Isabella
Correrme tan pronto no estaba incluido en la cronología del festival de follar. No, tenía planes de demostrarle mi feminidad. De demostrarle cuanto tiempo, con fuerza y con lentitud lo necesitaría.
Pero el hombre insistió en lamerme los pezones como una especie de dios del sexo hiperatento. Por supuesto, él no sabe que ese es mi punto débil, pero ahora lo sabe. Aun así, alcanzar el orgasmo en unos treinta segundos es vergonzoso. Probablemente piensa que soy virgen. Tal vez lo soy y no lo sé.
—Solo estabas…mordiendo…—
Su sonrisa devoradora de mierda es a la vez sexy y arrogante, y la forma en que su mirada recorre mi torso desnudo me hace querer no moverme nunca, ni en un millón de años. Viviré encaramada sobre Enzo en este dormitorio en Bahía Azul hasta que mis huesos se conviertan en polvo.
La parte delantera de su cabello esta despeinada y ligeramente ondulada, lo que le da su apariencia matutina un toque aniñado, pero la intensidad de sus ojos azules delata lo hombre que es. Sus grandes manos empujan sobre la hendidura de mi cintura. Ha tocado cada centímetros de mi piel expuesta, sus manos vagando como herramientas topográficas escaneando mi terreno. Y Dios, no quiero que se detenga nunca.
—Deberías hacer un mapa— digo de golpe, y entonces me doy cuenta del poco sentido que tiene.
—¿De que? ¿De tu cuerpo? —
Mis mejillas se sonrojan, pero no de vergüenza. —Si—
Acerca la cabeza hacia mis pechos de nuevo y toma cada pezón por turno. Gimo y echo la cabeza hacia atrás.
—Es difícil no tocar cada centímetros de tu cuerpo— dice, lo que casi me hace correr de nuevo en el acto. —Podré dibujar un mapa de tu cuerpo de memoria cuando termine contigo—
Enzo me agarra por las caderas y me empuja hacia adelante al mismo tiempo que empuja hacia arriba, haciendo que su punto se alargue y se ponga rígido justo entre mis piernas. Gimo, mis pezones se tensan por la atención. Quiero que sus labios vuelvan a tocarlos. Arqueo la espalda y su mirada encapuchada encuentra la mía.
—Mmm— toma un pezón entre sus labios carnosos y pasa la lengua de un lado a otro sobre la punta. Ya ha servido a mi punto débil más en diez minutos de lo que mi ex hizo en un año entero. Otra oleada de placer me estremece y grito, clavando mis uñas en la bronceada cresta de su hombro.
Su piel se frota caliente y eléctricamente contra la mía. Sus grandes brazos rodean mi cintura, juntando nuestros cuerpos. La vista de mis pechos aplastados contra su pecho perfecto podría atormentarme por el resto de mi vida. desearía poder tomar una foto, pero no quiero interrumpir el momento. Y también, eso podría ser extraño. No debería ser una turista en mi propio sexo caliente. Porque estoy a punto de hacerlo con Enzo Parker.
—Quiero quitártelos— susurra Enzo en mi oído, su voz puramente s****l. Está tirando de la cinturilla de mis pantalones cortos. Otro orgasmo amenaza con hacerme perder la compostura, pero lo calmo. No ahora. Al menos debería esperar a la penetración esta vez.
Pero Enzo desliza sus dedos por debajo de mis pantalones cortos, a lo largo de la parte interna de mi muslo, hasta que su pulgar roza la entrepierna húmeda de mis bragas. Gimo de nuevo, deseo deslizándose caliente y pegajoso a través de mis extremidades.
—¿Puedo? — me acaricia el cuello, instándome a que responda. Sus dedos presionan el borde de mis bragas y rozan mis labios hinchados. Me tenso y todas las palabras que hay en mi interior se congelen en mi garganta.
Se me escapa un suspiro mientras sus dedos comienzan a bailar lentamente y provocativamente alrededor de mi clítoris. No me toca, solo roza las yemas de sus dedos en un círculo tortuoso. La tensión es tan divina como intolerable. Mis músculos se tensan mientras él se toma su tiempo para no tocarme donde más lo necesito.
—Vamos— le insto finalmente, moviendo mis caderas.
Enzo desliza sus dedos debajo de mis bragas, su pulgar y su índice encuentran el pico rígido de mi clítoris. lo hace rodar, suave, lentamente, hasta que todo mi cuerpo se tensa y mi segundo orgasmo me recorre como un cohete.
Mis muslos lo aprietan y cuando la tormenta se calma, me doy cuenta de que he dejado huellas de medialuna en sus bíceps.
—Número dos— dice simplemente, luego me consigue un beso. —Esto es casi demasiado fácil—
Me río débilmente. Si. Si para él fue tan fácil, ¿Por qué nunca fue así con nadie mas? Tal vez sea el factor galán. El hecho de que mis entrañas hayan estado temblando por este hombre durante años.
Mientras pienso en esto, Enzo me da la vuelta y me tumba en la cama. Me río y le rodeo el cuello con los brazos. Mis extremidades ya son gelatinas perezosas y no hemos incluso llegado a lo bueno. Aunque todo esto es bueno, no es genial, es lo mejor.
Enzo alcanza algo de la mesita de noche, dejando al descubierto unos músculos que se tensan a lo largo de su costado. Abre el cajón y saca algo. Sus abdominales se tensan cuando vuelve a la cama, y es entonces cuando finalmente me doy cuenta de lo que está a punto de suceder. Tiene un envoltorio de condón en su mano.
—¿Trajiste eso? — pregunto, mi voz suena pequeña y distante.
—Le pedí uno a Nolan— admite Enzo con una sonrisa con hoyuelos. Da un paso al suelo por un momento, bajando sus calzoncillos. Sus ojos están en los míos mientras su polla sale de su ropa interior. Un escalofrió recorre mi columna y tengo la sensación de que se lo está tragando, mi reacción desnuda a su propia desnudez.
Mi boca se abre. Su pene esta rígido, recto y enmarcado por un vello oscuro y bien recortado. Ahora entiendo por qué la gente usa el emoji de la berenjena. Esa verdura podría ser la comparación más cercana, si uno se viera obligado a permanecer dentro de la pirámide alimenticia. Se curva ligeramente hacia arriba y, mientras vuelve a subir a la cama, su pene se balancea como el niño del cartel de un veinteañero viril, la excitación me estremece. Enzo Parker está a punto de follarme.
Se deshace rápidamente de mis pantalones cortos de pijama, bajándolos con una urgencia contendía. Los arroja al otro lado de la habitación y luego examina mis bragas moradas de abuela con una sonrisa. Se aprieta el puño mientras me mira, lo que me hace retorcerme. Instintivamente me cubro los pechos con las manos. No sé por qué. probablemente este mirando las cosas y reconsiderando su elección.
—¿Todo bien? — pregunto, mientras me muero por dentro por la elección de mis palabras. ¿Qué estoy diciendo?
—Si— se humedece el labio inferior y su mirada se queda clavada en mi vientre inferior. Luego toma mis manos y las vuelve a poner a mis costados. Sus labios encuentran el punto donde sobresale el hueso de mi cadera, y deja besos suaves por encima de la línea de la braguita. Sus besos se detienen una vez que besa mi monte de Venus a través del algodón. Su mirada ardiente encuentra la mía.
—Me preguntaba si debería optar por el número tres con mis labios o con mi polla—
Cierro los ojos con fuerza y gruño. —Eso es jodidamente caliente—
—¿Qué? —
—Lo que acabas de decir— Me tapo la cara con el brazo y muevo las caderas. Porque no puedo mirar. La tensión de la espera, de volver a correrme, de que me llene, de que su calor me cubra una vez más es demasiado deliciosa para soportarla. Lo necesito.
—Tú eliges—
Un momento después, me baja las bragas y me muevo a tiempo para ver como su cabeza desaparece entre mis piernas. Me abre bien los muslos y las venas se le hinchan en la parte superior de las manos. Su lengua me encuentra, como terciopelo aplastado contra mi clítoris hinchado. Grito, pero intento contener el grito que quiere escapar. Mi trasero se pone duro como una piedra mientras el me sorbe y me chupa, toda su atención se dirige al único lugar al que nunca soñé que sus labios se aventurarían.
Y, Dios mio, no pasa mucho tiempo. Su lengua me empuja y luego la coloca sobre mi clítoris. De un lado a otro, muy lentamente, hasta que el calor dentro de mí se vuelve presurizado y exploto. Mis muslos tiemblan cuando el tercer orgasmo me desgarra, más caliente y rápido que los anteriores.
—Mmm— acaricia mi clítoris con la nariz y luego pasa la lengua por mi chorreante m*****o femenino. No puedo creer que haya hecho eso, que haya probado mis jugos voluntariamente, pero estoy demasiado temblorosa para hablar. Mientras estoy hecha un desastre indefenso en la cama, desliza un dedo dentro de mí, lo que provoca un gemido. Como si el estuviera disfrutando de esto, aunque fuera la mitad de lo que yo estoy haciendo. Lo cual es imposible porque aún no se ha bajado.
—Eres— dice, —tan deliciosa—
Él dice esto con dos dedos enterrados dentro de mí. Me balanceo contra él, instándolo a hacer algo. cualquier cosa. El presiona un beso contra mi clítoris palpitante y luego se sienta hacia atrás. Su pene ha crecido de alguna manera, como si antes estuviera duro y ahora esta petrificado.
Definitivamente no debería decir eso en voz alta. Si hay algo menos sexy que comparar la gloriosa polla de un hombre con algo petrificado, no quiero oírlo.
—Ven aquí, sexy— murmura mientras ajusta su posición en la cama. No puede estar hablando de mí. Pero dejo que me levante y me insta a sentarme en su regazo. Me dejo caer sobre él, con su polla presionada contra mis pliegues. El acero desnudo de el contra mi zona más íntima, sin nada entre nosotros, es un tipo de cercanía con la que no había contado esta mañana. Pero, Dios, esto se siente bien. No solo porque estamos en un acto carnal diseñado para proporcionar placer. Se siente bien porque extrañaba este tipo de cercanía. Aunque mi ex era tóxico, me mostró lo que era compartir tus partes más íntimas con alguien.
No he hecho este tipo de cosas con muchos hombres. Pero con Enzo, se siente bien. El calor emana de el mientras se coloca el condón sobre el pene. Lo miro en silencio, casi con reverencia, y luego el me mira y toma mi trenza. Me quita la liga y se deshace rápidamente de ella hasta que pueda completamente deshecha y cae sobre mis hombros. Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—Iré despacio— dice, acercando su boca a la mía y luego me besa como si lo sintiera. Agarra mis caderas y juntos me guían hacia el lugar correcto. La cabeza de su pene se abulta y, una vez que entra en mí, jadeo. Pero, ay, la sensación es mágica. Como si estuvieran sonando las trompetas a lo lejos y mis venas tuvieran lava bombeando por ellas en lugar de sangre. Cada centímetro de mi cuerpo se ilumina, eléctrico y consciente, mientras él se empuja más profundo dentro de mí. estirándome hasta el límite.
Me hundo, me hundo, sobre su glorioso eje. Nuestras frentes se encuentran y su respiración se agita mientras mi coño lo consume. Ahueca uno de mis pechos, como para asegurarse de que no se haya ido a ninguna parte. Una vez que está enterrado en mí, hasta el último centímetros de él, gimo en voz alta en su barbilla.
—Enzo— digo, casi como si estuviera rogando.
—Mierda, ya lo sé— responde. Se chupa los dientes y me ayuda a balancearme en un lento circulo sobre él. Su polla me llena de una manera en la que nunca me habían llenado antes. —Te sientes tan bien, Isa—
El gruñe y flexiona las caderas cuando empiezo a moverme contra él. Ya me siento al límite, como si ya me hubiera corrido cientos de veces, pero esto apenas esta empezando. Me rodea la cintura con los brazos y vuelve a apretar mis pechos contra el suyo. Respira en el hueco de mi clavícula y se balancea hacia arriba contra mi mientras hago círculos lentos y perezosos sobre él.
Se siente demasiado bien. demasiado bien. Ni siquiera puedo mantener los ojos abiertos y estoy a un suspiro de llegar al clímax. Pero, maldita sea, quiero que dure. Quiero que nos corramos juntos para poder tener esta primera y última vez con él.
Enzo me aprieta los costados y luego desliza sus manos sobre mis nalgas, separándolas. Dios, se siente tan bien que me manosee. Tener sus manos por todas partes sobre mi durante una gloriosa y soñadora mañana. Me sacude el trasero mientras se balancea contra mi otra vez, y luego gime.
—Mierdaaaa, Isabella—
Mis pezones rozan su pecho y la ligera fricción me acerca aún más al borde del abismo al que me he estado aferrando con un hilo. Mi núcleo se tensa y vuelvo a balancearme contra él, con su pene enterrado tan profundamente que ni siquiera puedo hablar.
—Estoy cerca— dice, y yo asiento porque lo sé. Porque he estado cerca durante años en lo que respecta a este tipo.
—Quiero correrme contigo— le susurro al oído, y el hunde sus dientes en mi cuello, como un vampiro, si no como un amante apasionado. El movimiento inesperado es un fuerte empujón hacia mi orgasmo, y el calor me recorre como un cohete, pegajoso, salvaje y libre. Ni siquiera puedo ver como el orgasmo me asalta. Los brazos de Enzo se aprietan alrededor de mi cintura. Él también se está corriendo, gimiendo en mi hombro mientras sus caderas se sacuden y nos sacudimos sin ritmo.
Tengo el estómago lleno de baba y, cuando el placer se desvanece y se convierte un rugido sordo, me convierto en masilla inútil entre sus brazos. Enzo se ríe débilmente y hunde sus labios en mi pelo. Nadie dice nada durante mucho tiempo.
Y sin darme cuenta, con Enzo todavía enterrado dentro de mí, me duermo en sus brazos.