A pesar de haber visto a su esposo dándole prioridad a su amante, Violeta se sorprende al sentir que no le importa, se siente ligera y ya no va a permitir nuevamente sentirse de otro modo, no le dará el poder a nadie más para pisotearla.
Camina erguida sin bajar la cabeza, lleva en sus manos documentos que ameritan la firma de Ricardo, la mirada de varios hombres siguen sus pasos y una que otra mujer la mira con lástima, puesto que aún no cesa el rumor de que tiene una enfermedad mental, continúa sin detenerse hasta entrar a la oficina de su esposo después de dar dos toques.
—El señor Rodrigo necesita tu firma en estos documentos— dice la rubia lo más profesional que puede, extendiendo la carpeta.
—¿Piensas seguir trabajando aquí?— pregunta abriendo el folder para mirar los papeles dent
