CAPÍTULO 3

1262 Words
—Amor, muero por darte un beso, pero el sabor del labial no me gusta, además es como una barrera entre tu piel y la mía— dice Ricardo, y ese día, en cada salida con su novio, desapareció del maquillaje de Violeta, el carmín que ha acostumbrado a llevar en los labios ; después de esa observación, piensa que si se lo coloca, él puede interpretarlo como una negativa a ser besada; además, esa concesión es muy poco para todos los detalles que tiene hacia ella... Violeta se ríe escandalosamente, tal y como siempre lo ha hecho, los chistes de Julio, el amigo de Ricardo, le parecen muy graciosos, de inmediato siente el aura molesta de su novio, voltea a mirarlo, él se acerca a su oído. —Aparte de llevar una minifalda ¿es necesario reír de esa manera para llamar la atención de los demás hombres?— cuestiona en tono muy bajo, pero firme. el comentario la molestó, pero lo dejo pasar, no quería hacer una escena, hablará con él más tarde; sin embargo, ella comenzó a controlar su manera de reír y las palabras de Ricardo que quería refutar en privado, dejaron de tener importancia cuando delante de todos, hizo traer una docena de rosas para ella como todo un cursi enamorado. Así fue haciendo pequeños cambios; sin darse cuenta, las faldas se convirtieron en pantalones, el maquillaje cada vez es menor y su risa se va apagando, pero Ricardo es muy bueno, está pendiente de que a Ágata no le falten sus medicamentos y de llevar al pequeño Diego a los entrenamientos, además de ayudarle con los deberes de la escuela. Ante todos, el novio perfecto. La rubia comienza a preguntarse ¿cómo será siendo padre?, aunque en todo caso ve la maternidad como un futuro no tan cercano... Rodrigo recibe la molesta llamada de Olivia, esa mujer a pesar de los años y haber puesto un océano de por medio, no pretende dejarlo en paz. Ella tenía veintiseis (26) años y era su institutriz en la adolescencia, la deslumbró la opulencia de la familia Amaya y decidió ir tras su padre; sin embargo, Renato no tenía ojos más que para su mujer; así que, cambió de objetivo y sedujo al inexperto Rodrigo que solo tenía diecisiete años, su madre Bárbara la descubrió y denunció por abuso a un menor, con la suerte de que una vez detenida, descubren que la mujer está embarazada. Así tuvo su primer y único hijo, uno que pese a llevar su sangre y apellido, no le perdona que no haya elegido a su madre, una mujer nueve años mayor, para que él no fuera un bastardo, pero bien que disfruta de su fortuna y las ventajas que le dan su apellido. —Dime ahora ¿qué quieres?— responde de manera osca. —¿Así tratas a la madre de tu único hijo y heredero?— cuestiona regocijándose en que no pudo tener hijos con su difunta esposa. —Habla y di lo que tengas que decir— le irrita oír su voz. —Nuestro hijo tiene novia y planea casarse con ella, espero que lo apoyes y vengas a la boda— le dice tratando de involucrarlo en la vida de Ricardo. —Dile que me llame y me diga lo que necesita, voy entrando a una reunión, adiós.— responde en el mismo tono irritable y cuelga la llamada... Violeta está en su habitación con Elba y Ana, poniéndose al día con lo que han hecho por separado, el noviazgo con Ricardo les ha quitado tiempo y hace mucho que no se encuentran. —¿Y cómo te va con Ricardo?— pregunta Ana con curiosidad. —Bien, es bueno con mi familia, muy detallista y está pendiente de mí— responde la rubia con una sonrisa. —Algún defecto debe tener, nadie es tan perfecto— responde Elba sin pensarlo mucho, Violeta no responde; sin embargo, ese comentario llegará a oídos de Ricardo. Días después, sin querer y sin malicia alguna, Ágata le comenta a su yerno que es un novio tan perfecto que las chicas no lo pueden creer. Esa misma tarde, Ricardo pasa recogiendo a la salida del trabajo a Violeta y van por algo de tomar. —Me gustaría contarte algo, pero no sé cómo lo vayas a tomar— dice el chico junto con ocupar una mesa en una cafetería, toma a su novia de la mano y le da un beso en el dorso. —¿Es grave?— cuestiona la rubia. —Lo que pasa es que no quiero que tengas problemas con tus amigas por mi culpa— expresa buscando quedar como una persona prudente. —Dímelo de una vez, no hay nada que nos haga pelear, somos amigas desde que tenemos recuerdos— responde y ve la seriedad en el rostro de Ricardo. —Sabes que Elba es un poco, Humm, ¿cómo decirlo?— comienza a hablar y hace una pausa como buscando las palabras —liberal. —Si, y ¿qué hay con eso? Ana es lesbiana y eso no ha sido inconveniente para que las tres seamos mejores amigas, respetamos a cada una como es. —Y eso está bien, pero ella— vuelve a hablar denotando dudas en si debe continuar, luego prosigue —bueno, es que siento que ella me coquetea cuando tú no estás, incluso delante de Ana y eso me hace sentir incómodo porque es una falta de respeto hacia tí, pero por favor, no comentes nada, que no quiero que por mi culpa tengan problemas— le dice suplicante, Violeta aún con el ceño fruncido después de la confesión de su novio, acuerda no comentar nada, pero comienza a tener reticencias con sus amigas, dando con esto inicio a su aislamiento. Un mes ha transcurrido, desde la última vez que la rubia vio a sus amigas, Ágata tiene una recaída y fue ingresada de emergencia, las chicas al enterarse por terceros corren al hospital, les extraña que esta vez Violeta no les haya avisado, pero suponen que es por los nervios, así que no le dan importancia y como siempre, llegan a su lado para apoyarla. A la salida se cruzan con Ricardo, quien las saluda con una sonrisa e incluso les gasta algunas bromas, las chicas continúan su camino contentas, porque Ricardo se esfuerza por darle apoyo a su novia, y él se adentra al hospital. Estaba a punto de tocar la puerta de la habitación cuando escucha a su suegra decir que si no logra salvarse cuide de su hermano y lo haga un hombre de bien. —Nada me gustaría más que ver crecer a tu hermano y a ti feliz— comenta la madre. —Mamá claro que nos vas a ver así, tú vas a ponerte bien— le dice tratando de tragar el nudo que tiene en la garganta, en ese momento entra Ricardo. —Mi dama hermosa, usted se va a recuperar, pero si le da más tranquilidad, le prometo velar por ellos siempre, así que— hincando una rodilla en el suelo, toma la mano de su novia —sé que esta no es la mejor manera, pero una respuesta afirmativa me haría muy feliz— hace una pausa, dándole más dramatismo a la escena —¿me harías el honor de ser mi esposa?. Violeta mira a su madre y la ve asentir con felicidad, así que aprovechándose de ese momento de vulnerabilidad Ricardo Amaya logra convertir a Violeta Medina en su prometida.
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