4. 1001 crucigramas

1994 Words
Enzo. Quedamos en encontrarnos en el mostrador de documentación del aeropuerto. Soy de la clase de negocios premium, así que ya estoy registrado y listo antes de llegar al aeropuerto. Lo que significa que estoy caminando de un lado a otro por el vestíbulo de entrada esperando a Isabella mientras miro compulsivamente mi teléfono. Viajar no es lo que más me gusta. En teoría, si, es genial. Pero estar atrapado en coches y aviones durante largos periodos de tiempo me vuelvo loco. Normalmente, en una o dos horas estoy listo para saltar contra las paredes. Tener a alguien aquí conmigo también es un movimiento logístico. La distracción me ayuda a tolerar el tedio. Pero cuando Isabella aparece con una bolsa de lona verde oliva como si estuviera intentando que la eligieran para un remake malo de una película de guerra, me doy cuenta de que tal vez tome la decisión equivocada. Esta chica no es normal. A la luz del día, no puedo recordar por qué diablos pensé que pedirle a una extraña que se hiciera pasar por mi novia era una decisión inteligente. Si, esto enojara a mi padre. Si, parecerá que no he tenido éxito en el departamento de relaciones. Y si, Sabrina seguramente tendrá un ataque de nervios cuando descubra que Isabella y yo estamos “juntos”. Pero olvidé un detalle crucial de mi malvado plan. Tengo que pasar las próximas dos semanas con esta persona. ¿En qué carajos estaba pensando? Isabella parece nerviosa mientras se acerca a mi cojeando. Me apresuro a quitarle la bolsa de lona de las manos; parece como si llevara consigo exclusivamente mancuernas de veinticinco kilos. Gruño mientras la llevo sobre el hombro. Mis abdominales se contraen y me tambaleo ligeramente. —¿Qué diablos hay aquí? — —Bueno, hola a ti también— sonríe tímidamente, apartando algunos mechones sueltos de su trenza rojiza. —Solo lo esencial para viajar en avión— Resoplo. —Lo cual incluye vigas de acero y mancuernas de hierro, ¿Verdad? — —Vamos, no pesa tanto. Lo he cargado bien— —Estabas cojeando— Ella pasa rápidamente a mi lado. —Necesito registrarme— La sigo hasta el siguiente agente de la puerta abierta, que procesa su identificación y le pide que coloque su bolso en la báscula. El número rojo va subiendo hasta que finalmente llega a cincuenta y tres. La agente de la puerta entrecierra los ojos y hace un gesto de desaprobación. —Esta bolsa supera el límite de peso permitido— dice con voz mecánica. —Tendrá que reducirlo o pagar una tarifa por exceso— Isabella maldice y abre la bolsa en ese mismo momento. comienza a hurgar en el contenido. Por encima de su hombro puedo ver que lleva unos mil millones de libros. Por supuesto, es muy pesada. —Sabes que también tienen libros en Wisconsin— susurro. Me lanza una mirada y luego saca sus selecciones, que guarda en su enorme bolso. Sin embargo, el equipaje sigue siendo muy pesado, así que, para terminar este doloroso episodio, me ofrezco a pagar el exceso. —Realmente no tienes por qué hacerlo— dice Isabella. —Puedo sacar algunos libros más…— —Tenemos que llegar a la puerta. Déjame pagar— Ella mira fijamente la bolsa, golpeando con el dedo el mostrador. —Te lo devolveré— —¿Qué tal si mejor me prestas un libro? — Una sonrisa con hoyuelos cruza su rostro y la timidez en su sonrisa me hace sonreír. Si hubiera sido Sabrina, habría descubierto que el maquillaje le pesaba en el bolso. La mujer siempre llevaba un arsenal lo bastante grande como para maquillar las caras de mil modelos de la semana de la moda. Le pago a la empleada y una cinta transportadora lleva el bolso de Isabella en las entrañas del aeropuerto. Pasamos por el control de seguridad y nos adentramos en la corriente de gente que atraviesa la terminal. El nerviosismo se desprende de ella. Se nota en la forma en que juguetea con la cadena de oro que lleva alrededor de su cuello y se alisa la parte delantera de sus pantalones grises. Esta vestida como si fuera un viaje de negocios, pero esta nerviosa como si fuéramos a realizar un atraco. Una vez que llegamos a la puerta y elegimos algunos asientos en el bode exterior, menciono algo que hemos estado evitando todo este tiempo. —Entonces, hablemos de… las reglas, supongo— Ella siente con vehemencia. —Si. Solo dime lo que tengo que hacer— —No quiero que esto sea extraño o incómodo. Mi antigua habitación tiene dos camas individuales separadas, así que no es como si estuviéramos que compartir una cama ni nada. Actuaremos como una pareja, se requiere un mínimo de demostraciones públicas de afecto. Tal vez tomarnos de la mano o darnos un beso en la mejilla sería el límite del afecto. ¿Te parece factible? — —Totalmente— Esboza una sonrisa y se atreve a mirarme. No me mira a los ojos con demasiada frecuencia y me encuentro mirándola fijamente y buscando un destello de esos ojos color azul. —¿Quieres que les digamos a mis padres que estamos saliendo también? — —No, solo queremos que lo sepa mi familia— Me recuesto en mi asiento y cruzo el tobillo sobre la rodilla. —¿Crees que sospecharan? ¿Si te quedas en mi casa? — Ella se encoje de hombros. —Les dije que me quedaré en casa de una amiga— Un anuncio nos informa que el embarque prioritario comienza. Somos nosotros. Nos colocamos en la fila y tomamos nuestros asientos en el medio de la clase ejecutiva. Isabella arrulla mientras se acomoda en su asiento, estirando las piernas hacia adelante. —Realmente puedo extender mi pierna completamente— —Lujoso, ¿verdad? — Inspecciona el área alrededor de los apoyabrazos y descubre los puertos USB. —Oh, Dios. ¿Puedo cargar mi teléfono también? Esto es VIP— Se da la vuelta y examina el pasillo. —¿Dónde están las toallas calientes y el champán de bienvenida? — —Es solo clase ejecutiva. Solo te limpian el culo en primera clase— Ella se ríe. —Entonces exijo la mejora— —Llevas cinco minutos en clase ejecutiva y ya necesitas más— le digo chasqueando la lengua —Te he arruinado— —Si, lo has hecho— Me da un codazo mientras pasa una empleada. —pregúntale si te limpiara el culo— Se me escapa una carcajada. No creo haber dicho nunca las palabras culo y limpiar al lado de Sabrina. Probablemente se habría vomitado en su mano. Hay algo en Isabella que me hace estar un poco más relajado de lo normal. Tal vez sean los pantalones de abuela o la total falta de pretensión femenina que lleva consigo. No me imagino besarla, aunque tiene una boca estupenda, con labios perfectamente carnosos. La idea me hace estremecer. ¿Cómo sería besarla? Miro más allá de ella por la ventana, concentrándome en el asfalto de abajo. Pensamientos como esos deberían evitarse. No me siento atraído por Isabella en un 90 por ciento. Bueno, tal vez en un 80 por ciento. Todavía puedo recordar lo ligero que se sentía su hombro cuando lo toque en el bar la otra noche. Y si, eso me puso un poco duro. En cualquier caso, sus orejas sobresalen demasiado de su cabeza. Nunca podríamos estar juntos. El avión termina de cargar y, cuando estamos en el aire, siento que me invade la inquietud habitual. Isabella ya está absorta en un libro y, por la forma en que frunce el ceño, no quiero interrumpirla. Mi madre es una rata de biblioteca y se lo que pasa cuando molestas a un lector ávido. Saco mi maletín y abro mi portátil. Esta es la mejor manera de canalizar mi energía: descifrar códigos de software. Llevo trabajando en una nueva aplicación casi seis meses, algo que empecé porque Sabrina dijo que tenía un contrato con una empresa de la competencia que me pagaría más, si tan solo pudiera presentar una aplicación solida en mi cartera. Pero no una empresa cualquiera WooGle, el nuevo competidor de Google que ha aparecido en escena en el último año. El lugar es aparentemente tan innovador como Apple, con planes de volverse tan omnipresente como sss. Pero entrar es difícil. Como en misión imposible, con Tom Cruise haciendo rapel entre los rayos láser y todo eso. O bien necesitas conocer a alguien o ya ser alguien. Y resulta que conozco a alguien. Sabrina. Excepto que odio pensar que he estado trabajando en esta mierda durante seis meses solo para perder mi oportunidad de esta prestigiosa compañía. Conseguir este trabajo sería una bendición para mi curriculum y probablemente me convertiría en un prodigio del software si puedo conseguirlo. Ella conoce el departamento de recursos humanos allí y había prometido conseguirme un puesto como un favor. Pero ahora que nos hemos separado, no cuento con que ella sea amable solo por el gusto de hacerlo. Pero de todas formas debería terminar la aplicación y usarla para buscarme un mejor trabajo. WooGle puede que este fuera del radar por ahora, pero eso no significa que no pueda encontrar un trabajo mejor en otro lado. Porque estoy harto de no llegar a ninguna parte de esta empresa. Estoy harto de ser uno de los mejores desarrolladores y que me quede en mi departamento porque soy el más eficiente. Quiero más dinero; quiero más control. En este momento, soy uno trabajador talentoso y rápido, que produce código para el imperio de cupones para el que trabajo. —Pensé que estabas de vacaciones— La voz de Isabella me sobresalta. Me vuelvo hacia ella y me saco de la oreja los auriculares que no tocaban nada. Es una fuerza de costumbre de la vida en la gran ciudad. —Lo estoy— —Entonces, ¿Por qué estás codificando? — —Esto no es para trabajar— Giro los hombros. Había estado encorvado y tenso, la posición estándar para programar. Me quito los anteojos de montura negra que uso cuando miro fijamente mi computadora portátil durante horas y horas y me froto los ojos. —¿Así es tu tiempo libre? — Me levanto con una risa y me recuesto en el asiento. —¿Tal vez? — —Bueno, como tu novia falsa, realmente no creo que sea saludable para ti programar durante nuestras vacaciones— dice con un tono que simula ser serio. —Sobre todo porque hemos estado planeando esto durante meses y meses. Ya nunca me prestas falsa atención— La forma en que me mira es tan seria y burlona que ni siquiera puedo mantener la cara seria. Se me escapa una carcajada, pero la reprimo. —Lo siento, cariño— Cierro mi portátil y me vuelvo hacia ella con una sonrisa burlona. Fingir este tipo de discusión es probablemente el tipo de práctica que necesitamos. Ella es una chica lista. Mucho más lista de lo que yo esperaba. Tal vez Sabrina no la entendió del todo bien después de todo. —¿Cómo puedo fingir que te lo compenso? — Ella se tambalea ante eso, parpadeando hacia mí con ojos de cierva que delatan un cierto nivel de inocencia que desdibuja la línea entre lo fingido y la realidad. Pero Isabella se recupera rápidamente. Coloca un pequeño folleto sobre la mesa: 1001 crucigramas. —Ayúdame a hacer este crucigrama— No lo podía saber, pero este crucigrama repentino me parece una bocanada de aire fresco. Como mínimo, me permitirá matar 5 horas de vuelo, de otro modo, sería frustrantemente largo. Y eso es tan bueno como el oro. Quizás hice algo bien después de todo al elegir a Isabella para que me acompañara. Solo espero que no me arrepienta cuando aterricemos en Wisconsin.
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