Abrí y cerré la puerta de mi despacho de un portazo tan fuerte que me extraño que no se rompiera. Tiré las cosas que habían en el lugar lleno de furia, en ese instante entraron Andrea, Oscar e Izan que venían detrás de mi.
—Niall tranquilo —habló Andrea en un intento inútil de tranquilizarme.
—¡¿Cómo quieres que me calme si esos malditos siguen atacando?! —grité furioso tirando unos floreros que habían en la repisa—. ¡Por culpa de esos chupa almas he perdido a los mejores guerreros!.
—Lo sabemos, pero con enojarte no ganas nada —comentó Oscar esta vez, con un semblante relajado.
—¿Y tu cómo es que estás tan tranquilo? —lo veo encogerse de hombros.
—Le veo el lado positivo a la vida, supongo —frunzo el ceño por su estúpida respuesta.
—¿Qué le puedes ver de positivo a que esos bastardos destruyan todo y maten a tu gente? —finalmente me senté, aun molesto.
—Vamos Niall, solo cálmate, ya veremos como acabar con esa maldita plaga —respiro hondo tratando de calmarme, tienen razón, con enojarme no gano nada.
Debo estar tranquilo y sereno para poder pensar bien lo que haré para no perder a más gente.
Todos dependían de mi y no podía darme el lujo de perder los estribos por culpa de esos chupa almas.
—Ahora lo que tenemos que hacer es montar más vigilancia en la manada —sugirió Izan, que era mi Delta.
—Izan tiene razón Niall, hay que montar más vigilancia en la manada mientras otros se encargan de los humanos —agregó Oscar, apoyando la idea de Izan.
Suspire cansado, en estas últimas semanas las cosas con los demonios había empeorado, esos bastardos cada vez se hacían más fuertes.
—Esta bien, Izan encárgate de colocar a los mejores guerreros, Andrea te puede ayudar —el asintió captando mi orden—. Oscar tu te encargarás conmigo de proteger a los habitantes de Hogsfeet.
Todos, enseguida al dar la orden, se pusieron de pie.
—Nos ocuparemos inmediatamente —pronunció Oscar, ahora seriamente.
Asentí dejándolos ir, al ellos salir de mi despacho me recosté en la silla tirando mi cabeza hacia atrás mirando al techo, esto se complicaba cada vez más.
Las personas asesinadas aumentaban en cantidad, al igual que en la manada, lo que me tenía muy preocupado.
Siempre hemos protegido a las personas de distintas amenazas, sin que ellos lo sepan, durante muchos años hemos combatido en su protección. Pero ahora todo era distinto, muchas de esas amenazas se volvían más fuertes, ya no sólo los atacaban a ellos sino también a distintas especies como en este caso los licántropos.
Estábamos siendo exterminados por esos infelices.