9. Reir es bueno

1790 Words
Enzo Isabella no me envía ningún mensaje de texto para reunirnos esta tarde o noche. Lo cual está bien, porque ella es una mujer independiente y tiene su propia vida. Y no estamos saliendo. A pesar de que dos días de pretender estar haciéndolo me tienen en modo novio. Me paso el día de la forma más relajada y completa posible. River y yo nos dirigimos a los muelles para navegar por el lago en las dos motos acuáticas de la familia. Atravesamos crestas blancas y nos perseguimos hasta que nos entra hambre, luego comemos en un restaurante del centro y gastamos un total de 10 dólares para comer entre los dos. Ese precio es impensable donde vivimos, así que dejamos una propina de 20 dólares porque estamos acostumbrados a pagar esa cantidad. Por la tarde, me encuentro con algunos amigos de la preparatoria y tomamos una cerveza en el bar, que está justo en la playa. Estoy bebiendo una cerveza local y mirando los veleros a la deriva en las tranquilas aguas azules mientras reviso cada media hora aproximadamente si Isabella me envió un mensaje de texto. No es porque la necesite aquí o porque crea que ella me necesita a mí. En realidad, la quiero aquí. Funcionaria perfectamente si me enviara un mensaje de texto ahora y yo pudiera decirle que viniera al bar y tomarnos algo y hablaríamos un poco más de esos pijamas de lémur. Y luego, una vez que comenzara la excitación, podría convencerla de que necesitamos besarnos, porque River inevitablemente llegaría y, bueno, esta artimaña debe reforzarse constantemente. Pero ella no me escribe. Así que cierro la cuenta del bar y comienzo a caminar lentamente, como un turista, por el paseo marítimo. La tarde está completamente en llamas bajo la luz dorada y carmesí del sol. Las parejas se agolpan en los bancos con vistas a la bahía. Ver las sonrisas satisfechas y las manos unidas me inspira un extraño coctel de emociones dentro de mí. Debería estar pensando en Sabrina, que fue mi novia real durante seis meses. Pero en cambio, mi mente se dirige a Isabella. Es demasiado fácil fingir que lo que paso con ella anoche junto a la fogata lo demostró. De alguna manera, las bromas y las risas fluyen a su alrededor. Y después de esta mañana, me doy cuenta de que Isabella es mucho más de lo que deja ver. Como cuando la encontré medio vestida en el dormitorio. No esperaba esos muslos bien formados bajo su pijama de preadolescente. ¿Y cuándo se inclinó con esas bragas rosas tan finas? Casi entre en modo bestia. Me detengo en el paseo marítimo, agarrándome de la barandilla de madera. Ella es linda. Puedo admitirlo. Linda y divertida. Además, se a ciencia cierta que nos habíamos estado abrazando mientras dormíamos sin darme cuenta cuando olí su champú por todo mi hombro antes de ducharme. No me sentí tan mal al tenerla en mis brazos, aunque estaba básicamente demasiado dormido para darme cuenta. Pero la verdad es que estoy tan necesitado de intimidad que estoy actuando como si esto fuera incluso remotamente mutuo. La traje aquí como un favor y ahora estoy merodeando por su cuerpo semidesnudo en el único espacio seguro que le prometí dentro de la casa de mis padres. Tal vez debería buscar un encuentro casual mientras estoy en Bahía Azul y terminar con esto. Entonces dejaría de merodear por Isabella como una especie de depredador. Jugueteo con la nueva idea mientras paseo por el paseo marítimo. Hace tiempo que no utilizo una aplicación de citas, sobre todo porque me resulta casi imposible utilizar aplicaciones sociales sin un ojo crítico de ingeniería. Aun así, podría dejar de lado mi trabajo por una vez y buscar una cita para tener sexo, ¿no? Mi teléfono vibra mientras intento recuperarme. Es Isabella. Me invade un alivio. ISABELLA: Bien, ya terminé de ser una hija cariñosa por un día. ¿Dónde estás? ENZO: Esperándote en el paseo marítimo que esta junto al bar. ISABELLA: Te veo en un rato. Sonrió y elijo un banco para poder observar la bahía mientras ella se dirige hacia aquí. vivir en San Francisco implica tener una buena cantidad de playas y contemplar el agua, pero el lago es diferente. Aunque puedo ver el agua hasta donde me permite la vista, el lago no tiene el mismo aspecto agitado e infinito del océano. Si me pierdo en el agua aquí, podría terminar en Canadá, pero lo más probable que termine en esa pequeña isla de fiesta en el lago. Si me pierdo en el agua en San Francisco, podría terminar en Hawái o incluso en Tahití. Pero lo más probable es que termine siendo la cena de un tiburón. Pero esta es el agua con la que crecí. Este es el lago que se siente como mi hogar. Me pierdo en el chapoteo de las olas contra el estrecho terraplén de grava debajo del paseo marítimo. Las gaviotas se acercan, graznando frenéticamente sobre algo. probablemente papas fritas. Por lo general, las acompañan papas fritas. —¿Enzo? — La voz de Isabella me saca de mi ensoñación. Me doy la vuelta para mirar hacia ella, está de pie y su rostro sonriente está enmarcado por los brillantes tonos de la puesta de sol inminente. Mechones de su cabello rojo se alejan de su rostro. ella esta agarrada a la barandilla de metal del banco que está a mi lado, y por un momento no estoy seguro de si deberíamos besarnos. Ella está parada allí así, mientras yo la miro, esperando algo que hacer con mis labios. —Te encontré— bromea, deslizándose hacia el banco. Mete las manos bajo los muslos y estira sus largas piernas frente a nosotros. Sus zapatillas bajas Converse blancas resbalan contra el camino de madera mientras mueve las piernas hacia arriba y abajo. —¿Cómo lo lograste? — Las gaviotas cercanas han provocado una autentica conmoción, están chillando y dando vueltas alrededor de algo cercano. Ella se encoge de hombros. —Seguí a las gaviotas. Me llevaron directamente hacia ti— Se me escapa una carcajada. —Al fin y al cabo, son mis leales súbditos. Solo me responden a mi— La empujo con el hombro. —¿Cómo estuvo tu día? — Me mira, cerrando un ojo con fuerza para protegerse del sol que hay detrás de mí. —Bastante bien. Fui a algunas tiendas de antigüedades. Comí un almuerzo enorme. Me eché una siesta en el sofá— —Metas de vacaciones— —Exactamente. ¿Y tú? — —Ah, ya sabes. Lago, cerveza y viejos amigos. Un día perfecto en Bahía Azul— Gira la cabeza en un círculo lento, dejando al descubierto la longitud de su cuello. No puedo evitar admirarla. De hecho, con esta luz del sol y esta vista, necesitamos tomar una fotografía. —Vamos a tomarnos una selfie— digo, sacando mi teléfono. —¿En serio? — —Si— Me levanto y la insto a que se una a mí, dándonos la espalda al lago. —Vamos, es la hora dorada. Ella se pone de pie de un salto y se une a mí. Le rodeo los hombros con el brazo y la atraigo hacia mí. —Está bien, sonríe grande— Las gaviotas aumentan sus protestas detrás de nosotros. Unas cuantas cruzan el marco en el fondo. Saco una foto mientras Isabella se ríe. —¿Qué diablos les pasa? — pregunta —Condiciones de trabajo insatisfactorias— Cambio de ángulo y tomo una segunda foto entre risas. Ella se aparta algunos mechones de pelo de la cara. —O tal vez sea una cuestión de libertad de las gaviotas. Están celebrando la fiesta del Té en Bahía Azul— —¡Esto es historia en proceso! — —Toma otra— insta. —Está bien, pero las gaviotas no están contentas— una deja escapar un graznido estridente y ambos nos echamos a reír. —Perdona, ¿Qué dijiste? — bromea. —No pude escucharte debido a la rebelión— Saco unas cuantas fotos más, el lago brilla detrás de nosotros, las gaviotas alzándose a plena vista. revisamos las fotos en el banco y, en la última foto, Isabella agarra el teléfono y mira algo con los ojos entrecerrados. Presiona la pantalla táctil para hacer zoom y entonces se le escapa un agudo —¡No! — Me muestra el teléfono. En la última foto que tomamos, una gaviota mira furiosa a la cámara. Esta completamente enojada. —¡Mierda! — se hecha a reír a carcajadas, agarrándome la rodilla. Me río hasta que se me saltan las lágrimas en los ojos y dejamos la foto ampliada con la cara de la gaviota demasiado tiempo. —Esto debería ser un meme— digo finalmente con voz entrecortada. —¿Qué están haciendo, monstruos? — una nueva voz interrumpe nuestro c*****o de hilaridad. Es Nolan, mirándonos desde arriba con una tabla de surf apoyada contra su cadera. En lugar de saludarlo, le muestro la foto que tomamos. Se ríe, mirando la pelea de gaviotas, que se ha calmado solo un poco. —Uno de ustedes las está haciendo enojar— advierte Nolan. —Dios, ¿no tenemos nada que darles? — Me toco los bolsillos, pero se perfectamente que no llevo ningún bocadillo. —¿Una papa frita medio petrificada? ¿Una migaja de granola? — —¿No hay ni un solo trozo de periódico empapado por aquí? — pregunta Isabella. Algo en su tono me vuelve a poner nervioso y me echo a reír de nuevo. Nolan sacude la cabeza. —Ustedes dos son muy raros— —¡Vamos, Nolan, ve a buscarles un bocadillo! — le imploro. —No te voy a traer un bocadillo de gaviota— dice Nolan con seriedad. —Voy de camino a casa. Papá hizo una parrillada. ¿vienen ustedes dos? — —Si, si— resoplo, limpiándome una de las lágrimas que se derramaron. Isabella parece que todavía está conteniendo la risa y no puedo mirarla o no podré contenerme. Lo sé. —¿Estás lista, Isa? — Ella asiente, evitando mi mirada. Pero no duramos ni un minuto entero detrás de Nolan antes de que ambos nos desplomemos de risa otra vez. Y Dios, se siente bien reír. Carcajadas reales que dejan lagrimas deslizándose por mis mejillas. No me he reído así en mucho tiempo, y todo es por una gaviota y algo inexplicable sobre Isabella que me hace estar listo para pasar un buen rato. No recuerdo la última vez que me sentí así cerca de alguien. Solo sé que ha pasado demasiado de tiempo.
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