Psicópata

1991 Words
—¿Qué está pasando? ¿Qué está ocurriendo realmente en este momento? —Hay una parte de mí, la niña asustada que aún vive dentro de mí, que quiere suplicar. Por favor, no hagas esto. Por favor. —Sin embargo, acepté, esa es la parte retorcida. Le dije que podía hacerlo. —He aprendido por las malas que suplicar solo hace que el hombre lo disfrute más y que sea peor para mí. Así que me mantengo en silencio. —Necesito ese dinero. —Mentalmente, repito lo que acaba de decir. Quiere que me quite la ropa y luego quiere masturbarse. No me tocará. —¿Cómo puedo confiar en eso? No puedo. —Entonces, ¿Qué opción tengo? Intento convencerme de que es algo parecido a dejar que esos clientes me agarren el trasero. No me estoy vendiendo, solo no los confronto por su comportamiento para conseguir las propinas que necesito para vivir. —Psicópata entra en mi pequeño y destartalado apartamento que comparto con tres chicas. Tengo suerte porque tengo mi propia habitación, aunque sea del tamaño de un armario. Pero tiene una ventana con una escalera de incendios. Algunas noches salgo ahí y entonces no me siento tan atrapada. —Se detiene en la sala oscura, apenas lo suficientemente grande para un sofá de dos plazas, que está conectado a una pequeña cocina. Mira hacia el pasillo. —¿Cuál es tu habitación? —La segunda a la derecha —susurro, intentando que mi voz no tiemble. Respiro entrecortadamente y me recuerdo a mí misma que debo pensar. Sé que este hombre está completamente loco, pero tengo más experiencia que la mayoría con lunáticos desquiciados. —No sé tu nombre. —Sin embargo, lo siento tensarse en lugar de relajarse. —Jeffrey. Pero mi familia me llama Jeff. —Jesús. ¿Realmente lo llaman Jeff? ¿Saben que es un monstruo sin alma? Probablemente. Estoy temblando a pesar de mis esfuerzos por mantener la calma. —Tengo que decirte algo. —¿Qué? —Nunca he hecho esto antes. —¿Hacer qué? ¿Dejar que un cliente te rocíe con semen? —Abre la puerta de mi habitación y me deja en el suelo. Pone el dinero en mi mesita de noche, me quita la chaqueta de los hombros y comienza a desabotonarme la camisa. No puedo evitarlo, me encojo. —Nunca he hecho nada de esto —susurro, y una lágrima logra deslizarse por mi mejilla. No me gusta mostrarme vulnerable frente a los hombres, así que no salgo con nadie, no tengo sexo, ni siquiera coqueteo, excepto en el bar, y eso es más una cortesía profesional. —¿Nunca has hecho nada de qué? —Intento considerar las opciones. ¿Debería mentir? ¿Mis palabras harán que quiera hacerme menos o más daño? Pero me está desnudando, y no puedo pensar con claridad. —Nada con un hombre —susurro. —No salgo con nadie. —Desabrocha el último botón de mi camisa y la desliza por mis brazos. Todavía llevo los tacones y los pantalones, mi sostén n***o sencillo queda expuesto a su vista. —Entonces me mira, sus fosas nasales se dilatan antes de que levante la mano y coloque su pulgar en una de mis costillas, su mano rodeando mi caja torácica. —Retrocedo. —Dijiste que no habría contacto. —Muestra los dientes. —Me refería a no follar. Quítate la coleta. —Mis manos tiemblan incontrolablemente mientras subo y saco la goma. Intento mantener la calma. La goma cede y mi cabello cae por mi espalda. —Sin embargo, sus ojos no están en mí. En cambio, está mirando algunas de las piezas que he colgado en mi pared. —¿Quién pintó esto? —Mis manos caen a mis costados mientras trago saliva. Nadie ve mis cosas. —Yo lo hice. —Entonces me mira, su mirada aún indescifrable en la oscuridad, pero algo en su energía cambia. Se calma. —Se mueve a mi alrededor y se acerca al primer cuadro. Mis brazos se envuelven inmediatamente alrededor de mi cintura, como si eso pudiera protegerme de alguna manera. —Sin embargo, me giro hacia él, observándolo mientras estudia la obra. Es un autorretrato de mi rostro, pero está roto en varios pedazos y esparcido por el suelo de cemento de un sótano oscuro. —Pasa al segundo, una habitación roja donde estoy arrodillada en el suelo, con la cabeza gacha, pintada en todos los tonos de azul. —Un tercer paisaje, una imagen del campus donde tomo clases. La gente dice que los paisajes no tienen emociones, pero cuando llegué aquí por primera vez, amaba el patio central. Sentí una alegría inmensa por estar libre de mi pasado y por estar aquí para aprender. —Cada pincelada de ese paisaje la hice con amor. —Se gira para mirarme y, por primera vez, veo una chispa de algo real en sus ojos. Bailan con fuego. Es solo un momento, y luego desaparece. Sus ojos se cierran, se vuelven negros, todo lo que siento es el vacío. —Quítate los pantalones. —Mi garganta está tan cerrada que apenas puedo tragar. Intento desabrochar el botón, pero no consigo que mis dedos funcionen. —Con un gruñido de frustración, aparta mis manos, desabrochándolos él mismo. Luego los desliza por mis piernas, agachándose frente a mí para bajarlos hasta mis tobillos. —Levanta el pie. —Hago lo que me ordena, apagando la parte de mi cerebro que siente, solo siguiendo sus instrucciones como un robot. Es más fácil así. Pero en lugar de quitarme los pantalones, me quita el zapato. —El otro. —Lo hago, y él me quita el otro zapato, un pequeño suspiro escapa de mis labios al liberarme de los zapatos. No puedo creer que lo dejé escapar de mi boca, que le di la satisfacción de saber que algo se sintió bien. —Todavía está inclinado frente a mí, pero entonces levanta la vista, sus dedos descansando en la parte trasera de mis pantorrillas. —Hueles delicioso. —Mis labios se separan, intentando decidir cómo me siento con esas palabras. Es tan extraño, estoy siendo forzada a servir a este tipo, pero mi cuerpo responde un poco. Como si sintiera un leve cosquilleo en la piel sensible entre mis piernas, noto que mi olor se intensifica. —Él también lo huele. —Quiero probarte. —No. —Gruñe en protesta, pero niego con la cabeza. —Dijiste que no habría contacto. —Se pone de pie, sin molestarse en quitarme los pantalones del todo mientras desabrocha su cinturón y luego baja sus pantalones ajustados por sus muslos. —Su m*****o sale disparado desde la abertura de su camisa y dejo escapar un jadeo. —Eso no puede ser de un tamaño normal. —De todas las cosas que he dicho, esto le arranca una sonrisa. —No. Tengo un pene enorme. —Intento retroceder, olvidando que mis pantalones están en mis tobillos. Empiezo a caer, mis brazos se agitan. —Él engancha fácilmente mi cintura, y por un segundo me devuelve a la posición vertical. Un suspiro de alivio comienza a salir de mis labios, pero se corta cuando empiezo a caer de nuevo. Esta vez, caigo hacia adelante, y en un movimiento que ni siquiera puedo comprender, me encuentro con mi vientre presionado contra sus muslos poderosos, mi trasero en el aire. —Todavía llevo mi tanga, mi sostén está puesto, y mis pantalones están en mis tobillos. Una de sus manos va a mi trasero, su palma baja en un golpe definitivo que me hace estremecer de sorpresa y humillación. —Sin embargo, no me golpea de nuevo. En cambio, solo aprieta. —Su otra mano agarra su pene monstruoso, y miro hacia atrás a tiempo para verlo frotar su palma y dedos a lo largo de su longitud. —Es primitivo y sucio, y me siento como un voyeur porque también es… fascinante. Nunca he visto a un hombre darse placer o ser complacido, y no esperaba encontrarlo excitante. —Sin embargo, lo es. Mi clítoris da un latido decidido mientras pienso en cómo dijo que le gustaría probarme. ¿Eso se habría sentido bien? —Cambio mi peso, la presión de su muslo derecho lastima mi estómago, pero su mano se tensa en mi trasero para sostenerme, su pulgar se desliza entre mis muslos. Está tan cerca del dolor que se acumula que realmente tengo que resistir la urgencia de moverme para que me toque donde necesito alivio. —¿Entiende lo que estoy sintiendo o solo hace lo que quiere? Probablemente lo segundo, pero de cualquier manera, roza su pulgar justo sobre mi clítoris. No recuerdo la última vez que siquiera me masturbé, así que el toque es como una explosión de sensaciones. Me estremezco en su regazo, pero esta vez no es miedo, sino placer. —Miro hacia atrás para ver su mano volando sobre su pene, una perla de líquido acumulándose en la punta. ¿Cómo se siente la piel? ¿A qué sabe su semen? —Rueda su pulgar por mi hendidura, la tela aun cubriéndome, lo que en realidad me hace sentir más segura, como si pudiera disfrutarlo porque no puede invadir completamente mi lugar más personal, y gimo de necesidad cuando vuelve a tocar mi clítoris. —Te habría chupado ese pequeño clítoris hasta que gritaras de placer —dice entre dientes mientras masajea un círculo sobre el brote sensible. —Ahora estoy imaginándolo, con sus hombros poderosos, inclinándose para enterrar su rostro entre mis muslos. Es tan ardiente que cuando su pulgar frota otro círculo, grito, un orgasmo me atraviesa. Apenas me ha tocado. ¿Cómo pude correrme así? —Esto no debería haber pasado. Pero apenas puedo atender ese pensamiento mientras me desplomo sobre sus piernas, mi cuerpo completamente agotado. —Entonces él se corre, un rugido gutural llena mi habitación mientras un líquido cálido salpica mi espalda y trasero. —Levanto la cabeza para ver la gruesa cuerda de semen salir disparada de su pene y aterrizar en mi piel. —Su mano deja mi trasero mientras esparce el líquido por toda la piel de mi espalda, frotándolo. —Niego con la cabeza, intentando darle sentido a lo que acaba de pasar. De alguna manera, no me sorprende que este sea el tipo que finalmente me hace sentir algo. Probablemente estoy tan desquiciada como él. —Sin embargo, eso no significa que esto fuera una buena idea. De hecho, fue una idea terrible. Nunca debí… —Aunque, en realidad, no tuve mucha opción. —Se inclina y lame la piel de mi espalda, probándose a sí mismo en mi piel. Enfermo. —Sabe bien en ti —gruñe, como si eso fuera una explicación. Como si algo de esto tuviera sentido. —Luego desliza sus manos bajo mí y me levanta. Pasando mi peso a uno de sus brazos, baja las sábanas y me acuesta en la cama, cubriendo mi cuerpo con las mantas. —¿Me está arropando? —Sin decir una palabra, se sube los pantalones, metiéndose dentro de ellos antes de abrocharse el cinturón y luego simplemente se gira y sale de mi habitación, el dinero aún en mi mesita de noche. —Sus pasos resuenan por el pasillo corto hasta la puerta principal. Escucho a una de mis compañeras de cuarto jadear, ¿Cómo no me di cuenta de que una de ellas estaba en casa? —Estaba un poco ocupada… —Acabo de dejar que un psicópata acosador me tocara mientras se masturbaba para poder quedarme con mi propio dinero. Intento evitar los problemas, de verdad lo intento. —Sin embargo, tiene la costumbre de encontrarme. Mi último pensamiento antes de quedarme dormida es si esta será la última vez que veré a Jeffrey, o si esto es solo el comienzo. Creo que quiero más…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD