6. En el fondo de la lista

1678 Words
Enzo. Este fue un Récord Guinness de las cenas horribles. Probablemente gano varias categorías por defecto: la peor reunión familiar previa al funeral, edición del Medio oeste, seguida por la cena más incomoda. A juzgar por la cantidad y frecuencia de gargantas aclaradas. En realidad, en el gran esquema de las cosas, traer a Isabella aquí fue genial tanto en el subgénero diabólico como en el inesperado. Diabólicamente genial poque había cabreado a mi padre incluso más de lo planeado, lo que hizo que mi madre se enojara con él; e inesperadamente genial porque la presencia de Isabella a mi lado fue mucho más tranquilizadora de lo que había imaginado posible. Sostuve la mano de Isabella en cada momento de la cena en que no estábamos comiendo, un hecho del que ni siquiera me di cuenta hasta que mama estaba recogiendo los platos y finalmente descubrí porque mi mano estaba sudando. Era difícil no agarrarla. Nuestras manos encajan bien juntas, lo cual no es algo que fuera posible antes de esta noche. He tomado de la mano a muchas chicas y no lo digo como metáfora del sexo. Isabella me defendió varias veces durante ese incómodo e infernal viaje a través de la discusión familiar Parker, a pesar de que mis padres actuaron como si ella no hubiera estado allí todo el tiempo. Probablemente deba aumentar su compensación por haber aceptado esto. Ni siquiera yo podría haber predicho esta reacción brutalmente fría. Pensé que papá adoptaría una actitud amistosa forzada y se quejaría ferozmente con mamá a puertas cerradas, como cualquier estadounidense normal. Una vez que termina la cena y mis hermanos han completado su justa sobre quién se queda con que dormitorio, me siento mucho más superior, ya que he sido el más relajado en lo que respecta al dormitorio. Subo las escaleras sonriendo, con Isabella detrás de mí. Nos dirigimos al último dormitorio, que tiene una ventana que da al amanecer que siempre me ha gustado especialmente. Abro la puerta y nos recibe el acogedor dormitorio de invitados. Frente a nosotros, la lujosa cama tamaño Queen está perfectamente tendida, con la cabecera del edredón blanco echada hacia atrás, invitándonos a su comodidad. Algo anda mal, pero no puedo decir que. Isabella habla. —Pensé que habías dicho que había dos camas individuales— Mierda. Eso es lo que es, llevo nuestro equipaje al dormitorio y cierro la puerta. —Había— frunzo el ceño. —En mi antigua habitación— Ella se muerde el inferior del labio, mirando entre mí y la cama. —¿Estará bien? — pregunto, de repente preocupado por haber sobrepasado nuestros tenues límites. ¿Tomarla con fuerza de la mano durante toda la cena? Bien. ¿Pero compartir la cama, incluso platónicamente? Esto podría ser decisivo. —Puedo dormir sobre las sábanas, si quieres, o traer un saco de dormir… —Todo ira bien— dice, moviendo la mano con desdén y encogiéndose de hombros, dirigiéndose hacia la cama. —No quisiera que durmieras en el suelo por mi culpa— Sonrió, sin poder dejar pasar la oportunidad de hacer una broma. —No quise decir que dormiría en el suelo— Ella entrecierra los ojos y se le escapa una carcajada. —No puedo imaginarme que me arrastrarás dos mil millas para ese encuentro con tus padres y me hicieras dormir en el suelo— Mi risa se convierte en suspiro. —Lo siento. No pensé que sería tan malo. Honestamente— Se encoge de hombros otra vez, mientras tira de algo del edredón. —Se que nuestros padres siempre tuvieron problemas. Pero no pensé que eso los llevaría a actuar así— Me siento en la cama junto a ella, aunque podría haberme sentado en cualquier otro lugar de la habitación: al otro lado de la cama, en la silla que da al baño o, diablos, incluso en la alfombra gris. Pero estar cerca de Isabella ya se ha convertido en un hábito. Aunque no hay ojos mirándonos. —¿Crees que tus padres actuaria de la misma manera? — Ella suelta un suspiro. —No lo sé. Tal vez. Es extraño pensar que somos los adultos aquí— El arrepentimiento me invade. ¿Estoy siendo adulto? Mis razones para traer a Isabella no son precisamente nobles. Claro, compré su boleto de avión, pero también necesitaba su presencia para vengarme de un puñado de personas, y eso parece lo opuesto a la madurez. —Escucha, nos lo vamos a pasar genial— digo, canalizando mis esperanzas en palabras. —Mis padres se relajarán, pero no estaremos aquí mucho tiempo. Podemos hacer lo que queramos. Son vacaciones, cariño— Ella me lanza una mirada curiosa. —Lo que queramos, ¿eh? — No puedo evitarlo. Mi mente se dirige directamente al sexo. Soy 100 por ciento hombre y 50 por ciento bestia. Lo que da lugar a una especie matemáticamente imposible. mi mirada se dirige a sus labios. Dios, tiene unos labios estupendos. Tal vez podamos ampliar un poco la lista de actividades de relación en Bahía Azul. —Absolutamente— El lado de mi cuerpo más cercano al suyo se calienta de curiosidad. Ella no es mi tipo, ni siquiera un poco. Pero todavía me pregunto cómo sería ir allí con ella. —Sabes que traje veinte libros conmigo, ¿verdad? — dice. Y así, el fuego bajo mi piel se apaga. No porque los libros no sean sexys, sino porque me doy cuenta de que ella no estaba siguiendo la misma rutina de besos y curiosidades que yo. Se refería a los libros. Porque ella no es una bestia que ya la tendría medio desnuda si ella se lo permitiera. —Como dije— me pongo de pie. Probablemente sea mejor tomar mas distancia. Sentarme tan cerca de ella me esta volviendo loco. —Estamos creando estas vacaciones. Y si eso incluye comenzar tu propio club de lectura, que así sea— Ella me sonríe y hay algo tan puro e inocente en su mirada que me corta la respiración. La luz del sol que se filtra en la habitación se refleja en su cabello, resaltando los matices rojizos. Entre su trenza brillante y sus dulces sonrisas, decido en este momento que ella es la definición de un rayo de sol. Un rayo de sol con orejas demasiado grandes. —¿Qué estás mirando? — Parpadeo y aparto la mirada de ella. No tengo ni idea de cómo cubrirme las espaldas. —Estaba pensando en otra cosa— —¿Y qué estás pensando? — —Esa pizzería de las cuatro esquinas, Mamas G´s ¿La recuerdas? — Ella resopla. —¿Hay algo en mi cara que te recuerda a la pizza? — —No exactamente— —Porque si lo hay, esta noche tendré pesadillas y podría golpearte mientras duermo— —Estoy bastante seguro de que tengo un casco de futbol viejo en algún lugar de la casa. Me aseguraré de usarlo cuando me vaya a la cama— Hago una pausa, volviendo mi mirada hacia su “Cara de pizza” Isabella se ríe entre dientes y su diversión parece un logro. Ya sé que Isabella es mi igual en humor y mentalidad después de una noche triste en el bar y un día entero de viaje juntos. Ella puede lanzar un chiste tan lejos como yo. Y me estoy dando cuenta de que, aunque solo estemos fingiendo aquí en Bahía Azul, en realidad quiero pasar tiempo con ella. —¿Qué te apetece hacer esta noche? — Me dirijo a mi bolso y empiezo a desempacar lo básico: colonia, gel de baño, afeitadora, traje de baño. —Estaba pensando que podríamos ir a tomar algo más tarde. Estoy seguro de que papa ya ha sacado el alcohol para intentar suavizar las cosas— —Si, eso suena bien. Me vendría bien un trago fuerte— —¿No necesitas ir a ver a tus padres? — —Los veré mañana— Se hecha la trenza por encima del hombro y abre la cremallera de su bolso de lona verde oliva. Saca cinco libros antes de llegar a la primera capa de ropa. Echo un vistazo rápido mientras acomodo mis cosas en la cómoda. Desaparece en el baño después de un rato y, cuando vuelve a aparecer, esta vestida con pantalones cortos de color caqui y una blusa con volantes que deja los hombros al descubierto. Es algo tierno. Todavía recuerda vagamente a los años noventa, pero bueno, esa década está volviendo de todos modos. —Estoy lista para tomar alcohol cuando lo estes— dice ella. —Solo no te emborraches demasiado y trates de besarme— le advierto mientras paso rápidamente hacia el baño. Solo lo dije porque es lo único en lo que he estado pensando durante los últimos treinta minutos. —No te preocupes— dice con voz apagada traspasa la puerta. —No se me ocurriría consumar nuestra relación falsa así— Consumación. La palabra en sus labios me hace pensar en sexo, otra vez, y mi mente se traslada al hombro que sobresale de su blusa. ¡Que canalla! ¿Obligar a una mujer a irse de vacaciones con la promesa de boletos de avión y luego coquetear con ella cuando está atrapada en la casa de mis padres? Puede que sea un hombre bestia, pero tengo moral enterrada en alguna parte muy dentro de mí. Si se lo que es bueno para mí, necesito mantener estos pensamientos enterrados muy debajo de la superficie. Isabella no es una opción. Siempre me he visto con modelos seguras de sí mismas, princesas que llaman la atención y que pueden lucir. Un bikini y poner celosos a mis hermanos mayores. Es el sueño de todo hombre, ¿no? Pero después del desastre que fue salir con Sabrina, que era todo lo que yo supuestamente quería, no tengo muchas ganas de empezar nada con nadie. Lo que significa que si tuviera una lista. Isabella estaría en el fondo de ella.
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