CAPÍTULO 5 –Una jaula de oro y fuego”

1456 Words
El silencio que se apoderó de la habitación tras el disparo era tan espeso como la sangre en las paredes.Alessia aún sostenía el arma, sus dedos temblaban, pero su mirada estaba fija en él. En Dante. En el monstruo que acababa de entregarle el alma… o al menos, eso parecía. Él la observaba con la misma intensidad de siempre, pero había algo nuevo en sus ojos: respeto... o tal vez, miedo. —Lo hiciste —murmuró Dante, dando un paso hacia ella—. ¿Sabes lo que eso significa? —Que ya no hay vuelta atrás. —Exacto. El cadáver a sus pies era solo el primero. Lo sabían. Ambos.Esa noche no sólo había muerto un hombre. También una parte de Alessia. --- Dante se acercó y tomó la pistola de su mano con suavidad, como si no quisiera romperla. La miró a los ojos. Ella no apartó la mirada. —Ahora eres oficialmente parte de esto —dijo él—. No eres solo mi problema. Eres mi cómplice. —¿Y tú qué eres para mí? Dante sonrió, pero no fue una sonrisa amable. Fue oscura, peligrosa, de esas que prometen infiernos en camas de seda. —Soy tu jaula... y tu castigo. Ella sintió que el aire se comprimía en sus pulmones. Y aun así, no retrocedió. —Entonces haré de esta jaula un incendio. Él la besó. No fue un beso dulce ni romántico. Fue una guerra. Fuego contra fuego. Lengua contra furia. Dolor contra deseo. Y cuando se separaron, el mundo ya no era el mismo. --- Horas más tarde, Dante la llevó al corazón del infierno: la mansión Moretti. Con paredes de mármol, techos altos y guardias armados en cada esquina, no era un hogar… era un campo de guerra disfrazado de lujo. —Bienvenida a casa —dijo él, empujando las puertas dobles de par en par—. Aquí es donde empiezan las verdaderas decisiones. Alessia no respondió. Su mirada recorrió los corredores interminables, los retratos de hombres muertos que aún parecían vigilar desde las paredes. —¿Y cuántos secretos esconden estas paredes? —Más de los que puedes imaginar. Y Dante, con su sonrisa torcida, comenzó a caminar. Ella lo siguió. Porque ya no podía volver atrás. Porque el fuego ya la había consumido. --- —A partir de hoy —anunció Dante al llegar a una sala rodeada de hombres armados—, Alessia no es una invitada. Es una Moretti. Todos la miraron. Algunos con desconfianza. Otros con deseo. Uno, con odio puro. —¿Algún problema? —gruñó Dante. Nadie habló, pero las miradas hablaron por sí solas. Alessia los miró de frente. No era una víctima. Ya no. —¿Dónde está mi habitación? Dante rió con fuerza. —Así me gusta. --- Pero cuando se quedaron solos, el humor desapareció. —Mañana te reunirás con el consejo —dijo él—. Quieren saber quién eres y por qué te estoy protegiendo. —¿Y qué les diré? —La verdad. O una mentira lo suficientemente creíble. —¿Cuál es la diferencia? —En esta casa… ninguna. --- Esa noche, Alessia no durmió. En su cama de seda, con un cuchillo debajo de la almohada y la mente llena de fantasmas, pensó en todo lo que había perdido… y en todo lo que estaba por ganar. Porque ahora no era solo la chica rota. Era una amenaza con tacones. Una tempestad vestida de silencio. Y el mundo aún no estaba preparado para lo que ella se convertiría. ~~~~ Sombras bajo la seda" La mañana llegó envuelta en una falsa calma. El sol se filtraba por las cortinas como si nada hubiera pasado la noche anterior, como si el fuego, el disparo y el pacto no fueran más que una pesadilla. Pero Alessia sabía que lo que vivía no era un mal sueño. Era su nueva realidad. Cuando se levantó, encontró un vestido n***o sobre la silla junto a su cama. Elegante. De seda. Demasiado costoso. Y sobre él, una nota escrita a mano: > “Sé peligrosa, no perfecta. Nos vemos en el consejo. —D” Ella sonrió, pero no fue una sonrisa dulce. Fue un reflejo de la mujer que estaba naciendo en medio de las cenizas. Se duchó en silencio, dejó que el agua se llevara lo que quedaba de inocencia y salió con el cabello suelto, los labios rojos como el pecado y la mirada de alguien que ha dejado de huir. --- El salón del consejo era un espacio frío. De mármol n***o y luces que no perdonaban. Una mesa larga, doce hombres, una mujer vieja con ojos de hielo y al fondo… Dante, apoyado contra una pared como si nada de eso fuera serio. —Ella no pertenece a esta familia —dijo uno de los hombres mayores—. No lleva la sangre Moretti. —Lleva mi nombre —replicó Dante—. Y eso es más que suficiente. —¿Y tú quién te crees para decidirlo? No eres el líder aún. Dante se rió. Bajo. Desafiante. —¿Seguro? Porque la última vez que conté cadáveres, los míos eran más que los tuyos, Silvio. El ambiente se tensó. Algunos de los presentes se removieron en sus sillas. Otros bajaron la mirada. Alessia no se inmutó. —¿Tienes algo que decir, niña? —preguntó la mujer de ojos de hielo. Alessia alzó el mentón. —Sé que muchos aquí me desprecian por no ser “de sangre”. Pero la sangre no te hace familia. Las lealtades sí. Y si tengo que ganarme el respeto con fuego, que así sea. —¿Estás dispuesta a ensuciarte las manos? —Ya lo hice. —¿Y a seguir haciéndolo? Alessia clavó su mirada en la mujer. —Haré lo que tenga que hacer para sobrevivir. La anciana sonrió. Por primera vez. —Entonces quizás tengas lo que se necesita para ser una Moretti. --- Cuando salieron de la sala, Dante la tomó del brazo y la arrastró por un pasillo oscuro. —¿Estás loca? —gruñó, acorralándola contra la pared—. Pudiste provocar una guerra con tus palabras. —¿Y tú qué esperabas? ¿Que bajara la cabeza como una estúpida? Él la miró, furioso. Pero también… orgulloso. —Cada vez que hablas, haces que quiera matarte… o besarte. —Intenta cualquiera de las dos y te juro que sangras. Dante la besó. Otra vez. Y esta vez no hubo fuego. Hubo hielo. Dolor. Rabia contenida. Una batalla de egos y corazones rotos. Y aún así, ella respondió. Porque en el fondo, ambos sabían que lo suyo era veneno. Pero también sabían que no podían vivir sin él. --- Alessia no tuvo tiempo de respirar. A las pocas horas fue convocada a una reunión más privada. El hermano de Dante, Vittorio, la esperaba en una sala que olía a whisky y secretos. —Así que tú eres la nueva reina —dijo él, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —No vine a jugar —respondió ella—. Vine a quedarme. —Eso está por verse. Vittorio se acercó. Su presencia era distinta a la de Dante. Menos salvaje, pero igual de peligrosa. —¿Sabes lo que hiciste al matar a ese hombre? —susurró, cerca de su oído—. Sellaste tu destino. Y puede que no te guste el final. Alessia no se movió. —Estoy acostumbrada a los finales trágicos. Pero no me subestimes, Vittorio. Ya no soy la misma niña que entró en esta casa. —No, claro que no. Ahora eres una amenaza. Y las amenazas, querida... se eliminan. Ella lo miró a los ojos. —Inténtalo. Te desafío. Vittorio sonrió. Y en ese gesto, Alessia supo que acababa de ganarse un nuevo enemigo. --- Esa noche, Dante entró en su habitación sin tocar. —¿Te divertiste con mi hermano? —¿Estás celoso? —Estoy furioso. —¿Por qué? ¿Porque no puedo ser tu marioneta? Él caminó hasta ella con pasos lentos, casi felinos. —Porque estás jugando un juego peligroso y yo soy el único que puede protegerte. —¿Y quién te dijo que quiero protección? —Entonces dime qué quieres. —Quiero poder. Dante no se lo esperaba. Lo disimuló, pero sus ojos lo traicionaron. —Y lo vas a tener. Pero recuerda, Alessia… El poder siempre tiene un precio. Y a veces, ese precio… es el alma. Nota 📝 💬 ¡Dime algo! ¿Te gustó? ¿Te rompió? ¿Te calentó? Lo que sea que sientas... este es tu espacio. Déjame tu huella, que yo te leo y sonrío.
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