Enzo
No duermo esta noche. Cada vez que me quedo dormido, cualquier sonido o suspiro de Isabella me devuelve la conciencia. Cada centímetros de mi cuerpo vibra de deseo por ella y juro por Dios que no duermo más de tres horas simplemente porque mi mente esta acelerada.
En las horas que me debato entre la conciencia y el descanso, se me ocurre un nuevo apodo para ella. Rayo de sol. Porque ella es uno. Mi rayo de sol. Bueno, no mio. Ella es un rayo de sol, que casualmente me ha sido prestado mientras convencemos a mi familia de que es mía. Suspiro, alejándome de ella en la cama.
El amanecer se cuela por los márgenes de las ventanas. Puedo ver la franja de cobalto del cielo n***o como la brea. Deben ser cerca de las seis, lo que significa que he estado repitiendo nuestros besos en mi cabeza casi doce horas.
Quiero seguir con esos besos tanto que podría golpear un trozo de madera con un golpe de karate de dos por cuatro y romperlo sin ningún entrenamiento en artes marciales. Así de desesperado estoy de llevarla al límite. Quiero llegar hasta el final. Malditas sean las orejas grandes.
Me dejo caer boca arriba y me obligo a cerrar los ojos. Al menos voy a echarme una siesta. Dios me ayude. Ahora que ya pasó el funeral, comienzan las verdaderas vacaciones.
Lo único que tengo en la agenda es ponerme en dolorosa proximidad con Isabella Blackstone mientras reprimo el impulso de tirar su ligero cuerpo sobre mí y descubrir una escala del uno al terciopelo lo dulce que es por dentro.
Acomodo la almohada bajo mi cabeza. mientras mi pene vuelve a latir con fuerza. pensar en terciopelo no ayuda.
—Mrrgmmm— las protestas de Isabella por dormir han vuelto y me pasa un brazo por encima. Sonrió de oreja a oreja mirando al techo. Supongo que esto es lo que recibo. Toques platónicos de un rayo de sol dormido.
Escucho su respiración. Se mueve, lo que acerca peligrosamente su mano a mi pene. Llevo ropa interior, así que no es como si fuera a masturbarme accidentalmente. El movimiento de mi pecho hace que su mano se acerque y luego se aleje de mi pene. Siento un hormigueo en los omoplatos.
Me muevo ligeramente, poniendo más espacio entre su mano y mi pene, que se ha endurecido. Ella murmura algo en sueños que suena sospechosamente a “pasta”. Reprimo la risa. Necesito preguntarle después si estaba soñando con la pelea de ensalada de pasta ayer.
De repente se mueve y se hunde en mi costado, sus labios rozan la curva de mi cuello. Me rodea la caja torácica con un brazo y pasa una pierna por encima de mi ingle. Ahora mi pene está atrapado entre su muslo cálido y sedoso y mi vientre bajo. Y definitivamente estoy completamente duro.
Pero ¡qué demonios!, ahora me muevo. Me siento demasiado bien al tenerla sobre mí. suspiro y dejo que mis ojos se cierren. ¿Es esto una tortura o es el paraíso? Hay algo en Isabella que se siente tan suave y acogedor, como si me estuviera poniendo un suéter viejo que tengo desde hace años pero que ya no uso. Básicamente somos extraños. Excepto que hay algo tan familiar en ella que podría jurar que hemos estado haciendo esto durante meses en lugar de días.
Me muevo para poder pasar mi brazo por encima de ella, sacándolo de su posición atrapada entre nosotros. Ella se acerca más y deslizo mi brazo debajo de su cabeza. escucho su respiración rítmica, esperando poder dormir, pero en realidad mi mente está en el hecho de que su pecho esta aplastado contra el mío. Daría cualquier cosa por quitarle esta blusa de pijama, centímetros a centímetro.
Un coche pasa por la puerta. Un rato después, oigo una gaviota solitaria. Y entonces noto que su respiración se ha calmado. Mi respiración susurra en la habitación silenciosa. Sus uñas se clavan en mi piel debajo de mi caja torácica.
Me muevo ligeramente y la pierna de Isabella se flexiona contra mí. La sangre vuelve a fluir hacia mi polla, como si tal vez ahora fuera el momento de empezar a prestarle atención. Juro que siento que sus caderas se sacuden hacia mí, como si tal vez estuviera soñando que me la follo. Como si tal vez quisiera esto aún más, la mitad de mal que yo.
Mis sentidos se ponen en alerta máxima, tratando de determinar si esta despierta y es tan consciente de nuestra proximidad como yo. Imagino el roce suave de sus pestañas contra mi costado. Tal vez haya recuperado la conciencia y se esté preguntando si estoy despierto. Tal vez su coño ya está húmedo de pensar en adonde más podrían llevarnos nuestros besos.
Me muevo de nuevo, me pongo de costado y ella se dobla hacia mí. Mi barbilla descansa sobre su cabeza. Sus caderas empujan de nuevo, la parte interna de su muslo empuja mi polla. El calor me invade de nuevo y solo tengo una cosa en mente.
Eso tuvo que ser intencional. Yo voto por que Isabella esta despierta. Se me escapa un gruñido ronco y empujo mis caderas contra su pierna. Ella se acurruca en el hueco de mi cuello y su aliento golpea detrás de mi oreja.
Esta decidido. Esto es una tortura. Y solo me quedan un par de minutos antes de tener que ir a masturbarme en la ducha.
—Isa— mi voz suena ronca, tan temprano por la mañana. —¿Estás despierta? —
Ella no dice nada al principio, pero se aprieta contra mí.
Cuando habla, su voz suena a una milla de distancia. —Tal vez—
Sonrió mirando los mechones rojos de cabello suelto que tiene en lo alto de su cabeza. —¿Sí? —
Por un largo momento simplemente respiramos juntos, nuestros pechos subiendo y bajando mientras los segundos se derriten dentro de este abrazo humeante, pero de alguna manera inocente.
—No— dice ella finalmente.
—Mmm— La sangre corre por mis venas con tanta fuerza, con tanta ansia, que le da un toque de valentía a mi locura. Me vuelvo hacia ella, completamente hacia mí, y mi palma encuentra el costado de su muslo debajo de la sábana.
Para que no se equivoque respecto a mis intenciones y sepa exactamente hacia donde quiero llevar este ensueño.
—Tal vez deberíamos seguir soñando, entonces— murmuro hundiendo las yemas de mis dedos en su pierna. Es cálida y sedosa, y es solo en la parte por encima de su rodilla. Respira profundamente, hundiéndose en la almohada. Sus pestañas oscuras revolotean brevemente, pero mantiene los ojos cerrados.
—Mmm-hmm—
Empujo mi palma hacia arriba, iniciando un lento ascenso por su pierna. Ella murmura algo, arqueando sus caderas para acercarlas a mí. las yemas de mis dedos alcanzan el dobladillo de sus pantalones cortos de algodón y empujo hacia arriba por debajo de la tela, encontrando la carne erizada debajo de su nalga.
—¿Debería seguir? — Las yemas de mis dedos se mueven de un lado a otro bajo la curva de su trasero. Ella frunce el ceño y asiente furiosamente.
Me humedezco el labio inferior y paso la mano por la tela de sus pantalones cortos hasta encontrar la cinturilla. La agarro y la acerco más a mí, de modo que nuestros cuerpos se tocan de frente. Si no había sentido mi pene antes, lo hace ahora.
Le subo la pierna y la coloco sobre la mía, de modo que queda a horcajadas sobre mí. Mi entrepierna se presiona contra el dulce calor que cubre sus pantalones cortos de algodón. Ella inhala con dificultad, con los ojos cerrados.
Rozo mi mejilla con la suya y luego dejo que mis labios rocen su barbilla. Necesito otro beso. Inmediatamente.
Ella se ríe. —Estás desaliñado—
—Tu estas desliñada— Rozo mis labios con los suyos, pero ella no me lo permite.
Ella frunce los labios y agacha la cabeza. —Tengo mal aliento—
Flexiono las caderas y la cresta de acero de mi polla choca contra su pelvis. Recorro con mis labios la línea de su mandíbula hasta que mi aliento llega a su oído. —¿Y? —
Ella se estremece y sus caderas se mueven de nuevo. Ella lo quiere. Oh, maldita sea, ella lo quiere.
—No es sexy—
—El aliento matutino es lo último que me importa— Deslizo mis manos dentro de sus pantalones cortos, ahuecando las manzanas perfectas de sus nalgas. Mi polla palpita ahora.
—Además. Estamos soñando ¿verdad? —
Ella sonríe y esta vez, cuando acerco mis labios a los suyos, no se resiste. De hecho, ella me guía. Su boca se abre contra la mía y nuestras lenguas chocan. Urgente y hambrientas. La fuerza que está allí me dice que tiene hambre de esto. Pero ella no tiene tanta hambre como yo.
Me doy la vuelta y la llevo conmigo. Ella se sienta a horcajadas sobre mí, con las palmas de las manos apoyadas en el colchón a ambos lados de mi cabeza. Un beso se transforma en otro, cada uno más embriagador que el anterior. Le bajo la cinturilla de los pantalones cortos antes de poder pensarlo mejor, porque necesito entrar allí.
Cuando finalmente nos separamos, sus labios están rosados y mordidos por un beso. Su cabello esta alborotado alrededor de su rostro y nunca he visto una imagen más extática. Parpadea perezosamente, con signos de interrogación en sus ojos color azul.
—Quítate esto— levanto el dobladillo de su camisa de lémur. Ella me observa por un momento y luego se apresura a obedecer. Lo levanta, pero de alguna manera se queda atascada en las mangas largas. Se retuerce gruñendo, sus cejas pelirrojas oscuras se juntan en señal de frustración.
—No puedo—
Me río, tirando de una manga. Ella se aparta de mí y su brazo despeja el agujero. Le subo la camiseta por la cabeza y. mi mirada se posa en su pecho cuando se encuentran con el aire. Sus pezones rosados se endurecen bajo mi mirada y los ahueco de inmediato. Son pequeños y alegres puños que hacen que mi polla salte por centésima vez. Paso mis pulgares sobre cada pezón por turno mientras ella observa mis manos con la boca redondeada.
Finalmente, su cabeza se inclina hacia atrás y el gemido sale de ella. Encontré su punto ideal.
—Mmm— Me arqueo debajo de ella otra vez porque estoy tan excitado por ella que podría morir, pero no voy a apresurarme. Introduzco mis labios para encontrar un pezón, pasando mi lengua sobre el punto apretado. Sus muslos se aprietan alrededor de mis caderas y se arquea hacia mí, invitándome a más.
Ahueco la estrecha caja torácica entre mis palmas y le acaricio el pezón con los dientes. Ella gime y cierra los ojos. Se sacude de nuevo y se le tensa en vientre. Me doy cuenta de que me encanta verla flotar en el espacio sideral ante mis ojos es más fascinante de lo que esperaba.
Me humedezco el labio inferior mientras paso de su pecho izquierdo al derecho, tarareando en voz baja mientras lo hago. Honestamente podría pasar una hora aquí, dedicándole atención a sus tetas perfectas. Aprieto sus nalgas y al empujo hacia adelante, sobre mi polla. Ella jadea y sus palmas encuentran la extensión plana de mi pecho.
Sus ojos se abren de golpe y su mirada encuentra la mía, con culpa escrita allí. Ella se sacude una vez, y luego dos veces, antes de que se le escape un gemido largo y estremecedor.
—Oh, Dios mio— dice finalmente, y luego se tapa la boca con la mano.
Miro con los ojos muy abiertos, sin saber que acaba de pasar.
—¿Qué, Isa? —
Su garganta se mueve y luego niega con la cabeza. Mi pecho se agita mientras observo su torso desnudo y luego los shorts de algodón roda que ocultan la parte que más deseo conocer. Paso mi mano por la costura de sus muslos y ella tiembla visiblemente.
—Yo…—
Me doy cuenta. Sus mejillas sonrojadas. La parada repentina. Una sonrisa se apodera de mi cara. Soy el hombre más engreído y feliz del mundo.
—Ya te corriste, ¿no? —