. Las cosas estaban mal, sabía que eso no podía significar nada bueno, a menos que Jasper les hubiese ordenado cambiar de número, pero eso no explicaba por qué no se habían comunicado conmigo.
Era algo más, lo sabía.
En una corazonada, le pedí a Luck que me llevara a casa de mis pares. No lució muy convencido al principio, pero me mantuve firme en que necesitaba ir a verlos. Tuvo que haber llamado a Jasper esperando la autorización y me sorprendió cuando la obtuvo, había esperado tener que escaparme para poder ir a verlos y asegurarme que estuvieran bien.
Me daba pavor imaginar que Jasper pudo haberles hecho algo, porque entonces, tenerme a mí no tendría ningún tipo de sentido. Luck lucia muy tranquilo mientras conducía a mi casa de la infancia, no parecía como si supiera algo más, así que no sabía qué pensar. Me mantuve llamándolos sin éxito. Era como si la tierra se los hubiese tragado.
Mi estomago se removió cuando por fin llegamos, la caseta de seguridad estaba vacía y el portón abierto, así que Luck solamente tuvo que seguir hacia la entrada de nuestra casa. Todo estaba impecable, el jardín bien podado, la fuente en forma de sirena que mamá había mandado hacer seguía funcionando, el agua cristalina cayendo en cascada hacia el fondo.
Me bajé del auto antes de que Luck viniera por mí, pero me siguió en silencio cuando utilicé mi propia llave y abrí la puerta de tres metros de nuestra casa. Cuando entré, no me pareció nada fuera de lo normal, todo estaba limpio, intacto y en silencio. Caminé hacia el estudio de mi padre, pero cuando abrí, este estaba vacío.
Comencé a llamar, solo para ver si alguien estaba en casa. Llegué hacia la sala de visitas y me detuve frente a mi piano, lo toqué, solo para sentirlo de nuevo. Solo estaba esperando que mamá saliera para poder sentarme y tocar, lo que definitivamente me haría sentir mucho mejor. Sin embargo, segundos después, no fue ella quien vino a mí, si no Magdalena, una de las empleadas más antiguas de la casa.
—Señorita Micaela —saludó, mirando con nerviosismo a Luck detrás de mí. — ¿Qué está haciendo aquí?
Fruncí el ceño, ¿no se suponía que esta aún era mi casa?
—Vine a ver a mamá —respondí. — ¿Dónde está? Ella y papá no me responden el teléfono.
Alzó sus cejas, como si aquello le sorprendiera.
—Pensé que lo sabía, pero sus padres recogieron sus cosas hace dos días y se fueron del país —respondió. Parpadee, fue como si el mundo comenzara a girar. — Dijeron que iban hacer un viaje indefinido y mandaron a liquidar a todos los empleados, solo me quedé yo para cuidar de la casa.
No podía creerlo, se habían ido.