Isabella
Llegamos al aeropuerto de Milwaukee con tiempo suficiente para llegar a Bahía Azul para cenar. Cuanto más nos acercamos a Bahía Azul, más llano es el terreno. Las vistas familiares llaman mi atención: el cartel de fuegos artificiales en la Ruta 2 que todavía dice “Disfruta de un super día”; el grupo particular de árboles y pantanos que señala el hecho de que estamos casi en casa.
Han pasado dos años desde que puse un pie en Bahía Azul, y todo tiene que ver con el dinero. San Francisco no es barato, y aunque gano suficiente dinero en mi trabajo, todo se va en mantenerme a flote. Un coche mejor, una lavadora de repuesto, incluso una eliminación inesperada de lunares que me costó unos quinientos dólares. Si eso no es lo que marca la edad adulta, no sé qué lo hace. Realmente pensé que la vida adulta sería más emocionante que esto.
Tal como están las cosas, este viaje improvisado a Bahía Azul es lo más emocionante que me ha pasado en mucho tiempo. Si, volver a casa es el momento cumbre de mis viajes a mediados de los veinte. Aunque tengo que admitir que tener a Enzo a mi lado es un tipo de fantasía que nunca vi venir. Verlo de reojo es suficiente para convertirme en una fan por dentro.
No sé qué tiene. Si, es ingenioso, guapo y mide aproximadamente un metro ochenta de estatura. Pero creo que lo que me mantiene en constante estado de derretimiento es el hecho de que solía añorarlo con todas mis fuerzas en la preparatoria. Desde que llegó a mi clase de geometría del sexto periodo para interrumpir a la maestra con una presentación tríptico sobre conducir ebrio, he sido una víctima irremediable de su atractivo rubio. Incluso en ese entonces, tenía una especia de cualidad de chico surfista dorado que se ha visto más pulido durante su estancia en la costa oeste.
Pero más que eso, la disputa entre nuestros padres le dio una enigmática intocabilidad. Como si el, junto con el resto de sus hermanos, fuera una especie de fruta exótica de la jungla de la que nadie estaba realmente seguro de si era venenosa. Mis hermanas no compartían la misma fascinación, así que siempre me lo guardé para mí. Me asegure de que mis interpretaciones garabateadas del nombre de Enzo se quedasen solo en los márgenes de mis cuadernos escolares.
Y ahora que somos adultos, estoy segura de que a todos les parecerá bien el hecho de que nos presentemos juntos. Ha pasado tanto tiempo. ¿A quién le importa ya? Es algo que me repito a mí misma mientras Enzo se incorpora en la rampa de salida que conduce a Bahía Azul. Las palabras se convierten en un mantra mientras navegamos hacia la ciudad y nos dirigimos a la casa de sus padres.
Una vez que estamos estacionados en el vecindario junto al lago, mirando las partes traseras de SUV desconocidos y un BMW nuevo, el pánico me oprime el pecho.
—A tus padres no les va a importar que este aquí, ¿verdad? — pregunto. Toda esta idea parecía mucho más fácil y no problemática cuando estábamos a dos mil millas al oeste. Cuando quedarse en la casa de sus padres en Bahía Azul todavía era un concepto.
Me lanza una mirada fría. —Estarán bien. Todos somos adultos—
Es cierto. Todos somos adultos, pero no se puede contar con la adultez para mucho. Aparte de la eliminación de lunares y las nuevas lavadoras, apenas somos niños maduros. Quiero decirle esto a Enzo: ¿Recuerdas como nuestros padres se odian desde hace tres décadas? Técnicamente, también son adultos, pero el sale del coche. Da la vuelta hacia el camino de piedra mientras la puerta principal se abre.
Su madre, Maggie, está allí, con una sonrisa digna de un retrato familiar en su rostro.
Cierro la puerta del pasajero y quedo frente al porche delantero. Una sonrisa sumisa se dibuja en mi rostro. La que dice: Hola, no soy ninguna molestia. ¿Me dejarías entrar a la casa?
La mirada de Maggie pasa de Enzo a mí y se posa en mí. Su sonrisa se evapora, como el agua sobre el asfalto en verano. No hay rastro de ella en ningún lado. Puf. Desapareció.
No puedo hacer más que mirar mientras Enzo se acerca a ella y la envuelve en un abrazo. Ella le devuelve el abrazo y yo doy un paso adelante con cuidado, como si estuviera cerca de una gata preñada. No estoy aquí para causar problemas. Estoy aquí para ser la novia de Enzo durante las próximas dos semanas. Sin dramas, por favor.
Enzo me hace un gesto con el brazo. Está hablando, pero no puedo oírlo debido a mi repentina y agobiante ansiedad. La mirada penetrante de su madre me atraviesa.
Isabella y yo hemos estado juntos por un tiempo— dice Enzo mientras me acerco a él. Me rodea con su brazo y me atrae hacia él.
—Isabella— dice Maggie, menos como un saludo y más como una prueba. —Blackstone—
—Esa soy yo— Le ofrezco otra de esas sonrisas ultradulces y mi brazo se lanza alrededor de la cintura de Enzo. Él es mi ancla en este aterrador mar maternal, y no voy a soltarlo. — Es genial volver a verte. Ha pasado mucho tiempo—
Y así ha sido. Me la encontré en supermercado unas cuantas veces durante mi adolescencia; la vi en funciones escolares, en particular en la presentación musical de último año de Annie, en la que Enzo actuó como el presidente Roosevelt. Y si, solo fui al musical para ver a Enzo.
Inhala profundamente y sus ojos parpadean levemente, como si estuviera tomando un aliento purificador de las entrañas de la tierra. Una sonrisa tensa adorna su rostro estrecho.
—Es hora de cenar— dice ella, con ese tono de voz enfadado que solo una madre super enfadada puede conseguir.
Una vez que Maggie entra a la casa pisando fuerte, me vuelvo hacia Enzo y le doy un puñetazo en el pecho con la camisa abotonada.
—¿En qué me has metido? — le susurro.
—Está bien— me asegura, con el calor de su brazo todavía firmemente sobre mis hombros. Dios, se siente bien. Realmente se siente bien. aunque estoy un poco preocupada de que me vayan a cazar furtivamente dentro de la casa de los Parker como un animal de trofeo, algo para enviar a casa de mis padres; la victoria final. ¡Ja, ja! ¡Tenemos a tu hija! ¡Ahora, has que se separen o ella está muerta!
—Eso no me hizo sentir bien— susurro mientras entramos a la casa. Es acogedora y moderna, con molduras blancas, pisos de madera y marcos estilo madera flotante alrededor de cuadros de lagos. Lo juro, eso es una especie de obligación en mi ciudad, cada habitante de Bahía Azul debe mostrar al menos tres fotografías que muestren la vida en el lago, o se verán obligados a abandonar la ciudad.
—¿Necesitas dejar tus maletas, cariño? — La voz de Maggie se escucha desde el interior de la casa. —Enzo— añade, por si pensaba que lo de cariño iba dirigido a mí. Enzo suelta el brazo que rodea mis hombros, hace una pausa y luego toma mi mano. Me lanza una mirada profundamente significativa. El tipo de mirada que hace que mis ovarios se tensen por la necesidad de tener hijos suyos.
—Vamos a ver a mi padre ahora— Su voz tiene el tono de un verdugo. Inevitablemente fatal.
—Está bien— digo, pero antes de poder orientarme, Enzo me está guiando dentro de la casa y, de repente, nos enfrentamos a todo el clan Parker. Maggie se mueve entre la cocina y el comedor, mientras la gran mesa de roble está rodeada por los chicos. Todos ellos. Empezando por el corpulento y formidable señor Parker y los cuatro hermanos de Enzo.
¡Dios mio! Me olvidé de lo que era estar cerca de los chicos Parker. Los hombre Parker. Porque todo lo que recuerdo de la preparatoria ya está muy, muy anticuado. Estos chicos han madurado y de la mejor manera posible. Pero Enzo sigue arrasando con el resto. Puede que sean una familia de chicos guapos, pero Enzo es el Abram Lincoln que los gobierna a todos.
La conversación se apaga rápidamente y todos los ojos están puestos en nosotros. El señor Parker se aclara la garganta.
—Hola familia— dice Enzo, con una sonrisa burlona en el rostro.
—Hace tiempo que no nos vemos. Traje a mi novia. ¿se acuerdan de Isabella Blackstone? —
—Dios mío— El señor Parker se masajea la frente por un momento y cierra los ojos. Mueve la mandíbula de un lado a otro. Tiene canas en las sienes, pero su cabello castaño oscuro sigue siendo tan vibrante como el de sus hijos. Todos ellos, excepto Enzo, claro.
River, el segundo mayor, se levanta de repente y nos hace señas para que nos acerquemos a la mesa. —Enzo, no la dejes allí como una reclusa. Siéntate. Comamos—
—Creo que te recuerdo— dice Xander, mirándome con los ojos entrecerrados como si me estuviera poniendo en una fila policial. —Te graduaste en la clase de Enzo— Enzo va alrededor de la mesa para abrazar a sus hermanos menores Wyatt y Nolan, pero eso es todo.
—Un año después de el— corrijo.
Enzo me lleva más cerca de la mesa, donde hay dos sillas vacías entre Wyatt y Maggie. Esperaban que trajera una novia. Enzo simplemente no mencionó que sería yo. Mis dedos se han convertido en piedra entre los de Enzo, y no estoy segura de que pueda escapar de mi agarre a menos que use una palanca. Del mismo tipo que se podría usar para abrir un auto.
Sabía que nuestros padres tenían un problema, pero no pensé que sería tan grave. Mientras hago muecas y sonrió a todos los que me rodean, murmuro mi saludo mientras me derrito en la silla de madera del comedor, trato de realizar un experimento mental. ¿Qué pasaría si me presentara con Enzo en la casa de mis padres? ¿Actuarían así? ¿Mi padre juraría por el señor de los cielos en lugar de saludarlo?
No llego muy lejos en mi análisis científico, porque Maggie está arrojando platos sobre la mesa. No puedo evitar sentir como si la furiosa brisa que sopla sobre la mesa estuviera dirigida a mí. River inclina la cabeza y señala con la barbilla a Enzo.
—¿Tuviste un montón de escalas o algo así? —
Enzo deja escapar un breve suspiro.
—No, pero los vuelos anteriores ya estaban reservados. No pudimos salir hasta más tarde—
—Hm— River se recuesta en su silla y cruza los brazos sobre pecho. El agarre de Enzo en mi mano se hace más fuerte, y tengo la sensación de que me he perdido algún tipo de mensaje fraternal.
—No te preocupes, volamos en clase ejecutiva— espeta Enzo. Si definitivamente hay un mensaje fraternal aquí.
—¿Vives en el oeste con Enzo? — Xander se inclina hacia adelante, su voz autoritaria casi suena como si viniera de su padre. La melena oscura prolijamente engominada de Xander me distrae por un momento. parece un muñeco Ken muy severo.
—Si— digo, mirando alrededor de la mesa. Este es un interrogatorio para el que no estaba preparada del todo, porque no estoy segura de donde me llevan las corrientes subterráneas. La mayoría de los hermanos me miran a mí, o entre Enzo y yo. Solo sus padres evitan nuestra mirada como si estuvieran en esa película con Sandra Bullock y los ojos vendados. Como si me miran, se desintegrarían o se convertirá en un extraño zombi.
—En realidad trabajamos para la misma empresa. Así fue como nos reconectamos—
No es mentira, pero deja mucho espacio para la interpretación, porque eso es lo que se supone que estamos haciendo aquí: engañar a su familia para que piensen que no somos conocidos de toda la vida que nunca intercambiamos palabras hasta la semana pasada.
—Ah, cierto— dice Xander, con una extraña sonrisa en el rostro.
—¿Qué es? ¿Algún tipo de folleto con descuento nacional…? —
La mirada de Enzo se dirige al techo y puedo sentir su muslo endurecerse bajo nuestras manos entrelazadas. —Es E-bid. ¿Recuerdas? ¿El mercado de comercio electrónico más grande del país? —
—Bien— Xander acomoda sus cubiertos por un momento y luego me mira de golpe. —¿Estas en el mismo departamento? ¿Codificas o algo así? —
Miro a Xander y a Enzo, sin estar del todo segura de lo que está pasando. Maggie se ha puesto nerviosa a mi lado y siento como si la ventana cercana fuera a romperse por la presión acumulada.
—Querrás decir poetas del código— corrige Enzo con una sonrisa forzada. —Y no. Ella trabaja en recursos humanos—
—Yo nunca podría hacer lo que hace Enzo— añado rápidamente, sintiendo la necesidad de que alguien hable por él. Está claro que sus hermanos tienen una especie de batalla santa en marcha. Maggie ha comenzado a pasar un bol para servir alrededor de la mesa: verduras variadas. El aderezo ranch esta sobre la mesa, que es la única opción que importa. —Realmente ponen a prueba a los desarrolladores en E-bid. La empresa se ha expandido tanto, y los desafíos han sido realmente…— Mi voz se apaga cuando el señor Parker murmura algo a Xander, y tengo la sensación de que se trata de mí. —…Un desafío—
Enzo se aclara la garganta y coloca el brazo sobre el respaldo de mi silla. Tengo las mejillas calientes, así que probablemente sea hora de callarme.
—¿Cuándo es el funeral? — pregunta Enzo minutos después, cuando el comedor se vuelve ensordecedor con los sonidos de los cuchillos raspando y suspiros.
—Jueves— Maggie se ha suavizado un poco, pero la tensión que se refleja en sus rasgos es cansancio. Le apretaría la mano, pero temo que me dé un golpe de karate si lo intento.
Enzo asiente y mira su plato, que está repleto de bistec, patatas y ensalada. Apenas puedo saborear la comida, ya que estoy muy distraída por el huracán que se avecina en la mesa. Me pregunto si todos nos empaparemos después del huracán o si simplemente se disipará en una inofensiva capa de nubes.
Wyatt interviene: —¿Cuánto tiempo se quedarán, Bro? —
River resopla: ¿Qué es ese acento? Estamos en el norte, amigo—
—Estuve en el sur recientemente— Wyatt responde: —Dame un respiro. Se me pega—
—Estaré aquí durante el fin de semana y algunos días más— dice Xander antes de meterse un bocado de papas en la boca.
—Estaremos aquí las próximas dos semanas, así que será mejor que te acostumbres a lo que es tener a tu hermano mayor cerca otra vez— dice Enzo, alborotando el cabello de Wyatt.
La mirada oscura de Nolan se desplaza por la mesa. Tiene un aspecto demacrado, como solo pueden tenerlo los veinteañeros fiesteros.
—No te vas a quedar en mi habitación, ¿verdad? —
—Ah, es cierto— Maggie se seca la boca con la servilleta de tela. —Enzo, tu antigua habitación es ahora la nueva habitación de Nolan—
Enzo se ríe con buen humor. —Pero quería mostrarle a Isa todas las cosas que garabatee en el interior de mi armario—
Isa. Lucho contra una sonrisa cursi. Ya tiene un apodo para mí. incluso si nació de esta artimaña, todavía se siente bien escucharlo.
—Me quedo con la habitación grande— dice River. —Estaré aquí un mes. Necesito el espacio—
—No, no— responde Nolan. —La habitación grande es mía.
—Soy mayor que tú. Es mía— continua River.
—Bueno, yo vivo aquí, así que tengo derecho a ella— responde.
—River tiene ingresos— comenta el señor Parker, —así que creo que se lleva el premio—
—Gano dinero— Nolan mira fijamente a su padre. —No es como si alguno de ustedes se diera cuenta, ya que no son seis cifras—
—Chicos— El tono de advertencia de Maggie es claro.
—La mesada que te da papá no cuenta— bromea Xander.
—¿Sabes que? Vete a la mierda, Xander— espeta Nolan. Hay un revuelo en la mesa mientras Xander actúa ofendido y el señor Parker refunfuña su oposición. Mantengo la cabeza agachada, concentrándome intensamente en la rodaja de cebolla roja de mi ensalada. El arrebato es algo excitante, aunque solo sea porque lo reconozco. Toda esta tensión hirviente bajo la superficie, todas las miradas intensas y los sentimientos no expresados me hacen sentir como en casa. Tal vez los Parker no sean tan diferentes después de todo.
—No tienes por qué ponerte tan gruñón— hasta yo estoy de acuerdo en que la condescendencia de Xander se está extendiendo en oleadas espesas y pegajosas. Le doy un 2/10 por ocultar su verdadera opinión.
—Ya no vivo aquí. De hecho, dejé mi ciudad natal para continuar con mi educación—
Maggie golpea el tenedor contra la mesa. Ese es el disparo de advertencia. River tiene los ojos entrecerrados, pero no puedo decir exactamente de qué lado esta.
—No todo el mundo tiene que ir directamente a la universidad después de terminar la preparatoria— comenta Wyatt. Puedo decir que es el chico más simpático de los Parker. Tiene algo en el que grita amor y paz, y no solo es su pelo largo y hippie.
—Por supuesto que no. Pero la mayoría de la gente se toma un año sabático, no una década sabática—
—Jesucristo, Xander, eres peor que papá — ladra Nolan, y cuando River abre la boca para añadir algo a la discusión, la voz de Maggie resuena en el comedor.
—MUCHACHOS. BASTA—
La mesa queda en silencio. Nolan frunce el ceño ante su plato y Enzo me mira con una mueca lastimera. Puedo leer en toda su cara: Bienvenida a la familia.
Pero está bien. Porque sus dedos siguen entrelazados con los míos y, por un momento, puedo acceder a algo dentro de mí que cree que la forma en que nuestros ojos se encuentran puede tener un tufillo de verdad detrás de la intensidad.
Tal vez como si sintiera la misma corriente corriendo entre nuestras manos.
Como si pudiera tener un hombre como Enzo a mi lado algún día.