—Prefacio—
Los funerales son eventos muy tristes, ¿no? Pocas cosas más conmovedoras deben existir que un espacio lleno de personas llorando afligidas por la partida de un ser amado. Pero si hay algo realmente lamentable, son los funerales en vísperas de Navidad.
Ver un cementerio bajo una nevada con un lúgubre filtro grisáceo y la más deprimente de las canciones de fondo, es un recurso extraordinario en las películas, pero vivirlo es otra cosa. Una escena así es la ue quiero que imaginen hoy salvó por un par de pequeñísimas diferencias...
Olvídense de la nieve y del filtro de invierno. Estamos en el cementerio Hollywood Forever, y aquí solo hay palmeras, lindas lagunas artificiales y el placentero ruido de los vecinos... los estudios Paramount. Y la otra minúscula diferencia es que en este entierro, nadie sufre por el muerto.
“Esas cosas no pasan, siempre hay alguien que amaba al difunto" estarán pensando ustedes. Pues pasan, sí. Y tómenlo en cuenta para cuando llegue su momento: si no te amaron en vida, ¿qué te hace pensar que te amarán cuando seas comida de gusanos?
La historia que voy a contarles trata justamente sobre este dilema.
Empecemos por el principio:
John Marshall, uno de los ejecutivos más importantes de la industria musical, murió hace dos noches en un aparatoso accidente automovilístico bajo los efectos del alcohol y otras sustancias que, con el traspaso de una fuerte suma de dinero, han decidido omitir en el informe oficial. Esta mañana ciento cincuenta personas se reunieron en el cementerio para darle el último adiós.
Adelante en el grupo, ahí justo frente al ataúd cubierto de flores, están sus más intimos y allegados:
Belle, su novia actual, o bueno... Lo era cuando aún respiraba. ¡No vamos a ponernos quisquillosos con los detalles! Lo cierto es que Belle es una exótica modelo rumana de alta costura que apenas aprendía a sostenerse en pie para cuando Marshall estaba abriendo su primer sello discográfico. Es la única que llora, pero no se siente triste, en realidad se pregunta si el hombre habrá alcanzado a hablar con ese director de cine que le comentó hace una semana para conseguirle un papel en su próximo proyecto, esa película de invasión extraterrestre que suena tan prometedora. Si no alcanzó a hacerlo, habría pasado los últimos cinco meses yéndose a la cama con un barrigón de pelo en la espalda para nada... ¡Cuánto tiempo perdido!
Junto a ella, incómodos por el exagerado llanto de la modelo, apenas un par de años mayor que ellos, cabe aclarar, están Paul y George, los gemelos que tuvo el difunto con su primera esposa, a los que tenía unos catorce años que no veía... Los chicos tienen dieciséis y están ahí, esperando que, al menos, su padre dejara algo extra para sus fondos universitarios y el estilo de vida al que estaban acostumbrados, pues entendían que ya que no habría más depósitos mensuales a cambio de no dar escandalosas declaraciones a la prensa. Los acompaña su tía, Martha, con la que viven desde hace dos inviernos luego de que su mamá también falleciera a causa de una penosa enfermedad. La mujer de verdad ruega para que la manutención siga llegando, ¿cómo va a seguir manteniendo a esos dos chicos si no? Es solo una enfermera, se ahogará en deudas.
También estaba Laurent Harris, el abogado de John. Como buen abogado, viendo a los jóvenes Marshall, una parte de su mente meditaba desde ya sobre el lío que se desataría cuando llegara el momento de leer el testamento... Cuando saliera a la luz que su cliente le estaba dejando todos sus bienes no a sus únicos hijos, sino a Meg Brown, esa primera cantante de R&B que firmó bajo su sello, esa por la que dejó a la madre de los gemelos dos meses antes de dar a luz; la misma a la que echó de su mansión tres años después al filtrarse ese vídeo de ella... Ehm... digamos que... Copulando de forma violenta con Charlie M, el rapero más famoso y polémico de principios de los dos mil.
Charlie murió de una sobredosis unos meses después de eso, pero la infame frase “Móntame como no puedes montar al viejo del bypass" seguida de una sonora nalgada se convirtió en un hito de la cultura pop estadounidense por años, y miles de jóvenes lo llevaban estampado en sus camisetas hasta el día de hoy; algunos diseños incluso incluyen una ilustración de la mano azotadora y el glúteo castigado, al que, con aire burlón, le agregan un sello que dice “Propiedad de J. Marshall"... Un estigma del que John no pudo desligarse fácilmente, aunque un contrato millonario con una farmacéutica y un par de anuncios sobre la buena salud cardiovascular que tenía gracias a sus píldoras lo hicieron un poco más llevadero; aunque, en honor a la verdad, el hombre ni tenía bypass ni problemas del corazón, pero de algún modo tenía que revertir el daño hecho a su imagen, porque ¿Cómo lo iban a respetar los ejecutivos? y más importante aún ,¿quién iba a querer acostarse con él si estaba el rumor de que podía morirse antes de acabar?
¿Mal chiste? Lo siento, continuemos.
El hecho es que John no pudo sacarse nunca eso de la cabeza... Así como tampoco sacó a Meg de ese ridículo testamento que hizo cuando se mudaron juntos, hipnotizado por el encanto del cuerpo cálido, firme y ávido que le ofrecía la mujer cada noche.
A veces creo que a los hombres cuarentones no se les debería permitir firmar documentos legales... La que se iba a liar en unos días por esto. ¡Padre santo! Nueva York tal vez sea la ciudad que no duerme, pero Los Ángeles es la ciudad de los mil y un escándalos.
En fin, ¿por dónde iba? Ah, sí, el abogado.
“Los hombres como yo no morimos, Laurent. Somos indestructibles. No te llamé para eso, enfócate", era lo que decía John cada vez que el abogado sacaba el tema del testamento... Convengamos que el difunto era un tipo arrogante, y ahora el pobre Laurent estaba mortificado por lo que se venía, pero no tanto como para no echarle el ojo a Belle con ese vestido n***o de saten que... ¿Por qué había decidido llevar ese día sino para encontrar un nuevo hombre?
¿Recuerdan lo que les dije sobre los hombres cuarentones? Pues a veces tampoco se les debería dejar pensar por su cuenta. Laurent desde ya estaba planeando cómo acercarse cuando el ministro terminara de hablar; pensaba en llevarla a casa y ofrecerle algo de consuelo a la pobre y desconsolada dama.
¿Entienden lo que digo?
Convengamos también que Laurent no es un sujeto muy ético... o agradable.
Junto a él está, Scarlet Fox, una de las cantantes pop más famosas de la actualidad. La llamada "Sexy Bomb" luego de aquel primer pegadizo single hacia diez años. La mujer agotaba estadios a donde quiera que iba, todas las marcas querían su rostro promocionando su maquillaje, sus glúteos perfectos promocionando sus jeans, y sus grandes senos promocionando sus brasieres. Era una superestrella. Y hoy por hoy, la gallinita de los huevos de oro para John. El hombre la trataba como a una reina y ella le generaba sustanciosos ingresos anuales con sus ventas de platino.
Tenían una buena relación laboral, él había sido su figura paterna durante una década, pero... ¿Estaba la mujer afectada por la muerte de John? Depende. Había alterado su itinerario y eso la estaba desquiciando, ¿cuenta?
Scarlet se vio obligada a posponer el lanzamiento del video de su nuevo sencillo en el concierto de invierno de MTV y eso significaba un considerable bajón en sus ganancias ese mes; significaba también otra semana sin estar en la cima de las carteleras mundiales. La mujer estaba enojada y, además, debía mantenerse ahí con cara de pena por quién sabía cuánto tiempo. ¡Qué frustrante!
Pero debía hacerlo. Lo último que necesitaba era otro reportaje sobre “La arpía del pop" que parecía ya haberse convertido en una columna habitual en la prensa nacional. Miró sobre su hombro, ahí estaba ese Richard Clark, el reportero que más la odiaba, seguramente tomando nota mental de todos sus gestos para luego distorsionarlos en su columna. Scarlet no entendía por qué estaba tan empeñado en dañar su reputación, había llegado a pensar que estaba secretamente enamorado de ella, pero claro, Scarlet pensaba que todos estaban enamorados de ellas, Pero ya les digo yo... no, Clark en realidad la odia.
Otro detalle interesante entre los asistentes del funeral es que, cada individuo ahí tiene un drama diferente en su mente, por ejemplo, un par de filas más atrás estaba Holly Sutherland, modelo, igual que su mejor amiga, Belle. Llevaba gafas de sol, chal y se aseguraba de que Belle no la viera. No estaba segura de poder ocultarle lo que había hecho con John en el escritorio de su despacho hacía solo tres días.
¿Debo explicarles quién sí consiguió ese papel en la película de ese codiciado director? ¿No? ¡Perfecto! No me gusta hablar de más. Y precisamente como no me gusta hablar de más, mejor vayamos al grano y aclaremos lo que ya es obvio:
Punto número uno: John era un listillo de los negocios, pero no era una buena persona.
Punto número dos: John no tenía amigos reales, ni una familia que de verdad lo apreciara.
Punto número tres: John está muerto. Según el informe forense, murió durante la segunda de las cinco vueltas, según dicen los testigos, que dió su Maserati antes de finalmente descansar en el fondo del acantilado y prenderse en llamas. Está tan muerto que el ataúd estaba cerrado.
¡¿Qué?!
¿Humor muy oscuro para una historia de Navidad?
Dejemos algo claro: no es Dr. Seuss quien narrará esta historia. Solo quiero que entiendan que, sin lugar a dudas, John Marshall ya no está en este mundo, que ya no hay forma en la que pudiera hablar con nadie, y que Scarlet lo sabe. Ella estuvo ahí mientras lo sepultaban bajo kilos y kilos de tierra, así que todo lo que pasará de aquí en más no tiene explicación científica, ¿de acuerdo?
Así que ¡ya olvídense del muerto! y enfóquense en Scarlet y en el gigantesco colapso mental que está a punto de tener.
Santa vendrá con un saco lleno de escándalos y mucha mierda esta Nochebuena.