Isabella
La primera noche bajo el techo de los Parker es más estresante de lo que imaginaba. Porque una vez que se apagan las luces, estamos solos Enzo y yo en la cama matrimonial. Apenas vestidos y acostados allí.
Mido mi respiración durante un buen rato, intentando simular un ritmo constante mientras escucho al mismo tiempo si se ha quedado dormido. No nos tocamos en absoluto; de hecho, me he deslizado hasta el extremo más alejado de la cama, acurrucada de lado, en una posición que se vuelve incómoda aproximadamente a los veinte segundos. Pero no puedo moverme. Porque se supone que nos estamos quedando dormidos.
Mi mente corre durante lo que parecen horas. Pensé que beberme todo ese Moscatel me ayudaría a conciliar el sueño, pero el peso de Enzo en la otra mitad de la cama borra cualquier vestigio de somnolencia. Todo lo que puedo pensar es: ¡¡¡Cuerpo masculino cerca!!! CUERPO MASCULINO. CERCA. DE. MI. Como si algún tipo de alarma de pureza sonara dentro de mí.
A pesar de la elevada actividad mental, de algún modo logro conciliar el sueño, porque la siguiente vez que me doy cuenta de algo, la luz del sol entra a raudales en el dormitorio y tengo calor.
Los Parker mantienen su casa un poco fría, pero yo he logrado hacer un nido bastante bueno en esta cama. Y, Dios, es cómoda. Con colchón con almohadas y todo. Bostezo y, cuando me acurruco de nuevo en mi cómodo lugar, me doy cuenta de que mi mejilla se ha pegado a algo.
No abro mis ojos ni me muevo mucho, porque eso va en contra de las reglas de la primera mañana de vacaciones. Necesito dormir y disfrutar de esto tanto como pueda. Usaré lentamente mis sentidos que están despertando para descifrar el misterio de la varita a mi propio ritmo.
Inclino la cabeza y siento algo cálido al presionar mi sien. Duro, incluso. Respiro profundamente y me muevo bajo las sábanas. Son como 8000 hilos o algo así e increíblemente suaves. Mi brazo se mueve de su lugar de descanso y ahí es cuando me doy cuenta de que no estaba descansando sobre la cama.
Estoy bastante segura de que tengo mi brazo sobre el torso de Enzo. Esto hace que la alarma de pureza empiece a sonar de nuevo y me sobresalto.
El torso de Enzo esta debajo de mí. No la extensión neutral de una cama desocupada como había asumido. No. Su torso desnudo, perfectamente tonificado y bronceado.
Parpadeo, asimilándolo. ¿Y esa mancha fea en su pecho? Si, es mi baba seca.
Me llevo la mano a la cara y siento el rastro seco de mi baba que sale de mi boca. Oh, por favor, Dios, no. Salgo corriendo de la cama antes de que despierte y vea esto. O se dé cuenta de que me he echado sobre el como una ninfa necesitada.
Me dirijo a trompicones hacia el baño que esta junto al dormitorio. La luz del sol de la mañana me irrita y, antes de entrar, choco contra el marco de la puerta. La puerta se cierra con mucha más fuerza de la que pretendía y hago una mueca de dolor por dentro. Aquí, una auténtica locura en una cristalería a las ocho de la mañana.
Me limpio lo más rápido que puedo, me cepillo los dientes por si acaso, y luego hago mi pipi mañanera. Vuelvo al dormitorio, más lista que nunca para seguir durmiendo. Enzo está sentado en la cama, frotándose los ojos. Las sábanas están recogidas alrededor de sus caderas y su vientre se arruga cuando se inclina ligeramente hacia adelante.
—Buenos días— dice, mirándome con un ojo cerrado.
Su imagen es demasiado gloriosa para comprenderla. Es un despeinado cabello de recién levantado y ojos azules llorosos. La mitad del parecer dispuesto a dejarse caer hacia atrás y seguir durmiendo.
—¿Te estás levantando? — Me vuelvo a meter en la cama y me quedo en mi mitad de esta. Me acomodo, pero sé que el sueño me eludirá. Ahora que el esta despierto, yo también quiero estar despierta.
—Si— bosteza y hace una pausa antes de decir. —Soñé que estábamos haciendo cucharita—
Resoplo, pero entonces veo la baba seca en su pecho y me quedo paralizada. —Deberías darte una ducha—
—¿Apesto? —
—No, es solo que… — No tengo ninguna buena razón que lo explique.
—Me gusta empezar el día con una ducha. Pensé que a ti también.
—En realidad, si— Se estira y finalmente se levanta de la cama. Y entonces, por suerte, recibo la respuesta a mi pregunta. Duerme en calzoncillos tipo bóxer.
Aleluya, he visto el contorno flácido de su polla.
Me mira y yo miro bruscamente las maletas. Debo documentar esta ocasión en mi diario. Es una gran victoria para mí, que tengo dieciséis años.
—Lo siento— dice. —¿Es esto raro? Estoy acostumbrado a dormir en ropa interior, así que…—
Miro mi conjunto de noche puritano: pantalones largos, camisa de algodón de manga larga y dibujos de lémures estampados por todas partes. —No, no. Esta bien. yo también habría dormido en ropa interior como lo hago normalmente, pero…— Señalo mi pijama. —Acabo de recibirlas, así que necesito usarlas—
—Son lindas— dice sin darle importancia, pero probablemente lo que quiere decir es: “Eres rara.
—¿dormiste bien? — Se detiene frente al tocador. Sus pantorrillas están esculpidas. Su trasero está compuesto por dos pequeños melones. Cada parte de él es perfecta y no puedo evitar mirarlo.
Asiento con tanta fuerza que casi le planteo un problema al quiropráctico.
—Si. Si. Oh, sí. Fue genial. Me la pase genial. Me refiero a dormir muy bien—
Me sonríe y lo veo a través del espejo. —Bien. Seguro que es mucho mejor que el suelo—
—Ja. Tu serías el que estaría en el suelo, no yo— Me levanto de la cama y me dirijo hacia mi maleta. —¿O es que la caballerosidad ha muerto en Bahía Azul? —
El resopla. —El listón de la caballerosidad ha bajado mucho, si eso es todo lo que se necesita—
Me recorre el cuerpo una oleada de calor, aunque no sé por qué. estoy deseando traducir cualquier señal suya en una declaración de atracción, así que no me resulta difícil convertir sus palabras en algo más. Pero me recuerdo a mí misma que estoy siendo una tonta. Ridícula, incluso. Somos compañeros de trabajo y, durante nuestro tiempo en Bahía Azul, cómplices. Eso es todo.
Lo único que se me ocurre como respuesta es que me gustaría ver que algo de ti subiera mucho. Pero eso no solo es tremendamente inapropiado, sino que también la forma menos sexy de decirle a alguien que te gustaría tener sexo. Así que no. Es mejor no decir nada y mantener mi último vestigio de misterio y frescura en lugar de hacerlo estallar en pedazos el segundo día.
Enzo toma un nuevo par de bóxer y algunas otras cosas del tocador y me hace un gesto con la cabeza mientras se dirige al baño. —Voy a ir rápido. luego podemos bajar a desayunar—
La puerta del baño se cierra con un clic y me hundo de nuevo en la cama, mordiéndome una uña. Debería aprovechar este momento para vestirme, pero todo lo que puedo hacer es pensar en Enzo. De repente, dependo totalmente de él. Claro, podría bajar las escaleras y tomar el desayuno y el café sola, pero no me arriesgaré a que sus padres me reciban con esa frialdad. Necesito a Enzo conmigo en todo momento.
Y luego, una vez que sea aceptable escapar, correré a la casa de mis padres, sin Enzo, y fingiré que esto es un gran y feliz accidente.
Mientras corre la ducha, trato de imaginar cómo serán realmente las próximas dos semanas. Visitas al lago: obviamente. Mas fogatas con los hermanos Parker: muy probablemente. Continuación de la frialdad por parte de sus padres: muy probable.
Pero ¿Qué tal visitar a mi familia? Una vez que vea a mis padres hoy, querrán reclamar todas mis tardes disponibles. Mis dos hermanas viven en otro lugar, mi hermana menor Casie, acaba de terminar su tercer año de universidad en Madison Wisconsin, pero está viviendo allí para una pasantía de verano. Mi hermana mayor, Karol, vive en Milwaukee, pero apenas viene a casa con su ajetreada agenda. Entonces, ¿Cuándo aparezco? Mamá y papá van a tratar de sacarme todo el tiempo para los tres solos.
Y como he decidido que estoy aquí solo una visita sorpresa para familiares y amigos, no les diré a mis padres que me quedaré con los Parker, y mucho menos que saldré con Enzo. Porque después de ayer, me di cuenta de la triste verdad. Mis padres probablemente le darían a Enzo una recepción similar a la que Maggie y David me dieron a mí.
Enzo tose desde adentro del baño, lo que me pone en alerta máxima. Dios, está ahí ahora mismo, completamente desnudo. Me pregunto si usa una esponja vegetal. O tal vez una barra de jabón y una toallita. Deslizándose sobre sus músculos tensos, resbalosos y resbaladizos.
Sexo en la ducha. Es algo que me encanta, pero que solo he hecho una vez en mi vida. Los primeros días con mi ex fueron los mejores, los días en los que actuaba como mi mayor fan, y en esos momentos de ensueño y sensualidad hicimos algunas cosas que vale la pena recordar. Pero ese periodo duró unas tres semanas, y luego fue un lento descenso hasta el fondo de un pozo abandonado.
¿Sexo en la ducha con Enzo? La sola idea parece demasiado escandalosa para siquiera considerarla. Un escalofrió recorre mi columna vertebral. Mis pensamientos están irremediablemente concentrados en imaginar las escenas calientes y resbaladizas que podría crear con él, si tan solo se sintiera atraído por mí, mientras me quito mi pijama de lémur.
Parece un amante lento. Alguien que al menos me besaría antes de meter sus manos dentro de mis pantalones, como la mayoría de mis ligues universitarios no lograron hacer. Me muevo aturdida, atrapada a medio camino entre la realidad y mi mundo de fantasía en la ducha, cuando la puerta del baño se abre.
Me quedo helada. Llevo unas bragas rosas de abuela y una camiseta sin mangas. Mis mejillas se encienden al instante y hago una mueca mientras me apresuro a vestirme, tenía mucho tiempo para prepararme, si no lo hubiera desperdiciado en el debate entre toallitas y esponjas vegetales.
Me agacho frente a mi maleta y busco entre sus contenidos mis pantalones cortos de mezclilla. Maldita sea, sé que los traje. Dejo a un lado Orgullo y Prejuicio, gruñendo. Tengo todo el cuerpo caliente y no sé si es porque Enzo está devorando con avidez la vista, que espero que lo esté haciendo, o si mi vergüenza me está incinerando lentamente de adentro hacia afuera, lo cual sospecho.
Desabrocho los pantalones cortos de mezclilla y me apresuro a ponérmelos, saltando de un pie a otro. Cuando los tengo abrochados, me doy la vuelta, fingiendo mi mejor sonrisa de “Estoy acostumbrada a que me pillen semidesnuda delante de alguien que me hace palpitar el corazón”
Enzo esta de espaldas a mí, en el tocador, lo que hace que mi sonrisa se desvanezca un poco. Así que no me estaba mirando, devorando mi gloria semidesnuda. ¿Por qué le importaría siquiera mi cuerpo de marimacho? Después de todo, salió con Sabrina, y ella tiene el tipo de cuerpo que deja en ridículo a los relojes de arena.
Vuelvo a la cama para hacerme un lado y el vapor que sale del baño finalmente me golpea. Es calor, almizcle y colonia, todo envuelto en una niebla tentadora. Enzo se pone una camiseta sin mangas para combinar con sus pantalones cortos deportivos, lo que permite que esos bíceps bronceados salgan a jugar.
—¿Estás lista para el desayuno? — No me mira mientras me lo pregunta, agarra su billetera de la cómoda y luego su teléfono.
—Por supuesto. Y luego creo que saldré después de comer y pasaré el día con mis padres—
—Genial. Probablemente me vaya a la playa por un rato. Envíame un mensaje de texto cuando tengas pensado volver y podremos encontrarnos—
Se pasa la mano por el pelo húmedo, dejando al descubierto el vello más oscuro de la axila. Mi interior se tensa. >, pienso, y agarro mi enorme bolso. Me mira con algo sospechoso en su mirada, como si estuviera a punto de acusarme de algo o decirme que tengo un mocho enorme colgando de la nariz.
Lo miro a los ojos durante un breve instante y luego me deslizo hacia la puerta. Sea lo que sea, no estoy preparada para oírlo.
—¿Estás listo? — pregunto.
Me sigue y lo que sea que estaba a punto de decir se desvanece en la oscuridad. —Si, cariño— dice, con una sonrisa más que evidente en su voz.
Sonrió mientras abro el camino por el pasillo, acercándonos a este episodio de: Mi falso romance. Episodio #2.
Y uno solo puede imaginarse lo que traerá ese día. No se lo pierdan